Posiblemente sea el rasgo antiimperialista más sobresaliente y destacado de Chávez: Israel y el sionismo capitalista que controla todos los procesos de la economía mundial desde Wall Street y las metrópolis europeas lo consideran un «enemigo peligroso». Ese, más que su pelea mediática y oscilante con el Imperio USA, define el rol (y el liderazgo) de Chávez en el tablero de la guerra intercapitalista (por ahora «fría») por los recursos energéticos del planeta que protagonizan el eje USA-UE-Israel (el «eje del bien») contra el eje Rusia-Irán-China-Venezuela (el «eje del mal»).
La ciclotímica relación político-diplomática que el presidente venezolano mantiene con Washington (ataques combinados con buenas relaciones comerciales) se vuelve rechazo coherente a las políticas del Estado judío, sobre todo en Medio Oriente, donde Venezuela es el país que más enérgicamente denuncia y condena las masacres judías al pueblo palestino.
Se sabe que hubo distintos acercamientos de la comunidad judía venezolana para tratar de limar asperezas en la relación, pero sistemáticamente Chávez sigue denunciando a Israel como un Estado «imperialista y criminal».
La cuestión no es menor, teniendo en cuenta el peso de Israel como «madre patria» del capitalismo transnacional que controla los resortes claves del poder económico mundial desde Wall Street y las metrópolis europeas.
Los hechos, las estadísticas, la realidad abrumante más allá de los discursos, demuestran que Chávez es tan enemigo de Israel, como el estado judío lo es de Chávez.
La clave se resume en un axioma: Chávez es la principal espada del «eje del mal» en América Latina. Venezuela es la cabecera de playa, la plataforma de lanzamiento regional, de la estrategia del eje Rusia-Irán-China-Venezuela, del cual Chávez conforma una pieza clave.
El presidente venezolano mantiene una alianza estratégica (de orden comercial y militar) tanto con Irán como con Rusia y China, potencias capitalistas emergentes que compiten con el eje USA-UE por el control de las redes energéticas y las reservas petroleras del triángulo Eurasia-Cáucaso-Medio Oriente, en una versión aggiornada de la «guerra fría» por áreas de influencia, esta vez protagonizada a niveles intercapitalistas.
Esta realidad, convierte a Chávez en un enemigo «extraregional» estratégico del eje USA-UE-Israel: Su figura y su rol activo en Eurasia y Medio Oriente y el peso especifico de Venezuela en la cuestión energética internacional lo proyectan al nivel de importancia estratégica de un Putin o de un Ahmadineyad en el universo geopolítico y militar del Imperio sionista.
Más que por su accionar en América Latina, Chávez se ha convertido en un jugador clave del tablero mundial. Eso explica porqué Putin y Ahmadineyad (la dupla estratégica del «eje del mal») acuerdan con Chávez su agenda estratégica en el patio trasero.
Ese, y no su enfrentamiento mediático y ciclotímico con EEUU, es el punto que convierte a Chávez en un enemigo sin retorno de Israel y del sionismo que controla EEUU y las potencias imperiales, más allá de sus Estados y banderas.