La campaña desatada por la policía española contra el independentismo canario, a través de dos periódicos de la metrópoli editados en las Islas, es de las más miserables que se recuerda y muestra bien a las claras como se las gasta el Estado imperialista español en asuntos como democracia y libertades civiles.
Lo de menos es que la corporación mediática Moll haga de delator de ciudadanos canarios asimilándolos a ETA. Lo de más es que la policía “democrática” y los “democráticos” servicios de inteligencia españoles hagan un seguimiento, sin orden judicial alguna, a personas que ejercen su derecho de reunión en el local de una organización legal con representantes de otra organización legal. Y con datos que evidencian que se tienen fichas policiales de ellas, sin haber cometido delito alguno.
El que, para más inri, esos “peligrosos” ciudadanos sean verdaderas almas de cántaro y de que a prácticamente ninguno de ellos pueda calificárseles de “independentistas”, no obvia el fondo del asunto. Todo lo más pone de relieve la conveniencia del Estado español de sustituir su “inteligencia” por la TIA de Mortadelo y Filemón.
Lo cierto es que a estas horas los mandos policiales que ordenaron esos seguimientos y los números que obedecieron, vulnerando los derechos más elementales de los (per)seguidos, deberían estar ya fulminantemente cesados. Y lo mismo cabe decir del ministro de Interior español, ese fouché de pacotilla que hizo de portavoz del gobierno de los GAL.
No deja de ser significativo el temor que el asunto de la independencia de Canarias causa a los poderes del Estado español. Lo que no es sino un reconocimiento de que en nuestro caso no se trata de un mero problema de derechos nacionales, al estilo europeo, sino de un claro asunto de descolonización, cosa que aterroriza a España, que nunca supo afrontar la salida de sus colonias.
No nos engañemos. Lo que ha hecho el Estado es apenas sacar la patita. A medida que el pueblo canario avance en conciencia y organización, deberemos estar preparados para ataques más serios y más demoledores. Mal haríamos si no tomáramos nota de hasta que punto España “respeta” los derechos democráticos o incluso sus propias leyes.
Dicho esto, hay que hacer referencia a los hechos en que la policía y sus periódicos de cabecera han basado su campaña. No es la primera vez que un par de representantes de la llamada “izquierda abertxale” se presenta en Canarias, llama por teléfono y pide una reunión, bien sea para dar una “charla”, bien para buscar apoyos en elecciones de ámbito estatal o europeo.
Los sectores que se llaman a sí mismos “izquierda nacional canaria” pierden entonces las nalgas por ponerse al servicio de los enviados de ese abertxalismo que idolatran y envidian, en una actitud que no cabe definir sino dentro del “síndrome del colonizado”. Ni que decir tiene que esto se realiza sin controles, sin objetivos, y sin acreditaciones. El asunto es quedar bien con los “compañeros Vascos” (así, con mayúscula). Y de paso, por lo que se ve, facilitar la labor de la policía.
A la vez que hemos denunciado sin contemplaciones la represión del Estado español en Euskal Herria, con la implantación de un verdadero estado de excepción, hemos desenmascarado ese seguidismo acarajotado y acrítico que padece la llamada “izquierda nacional canaria” con respecto a la izquierda independentista vasca.
Lo señalamos con bastante claridad durante los comicios europeos, defendiendo una posición nacional propia que, en la euforia electoralista de quienes se apuntaban a revestirse con los ropajes ajenos de una candidatura vasco-española, hizo que se nos tachara de “atacar a la izquierda nacional vasca”. Cabe preguntar ahora qué lodos quedan de aquellos polvos.
En cualquier caso, respetamos el derecho de cada organización a adoptar su propia estrategia y a apoyar a quién crea conveniente, de la misma manera que nos reservamos el derecho a emitir nuestra opinión sobre lo que hagan. Nada respetamos más que la consecuencia de cada organización y de cada persona con las decisiones que toma.
Por ello nos dejan estupefactos ‑y con vergüenza ajena- las defecciones que, a posteriori, se han producido como consecuencia de la campaña de delaciones de la policía y el grupo Moll. Es penoso ver al candidato a las europeas aseverar que él no sabe con qué personas se reunió y señalar con el dedo a una compañera como que es ella la que sí conoce los nombres, porque es la que tiene las “relaciones personales” con Askapena. No le faltó sino decir “interróguenla a ella”.
Igualmente da grima ver a quienes daban ruedas de prensa, con gran prepotencia, pidiendo el voto para II-SP en su calidad de dirigentes de tal o cual sindicato, achantarse ahora diciendo que “a título personal, cada uno vota a quien quiere, pero como sindicato nosotros no apoyamos a nadie”. Lo mismo cabe decir de partidos que apoyaron la candidatura española afirmar ahora que “somos un partido muy tranquilo y con una línea muy diferente”. O al representante de una organización juvenil que la apoyó apresurarse a decir que “aquí en Canarias, que yo sepa, los únicos que tienen relación con Askapena son Intersindical Canaria”. Una especie de “a mí no, al otro”.
Lo menos que cabía esperar es un digno “sí, yo pedí el voto para II-SP, ¿pasa algo?”. Pero nos encontramos con una actitud cobarde y vergonzante de la que, no puede ser de otra manera, también tomamos nota. No sea que, al igual que ahora se delata con nombre y apellidos a una compañera, sin que haya mediado siquiera una detención, otro día nos delaten a los comunistas.
Teodoro Santana es miembro del Partido Revolucionario de los Comunistas Canarios