Chá­vez, Israel y el «eje del mal»: Una gue­rra sin retorno por Manuel Freytas

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Posi­ble­men­te sea el ras­go anti­im­pe­ria­lis­ta más sobre­sa­lien­te y des­ta­ca­do de Chá­vez: Israel y el sio­nis­mo capi­ta­lis­ta que con­tro­la todos los pro­ce­sos de la eco­no­mía mun­dial des­de Wall Street y las metró­po­lis euro­peas lo con­si­de­ran un «enemi­go peli­gro­so». Ese, más que su pelea mediá­ti­ca y osci­lan­te con el Impe­rio USA, defi­ne el rol (y el lide­raz­go) de Chá­vez en el table­ro de la gue­rra inter­ca­pi­ta­lis­ta (por aho­ra «fría») por los recur­sos ener­gé­ti­cos del pla­ne­ta que pro­ta­go­ni­zan el eje USA-UE-Israel (el «eje del bien») con­tra el eje Rusia-Irán-Chi­na-Vene­zue­la (el «eje del mal»).

La ciclo­tí­mi­ca rela­ción polí­ti­co-diplo­má­ti­ca que el pre­si­den­te vene­zo­lano man­tie­ne con Washing­ton (ata­ques com­bi­na­dos con bue­nas rela­cio­nes comer­cia­les) se vuel­ve recha­zo cohe­ren­te a las polí­ti­cas del Esta­do judío, sobre todo en Medio Orien­te, don­de Vene­zue­la es el país que más enér­gi­ca­men­te denun­cia y con­de­na las masa­cres judías al pue­blo palestino.

Se sabe que hubo dis­tin­tos acer­ca­mien­tos de la comu­ni­dad judía vene­zo­la­na para tra­tar de limar aspe­re­zas en la rela­ción, pero sis­te­má­ti­ca­men­te Chá­vez sigue denun­cian­do a Israel como un Esta­do «impe­ria­lis­ta y criminal».

La cues­tión no es menor, tenien­do en cuen­ta el peso de Israel como «madre patria» del capi­ta­lis­mo trans­na­cio­nal que con­tro­la los resor­tes cla­ves del poder eco­nó­mi­co mun­dial des­de Wall Street y las metró­po­lis europeas.

Los hechos, las esta­dís­ti­cas, la reali­dad abru­man­te más allá de los dis­cur­sos, demues­tran que Chá­vez es tan enemi­go de Israel, como el esta­do judío lo es de Chávez.

La cla­ve se resu­me en un axio­ma: Chá­vez es la prin­ci­pal espa­da del «eje del mal» en Amé­ri­ca Lati­na. Vene­zue­la es la cabe­ce­ra de pla­ya, la pla­ta­for­ma de lan­za­mien­to regio­nal, de la estra­te­gia del eje Rusia-Irán-Chi­na-Vene­zue­la, del cual Chá­vez con­for­ma una pie­za clave.

El pre­si­den­te vene­zo­lano man­tie­ne una alian­za estra­té­gi­ca (de orden comer­cial y mili­tar) tan­to con Irán como con Rusia y Chi­na, poten­cias capi­ta­lis­tas emer­gen­tes que com­pi­ten con el eje USA-UE por el con­trol de las redes ener­gé­ti­cas y las reser­vas petro­le­ras del trián­gu­lo Eura­sia-Cáu­ca­so-Medio Orien­te, en una ver­sión aggior­na­da de la «gue­rra fría» por áreas de influen­cia, esta vez pro­ta­go­ni­za­da a nive­les intercapitalistas.

Esta reali­dad, con­vier­te a Chá­vez en un enemi­go «extra­re­gio­nal» estra­té­gi­co del eje USA-UE-Israel: Su figu­ra y su rol acti­vo en Eura­sia y Medio Orien­te y el peso espe­ci­fi­co de Vene­zue­la en la cues­tión ener­gé­ti­ca inter­na­cio­nal lo pro­yec­tan al nivel de impor­tan­cia estra­té­gi­ca de un Putin o de un Ahma­di­ne­yad en el uni­ver­so geo­po­lí­ti­co y mili­tar del Impe­rio sionista.

Más que por su accio­nar en Amé­ri­ca Lati­na, Chá­vez se ha con­ver­ti­do en un juga­dor cla­ve del table­ro mun­dial. Eso expli­ca por­qué Putin y Ahma­di­ne­yad (la dupla estra­té­gi­ca del «eje del mal») acuer­dan con Chá­vez su agen­da estra­té­gi­ca en el patio trasero.

Ese, y no su enfren­ta­mien­to mediá­ti­co y ciclo­tí­mi­co con EEUU, es el pun­to que con­vier­te a Chá­vez en un enemi­go sin retorno de Israel y del sio­nis­mo que con­tro­la EEUU y las poten­cias impe­ria­les, más allá de sus Esta­dos y banderas.

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