Para la campaña de rectificación hemos encontrado ahora una determinada forma, que consiste en la gran competencia de ideas, la gran apertura de opiniones, el gran debate y el empleo del dazibao. Es una forma nueva, creada por las masas, que difiere de las adoptadas en el pasado por nuestro Partido. Durante la campaña de rectificación en Yenán, aparecieron ya algunos dazibao; sin embargo, en ese entonces no promovimos su empleo. Tampoco lo adoptamos en el posterior movimiento de «tres verificaciones y tres rectificaciones». En los períodos de guerra revolucionaria, como no recibíamos paga de nadie ni teníamos fábricas de armamentos, nuestro Partido y nuestro Ejército se sustentaban en los propios soldados y en la población civil de distintos lugares, o sea, en las masas. Es así como se ha formado un estilo democrático de trabajo en el transcurso de largos años. No obstante, por ese tiempo no existía nada igual a la presente forma de gran competencia de ideas, gran apertura de opiniones, gran debate y dazibao. ¿Por qué? Porque en una época de guerra como aquélla, con los tambores y clarines llamando al combate y la lucha de clases enardeciéndose, habría sido perjudicial levantar un gran revuelo en nuestras filas. Ahora, la situación es distinta, pues la guerra ha concluido y todo el país, excepto la provincia de Taiwán, está liberado. Es en estas circunstancias en las que ha surgido una forma nueva como la mencionada. Un contenido revolucionario nuevo tiene que encontrar para sí una forma nueva. La actual revolución, que es una revolución socialista y que está llamada a construir un país socialista, ha encontrado para sí esta forma nueva. Ella puede ser popularizada con mucha rapidez, y para dominarla se requiere muy poco tiempo, digamos unos cuantos meses.
Frente a la gran competencia de ideas, la gran apertura de opiniones, el gran debate y el dazibao, existen principalmente dos temores. Primero, el temor a los desórdenes. ¿Tienen ustedes miedo a los desórdenes? A mi juicio, son muchos los que les tienen miedo. Segundo, el temor a no poder salir de la embarazosa situación creada. Los que desempeñan cargos de directores de fábricas, cooperativas y centros docentes y de secretarios de comités del Partido, temen no poder salir de la embarazosa situación en que puedan hallarse luego de que se haya dado paso a la apertura de opiniones y se hayan encendido las llamas. Ahora ya es fácil convencer a la gente de que se deshaga de esos temores; sin embargo, la cuestión se presentaba muy difícil en aquel mes de mayo. En los treinta y cuatro centros de enseñanza superior de Pekín, no se dio curso a la apertura sino después de una serie de reuniones. ¿Por qué no se debe abrigar temores? ¿Por qué es ventajosa la apertura? ¿Qué trae más ventajas: la competencia y apertura en grande, la competencia y apertura en pequeño o el veto a todas ellas? No es ventajoso el veto y, en cuanto a la competencia y apertura en pequeño, no resuelve los problemas; así, la gran competencia y la gran apertura se hacen, de todos modos, necesarias. Estas últimas no tienen por qué dar origen a desórdenes ni impedirle a uno salir de las situaciones embarazosas que puedan producirse. Claro que hay unos pocos individuos que constituyen la excepción a la regla, como es el caso de Ting Ling, quien no halló la manera de salir de apuros. Otro ejemplo es el de Feng Süe-feng, quien, habiendo prendido fuego para quemar al Partido Comunista, tampoco encontró salida. Pero éste es el caso de un puñado de personas: los derechistas. Los demás no tienen motivo para temer que se les haga imposible salir de apuros, pues podrán hacerlo. Si tienen vicios, no son otros que el burocratismo, el sectarismo y el subjetivismo, que deben corregir, sin que haya razón para el temor. Lo fundamental es tener confianza en la gran mayoría de las masas, abrigar la convicción de que la gran mayoría del pueblo es honesta. En su inmensa mayoría, los obreros son honestos, y lo son también los campesinos. Otro tanto puede decirse de los militantes del Partido Comunista y de la Liga de la Juventud en su gran mayoría. No es su propósito llevar a nuestro país al caos. En cuanto a la mayor parte de los intelectuales burgueses, de los capitalistas y de los militantes de los partidos democráticos, éstos son transformables. Por lo tanto, no debemos tener miedo a que se produzca el caos; no se producirá ni puede producirse. Hay que confiar en la mayoría. ¿Nos referirnos aquí por mayoría al 51 por ciento? No, nos referimos a un porcentaje que va del 90 al 98 por ciento.
Para todos nosotros, la revolución socialista es algo nuevo. La que hicimos en el pasado fue una revolución democrática, de carácter burgués, llamada a eliminar únicamente la propiedad imperialista, la feudal y la del capitalismo burocrático, y no la propiedad individual ni la del capitalismo nacional. Esto permitió que muchos pasaran la prueba de la revolución democrática. Algunos de ellos, que no sentían suficiente afán por una revolución democrática cabal, pasaron por ella a duras penas; otros, que trabajaban a conciencia por una revolución democrática cabal, salieron, ellos sí, airosos de esta prueba. Ahora se trata de pasar la prueba del socialismo, que para algunos resulta difícil. Vale traer aquí, a modo de ejemplo, el caso de un militante del Partido en Jupei, procedente de una familia de asalariados agrícolas que vivió de la mendicidad durante tres generaciones. Con la Liberación, se emancipó y comenzó a llevar una vida cómoda, y llegó a ser un cuadro de nivel territorial. Pues bien, hace poco se mostró muy descontento del socialismo, muy en desacuerdo con la cooperativización y, queriendo «ser libre», se opuso al monopolio estatal de compra y venta de cereales. Ahora se ha abierto, con fines de educación clasista, una exposición sobre su vida, y allí el hombre lloró a mares y se manifestó dispuesto a corregir sus errores. ¿Por qué cuesta tanto pasar la prueba del socialismo? Porque de lo que se trata en esta prueba es de eliminar la propiedad capitalista convirtiéndola en propiedad socialista de todo el pueblo, y de eliminar la propiedad individual convirtiéndola en propiedad colectiva socialista. Es obvio que esta lucha ha de durar muchos años, siendo por ahora difícil predecir con exactitud cuánto tiempo durará el período de transición. Este año se ha presentado una creciente de la lucha. ¿Se presentará en adelante una creciente cada año, como ocurre con el río Amarillo? Me parece que su frecuencia no será tanta, pero no faltarán en el futuro crecientes como ésta.
Ahora, ¿cuánta gente en todo el país desaprueba el socialismo? A este respecto, un buen número de camaradas de diversos lugares y yo hemos hecho algún cálculo. De toda la población del país, probablemente un 10 por ciento desaprueba el socialismo o se opone a él. Este porcentaje comprende a la clase terrateniente y los campesinos ricos, así como a una parte de los campesinos medios acomodados, de la burguesía nacional, de los intelectuales burgueses y de la pequeña burguesía superior urbana, e incluso a unos pocos obreros, campesinos pobres y campesinos medios inferiores. ¿Qué representa el 10 por ciento de seiscientos millones de habitantes? Sesenta millones. Esta cifra es considerable y no debemos subestimarla.
Al afirmar la necesidad de confiar firmemente en la gran mayoría de las masas, lo hacemos partiendo de dos puntos. Primero, contamos con un 90 por ciento de la población que aprueba el socialismo. En este porcentaje están incluidos el proletariado, el semiproletariado del campo ‑los campesinos pobres‑, los campesinos medios inferiores, la mayoría de la pequeña burguesía superior, la mayoría de los intelectuales burgueses y una parte de la burguesía nacional. Segundo, entre los que desaprueban el socialismo o se oponen a él, ¿qué porcentaje representan los más recalcitrantes, incluyendo a los ultraderechistas, los contrarrevolucionarios, los saboteadores y aquellos que, si bien no hacen sabotajes, se mantienen sumamente contumaces y posiblemente entrarán en su ataúd con la cabeza petrificada? Representan sólo alrededor de un 2 por ciento. ¿Qué significa un 2 por ciento dentro de la población de todo el país? Doce millones. Si estos doce millones estuvieran concentrados y poseyeran fusiles, formarían un ejército gigantesco. Pero, ¿por qué no existe la posibilidad de que se presente un gran caos bajo los cielos de China? Porque ellos están diseminados, uno acá y otro allá, sea en cooperativas, aldeas, fábricas, centros docentes, células del Partido Comunista, células de la Liga de la Juventud o células de tal o cual partido democrático. Ya que están diseminados, sin posibilidad de congregarse, no hay peligro de que se produzca un gran caos bajo los cielos.
¿Qué esfera cubre la revolución socialista y entre qué clases se libra esta lucha? Es una lucha entre el proletariado y los trabajadores por él dirigidos, de un lado, y la burguesía, del otro. El proletariado de nuestro país es relativamente pequeño, pero tiene aliados muy numerosos, siendo el principal los campesinos pobres y los campesinos medios inferiores del campo, que constituyen el 70 por ciento o un poco más de la población rural. Los campesinos medios acomodados representan algo así como un 20 por ciento. Actualmente, ellos pueden dividirse, a grandes rasgos, en tres sectores: un 90 por ciento que está en favor de la cooperativización; un 90 por ciento que vacila frente a ella, y un 20 por ciento que se le opone. En los últimos años, como resultado de la educación y la remodelación, se ha operado una diferenciación incluso en el seno de los terratenientes y campesinos ricos. Hoy en día, hay entre ellos gente que ya no se opone cerradamente al socialismo. Es necesario adoptar una actitud analítica también respecto a la burguesía y a los intelectuales burgueses y no considerar que todos ellos, en bloque, se oponen al socialismo, pues la realidad dice que no es así. Entre la población de todo el país, los que aprueban el socialismo representan un 90 por ciento. Debemos tener confianza en esta mayoría. Mediante nuestro trabajo y los grandes debates, podremos ganarnos un 8 por ciento más. Entonces la cifra ascenderá a un 98 por ciento en total, y los recalcitrantes, que se le oponen obstinadamente, ya no pasarán de un 2 por ciento. Desde luego, debemos permanecer alerta, pues, como acaba de señalar el camarada Teng Siao-ping, éstos todavía constituyen una fuerza grande.
Los campesinos ricos son la burguesía del campo. Ya no tienen allí quién los oiga. Los terratenientes están aún más desacreditados. Por su parte, la burguesía compradora tiene, desde hace tiempo, muy triste fama. En cambio, la burguesía y los intelectuales burgueses, la pequeña burguesía superior del campo (los campesinos medios acomodados) y la pequeña burguesía superior urbana (incluidos los pequeños propietarios relativamente acomodados), así como sus intelectuales, ellos sí que tienen cierta influencia. Particularmente los intelectuales son muy apreciados, pues su concurso es imprescindible en cualquier trabajo. La enseñanza requiere profesores universitarios y maestros de secundaria y primaria; la prensa, periodistas; el teatro, actores, y la construcción, hombres de ciencia, ingenieros y técnicos. En la actualidad, existen en nuestro país cinco millones de intelectuales y setecientos mil capitalistas. Sumados, constituyen unos seis millones. Calculando cinco individuos por familia, tenemos un total de treinta millones de personas. La burguesía y sus intelectuales son los que más conocimientos culturales y técnicos poseen. He aquí por qué los derechistas andaban con el rabo erguido. ¿No ha dicho Luo Lung-chi que los pequeños intelectuales proletarios son incapaces de dirigir a un gran intelectual pequeñoburgués como él? Al hablar así, en lugar de admitir su pertenencia a la burguesía, insistió en que pertenecía a la pequeña burguesía y en que era un gran intelectual pequeñoburgués. A mi juicio, no sólo los pequeños intelectuales proletarios, sino también los obreros y campesinos que apenas conocen unos cuantos caracteres, están a cien codos por encima de él.
La derecha y el centro de la burguesía y sus intelectuales, así como la derecha y el centro de la pequeña burguesía superior y sus intelectuales, no se someten realmente a la dirección del Partido Comunista, del proletariado. Dicen que apoyan al Partido Comunista y la Constitución, y es cierto que se muestran a favor suyo levantando la mano en señal de aprobación, pero, en su fuero interno, no es tanto ese sometimiento. Aquí es preciso hacer una distinción: la derecha resiste y el centro se somete a medias. ¿No afirma cierta gente que el Partido Comunista es incapaz de dirigir esto o aquello? Esta idea la tiene no sólo la derecha, sino también algunos elementos de centro. En resumidas cuentas, según ellos, se trata casi de un acabose: el Partido Comunista no tiene otra alternativa que mudarse al extranjero y el proletariado, marcharse a otro planeta. La razón es que nosotros no servimos para nada. Los derechistas aseveran que somos unos inútiles para cualquier profesión u oficio. El objetivo principal del presente debate reside en ganarnos a los elementos de centro que se someten a medias, haciéndoles comprender qué significan, en última instancia, las leyes del desarrollo de la sociedad, y haciéndoles comprender la necesidad de escuchar lo que dice el proletariado, así sea menos instruido, y lo que, en las zonas rurales, opinan los campesinos pobres y los campesinos medios inferiores. En lo referente a cultura, el proletariado, los campesinos pobres y los campesinos medios inferiores están por debajo de ellos; pero en cuanto a la revolución, son más capaces que nadie. ¿Es posible convencer con este argumento a la mayoría? Sí, es posible. La mayor parte de la burguesía, de sus intelectuales y de la pequeña burguesía superior puede ser convencida, y puede serlo también la mayoría de los profesores universitarios, maestros de secundaria y primaria, artistas, escritores, científicos e ingenieros. Aquellos que hasta ahora no se han sometido del todo, se someterán poco a poco en el curso de unos cuantos años.
En los momentos actuales, teniendo como base el apoyo de la mayoría al socialismo, es muy provechoso el surgimiento de esta forma: la gran competencia de ideas, la gran apertura de opiniones, el gran debate y el dazibao. No tiene carácter de clase. La gran competencia, la gran apertura y el dazibao pueden ser utilizados también por los derechistas. A éstos les estamos agradecidos por su iniciativa de agregar la palabra «gran» a dichos términos. En mi discurso pronunciado el 27 de febrero del año en curso, no hablé de gran competencia, gran apertura ni gran debate; no usé la palabra «gran». En mayo del año pasado, cuando nos reunimos aquí para tratar de la apertura de cien flores y la competencia de cien escuelas, hablamos simplemente de la «apertura» y la «competencia», sin la palabra «gran»; además, la apertura de cien flores se limitaba al campo artístico y literario, y la competencia de cien escuelas, a los problemas académicos. Pero luego, los derechistas quisieron extenderlas al terreno político, valga decir, llevar la competencia y la apertura a todos los problemas, calificando el momento como un período de competencia y apertura y pretendiendo, además, que éstas se desplegaran en grande. De ahí se ve que esta consigna puede ser utilizada tanto por el proletariado como por la burguesía, y por la izquierda, el centro o la derecha. ¿A qué clase favorecen, después de todo, la gran competencia, la gran apertura, el gran debate y el dazibao? Favorecen, en última instancia, al proletariado y no a los derechistas burgueses. Esto se debe a que el 90 por ciento de nuestra población no desea ver el país en desorden sino que quiere construir el socialismo y a que, del restante 10 por ciento ‑gentes que no están por el socialismo o se le oponen‑, muchos son vacilantes, mientras los que se le oponen obstinadamente sólo ocupan un 2 por ciento. ¿Cómo es posible que en estas circunstancias se produzca el caos? Es por eso que la consigna de gran competencia y gran apertura y la consiguiente forma o el consiguiente método de gran competencia, gran apertura, gran debate y dazibao van, a la postre, en beneficio de la mayoría y contribuyen a su autotransformación. En una palabra, entre los dos caminos ‑el socialista y el capitalista- van en favor del primero.
No debemos tener miedo a los desórdenes ni a la posibilidad de encontrarnos en una situación sin salida. Son los derechistas quienes no están en condiciones de salir de apuros; sin embargo, ellos también encontrarán, de todos modos, alguna salida. De acuerdo con la dialéctica, creo que la derecha se dividirá en dos partes. Es posible que un número considerable de derechistas, llevados por la tendencia general, entren en razón y se transformen en un sentido favorable, tornándose más o menos honestos y dejando de ser tan contumaces; entonces, les quitaremos esa etiqueta de derechistas, no los llamaremos más así y, además, les arreglaremos una colocación. De otro lado, podrá haber un puñado de elementos extremadamente recalcitrantes que, en su impenitencia, se irán al ataúd con su etiqueta de derechistas. Esto no tiene nada de alarmante, siempre habrá gentes así.
Los disturbios provocados por los derechistas nos han permitido apreciar el fondo de la situación: de un lado, la gente que está por el socialismo representa el 90 por ciento y, si nos esforzamos, puede llegar al 98 por ciento; del otro, la que no favorece al socialismo o se le opone, constituye un 10 por ciento y, como parte de esta cifra, los elementos impenitentes, que se oponen obstinadamente al socialismo, sólo representan un 2 por ciento. Aclarado esto, tenemos ya en la mente la situación en su conjunto. Bajo la dirección del partido del proletariado y cimentados en el apoyo que la mayoría da al socialismo, podemos evitar acontecimientos como los de Hungría o como los que ocurren actualmente en Polonia, si utilizamos la gran competencia, la gran apertura, el gran debate y el dazibao. No necesitamos clausurar ninguna publicación, como se ha hecho en Polonia1. Es suficiente con que publiquemos en el órgano del Partido uno que otro editorial. Para criticar a Wenjui Pao, escribimos dos editoriales. El primero no fue al fondo del problema ni lo expuso de manera penetrante. Pero, luego de que se publicó el segundo, Wenjui Pao empezó a modificar por sí mismo su rumbo. Sinmin Pao también lo hizo así. Esto no puede suceder en Polonia, porque allí no se ha resuelto el problema de la contrarrevolución, ni el de los derechistas, ni el de qué camino seguir, además de que no se ha aprehendido la lucha contra la ideología burguesa. Esta fue la razón de que la clausura de una revista suscitara allí tumultos. A mi modo de ver, los asuntos de China no son difíciles de manejar; nunca he sido pesimista al respecto. ¿No he dicho que aquí no se producirá el caos, que no se le debe tener miedo? En cuanto a los desórdenes, éstos pueden convertirse en cosas buenas. En todos aquellos lugares donde la apertura sea radical, los problemas se tornarán más fáciles de resolver luego de un tiempo de aullidos de diablos, luego de un momento de gran desorden.
Antes de la Liberación, en nuestro país, sólo había cuatro millones de obreros industriales, mientras que ahora hay doce millones. Con ser poco numerosa, la clase obrera es la única clase que tiene porvenir, en tanto que todas las demás son transitorias y tendrán que ir pasándose a la clase obrera. Los campesinos pasan primero a ser campesinos colectivizados, para transformarse luego en obreros de granjas estatales. La burguesía ha de ser liquidada ‑no físicamente, como individuos, sino como clase‑, y sus integrantes serán remodelados. Los intelectuales burgueses también tienen que remodelarse, así como tienen que hacerlo los intelectuales pequeñoburgueses; existe la posibilidad de que, poco a poco, se remodelen y lleguen a ser intelectuales proletarios. Dije en otra ocasión: «desaparecida la piel, ¿a qué podrá adherirse el pelo?». De no adherirse al proletariado, los intelectuales estarán expuestos al peligro de encontrarse en la situación de esos «caballeros suspendidos en el vacío». Actualmente muchos de ellos están sindicalizados, y hay quienes se preguntan: ¿ingresar en un sindicato no significa entrar a formar parte de la clase obrera? Nada de eso. Algunos individuos, aunque se han afiliado al Partido Comunista, son anticomunistas. ¿No son anticomunistas Ting Ling y Feng Süe-feng aun siendo militantes del Partido Comunista? La simple afiliación sindical no equivale a formar parte de la clase obrera, pues todavía queda de por medio un proceso de remodelación. En el momento actual, los afiliados a los partidos democráticos, los profesores universitarios, los literatos y los escritores no tienen amigos entre los obreros ni entre los campesinos, lo que constituye una grave deficiencia. Citemos el caso de Fei Siao-tung. Trabó amistad con más de doscientos intelectuales de alta categoría en Pekín, Shanghai, Chengtú, Wuján, Wusi y otros lugares. Se confinó en ese tipo de encierro; más aún, organizó a aquéllos deliberadamente y, hablando en su nombre, se desbordó en la gran apertura de opiniones. De ahí que haya salido mal parado. Yo le dije una vez: «¿No podría usted cambiar un poco? Deje de lado su grupo de doscientos, vaya a los obreros y los campesinos y haga doscientos amigos entre ellos». Pienso que todos los intelectuales deben buscar amigos entre las masas de obreros y campesinos, pues allí es donde se hallan sus verdaderos amigos. Deben hacerse amigos de obreros veteranos y, entre los campesinos, en lugar de actuar a la ligera trabando amistad con los campesinos medios acomodados, deben hacerla con los campesinos pobres y campesinos medios inferiores. Los obreros veteranos son extraordinariamente perspicaces en distinguir el rumbo a seguir, y lo son también los campesinos pobres y los campesinos medios inferiores.
Esta campaña de rectificación se compone de cuatro etapas: apertura, contraataque, reformas y estudio. Primero fue la gran competencia de ideas y la gran apertura de opiniones; segundo, el contraataque a los derechistas; vendrán luego las rectificaciones y reformas concretas y, finalmente, el estudio de algunas obras marxista-leninistas y la realización de pequeñas reuniones en que se practique, con la suavidad de una brisa, la crítica y autocrítica. En su documento sobre la campaña de rectificación, publicado el 1 de mayo, el Comité Central señaló la necesidad de proceder con la suavidad de una brisa, pero entonces mucha gente no estuvo de acuerdo, principalmente los derechistas, que desataron una violenta tempestad, la cual, sin embargo, resultó muy provechosa para nosotros. De nuestra parte, todo esto ya lo habíamos previsto, pues igual cosa había tenido lugar en la campaña de rectificación en Yenán. Por más que insistimos en la conveniencia de proceder con la suavidad de una brisa, lo que sobrevino fue una violenta tempestad; no obstante, todo terminó en algo tan suave como la brisa. Es de imaginar lo desagradable que debió ser para los dirigentes de tal o cual fábrica la súbita aparición de miles de dazibao. Pasaron unos diez días durante los cuales algunas personas no tuvieron ganas de continuar su trabajo y quisieron renunciar, alegando que no aguantaban más, que habían perdido el apetito y no podían conciliar el sueño. Eso de la pérdida del apetito y del sueño ocurrió también con los secretarios de los comités del Partido en los centros de enseñanza superior de Pekín. Los derechistas decían que no se les debía refutar, sino sólo permitirles la apertura de opiniones. También nosotros, por nuestra parte, señalamos que era preciso dejar que éstos expusieran sus opiniones y que no convenía refutarlos. Así fue como durante el mes de mayo nos abstuvimos de toda refutación y no hicimos nada en este sentido hasta el 8 de junio, lo que posibilitó que sus opiniones se manifestaran a plenitud. Probablemente más del 90 por ciento de ellas son justas, en tanto que menos de un 10 por ciento son de corte derechista. En aquellos momentos, lo único que cabía era escucharlas endureciendo el cuero cabelludo, para luego contraatacar. Esa etapa fue indispensable para todas las entidades. Tal campaña de rectificación debe efectuarse en cada fábrica y en cada cooperativa. Se la está llevando adelante también en el Ejército. Es muy necesario emprender una campaña así, pues de lo contrario, volverá a expandirse el «mercado libre». Cosas tan extrañas ocurren en el mundo que bastan tres años sin campaña de rectificación para que de nuevo corran todo tipo de peregrinas especies y cunda la mentalidad capitalista en el Partido Comunista, en la Liga de la Juventud, en los partidos democráticos y entre los profesores universitarios, maestros de secundaria y primaria, periodistas, ingenieros y hombres de ciencia. Así como una casa necesita una limpieza diaria y la gente se lava la cara todos los días, también la campaña de rectificación debe efectuarse, a mi juicio, aproximadamente una vez por año y, cada vez, con un mes de duración. Quizá sobrevenga otra creciente cuando llegue el momento de hacerlo. La actual creciente no ha sido provocada por nosotros, sino por los derechistas. Si en el Partido Comunista hubo un Kao Kang ‑preguntamos en una ocasión‑, ¿es posible que ustedes, los partidos democráticos, no tengan ningún Kao Kang? Nunca creímos que eso fuera posible. Ahora, cuando en el Partido Comunista han salido a la superficie otras gentes como Ting Ling, Feng Süe-feng y Chiang Feng, ¿no se han registrado casos semejantes en los partidos democráticos?
La burguesía y sus intelectuales deben reconocer la necesidad que tienen de remodelarse. Los derechistas negaron esta necesidad y, por añadidura, influyeron en otra gente para que se mostrara renuente a hacerlo alegando que ya estaba transformada. Chang Nai-chi dijo una vez que eso de la remodelación era un horror, que era como arrancarle a uno los tendones y el pellejo. Nosotros la describimos como renacer con nuevos huesos, pero él afirma que renacer con nuevos huesos implica arrancarle a uno los tendones y el pellejo. ¿Quién le va a arrancar los tendones y el pellejo a ese señor? Mucha gente ha olvidado cuál es nuestra finalidad, por qué hemos de proceder como hemos procedido y qué ventajas ofrece el socialismo. ¿Para qué se necesita la remodelación ideológica? Precisamente para que los intelectuales burgueses adquieran la concepción proletaria del mundo y se conviertan en intelectuales proletarios. Los intelectuales viejos se verán obligados a cambiar, pues se están formando intelectuales nuevos. En punto a erudición, de estos últimos ciertamente se puede decir que ahora valen poco, pero valdrán mucho en el futuro. El surgimiento de esta gente nueva pondrá en jaque a los viejos hombres de ciencia, ingenieros, profesores universitarios y maestros, forzándolos a avanzar. Creemos que la gran mayoría podrá avanzar y que una parte de ellos se convertirán en intelectuales proletarios.
El proletariado debe formar su propio contingente de intelectuales, así como la burguesía tuvo que formar el suyo. Ningún poder político de clase social alguna puede arreglárselas sin intelectuales propios. ¿Cómo podría funcionar la dictadura burguesa de Estados Unidos si no tuviera sus intelectuales? Siendo la nuestra una dictadura proletaria, debemos formar un contingente de intelectuales propios del proletariado, contingente que incluya a todos aquellos intelectuales procedentes de la vieja sociedad que, como resultado de la reeducación, hayan hecho sólidamente suya la posición de la clase obrera. Entre los derechistas que se resisten a cambiar se cuenta probablemente ese tal Chang Nai-chi. Si usted le aconseja que se convierta en un intelectual proletario, dirá que no, que él hace tiempo se transformó y que es un «burgués rojo». Pero toda autodefinición necesita someterse a un examen colectivo, es decir, uno tiene derecho a definirse a sí mismo como le parezca, pero es indispensable someter esto a un examen de la comunidad. A él le decimos: «Usted no ha alcanzado esa calificación. Usted, Chang Nai-chi, es un burgués blanco». Hay quienes abogan por ser calificados primero y rojos después. ¡Eso significaría nada menos que hacerse blancos primero y rojos después! Ellos se niegan a ser rojos ahora, diciendo que lo serán en el futuro. Cabe preguntar: Si no son rojos ahora, ¿qué color tienen? ¿No es acaso el color blanco? Los intelectuales deben ser rojos y a la vez calificados. Para tornarse rojos, tienen que tomar la decisión de desprenderse definitivamente de su concepción burguesa del mundo. Esto no implica la necesidad de leer gran cantidad de libros, pero sí la de adquirir una verdadera comprensión de qué es el proletariado y qué la dictadura proletaria, por qué el proletariado es la única clase que tiene porvenir en tanto que todas las demás son clases transitorias, por qué nuestro país debe seguir el camino socialista y no el capitalista, por qué es indispensable la dirección del Partido Comunista, etc.
A muchos no les entró lo que dije el 30 de abril2. «Desaparecida la piel, ¿a qué podrá adherirse el pelo?». Afirmé entonces que en China habían existido cinco pieles. Las tres viejas pieles eran la propiedad imperialista, la propiedad Feudal y la propiedad del capitalismo burocrático. En el pasado, los intelectuales vivían a costillas de estas tres pieles; a costillas, además, de la propiedad del capitalismo nacional y la propiedad de los pequeños productores, o sea, la de la pequeña burguesía. La revolución democrática en nuestro país se dirigía contra las primeras tres pieles, y duró más de cien años a contar desde Lin Tse-sü3. La revolución socialista se dirige contra las dos últimas: la propiedad del capitalismo nacional y la de los pequeños productores. Ahora todas estas cinco pieles han dejado de existir. Las tres antiguas desaparecieron hace tiempo y las otras dos tampoco existen ya. ¿Qué piel hay ahora? La de la propiedad social socialista. Esta, desde luego, comprende dos partes: la propiedad de todo el pueblo y la colectiva. ¿A costillas de quiénes viven ellos ahora? Sean los partidos democráticos, los profesores universitarios, los científicos o los periodistas, todos ellos viven a costillas de la clase obrera y los campesinos colectivizados, de la propiedad de todo el pueblo y la colectiva y, en síntesis, de la propiedad social socialista. Aquellas cinco viejas pieles ya no existen, y el pelo, ¿qué? Se ha quedado volando en el aire y ni cayendo puede afianzarse. Los intelectuales todavía miran con desprecio esta nueva piel. ¡Vaya con el proletariado y los campesinos pobres y campesinos medios inferiores! ¡Vaya con esa gente tan ignorante, que no entiende ni de astronomía ni de geografía, y que es inferior a Sus Señorías en cuanto a los conocimientos sobre «las tres religiones y las nueve escuelas»4! Los intelectuales son renuentes aceptar el marxismo-leninismo. A el se le oponía antes mucha gente. Se le oponían los imperialistas, y Chiang Kai-shek lo combatía todos los días aseverando que «el comunismo es extraño a la índole nacional de China», lo que infundió a muchos el miedo a esta cosa. Se requiere un proceso y una campaña de revolución ideológica socialista para que los intelectuales acepten el marxismo-leninismo y transformen su concepción burguesa del mundo en proletaria. La campaña desplegada este año tiene precisamente por objeto desbrozar ese camino.
En algunas entidades oficiales y centros docentes, luego de la lucha contra los derechistas, con el amaine del viento y el apaciguamiento de las olas que han venido ahora, los dirigentes se sienten cómodos y no quieren introducir reformas de acuerdo con las numerosas opiniones correctas que se les han planteado. Esto ocurre en algunas entidades oficiales y centros docentes de Pekín. Creo que para esta etapa de rectificaciones y reformas, se necesita llevar a un nuevo auge la competencia de ideas y la apertura de opiniones. Hay que pegar dazibao preguntando a esos dirigentes: ¿por qué no proceden las reformas? Así se les pondrá en jaque. Esta puesta en jaque será muy útil. Las rectificaciones y reformas cubrirán un período corto, digamos uno o dos meses. Después hay que estudiar, estudiar algunas obras marxista-leninistas y realizar la crítica y autocrítica con la suavidad de una brisa. Esto pertenece a la cuarta etapa. Desde luego, el estudio no podrá darse por terminado en uno o dos meses; de lo que aquí hablamos es de cerrar el capítulo de la campaña y, con ello, despertar el interés por el estudio.
El contraataque a los derechistas llegará, de todos modos, a su fin. Eso lo tienen ya previsto algunos derechistas. Dicen que esta tormenta pasará tarde o temprano. ¡Totalmente correcto! No podemos golpear ininterrumpidamente a los derechistas, golpearlos todos los días y año tras año. Por ejemplo, en Pekín la atmósfera de la lucha contra los derechistas ya no es tan densa ahora, pues aquí esa lucha se ha desarrollado de manera más o menos suficiente. Sin embargo, no ha terminado todavía, y no debemos aflojar. Aún hay derechistas que por nada del mundo quieren capitular, como es el caso de Luo Lung-chi y Chang Nai-chi. Pienso que debemos realizar con ellos más trabajo de convencimiento. Pero, si después de que les hablemos varias veces, se obstinan en no dar el brazo a torcer, ¿vamos a seguir celebrando reuniones con ellos todos los días? Una parte de los derechistas son elementos contumaces que nunca querrán enmendarse, y entonces no hay más que dejar las cosas como están. Estos constituyen una ínfima ría; vamos a dejarlos en su sitio por unos decenios, a ver qué solución dan a su problema. La mayoría, pese a todo, avanzará.
¿Hay que arrojar a los derechistas al mar? No, a ninguno. Los derechistas, dada su oposición al Partido Comunista, al pueblo y al socialismo, constituyen una fuerza hostil. Pero, en las circunstancias actuales, no los tratamos de la misma manera que a los terratenientes y contrarrevolucionarios, y la muestra fundamental de esto es que no los privamos de derechos electorales. Tal vez unos cuantos serán privados de esos derechos y obligados a remodelarse mediante el trabajo físico. Ahora bien, para con la generalidad de esta gente, no adoptamos métodos como el arresto o la privación de derechos electorales, dándole un margen que le permita cambiar de rumbo; esto contribuirá a la desintegración de sus filas. ¿No acabo de decir que los derechistas son de dos tipos? A los del primero, luego de que se enmienden, se les puede quitar la etiqueta de derechistas para que se reincorporen a las filas del pueblo; por lo que respecta a los del segundo tipo, seguirán siendo recalcitrantes hasta el fin de sus días, cuando comparezcan ante el Rey de los Infiernos para decirle: «Vuestra Majestad Rey de los Infiernos, ¡nunca yo capitulé! ¿Qué tal mi fortaleza espiritual?». Son fieles vasallos de la burguesía. Los derechistas mantienen vínculos con las fuerzas remanentes feudales y con los contrarrevolucionarios, y respiran el mismo aire; unos hacen eco a los otros. Wenjui Pao hizo las delicias de los terratenientes, que compraron algunos ejemplares y, leyéndolos ante los campesinos, les dijeron en tono amenazante: «¡Miren lo que se ha publicado en la prensa!». Ellos pensaban en una revancha. Los imperialistas y Chiang Kai-shek también respiran el mismo aire que los derechistas. Por ejemplo, los reaccionarios de Taiwán y Hongkong apoyan fervorosamente la afirmación de Chu An-ping en el sentido de que «el Partido Comunista lo monopoliza todo», así como la idea de Chang Po-chün de crear un «Instituto de Diseño Político» y la de Luo Lung-chi de establecer una «Comisión de Rehabilitación Política». Los imperialistas norteamericanos sienten gran simpatía por los derechistas. En una ocasión pregunté a mis oyentes: ¿qué van a hacer si los norteamericanos traen la guerra hasta Pekín?, ¿qué actitud van a tomar?, ¿estarán dispuestos a organizar «comités de preservación» junto con los norteamericanos o a subir a las montañas junto con nosotros? Les manifesté que mi idea era subir a las montañas, dirigiéndome primero a Changchiakou y luego a Yenán. Lo dije llevando las cosas al extremo y considerando las peores contingencias; así no se teme a los percances. No tengo miedo ni siquiera a que los Estados Unidos ocupen media China. ¿No ocupó acaso el Japón más de la mitad de China? Y, luego, ¿no creamos mediante el combate una nueva China? En una conversación con algunos japoneses, les dije que estábamos agradecidos a los imperialistas japoneses porque su invasión nos había traído muchas ventajas al provocar la oposición de toda la nación china al imperialismo japonés y elevar la conciencia de nuestro pueblo.
Los derechistas no dicen la verdad ni actúan con honradez; se dedican a cometer fechorías a nuestras espaldas. ¿Quién sabía que Chang Po-chün había perpetrado tantas fechorías? Tratándose de gentes como él, pienso que, mientras más peldaños oficiales trepen, mayor será la rebelión que desencadenen. Lo que más gusta a la alianza Chang-Luo son las consignas «coexistencia duradera y supervisión mutua» y «que se abran cien flores y que compitan cien escuelas». Ellos se valen de estas dos consignas para combatirnos. Nosotros planteamos una coexistencia duradera mientras que ellos practican una coexistencia efímera; nos pronunciamos por la supervisión mutua y ellos se niegan a aceptar la supervisión. Hubo un momento en que actuaron con gran desenfreno y, como resultado de ello, llevaron las cosas hasta su polo contrario, convirtiendo la coexistencia duradera en coexistencia efímera. ¿Qué va a ser del cargo de ministro que ocupa Chang Po-chün? Posiblemente ya no podrá ser ministro. Me temo que el pueblo no estará de acuerdo con que un derechista ocupe ese cargo. Hay, además, algunas eminencias derechistas que fueron elegidas diputados del pueblo; ¿qué vamos a hacer con ellas? Seguramente va a ser difícil mantenerlas en sus puestos. Por ejemplo, Ting Ling no podrá seguir siendo diputada del pueblo. Por lo que a otros respecta, no estaría bien que los dejáramos sin ningún cargo o trabajo alguno. En el caso de Chien Wei-chang, para poner otro ejemplo, parece que podrá seguir trabajando de profesor, pero que perderá el cargo de vicerrector de universidad. Y hay algunos más, que quizá por el momento ni siquiera puedan trabajar como profesores, pues los estudiantes no los escucharían. ¿En qué se ocuparán entonces? Se les puede asignar algún otro trabajo en sus centros docentes para que tengan la oportunidad de reeducarse y, dentro de unos años, vuelvan a la enseñanza. Todos estos problemas, que son espinosos, deben ser tenidos en cuenta. La revolución es de por sí un asunto espinoso. Deseo que discutan ustedes el problema de cómo tratar y ubicar a los derechistas.
¿Cuál es la situación de los partidos democráticos? y ¿cuál la de las organizaciones de base? Me temo que ustedes, los dirigentes responsables, no tengan una clara idea acerca de ello. Durante un tiempo y en ciertas entidades, los derechistas más obstinados lograron enturbiar gravemente las aguas para que nosotros no pudiéramos ver el fondo. Luego de una investigación vimos que, de hecho, ellos no representaban más que el 1 o 2 por ciento. Echado al agua un manojo de alumbre, logramos ver el fondo. La presente campaña de rectificación constituye ese manojo de alumbre. Después de la gran competencia de ideas, la gran apertura de opiniones y el gran debate, el fondo se ha presentado a la vista. Se ha ofrecido a la vista el fondo de las fábricas y del campo, el de los centros docentes, así como el del Partido Comunista, la Liga de la Juventud y los partidos democráticos.
Ahora voy a detenerme en los cuarenta artículos del Programa Nacional para el Desarrollo Agrícola. Después de dos años de práctica, la exigencia fundamental sigue siendo las metas de 400, 500 y 800 jin, valga decir, la producción media de cereales por mu debe alcanzar los 400 jin en las zonas al norte del río Amarillo, 500 en las zonas al norte del río Juai y 800 en las zonas al sur de este río. Se exige alcanzar tales metas en un término de doce años. Esta es la demanda básica. El programa en su conjunto no ha sufrido modificaciones sustanciales, pues sólo unos pocos artículos han experimentado cambios. Ya que algunos problemas como el de la cooperativización han sido resueltos en lo fundamental, los artículos correspondientes han sido modificados. En cuanto a otros problemas que no subrayamos en el pasado, como los de maquinaria agrícola y abonos químicos, ahora acentuamos su importancia en los artículos correspondientes, porque necesitamos desarrollar su producción con gran energía. Además, se ha cambiado el orden de algunos artículos. Este proyecto revisado del Programa Nacional para el Desarrollo Agrícola será publicado de nuevo para someterlo a discusión en las zonas rurales de todo el país, luego que se lo discuta en una reunión conjunta del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional y del Comité Permanente del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política. Podrán discutirlo también las fábricas, así como los diversos círculos y los partidos democráticos. Este proyecto de Programa ha sido elaborado por el Partido Comunista de China, ha sido confeccionado por este instituto de diseño político que se llama Comité Central del Partido Comunista de China, y no por aquel «Instituto de Diseño Político» de Chang Po-chün.
Es sumamente necesario movilizar a todos los campesinos para que participen en la discusión del Programa Nacional para el Desarrollo Agrícola. Hay que poner en tensión nuestras energías. En el segundo semestre del año pasado y el primer semestre de este año, se aflojaron esas energías y, con los disturbios provocados por los derechistas en la ciudad y el campo, se relajaron todavía más. Ahora, la campaña de rectificación y la lucha contra los derechistas han vuelto a ponerlas en tensión. Afirmo que el Programa Nacional para el Desarrollo Agrícola, de cuarenta artículos, concuerda bastante con la realidad de China y no es fruto del subjetivismo. Lo que había en él de subjetivismo lo hemos corregido ya. En términos generales, existe la esperanza de cumplir dicho programa. China puede transformarse, la ignorancia puede convertirse en conocimiento, y el desaliento, en entusiasmo.
Un artículo del Programa se refiere al exterminio de las cuatro plagas: ratones, gorriones, moscas y mosquitos. Este asunto me interesa mucho; no sé qué les parece a ustedes. Pienso que comparten este interés mío. Acabar con las cuatro plagas es una gran campaña por la higiene pública, a la vez que una campaña para romper con los prejuicios. No será nada fácil liquidarlas. Para ello, también es necesario recurrir a la gran competencia de ideas, la gran apertura de opiniones, el gran debate y el dazibao. Si movilizamos a todo el pueblo para su cumplimiento y logramos algunos éxitos, creo que el estado de ánimo de la gente cambiará y se vigorizará el espíritu de la nación china. Debemos insuflar energía a nuestra nación.
También se ha abierto la perspectiva de lograr éxitos en la planificación de la natalidad. Este asunto debe someterse igualmente al gran debate, siendo necesario dedicar varios años a su experimentación en entidades piloto, unos años para su extensión y otros tantos para su popularización.
Son muchas las cosas que tenemos que hacer. La realización de los propios cuarenta artículos del Programa Nacional para el Desarrollo Agrícola nos exige mucho trabajo. Y aquí se trata sólo del plan agrícola, sin contar el plan industrial y el cultural-educacional. Luego de cumplidos tres planes quinquenales, tendrán que haberse operado cambios en la fisonomía de nuestro país.
Calculamos que, al término de tres planes quinquenales, la producción anual de acero llegará a 20 millones de toneladas. Ya que para este año ella se estima en 5.200.000, es probable que alcancemos esa meta de aquí a diez años. En 1952, la India produjo 1.600.000 toneladas de acero y ahora produce un poco más de 1.700.000 anuales, lo que significa que, con los esfuerzos de cinco años, solamente pudo aumentar su producción en un poco más de 100.000 toneladas. ¿Y nosotros? En 1949 contábamos apenas con 190.000 toneladas; a raíz de los tres años de restauración económica, conseguimos producir más de 1 millón, y ahora, gracias a los esfuerzos hechos en los últimos cinco años, estamos próximos a alcanzar 5.200.000, lo que supone un incremento de más de; millones de toneladas en un quinquenio. Con otros cinco años de desarrollo, podremos sobrepasar los 1o millones o ir algo más lejos, esto es, lograr unos 11.500.000 toneladas. Y luego, al cabo del tercer plan quinquenal, ¿será posible llegar a los 20 millones? La respuesta es afirmativa.
Yo digo que nuestro país está lleno de esperanzas. Se equivocan de medio a medio los derechistas cuando afirman que China carece de esperanzas. Ellos no tienen confianza, lo que es natural, dada su oposición al socialismo. Nosotros persistimos en el socialismo y nos sentimos, por eso, llenos de confianza.
Mao Zedong
13 de octubre de 1957
[Discurso pronunciado por el camarada Mao Zedong en la XIII Sesión de la Conferencia Suprema de Estado.]
- En octubre de 1957, el Gobierno polaco clausuró el semanario Po Prostu, lo cual dio origen a tumultos estudiantiles.
- El 30 de abril de 1957, el camarada Mao Zedong convocó una reunión de responsables de los partidos democráticos y personalidades democráticas sin partido y en ella dio una charla sobre la campaña de rectificación y la transformación ideológica de los intelectuales.
- Lin Tse-sü (1785−1850), gobernador de las provincias de Kuangtung y Kuangsí en tiempos de la Guerra del Opio, bajo la dinastía Ching. Impulsó una resuelta resistencia a la agresión inglesa.
- Con el término «tres religiones» se refiere al confucianismo, al taoísmo y al budismo, y con el de «nueve escuelas», a la escuela confuciana, la taoísta, la del yin y el yang, la legista, la nominalista, la de Motsi, la diplomática, la polimática y la agronómica. Posteriormente se emplearon estos términos para aludir, por extensión, a las diversas escuelas religiosas y académicas. En la vieja sociedad, se aplicaban también a una gran variedad de oficios inciertos y ambulantes.