Mikel, Amaia, Zumai, Nestor, Idoya, Aitor… así hasta 34 chicos y chicas arrestados la pasada noche en distintas partes de Euskal Herria. Su delito, ser miembros de la organización juvenil de la izquierda abertzale SEGI. Aunque los diarios acostumbran a incluir sin mucho rigor la coletilla de “la operación policial de mayor magnitud en los últimos años”, esta última parece ser que cumple los requisitos para ello. Una larga lista de jóvenes que no serán ni los primeros ni los últimos en pasar por “la pecera” de la Audiencia Nacional dada su militancia política. El Estado Español prosigue con su andadura represiva, pretendiendo borrar de un plumazo o de un porrazo las miles de voces que disienten.
Pero no sólo la más grande, también de las más crueles y ejemplarizantes. La represión vuelve a apuntar hacia los jóvenes y no es casualidad. El ministro del Interior tiene muy presente que una nueva generación crece en Euskal Herria con ansias de cambio, tal y como lo hicieron las anteriores, y que ésta debe de estar sometida desde sus primeros días de militancia a la más cruenta persecución. Se retrata el propio Rubalcaba al hablar de “la cantera”, poniendo de manifiesto su máxima preocupación. Así es, ministro, los detenidos son la cantera, ellos y muchos otros miles que siguen pensando que la lucha es el único camino.
De esta forma se entiende las dimensiones de esta operación represiva ocurrida ayer y el rebombo de los medios oficiales. La foto que ilustra las crónicas de éstos últimos representa fielmente el mensaje: de noche, con la cabeza agachada y rodeados de encapuchados armados. Y al amanecer, más detenciones y 92 allanamientos de casas, incluidos espacios populares. ¿Cuántos padres no han vuelto a conciliar el sueño esta noche tras ser despertados a golpe de arresto?. Lo dicho, cruel y ejemplarizante.
Borrar del mapa a la juventud consciente: objetivo de estado
Pero no sólo son los chicos vascos organizados, también los antifascistas, los okupas o los anti-Bolonia. Todos ellos, jóvenes objeto de una persecución a conciencia y para los que la cárcel o los porrazos son la única respuesta del Estado Español. Junto a ellos, cualquier iniciativa popular que trasgreda los limites de este estado neofranquista. Ningún espacio, ninguna manifestación o posicionamiento político puede atravesar la delgada línea que impone el sistema de la legalidad, menos aún cuando ésta viene de la mano de los jóvenes conscientes.
Este sistema tiene un terrible miedo a los jóvenes organizados y a que estos se conviertan en mayoría, dejando a un lado la peste del consumismo y el individualismo. Así lo demuestran las últimas detenciones de los militantes abertzales, las duras cargas policiales contra los estudiantes catalanes, la criminalización del antifascismo en Madrid o la represión a las movilizaciones sindicales del metal en Galiza y del campo en Andalucía. Son luchas que se extienden por el país empapadas de un componente histórico, la fuerza de los jóvenes, enlazada a su vez con el deseo de involucrar a generaciones mayores en la batalla, que con su ejemplo legitiman nuestra lucha, dando cuerpo así al potencial de la conciencia de clase. Por eso nos temen y quieren hacernos desaparecer.
Otoño 2009
Carla del Valle – La Haine