Pareciera que frente a la actual ofensiva del imperialismo sufriéramos de enfermedades parecidas. Todos aceptamos que los gringos desarrollan una guerra irregular. Lo decimos, lo escribimos, pero actuamos como si fuera lo contrario. Hay que decirlo con fuerza: No es una guerra convencional… ¡es UNA GUERRA irregular!
Es un tipo de guerra diferente, no se parece ni a la de Korea, ni a la de Vietnam, mucho menos a la de Irak o Afganistán. La fueron diseñando desde la época de Allende en Chile, desarrollaron sus técnicas con las dictaduras del Cono Sur, la practicaron con los “contras” en Nicaragua, la perfeccionaron en El Salvador, pero la han desarrollado a niveles insospechados en Colombia. Y ahora, ya han empezado con Venezuela.
La fórmula actual es más compleja. Han retomado los métodos tenebrosos que la oligarquía colombiana utilizó en las guerras civiles del siglo XIX, y durante la violencia de los años 50 del siglo pasado. Le acoplaron la tecnología y la inteligencia israelí, la experiencia de la Mossad, y todo el tratado sobre conflictos de baja intensidad que elaboraron durante 40 años de “guerra fría”.
Ellos mismos lo dicen:
“La guerra irregular (IW) en general y la contrainsurgencia (COIN) en particular, requieren una manera de pensar particular y talentos específicos que no son aplicables ni comunes en su totalidad a los estilos más tradicionales de guerra. Esto no sugiere que COIN represente una forma nueva o separada de guerra.”[1]
En nuestro país, Colombia, llevan 59 años de guerra irregular. La CIA asesinó a Gaitán en 1948[2]. Es una guerra que, por lo menos, ha dejado tras de sí 500 mil muertos. No es una guerra que sea declarada. Nadie la anuncia, nadie la declara, nadie la reivindica. Es una guerra “sucia”, “sorda”, sin reglas, es una guerra diferente. Bastante le aprendieron los gringos a los nor-vietnamitas, que los derrotaron con una guerra de características similares, pero… ¡justa!, porque defendían lo suyo.
Este tipo de guerra juega con la fuerza del enemigo. Trata de colocar a su servicio tanto las debilidades como la fuerza del contrario. Actúa y manipula con inteligencia. Ante todo, LA GUERRA IRREGULAR ES UNA GUERRA INTELIGENTE. Es una guerra dirigida a causar la derrota política de su enemigo. Su objetivo no es la derrota militar, es una “GUERRA POLÍTICA”.
Debemos recordar que el ejército nor-vietnamita nunca derrotó militarmente al ejército estadounidense. Lo que hicieron fue desgastarlo, desmoralizarlo, obligarlo a actuar con desesperación, al punto que los gringos llegaron a niveles de degradación que quemaban pueblos y asesinaban en forma indiscriminada. Y… ¡Todo eso se vio por televisión!
Después de obligarlos a comportarse en forma delictiva y facinerosa, la ofensiva fue política. Fue el mismo pueblo norteamericano, la juventud pacifista, los demócratas liberales, quienes con horror comprobaron que su ejército no tenía moral, que se había convertido en una fuerza criminal. En eso consistió el triunfo del pueblo vietnamita, y eso lo aprendieron los gringos en carne propia.
El caso de la guerrilla colombiana y peruana
Las tácticas utilizadas por las oligarquías y por el imperialismo norteamericano en Colombia y en el Perú, tenían ese objetivo. La estrategia paramilitar en sus diversas modalidades (“autodefensas campesinas” y “rondas campesinas”, respectivamente), se concentraron en obligar a la guerrilla a degradar sus métodos.[3]
Incluso, en ambos países se le hizo creer a la dirigencia guerrillera que había alcanzado el “equilibrio estratégico”, en el aspecto militar. Cuando la dirigencia insurgente cree firmemente en ello, lanza una ofensiva en donde se validan actos de terrorismo, ataques indiscriminados donde el pueblo es víctima de sus armas y explosivos. Se dinamita la infraestructura vial y energética, se ataca a los pueblos. En ambos países, la guerrilla identifica a toda clase de políticos e incluso, a funcionarios del Estado y de ONGs., como objetivos militares.
Era una ilusión. El “equilibrio estratégico” era una trampa. Mientras la guerrilla lanzaba su ofensiva, la oligarquía y el ejército hacían el trabajo ideológico. Convencer a la población que la guerrilla era la “guerrerista” y ellos los “pacifistas”. Ganar la bandera de la paz, era su objetivo. Los paramilitares en muchas zonas de Colombia, repartieron tierra entre campesinos pobres, hacían “trabajo cívico-militar”, instalaban puestos de salud, promovían proyectos productivos, contaban con la ayuda del Estado, el ejército y las transnacionales. Así lo hizo Fujimori en el Perú. Claro, a quienes se les oponían, ya sabemos qué les hacían.
Una vez la guerrilla se deja llevar al terreno de lesionar al pueblo, está perdida. Su discurso queda dislocado, y ella en conjunto, descolocada. Peor, cuando en Colombia se meten a financiar la guerra acudiendo a secuestros y extorsión. Y cuando las necesidades militares los obligan a gravar con impuestos a los narcotraficantes, se entra en la connivencia con ese negocio, que todo lo corrompe. Allí se acabó de minar su imagen ética: su moral revolucionaria fue lesionada. La derrota política era cuestión de tiempo.
Cuando el imperio y las oligarquías, consiguen que las vanguardias revolucionarias coloquen sus metas militares por encima de las necesidades de las masas populares, allí están consiguiendo el primer paso para su derrota. Cuando lo logran, aprietan el acelerador, utilizan de lleno el ejército oficial y desarrollan fases donde ya la fuerza paramilitar no es indispensable. “Recuperar la institucionalidad”, es su frase.
Una de las etapas más temibles y terribles es la llamada en Colombia “criminalización de la lucha social”. Consiste en convertir al luchador social, al dirigente de izquierda civilista, a cualquier persona que les incomode, en un agente de la “criminal guerrilla”, ya sea para perseguirlo, acosarlo, apresarlo, asesinarlo o desaparecerlo. Es la fase terminal del proceso, la que seguimos viviendo y no hemos podido superar.
Lo que empieza a ocurrir frente a los gobiernos nacionalistas y democráticos
Lo que podemos ver que están aplicando con los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, es muy similar a lo que ha ocurrido con los movimientos sociales y de izquierda en Colombia.
Primero, tratar de relacionarlos con la guerrilla. El ataque al campamento de Reyes en el Ecuador y la utilización de los famosos computadores era parte de ese ejercicio.
Segundo, hacerlos ver como cómplices del narcotráfico y como gobiernos corruptos.
Tercero, mostrarlos como gobiernos “comunistas” que quieren exportar la revolución. El golpe de Honduras es, además de una agresión, una provocación. Utilizaron las reacciones solidarias con el pueblo hondureño para acusar de intervencionismo, especialmente a Chávez, y de estar detrás de las supuestas “ilegalidades” de Zelaya.
Cuarto, provocar reacciones geopolíticas con la instalación de las 7 bases militares en Colombia. Ésta es una efectiva acción militar-colonial, pero tiene – ante todo – el alcance de una “política de contención”. Busca generar reacciones militaristas, es parte de un “juego geopolítico”, pretende agudizar la tensión, “mostrarnos los dientes”.
Quinto: Alinear a los gobiernos bolivarianos con el “eje del mal”. Acusarlos de terrorismo internacional, aliados de Irán y de ser enemigos del “orden internacional”. Hacerlos aparecer ante el mundo de que se están armando, de ser peligrosos para sus vecinos y para la seguridad regional. Todo ello a la sombra de que, en verdad, es Uribe, la oligarquía latinoamericana y los halcones gringos, quienes complotan y preparan el escenario de la guerra irregular.
Claro, para eso están los medios de comunicación, que explotan los más mínimos errores. Y más de las veces, por no tener claridad política, nosotros les ayudamos.
Aunque el rechazo frente a las bases y al golpe de Honduras ha sido unánime de parte de los gobiernos de América Latina, lo que se observa es que han logrado “separar el trigo de la maleza”. Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, y otros países han mermado la presión. Chávez, Evo y Correa, van quedando en la mira.
Es la guerra mediática de desgaste. Es la política de contención desarrollada con maestría y filigrana. Una vez logran las reacciones “naturales” de parte de los países “objetivo”, buscando su aislamiento político, empiezan a diseñar otras acciones.
Ahora han empezado con asesinatos en la frontera, desestabilización, agresiones, que muy seguramente van a ir en escalada, con un gobierno colombiano posando de diplomático y pacífico, cuando – en verdad – es un gobierno criminal, corrupto y avezado en la infiltración y la guerra irregular.
No habrá invasión… ¡es guerra irregular!
Es importante decir con contundencia: Los gringos no van a invadir. No va a haber un desembarco clásico… ¡no va a haber una invasión! Ellos ya nos conocen, saben que una invasión tipo “Bahía Cochinos” en Cuba, fue un grave error. Están al tanto que ello genera resistencia y unidad de cuerpo de carácter nacionalista. Ellos evalúan y aprenden.
Para eso tienen dentro de nuestros países a sus aliados, tienen sus “caballos de Troya”. Las oligarquías de cada uno de nuestros países les hacen la inteligencia; esa oligarquía – para decirlo en términos de penetración – «somos» nosotros mismos -; es decir, pueden actuar como hacían los «vietcong», que se camuflaban, y los gringos no los podían identificar. Esa oligarquía actúa con dinero, compra mercenarios, utiliza al desempleado, al vendedor ambulante, a nuestra propia gente. ¡Es una guerra irregular!
Por todo lo anterior, cuando el presidente Chávez llama a un ejército regular a prepararse para la guerra, está haciendo exactamente lo que el imperio quiere. Está actuando como un boxeador ciego, enviando golpes contra un fantasma. Desgraciadamente esos golpes caen sobre nuestros propios pueblos. De eso se trata.
La guerra irregular busca la derrota política de los gobiernos revolucionarios de carácter nacionalista-democrático. El pueblo de la frontera, de ambos países, es el objetivo inmediato del imperio y de la oligarquía colombo-tachierense y zuliana. Provocar el caos, la inseguridad, y la tensión es su primera meta.
Agudizar la confrontación, NO entre la población de ambos países, sino de TODA la población fronteriza – que tiene una vida y unos intereses en común -, con el gobierno nacional de Venezuela y con las fuerzas armadas nacionales de Venezuela, es el siguiente paso. Ya lo están consiguiendo.
La xenofobia en Venezuela contra los colombianos calificándolos a todos de ser paramilitares seguramente debe estar en el recetario. Hacer lo mismo en el otro lado, será el paso previo a las escaramuzas militares, para seguir haciendo creer que va a haber una invasión y una guerra regular. Mientras tanto, la verdadera guerra va por dentro.
Incrementar el desorden en todo en todo el país, acrecentar la inseguridad, hacer ver al gobierno como incapaz de poner orden, es el terreno preferido de toda guerra irregular. Las fases van en evolución. Su objetivo es político, no lo olvidemos.
Aporrea