El informativo de las 21h de TV3 daba cuenta el viernes, 18 de diciembre de 2009, de los resultados de la excavación en Alfacar (Granada). El cadáver del autor de Poeta en Nueva York tampoco había aparecido en la sexta y última fosa localizada en el Paraje de Fuente Grande, la zona en que estudios históricos y testimonios directos han señalado como el probable lugar donde pudieran estar los restos de García Lorca, de Dióscoro Galindo, un maestro republicano, y de Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, dos banderilleros andaluces.
La noticia fue acompañada en el informativo de imágenes de las excavaciones, de algún fotograma de la rueda de prensa de la consejera de Justicia de la Junta andaluza, de Ian Gibson en su estudio y de parte de una filmación de Lorca y de algunos de sus amigos en los años 30. La voz narrativa de la noticia habló en un determinado momento del asesinato del autor de Yerma haciendo referencia, no puedo ser más preciso, a los autoritarismos del momento o expresión similar.
¿He escrito bien? He escrito bien. En TV1 durante años, ignoro si se sigue procediendo de la misma forma, se usaba la expresión “régimen anterior” para hacer referencia a la dictadura militar franquista, al fascismo nacional-católico español. Ahora, en 2009, en TV3, para hacer referencia al asesinato en manos de un grupo de desalmados falangistas, que no obraron al azar ni en un impulso incontrolado desencadenado por exceso de alcohol, y que contaron con el visto bueno y la agitación castrense de mandatarios del ejército que se había levantado contra la legalidad republicana, se le llama “época de autoritarismos”, ambiente autoritario o expresión afín.
¿Miedo a las palabras? ¿Prudencia para no herir sensibilidades? ¿Mero descuido? ¿Razonable moderación? ¿Cultivo de una tradición lingüística poco dada a palabras “malsonantes”? Será eso… O no será eso y la posibilidad de abonar un lenguaje cuidado y buscado que evite expresiones ‘fuertes’ no es sino otra forma de transitar, al estilo y forma cultural de sectores influyentes de las clases medias catalanas, por el mismo sendero que fue abonado algunos años atrás por ilustres intelectuales orgánicos del poder. Pondré dos ejemplos.
Juan José Linz Storch fue profesor de ciencia política en la Universidad de Yale. Amplió estudios de joven con la licenciatura en sociología en la Universidad de Columbia de Estados Unidos, donde obtuvo en 1961 una plaza como profesor. Sus trabajos más citados y reconocidos se centran en la teoría de los regímenes totalitarios y autoritarios. Recuérdese que en 1987 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. No era para menos: su distinción entre estados totalitarios y autoritarios fue usada para dulcificar hasta el vómito el régimen franquista que, con él y desde él, fue visto por sectores moderados de la oposición antifranquista como un régimen autoritario, que poco o nada tenía ver con el fascismo ni con el verdadero totalitarismo, categoría que apuntaba siempre a Europa del Este.
La distinción fue retomada años después por Jeane Kirkpatrick, figura clave en la política exterior del presidente Reagan, la embajadora de Estados Unidos ante Naciones Unidas en la década de los ochenta. La señora Kirkpatrick, que tanto ayudó a la formación de la Contra y tanto contribuyó a la destrucción de la Nicaragua sandinista sin tensión en venas ni arterias ni arrugas en su rostro de acero, defendió la distinción de Linz Storch aplicando el término “autoritario” a regímenes como los de Pinochet o la dictadura militar argentina, y reservando la palabra “totalitario” para referirse a todos los países de la órbita del socialismo real, incluyendo desde luego Cuba y Nicaragua. No es necesario recordar qué tipo de régimen merecía la condena más absoluta del Imperio y que dictaduras fascistas, asesinas de ciudadanos rebeldes y de trabajadores organizados, merecían un trato afable y muy cuidadoso, cuando no un apoyo explícito o bajo cuerda.
¿Es necesario entonces que la narración de TV3 sobre el asesinato y los restos de García Lorca usara una expresión con esos antecedentes? No, no es necesario. Pero, sin atisbo de duda, llega mejor a oídos complacientes y disimula, consciente o inconscientemente, la dimensión de un crimen, de unos crímenes, que siguen siendo tan abyectos, y tan imborrables en la memoria de la ciudadanía democrática de todos los pueblos del mundo (Violeta Parra hizo referencia en canción célebre al asesinato del poeta granadino) como cuando fueron cometidos por una pandilla de falangistas fascistas dirigidos por mandarines militares africanistas y anterrepublicanos que ocupan merecidamente, muy merecidamente, un lugar destacado en la historia universal de la infamia.