Patxi López y Alain Rousset, presidentes de la CAV y Aquitania, anunciaban el martes su intención de constituirse formalmente en eurorregión, con sede fija y estructura estable. Lo presentan como un salto en una cooperación que avanza a impulsos muy débiles desde hace 17 años y nunca fue concebida en clave de construcción nacional vasca. Pero ni siquiera la promesa de que servirá para impulsar el TAV borra los recelos de UPN, que siempre vio fantasmas tras esa figura usada con normalidad en 110 zonas europeas, casi siempre por razones económicas o logísticas.
El miércoles, apenas un día después de que Patxi López y Alain Rousset anunciaran sus planes, el presidente aquitano recibió una llamada de Miguel Sanz, el tercer invitado. Según ha explicado el portavoz del Gobierno navarro, Sanz le trasladó que «declina o no considera prioritaria» su inclusión en esa eurorregión a la que la CAV y Aquitania quieren dar sede y estructura fija. UPN vuelve a perder un tren al que se subió de modo forzado en 1992 ‑únicamente por el impulso de Juan Cruz Alli- y del que se bajó en cuanto halló la excusa, en 2000.
Este intento actual incluye dos ingredientes nuevos que aparentemente debían motivar a UPN. El más claro es que la representación de Lakua la ostenta ahora el PSE a través de Patxi López, lo que hizo que el Gobierno navarro escenificara un reencuentro institucional con el acuerdo firmado el pasado 3 de julio (a su manera, eso sí, hasta el punto de que Sanz ha firmado protocolos muy similares con Aragón y La Rioja para representar que no hay una relación privilegiada con los otros territorios vascos). Además, el primer punto a abordar en la plataforma Gasteiz-Burdeos será el impulso a la alta velocidad ferroviaria, un proyecto con cuya evolución el presidente navarro se declara muy preocupado. Pero ni una ni otra razón han bastado para tranquilizar a UPN.
De hecho, fue el propio Sanz quien dio portazo a la fórmula de cooperación trilateral suscrita en 1992. Aquel acuerdo a tres bandas tuvo muy poco desarrollo práctico, y el 24 de enero de 2000 el presidente navarro decidió que había llegado la hora de zanjarlo también en el papel. El argumento empleado fue que Juan José Ibarretxe, lehendakari, no había roto el acuerdo parlamentario con Euskal Herritarrok tras el primer atentado de ETA posterior al alto el fuego de Lizarra-Garazi. «No es entendible que se pueda establecer un protocolo de colaboración con un gobierno, el vasco, que sustenta su acción en un pacto con una coalición que no condena los atentados terroristas», dijo Sanz. En la polémica posterior, el líder de UPN añadió que el acuerdo «le ha costado a la comunidad foral cientos de millones de pesetas y no ha tenido ninguna virtualidad práctica para proyectos de interés común», y alegó que en cualquier caso posteriormente siempre cabrían colaboraciones concretas en materias como las infraestructuras. Sin embargo, no hubo que escarbar mucho para que Miguel Sanz terminara admitiendo el verdadero quid de la cuestión: «Ese protocolo no ha servido más que para transmitir una imagen de unidad muy próxima a los planteamientos nacionalistas de la construcción nacional vasca».
En 1992, Jaime Ignacio del Burgo y Jesús Aizpún ya se habían opuesto al protocolo trilateral afirmando que «transmite una imagen de unidad nacional vasca». Sin embargo, Alli impuso su criterio, más técnico y más pragmático. El entonces presidente navarro tuvo que recordar a sus compañeros de UPN que los temores eran infundados: si bien en Gasteiz ciertamente gobernaba el PNV, en Burdeos lo hacía la derecha jacobina francesa, y en Iruñe,a UPN. La polémica interna, de hecho, no trascendió hasta que Alli la recogió en un libro publicado en 2004.
Sanz no es Matas, ¿Nafarroa es Europa?
UPN is different, está claro. Diferente, por ejemplo, al PP de Mallorca. En 2003, el entonces president de la Generalitat, Pasqual Maragall (PSC), abanderó la idea de una eurorregión que superara la frontera que divide a Catalunya. El proyecto prosperó, y a día de hoy una de las cinco administraciones socias es la de las islas Baleares.
Jaume Matas, entonces presidente balear y dirigente del PP, defendió que el proyecto era beneficioso económicamente para su comunidad y no tenía contraindicación política alguna. Matas invitó incluso a sus homólogos valencianos a incorporarse, aunque el equipo de Francisco Camps lo rechazó por razones similares a las de Miguel Sanz.
A día de hoy, la denominada Eurorregión Pirineos-Meditarráneo agrupa a Catalunya, Baleares, Aragón, Languedoc-Rousillon y Midi-Pyrénées. Uno de los últimos proyectos es un Centro de Investigación e Innovación del Turismo que se ubicará en las Baleares. Mientras, la Comunidad Valenciana sigue sola, como Nafarroa.
Por cierto, Pasqual Maragall se equivocó en el vaticinio que hizo entonces (2004): «La frontera del Bidasoa ha desaparecido y, por tanto, la eurorregión vasca sera imparable. Es algo que hay que comenzar a considerar, incluso como positivo. Eso va a ocurrir, no hace falta ser ni nacionalista ni independentista para predicar algo que une a siete provincias que están cuatro a un lado y tres al otro». En realidad, la cooperación entre CAV y Aquitania nunca ha tenido un componente político, y Maragall olvida, además, que la fotografía resultante mezclaría a Euskal Herria con otros territorios ajenos.
Para constatar esta falta de voluntad basta con ver cómo el pacto entre López y Rousset no contempla al euskara entre sus ámbitos de actuación principales, pese a que la coincidencia idiomática es la que sustenta muchas de las eurorregiones instituidas en Europa. Y no son pocas. En la actualidad se cuentan al menos 109. Su característica principal es que superan las fronteras de los estados para recoger lazos culturales comunes, pero más habitualmente por intereses económicos o logísticos (para aumentar el peso específico de un pequeño territorio en el marco europeo).
Sin ir lejos, estas razones sustentan la Comunidad de Trabajo Galacia-Norte de Portugal o la Algarve-Andalucía. La preponderancia de motivos económicos queda clara en euroregiones tan estrambóticas como la del Canal de la Mancha, que une a zonas limítrofes de Inglaterra, Estado francés y Estado belga. La eurorregión llamada Báltica engloba a Dinamarca, Letonia, Lituana, Polonia, Rusia y Suecia; la Tirol-Trentino, a las zonas partidas por la muga entre Austria e Italia; la Rin-Waal, a áreas limítrofes de Alemania y Holanda; la Eurobalanks, a macedonios y serbios… La casuística es casi interminable.
Ibarretxe ya levantó acta
El desplante de Nafarroa ha sido sonoro. Los intereses de imagen de Patxi López se han enfrentado esta vez con lo de Miguel Sanz. El inquilino de Lakua presentó el acuerdo con Rousset como «un hito», en una clara intención de arrebatar al PNV esta bandera, pero UPN ha priorizado sus complejos.
Y eso que nadie duda de que López y Rousset no llegarán lejos. Ajuria Enea dice que el paso supone «el inicio del proceso para constituirse en eurorregión», pero pospone las concreciones a dentro de seis meses. Por otro lado, su antecesor, Juan José Ibarretxe, ya declaró levantada «el acta fundacional de una eurorregión». Ocurrió en 2004, cuando creó la Plataforma Logística Aquitania-Euskadi junto al número dos del Gobierno de Rousset, Jean-Louis Carrere. Su principal misión era fomentar el tren de alta velocidad. También ahora lo es. López habla de estrechar «los vínculos culturales» mutuos, pero sin ningún contenido concreto.
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