En los 70 del pasado siglo, en el film El jovencito Frankenstein de Mel Brooks, hay una hilarante escena en la que el doctor Fronkonstin, en la almena del castillo heredado de su tío Frankenstein y tras sufrir una paliza brutal por el monstruo recién llegado a la vida en la histórica tormenta eléctrica, tras sedar al monstruo, y en estado catatónico, perplejo, pregunta a su pinche el jorobado Aigor, (inigualable Martin Feldman) <¿Aigor, el cerebro que robaste en el laboratorio…era el que tenía la etiqueta de “normal”?> Y Aigor contesta con cara de no haber roto un plato, <sí jefe, “normal”…pero se me cayó y cogí otro“normal” que tenía una “a” por delante…>”
Desde hace seis meses largos… treinta y tantos años por precisar, el discurso genérico de la “normalización” me recuerda sistemáticamente a la escena en la que Aigor pone cara de poker para hablar de normal ante la evidente anormalidad.
No es nada nuevo a estas alturas percibir que el PPSOE cuando habla de normalización habla realmente de asimilación, de homogeneización, de españolización.
Pero ese no es el debate. Lo que realmente asombra es el nivel de contradicción, la mediocridad y la incoherencia de las acciones y no acciones que siguen como no podía ser de otra manera el paradigma chapucero de Aigor, la imagen nítida de lo que está siendo este proceso de normalización.
El largo listado de chapucillas gubernamentales de nuestro Aigor particular es archiconocido. Mentiras en el currículo, saraos bíblicos, impúdicos reportajes, embustes políticos, pactos antinatura…Al igual que es cansinamente sabido el monotema gubernamental, la matraca de la utilización de víctimas y la represión indiscriminada contra toda reivindicación no homologada por el Sistema.
Pero si acaso nuestro particular Aigor autonómico fuera mínimamente cuidadoso mantendría ciertos mínimos de coherencia por lo menos intelectual. Sí lo se es difícil pedir peras al olmo.
Viene al caso porque con el mapa del tiempo, recogiendo la Navarra histórica plena, como con el mensaje navideño del Borbón, Aigor acomete con mayores legitimaciones hacia los que pretende deslegitimar.
Siempre recuerdo que los euskaldunes tenemos la suerte de que si comienza la 3º guerra mundial moriremos oyendo trikitrixa. El 11‑S de 2001 mientras todas las teles del mundo emitían sin cesar las imágenes del WTC cayendo y anunciaban, como en la edición vespertina de ABC:“comienza la 3ª GM”, la única cadena que tras los informativos seguía con su programación cotidiana era ETB1. Ya puede arder el mundo que nosotros seguíamos deleitándonos con el certamen de triki y Txirri Mirri eta Txiribiton.
Ahora es igual que es lo mismo. Está claro que los euskaldunes no somos súbditos del monarca español porque el discurso real no se emitirá en ETB1. Nuestro Aigor en su afan normalizador dejando todo a medias…¡con lo poco que cuesta subtitular el clónico discurso anual!
A no, pero claro, se me olvidaba. Cuando van malas Aigor se cambia la chepa de derecha a izquierda y viceversa. Así, también es muy proclive a calificar de irreal todo lo que no le gusta. Claro quizá sea que vivimos una normalización irreal, o será ¿una real anormalización?
Aigor entiende que son irreales y anormales las encuestas que dan un 71% de rechazo al actual ejecutivo, ¡es imposible! pero eso sí, son normales y reales las que hablan de un apoyo ínfimo a la izquierda abertzale o a ETA. Claro, es totalmente normal y real decir a un encuestador que el encuestado ¡apoya a ETA!
En el mismo sentido, decía hace pocos días que las consultas en el Principat de los Paisös Catalans eran una anormalidad e irrealidad. Para Aigor lo que existe fuera de su realidad institucional es irreal, es anormal, es…, como decía cierto fiscal, ETA, aunque usted no lo sepa. Por eso en la misma lógica era anormal y por lo visto también irreal la final de bertsolaris del BEC o la Feria de la cultura vasca de Durango…eventos dignos de haber sido visitados por una delegación gubernamental normal, en un país normal y con normales actitudes… pero eso es efectivamente de otro planeta.
Por eso es lógico y normal para Aigor pensar que el lehendakari de “todos los vascos” no esté ni en Barakaldo ni en Durango, más aún cuando el eje de su discurso sistemático es el de “buscar la normalidad”. Pura lógica “a‑normal” como el cerebro que entregó al doctor Fronconstin.
Quince mil personas son a dos millones de habitantes lo que trescientas mil son a cuarenta y cinco millones. ¿Un festival de flamenco que reuniera a trescientas mil personas no sería digno de tener representación gubernamental? Claro es que quizá no fuera normal. Efectívamente miles de personas, en pleno siglo XXI sin contar los que se quedaron sin entrada por falta de aforo y las decenas de miles que lo disfrutaron por televisión, en silencio absoluto, durante casi ocho horas, escuchando a ocho fenómenos del repentismo en la lengua más antigua de Europa, a capella, sin ninguna otra escenografía ni efecto especial más que sus respectivas ocho sillas, es lo más anormal del mundo! ¡Por eso es normal que el lehendakari normalizador no acudiera!.
Y encima el hito es doble, ya que la única mujer entre siete “caballeros”, nunca mejor dicho, logró la txapela, el triunfo absoluto. Pero eso también es normal, común, cotidiano. No como la Esteban, la “princesa del pueblo”.
Porque lo que sí es normal y real, en el mundo de Aigor, en su país, es que el 40% de la audiencia televisiva del pasado viernes estuviera pendiente del minuto de oro que fue la llegada de la recién operada “Princesa del pueblo” como le llaman a la Esteban.
Seis millones de ciudadanos españoles más preocupados por la nueva cara de la marioneta televisiva más que por la catástrofe política de Copenhague, las subidas de precios esenciales o el kafkiano juicio a los dirigentes de un periódico.
Efectivamente la irrealidad es normal y la realidad anormal.¡Arriba la Esteban y cierra España!