En lo referente al problema de la unidad, quisiera decir unas palabras sobre su método. A mi parecer, debemos tomar una actitud de unidad para con todos los camaradas, sean quienes fueren, exceptuando a los elementos hostiles y saboteadores. En el trato con los camaradas, debemos adoptar el método dialéctico y no el metafísico. ¿Qué significa aquí el método dialéctico? Significa tratar todas las cosas de manera analítica, reconocer que todo hombre puede incurrir en errores y no descalificar completamente a alguien por el hecho de haberlos cometido. Lenin dijo que no hay en el mundo persona alguna que no cometa errores. Toda persona necesita el apoyo de otras. Hasta un valiente precisa la ayuda de otras tres personas y una cerca, el sostén de tres estacas. Siendo tan bellas las flores de loto, sólo con el verdor de las hojas resalta su hermosura. Estos son proverbios chinos. En China hay otro proverbio que reza: «Tres simples zapateros hacen un sabio Chuke Liang». Un Chuke Liang por sí solo nunca es perfecto, siempre tiene limitaciones. Miren el caso de nuestra Declaración de doce países. Ya hemos sacado el primero, segundo, tercero y cuarto borradores, pero hasta ahora no se ha terminado de pulirla. Pienso que es inadecuada toda idea que lo lleve a uno a echárselas de sabelotodo y omnipotente como Dios. Así las cosas, ¿qué actitud debemos tomar para con los camaradas que incurren en errores? Hacer análisis y adoptar el método dialéctico y no el metafísico. Hubo un tiempo en que nuestro Partido se vio sumido en la metafísica ‑el dogmatismo‑, que anuló por completo a todos aquellos que no agradaban a los dogmáticos. Más tarde, criticamos el dogmatismo y poco a poco fuimos aprendiendo algo más de dialéctica. El concepto fundamental de la dialéctica es la unidad de los contrarios. Si se lo acepta, ¿cómo se debe entonces tratar a los camaradas que han cometido errores? En primer lugar, luchar contra ellos a fin de liquidar completamente sus ideas erróneas y, en segundo, ayudarles. 0 sea, primero, luchar y, segundo, ayudar. Partiendo de la buena voluntad, ayudarles a corregir sus errores de modo que tengan una salida.
En cuanto a otro tipo de gentes, el método debe ser distinto. Para tratar a personas como Trotski o como Chen Tu-siu, Chang Kuo-tao y Kao Kang en China, no había manera de asumir una actitud de ayuda, pues ellos eran incurables. Hubo, además, otros individuos incurables como Hitler, Chiang Kai-shek y el Zar. Con ellos no podíamos hacer otra cosa que derribarlos, porque existía una incompatibilidad absoluta entre ellos y nosotros. En este sentido, no tenían un carácter doble sino único. Lo mismo ocurre, en última instancia, con el sistema imperialista, con el sistema capitalista, que a la postre serán reemplazados inevitablemente por el sistema socialista. Así sucede también con la ideología. Hay que reemplazar el idealismo con el materialismo, y el teísmo con el ateísmo. Esto es así desde el punto de vista de nuestro objetivo estratégico. En lo tocante a las etapas tácticas, el caso es diferente, pues ellas admiten compromisos. ¿No llegamos a un compromiso con los norteamericanos en el paralelo de Corea? ¿No se hizo otro tanto con los franceses en Vietnam? En las diversas etapas tácticas, debemos saber luchar y, al mismo tiempo, saber conseguir compromisos. Volvamos ahora a detenernos en las relaciones entre camaradas. Propongo aquí que celebren negociaciones aquellos camaradas entre los que haya falta de comprensión. Algunos parecen considerar que, una vez ingresados en el Partido Comunista, todos se convierten en santos, quedan libres de divergencias, de malentendidos, y se encuentran más allá de todo análisis, es decir, que conforman un todo monolítico cual una lámina de acero, que son uniformes y parejos y, en consecuencia, no necesitan de negociaciones.
A ellos les parece que, una vez dentro del Partido Comunista, todos han de ser marxistas en el cien por ciento. En realidad, hay diversos tipos de marxistas: marxistas en un ciento por ciento, marxistas en un noventa por ciento, marxistas en un ochenta por ciento, marxistas en un setenta por ciento, marxistas en un sesenta por ciento, marxistas en un cincuenta por ciento, y algunos son marxistas sólo en un diez o veinte por ciento. ¿No podemos conversar entre dos o varias personas en un pequeño cuarto? ¿No podemos celebrar negociaciones partiendo del deseo de unidad y con un espíritu de ayuda? Claro que no se trata de negociaciones con el imperialismo (con éste también necesitamos celebrar negociaciones), sino de negociaciones internas entre comunistas.
Pongamos un ejemplo: ¿Acaso no es sostener negociaciones lo que están haciendo aquí los doce países reunidos? ¿No es negociar lo que están haciendo los sesenta y tantos partidos? Efectivamente, eso es lo que hacemos. En otras palabras, a condición de no menoscabar los principios marxista-leninistas, aceptamos las opiniones aceptables de otros y desechamos aquellas opiniones nuestras que pueden ser incorrectas. Así, actuamos con dos manos: una para la lucha con los camaradas que incurren en errores y la otra para la unidad con ellos. El propósito de la lucha es perseverar en los principios marxistas, lo cual supone la fidelidad a los principios. Esta es una mano; la otra es para velar por la unidad. El propósito de la unidad es dar una salida a esos camaradas, contrayendo compromisos con ellos, lo que significa flexibilidad. La integración de la fidelidad a los principios con la flexibilidad constituye un principio marxista-leninista y es una unidad de contrarios.
El mundo, sea cual fuere su tipificación, está lleno de contradicciones, y esto, por supuesto, es particularmente cierto para las sociedades de clases. Algunos dicen que en la sociedad socialista se pueden «hallar» contradicciones. Esta manera de plantear las cosas me parece incorrecta. De lo que se trata no es de si se puede o no hallar contradicciones, sino de que esta sociedad está llena de contradicciones. No hay lugar alguno donde no existan contradicciones, ni hay nadie que escape a todo análisis.
Es metafísico admitir la existencia de una persona que no sea susceptible de análisis. Fíjense, el mismo átomo encierra todo un complejo de unidades de contrarios. Él es una unidad de dos contrarios: núcleo atómico y electrones. El núcleo atómico, a su vez, es una unidad de contrarios: protones y neutrones. Dado que existen protones, hay también antiprotones, y dado que existen neutrones, hay también antineutrones. En una palabra, la unidad de los contrarios es omnipresente. Respecto al concepto de la unidad de los contrarios, respecto a la dialéctica, es necesario hacer una amplia propaganda. Yo diría que la dialéctica debe salir del cenáculo de los filósofos para llegar a las amplias masas populares. Propongo que se aborde este problema en las reuniones de los burós políticos de los diversos partidos y en las sesiones plenarias de sus comités centrales, así como en las reuniones de sus comités locales a todos los niveles. En realidad, nuestros secretarios de célula comprenden de veras la dialéctica. Cuando se preparan para hacer un informe en una reunión de célula, acostumbran dejar escritos en sus libretas los dos aspectos de las cosas: primero, los aciertos y, segundo, las deficiencias. Uno se divide en dos. Este es un fenómeno universal, esto es dialéctica.
Mao Zedong
18 de noviembre de 1957