El gobierno y los medios de comunicación empresariales pretenden aislar al movimiento antifascista tachándolo de “demonio” e igualándolo a otro demonio, los nazis. Esta forma de represión no es nueva ni ha sido inventada en el Estado español.
Según Wikipedia, se le llama “teoría de los dos demonios”, habitualmente en forma despectiva, a la concepción según la cual los actos de violencia y terrorismo perpetrados por las Fuerzas Armadas pro-imperialistas durante la dictadura argentina (1976−1983) son totalmente comparables a las acciones de las organizaciones guerrilleras revolucionarias, como Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo. Según esta concepción, las acciones de cada bando no sólo afectaron al que decían combatir, sino a ciudadanos “inocentes” que no hacían uso de la violencia.
Esta concepción pretende negar la existencia de la lucha de clases, avalando la tesis de que dos supuestos “bandos” se disputaban no se sabe qué oscuro poder entre sí y que la “ciudadanía” era víctima de tal enfrentamiento.
Cuando un reducido sector social (el Ejército), financiado y armado por gobiernos capitalistas, pretende reprimir a un sector social mucho más amplio con objetivos de transformación social y con raíces populares, entonces no existe ningún supuesto enfrentamiento estéril entre “bandas”, lo que hay es lucha de clases: sectores sociales que luchan en beneficio de la clase dominante contra sectores sociales que luchan en beneficio de la clase dominada. No hay una supuesta “ciudadanía” que está en medio porque no se puede estar en medio entre explotadores y explotados. Esta es una excusa política que ofrecen los medios de comunicación para legitimar la democracia burguesa “superadora de los extremismos” y criminalizar a quienes luchan.
Esto mismo ocurre en Colombia. El narcogobierno asesino y pro-imperialista de Uribe, hace gala de su supuesta intención de “poner orden” entre los paramilitares (apoyados bajo cuerda por el Ejército oficial colombiano) y las guerrillas revolucionarias. El discurso mediático del gobierno sostiene que ambos grupos armados son “demonios” que hay que contener porque su actividad “afecta a la sociedad civil”, que es víctima de un conflicto que teóricamente le es ajeno. Sin embargo, mientras los paramilitares son nutridos por recursos norteamericanos y gubernamentales, las guerrillas revolucionarias son nutridas por sectores populares fundamentalmente campesinos y de los sectores urbanos más pobres. El origen de la represión paramilitar se sitúa en la clase dominante y el origen de la resistencia guerrillera se sitúa en la clase dominada, es decir, en el pueblo. No hay por tanto una “sociedad civil” que está en medio; lo que hay es una enorme mayoría de vendedores ambulantes, campesinos, obreros, desempleados, desplazados…, que son víctimas de los paramilitares y por su condición de pobres, representan el apoyo natural y semillero de las organizaciones guerrilleras.
El concepto de “sociedad civil” es asumido por determinados organismos antiglobalización como ATTAC, ONGs y los foros sociales mundiales, que intentan aplicar a su manera la teoría de los 2 demonios, diciendo que la “sociedad civil” está en medio de los gobiernos, el Estado y las empresas multinacionales por un lado; y las organizaciones de la “izquierda radical y armada” por otro. Se clasifican a sí mismos de “sociedad civil” cuando curiosamente son los que tienen más facilidades para aparecer en la prensa burguesa y ser tratados mediáticamente con benevolencia.
La situación actual en Madrid
Extrapolando esta teoría latinoamericana a la actualidad madrileña, por supuesto salvando todas las distancias necesarias, hay algo que podemos rescatar para nuestro análisis: de un tiempo a esta parte los medios de comunicación pretenden calificar al movimiento antifascista de demonio y de esta manera igualar su accionar a la de otro demonio, los nazis.
En Alcorcón (febrero de 2007) se intentó algo similar. Después de una pelea juvenil puntual, la prensa creó una situación de alarma intentando generar un “brote xenófobo”, azuzando la llegada de neonazis a la localidad. Cuando la juventud antifascista de Alcorcón salió a la calle para responder a la manipulación mediática y a dejar claro que los nazis no eran bienvenidos, entonces la prensa empezó a difundir que había una supuesta «guerra» entre violentos de distinto pelaje (sudacas, rojos, ultraderechistas) y todo transcurriría en los suburbios (supuesta zona violenta). Por su parte el Estado, la prensa y los ciudadanos de bien mirarían con preocupación el desarrollo de los acontecimientos… según ellos, la única “solución” sería enviar mucha policía al lugar para “garantizar la seguridad del vecindario”.
Es decir, cuando la juventud antifascista hizo frente a la manipulación de los medios de comunicación y a su fuerza de choque alegal (los nazis), entonces de pronto la prensa utilizó la estrategia de convertir a ambos “bandos” en demonios, salvando la imagen de las instituciones demócratas y burguesas, y tratando de colocar al vecindario de Alcorcón como “víctima de un conflicto que no ha elegido”. De esta manera, se intentaba aislar a los verdaderos protagonistas de la solución del conflicto: la juventud autoorganizada de Alcorcón, que fue quien impulsó la movilización contra el racismo, contra la manipulación mediática y por la convivencia pacífica.
El gobierno y los medios de comunicación suelen hacer la vista gorda ante el grueso de las agresiones neonazis por dos claras razones: en primer lugar, porque la ultraderecha madrileña tiene su origen en las instituciones herederas del franquismo, en la Policía, el Ejército, en las hinchadas de los grandes y adinerados clubes de fútbol. Y en segundo lugar, porque cumplen la función de las bandas paramilitares en Sudamérica o de las juventudes hitlerianas en la Alemania nazi, es decir, utilizan medios violentos para impedir la autoorganización de la gente por fuera de las instituciones.
Sin embargo cuando no les queda más remedio, es decir, cuando la soberbia neonazi no se puede seguir ocultando, o cuando a uno de los partidos burgueses le conviene atacar políticamente al otro por una cuestión electoralista, entonces denuncian a las bandas nazis pero ‑no perdamos de vista- nunca de forma individual. Siempre hablan de “los extremismos”, “los violentos”, metiendo en un mismo saco a neonazis y antifascistas. Por algo el PSOE se autoclasifica de “centro-izquierda” y el PP de “centro-derecha”, con lo que queda claro que el resto son “extremismos”.
El movimiento antifascista, al contrario que el nazismo post-franquista, tiene su origen mayoritariamente (no sólo) en los humildes barrios obreros del sur de Madrid, donde mucha gente vive ahogada por las hipotecas, por la privatización de los servicios básicos y sin salarios suficientes para enfrentar con tranquilidad la llegada del fin de mes. Así, el movimiento antifascista se nutre de una juventud subempleada y alejada del romántico mileurismo, sin acceso a los paraísos que promete la publicidad comercial de este llamado “primer mundo”. En definitiva, una juventud hastiada de tragar con la injusticia social imperante.
El gobierno de Madrid gasta dinerales en construir la M30, en enterrarla aunque los supuestos parques y jardines que iban a beneficiar a la población brillan por su ausencia. Gasta en autopistas para beneficiar a las empresas de automóviles. Gasta en construir parques como el Juan Carlos I, “uno de los mas relevantes por su extensión y moderno diseño”, en el noroeste rico de Madrid y donde se construyen nuevos centros feriales para las grandes empresas. Gasta en equipar con elementos represivos a las diversas policías. Gasta en recursos e instalaciones para el Tren de Alta Velocidad, en un canal de televisión autonómico para hacer publicidad de la linea política de turno… Las clases medias acomodadas y altas, se pueden pagar escuelas y universidades para sus hijos, gimnasios, centros hospitalarios y seguridad para sus urbanizaciones. Mientras tanto, las clases menos favorecidas difícilmente pueden acceder a las pocas universidades estatales y mucho menos pagarse las privadas, tienen que aguantar el calor y el polvo, sufrir la degradación de los servicios sanitarios y educativos en proceso de privatización, los escasos parques y equipamientos deportivos.
La rebeldía nace de la injusticia y la desigualdad. Por tanto hay que destruir la teoría mediática de los dos demonios, hay que plantear firmemente la realidad: no son reyertas, es lucha de clases. Los nazis no son una “tribu urbana”, son grupos que pretenden aterrorizar a los inmigrantes y a todo tipo de sector social que cuestione el orden existente desde una posición izquierdista. Son, por tanto, una excelente herramienta del capitalismo. Los nazis les vienen como anillo al dedo a los poderosos para que se pringuen menos a la hora de amedrentar a los movimientos sociales, ya que no se trata de una represión legal ni oficial pero su consecuencia es la misma.
Coordinadora Antifascista de Madrid