En una fecha muy significativa, justo cinco años después del día en que el hoy encarcelado Arnaldo Otegi dibujara en el Velódromo de Anoeta caminos de solución inéditos en Euskal Herria, la izquierda abertzale dio ayer en Altsasu un nuevo salto cualitativo y también cuantitativo. El documento presentado por una amplísima representación de independen- tistas debe poner fin a meses de dimes y diretes, especulaciones baratas y simples intoxicaciones destinadas a restar valor a la iniciativa política anunciada hace meses para este otoño. Una iniciativa que no han frenado los sabotajes del Gobierno español, ya fuera con la amenaza de la ilegalización eterna o con los encarcelamientos de líderes, y que por eso cobra aún más valor.
Cualquier espectador imparcial que hubiera sido metido en el túnel del tiempo hace unos años ‑sin ir más lejos, aquella tarde de Anoeta- y que escuchara la declaración de ayer, se vería sin duda sorprendido por el contenido. No es precisamente habitual en el panorama político vasco que una propuesta como ésta se formule desde la premisa de la autocrítica rotunda; son muchos los políticos que afrontaron intentos anteriores de solución afirmando que estaba en juego la credibilidad de toda una generación política y que, sin embargo, no han asumido responsabilidad alguna después de los fracasos que se han ido sucediendo. Tampoco es cosa frecuente que se formulen iniciativas de riesgo desde la unilateralidad, es decir, sin haber obtenido ‑ni siquiera reclamado- contrapartidas o garantías previas de la otra parte. Destaca, igualmente, que la iniciativa esté siendo sometida a un debate interno ‑pese a la incesante persecución policial‑, en el que va ganando voluntades hasta componer la foto de ayer. Y es muy reseñable, por último, que un movimiento de tal calado se realice en un momento en que el sector proponente sufre un acoso sin precedentes que, sin embargo, no ha logrado hacerle retroceder a las catacumbas políticas.
La izquierda abertzale, en fin, declara y pone por escrito su voluntad de salir a campo abierto, sin escudos ni máscaras. Y eso sólo puede hacerlo quien sabe que sus posiciones políticas son sólidas, afirme lo que afirme la propaganda reinante. Sólo puede hacerlo quien ha llegado a la conclusión de que tiene mucho más por ganar que por perder.
Una rama de olivo en lo alto
Resultaba previsible, y hasta cierto punto comprensible, que instituciones, partidos y medios de difusión intentaran restar importancia al movimiento, y más en un panorama tan bloqueado como el vasco. La declaración de ayer, por el contenido y por la imagen, debe abrir una nueva fase, después de unos meses en que los intentos de «radiar» las jugadas de la izquierda abertzale han llevado a buen número de patinazos políticos y periodísticos, en ocasiones auténticamente ridículos.
Afirmaciones como que «el proceso democrático tiene que desarrollarse en ausencia total de violencia y sin injerencias, mediante la utilización de vías y medios exclusivamente políticos y democráticos» sólo pueden ser despreciadas por quien no quiera entenderlas. El texto señala el camino marcado por Sudáfrica e Irlanda y asume los principios del senador Mitchell que allanaron el camino al acuerdo político. Con ello, la izquierda abertzale muestra que no sólo se trata de un mensaje en clave interna, como podía interpretarse en algunos de los lanzados en los últimos meses, sino de una mano tendida en múltiples direcciones. A los independentistas, a quienes se ofrece una cooperación sincera. Pero también a todos los vascos, a quienes la izquierda abertzale recalca que «se compromete solemnemente a respetar en cada fase del proceso las decisiones que libre, pacífica y democráticamente, se vayan adoptando». Y a todos los agentes internacionales, a quienes se traslada la apuesta sincera por «un cambio de ciclo que sustituya el enfrentamiento armado, el bloqueo y la falta de expectativa por el diálogo, el acuerdo y una solución justa, estable y duradera para el país».
Todo ello aparece definido, además, como un «primer paso». El primer paso de un camino en el que la izquierda abertzale se ha colocado en línea de salida y está dispuesta para partir. Sus pasos suenan cada vez más firmes y más numerosos, pero necesitarán evidentemente de otros muchos más pies que se sumen a esta senda y vayan haciendo el camino al andar. Necesitarán acuerdos bilaterales y multilaterales, como cita también esta declaración.
Hace cinco años, un día como ayer, Arnaldo Otegi presentaba en el Velódromo de Anoeta a la izquierda abertzale con una rama de olivo en la mano y pedía al resto que no la dejaran caer al suelo. Hoy, la izquierda abertzale va más allá y asume en primer persona el compromiso de mantener esa rama de olivo en lo alto. Que lo haga frente a un Estado que tiene hoy a aquel líder político en prisión y que se apreste incluso a juzgar aquel acto de Anoeta constituye la declaración de voluntad más rotunda. Tras el mensaje de ayer, no hay motivos objetivos ni excusas que valgan para no ir acercándose a esa línea de salida.