«Dejaba atrás casi once años de trabajo para la Revolución Cubana al lado de Fidel, un hogar feliz, hasta donde puede llamarse hogar la vivienda de un revolucionario consagrado a su tarea, y un montón de hijos que apenas sabían de mi cariño. Se reiniciaba el ciclo».
—Ernesto Che Guevara
La participación de Che en la guerrilla congolesa resulta expresión de una práctica internacionalista consecuente con sus tesis liberadoras tercermundistas; en sus propias palabras, era «parte de una idea de lucha que estaba totalmente organizada en mi cerebro». Es, pues, nueva afirmación —ya en madurez de esa confluencia entre pensamiento y acción, que se articulan de manera creciente a lo largo de su vida, hasta la gesta boliviana, conformando y dándole esa particular fuerza y sentido a su ejemplo.
Se entrelazan, en estas páginas, la descripción de los hechos vinculados a esta experiencia local con los análisis desde una perspectiva mundial: reflexiones sobre la dominación imperialista y la liberación de los pueblos, las cuales resultan continuidad de un pensamiento que comprende desde sus discursos en Ginebra, Naciones Unidas y Argelia hasta su Mensaje a la Tricontinental, un ideario actuante que tiene como bandera «la causa sagrada de la redención de la humanidad».
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PRÓLOGO
Siempre me han dicho que hay que comenzar un día, pero no me advirtieron que podía ser tan difícil. Este libro fue escrito por un hombre que admiro mucho y respeto desde que tengo conciencia; desgraciadamente ha muerto y por tanto no podrá darme su opinión sobre lo que yo escriba; y lo peor para nosotros es que no pueda explicarles a ustedes lo que quiso decir en ese momento, y si hoy, más de treinta años después de aquellos hechos, agregaría alguna nota aclaratoria, tampoco lo sabemos. Por eso digo que esta tarea es sumamente difícil. Publicar Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo, documento inédito, conservado en su archivo personal, que contiene además la corrección de estilo, la incorporación de observaciones y la eliminación de algunas notas, es un gran compromiso con la historia, pues se sabe que anteriormente se han divulgado otras versiones, las que se corresponden con las primeras transcripciones redactadas por el Che. Si bien autoriza a los editores a realizar los cambios que consideren necesarios, nosotros hemos respetado íntegramente el texto que escribió, pues lo hace después de terminada su misión en el Congo y sometiendo sus notas de la contienda a un análisis crítico y profundo, lo que hace posible «extraer experiencias que sirvan para otros movimientos revolucionarios».
En la «Advertencia preliminar» comienza diciendo: «Esta es la historia de un fracaso». Aunque no estoy de acuerdo, entiendo su estado de ánimo, y es cierto que puede considerarse una derrota, pero personalmente pienso que fue una epopeya. Los que han vivido algún tiempo en ese continente comprenderán sin duda lo que digo; la degradación a que fue sometida desde hace siglos por los llamados colonizadores europeos todavía deja sentir sus efectos dentro de la población africana, la imposición de una cultura diferente, de otras religiones, la paralización del desarrollo normal de una civilización y la explotación de las riquezas naturales, incluyendo la utilización de la fortaleza física de estos hombres como esclavos, arrancados de su hábitat, maltratados, sometidos a humillaciones; deja huellas profundas en estos seres humanos. Si analizamos que todo esto es provocado por otros hombres que todavía hoy se sienten en el derecho de hacerlo y que nosotros de una u otra forma lo permitimos, podemos comenzar a entender cómo reaccionan ante algunos hechos.
De todas formas, muchos se preguntarán por qué el Che Guevara participó en este proceso revolucionario, qué lo motivó para tratar de ayudar a este movimiento. Él mismo nos da la respuesta cuando afirma: «Porque, en cuanto al imperialismo yanqui, no vale solamente el estar decidido a la defensa; es necesario atacarlo en sus bases de sustentación, en los territorios coloniales y neocoloniales que sirven de basamento a su dominio del mundo».
Desde siempre el Che expresa su deseo de continuar la lucha en otras tierras del mundo; como médico de profesión y guerrillero de acción, sabía de las limitaciones que la vida impone al hombre y de los sacrificios que demanda de este una actividad tan difícil como la guerra de guerrillas, por lo que es entendible la ansiedad que sentía por hacer realidad sus sueños en las mejores condiciones físicas posibles. Sabemos de su arraigado sentido de la responsabilidad y de su madurez política y el compromiso contraído con muchos compañeros que confiaban en él para continuar la lucha.
Realiza un viaje previo por el continente africano, donde tiene la oportunidad de conocer a algunos de los dirigentes de los movimientos revolucionarios activos en esos momentos, y conoce sus dificultades y preocupaciones. En todo momento mantiene contacto con Fidel Castro, quien en una carta inédita, fechada en diciembre de 1964, le comunica sobre las gestiones que mientras tanto se van realizando desde Cuba:
Che:
Sergio [del Valle] acaba de reunirse conmigo y me informó pormenorizadamente cómo marcha todo. Al parecer no hay dificultad alguna para llevar a cabo el programa. Verbalmente Diocles [Torralba] te dará la información pormenorizada. (…)
La decisión final sobre la fórmula la adoptaremos a tu regreso. Para poder escoger entre las alternativas posibles es necesario conocer las opiniones de nuestro amigo [Ahmed Ben Bella]. Trata de mantenernos informados por vía segura.
De ninguna forma puede olvidarse que en esta batalla, junto al Che, participó un grupo de cubanos con la convicción de que: «Nuestro país, solitario bastión socialista a las puertas del imperialismo yanqui, manda sus soldados a pelear y morir en tierra extranjera, en un continente lejano, y asume la plena y pública responsabilidad de sus actos; en este desafío, en esta clara toma de posición frente al gran problema de nuestra época, que es la lucha sin cuartel contra el imperialismo yanqui, está la significación heroica de nuestra participación en la lucha del Congo».
El Che, junto al grupo de hombres que dirige, pretende fortalecer lo más posible el movimiento de liberación del Congo, lograr un frente único, decantar a los mejores y a los que estén dispuestos a continuar la lucha por la liberación definitiva de África. Trae consigo la experiencia obtenida en Cuba y la pone al servicio de la nueva revolución.
La cruda realidad del Congo, su atraso, la falta de desarrollo político ideológico de la gente y contra lo cual había que luchar con firmeza y decisión, golpea al Che. No faltaron momentos de desalientos y de incomprensiones, pero ante esas adversidades se eleva como una visión profética la enorme confianza y el amor que él sentía por los hombres que deciden crear para sus pueblos posibilidades de desarrollo y mayor dignidad.
En África la historia se ha encargado de hacer realidad esas premoniciones durante más de treinta años, cuando a una conciencia revolucionaria se le ha incorporado una cultura de guerra ascendente, hasta lograr triunfos supremos como los de Cuito Cuanavale, Etiopía, Namibia, entre otros, contribuyendo a la soberanía e independencia del continente.
Ya cuando el Che se encontraba en plena actividad combativa en tierra congolesa, la Revolución cubana, que había preservado el mayor tiempo posible la absoluta discreción sobre la actividad internacionalista que él realizaba —soportando con firmeza durante muchos meses un diluvio de calumnias — , decide, al constituirse el Primer Comité Central del Partido, hacer pública su carta de despedida, pues ya era imposible dejar de explicar al pueblo cubano y al mundo la ausencia de quien fuera uno de los más sólidos y legendarios héroes de la Revolución.
En sus notas, el Che llega a la conclusión de que el conocimiento de esta misiva provoca un distanciamiento con los combatientes cubanos: «Había ciertas cosas comunes que ya no teníamos, ciertos anhelos comunes a los cuales tácita o explícitamente había renunciado y que son los más sagrados para cada hombre individualmente: su familia, su tierra, su medio». Si es esta la sensación que tiene en esos momentos, podrán imaginar cuán difícil fue para el compañero Fidel lograr que regresara a Cuba. En varias ocasiones le escribe y trata de convencerlo, lo logra con argumentos sólidos. En junio de 1966, en carta inédita, le escribe:
Querido Ramón:
Los acontecimientos han ido delante de mis proyectos de carta. Me había leído íntegro el proyecto de libro sobre tu experiencia en el C. [Congo] y también, de nuevo, el manual sobre guerrillas, al objeto de poder hacer un análisis lo mejor posible sobre estos temas, sobre todo, teniendo en cuenta el interés práctico con relación a los planes en la tierra de Carlitos [Carlos Gardel]. Aunque de inmediato no tiene objeto que te hable de esos temas, me limito por el momento a decirte que encontré sumamente interesante el trabajo sobre el C. y creo que vale realmente la pena el esfuerzo que hiciste para dejar constancia escrita de todo. (…)
Sobre tu situación
Acabo de leer tu carta a Bracero [Osmany Cienfuegos] y de hablar extensamente con la Doctora [Aleida March]. En los días en que aquí parecía inminente una agresión yo sugerí a varios compañeros la idea de proponerte que vinieras; idea que realmente resultó estar en la mente de todos. El Gallego [Manuel Piñeiro] se encargó de sondear tu opinión. Por la carta a Bracero veo que tú estabas pensando exactamente igual. Pero en estos precisos instantes ya no podemos hacer planes en ese supuesto, porque, como te explicaba, nuestra impresión ahora es que de momento no va a ocurrir nada.
Sin embargo, me parece que, dada la delicada e inquietante situación en que te encuentras ahí, debes, de todas formas, considerar la conveniencia de darte un salto hasta aquí.
Tengo muy en cuenta que tú eres particularmente renuente a considerar cualquier alternativa que incluso poner por ahora un pie en Cuba, como no sea en el muy excepcional caso mencionado arriba. Eso, sin embargo, analizado fría y objetivamente, obstaculiza tus propósitos; algo peor, los pone en riesgo. A mí me cuesta trabajo resignarme a la idea de que eso sea correcto e incluso de que pueda justificarse desde un punto de vista revolucionario. Tu estancia en el llamado punto intermedio aumenta los riesgos; dificulta extraordinariamente las tareas prácticas a realizar; lejos de acelerar, retrasa la realización de los planes y te somete, además, a una espera innecesariamente angustiosa, incierta, impaciente.
Y todo eso, ¿por qué y para qué? No media ninguna cuestión de principios, de honor o de moral revolucionaria que te impida hacer un uso eficaz y cabal de las facilidades con que realmente puedes contar para cumplir tus objetivos. Hacer uso de las ventajas que objetivamente significan poder entrar y salir de aquí, coordinar, planear, seleccionar y entrenar cuadros y hacer desde aquí todo lo que con tanto trabajo solo deficientemente puedes realizar desde ahí u otro punto similar, no significa ningún fraude, ninguna mentira, ningún engaño al pueblo cubano o al mundo. Ni hoy, ni mañana, ni nunca nadie podría considerarlo una falta, y menos que nadie tú ante tu propia conciencia. Lo que sí sería una falta grave, imperdonable, es hacer las cosas mal pudiéndolas hacer bien. Tener un fracaso cuando existen todas las posibilidades del éxito.
No insinúo ni remotamente un abandono o posposición de los planes ni me dejo llevar de consideraciones pesimistas ante las dificultades surgidas. Muy al contrario, porque creo que las dificultades pueden ser superadas y que contamos más que nunca con la experiencia, la convicción y los medios para llevar a cabo los planes con éxito, es por lo que sostengo que debemos hacer el uso más racional y óptimo de los conocimientos; los recursos y las facilidades que se cuenta. ¿Es que realmente desde que se engendró la ya vieja idea tuya de proseguir la acción en el otro escenario, has podido alguna vez disponer de tiempo para dedicarte por entero a la cuestión para concebir, organizar y ejecutar los planes hasta donde ello sea posible? (…)
Es una enorme ventaja en este caso que tú puedes utilizar esto, disponer de casas, fincas aisladas, montañas, cayos solitarios y todo cuanto sea absolutamente necesario para organizar y dirigir personalmente los planes, dedicando a ello ciento por ciento tu tiempo, auxiliándote de cuantas personas sean necesarias, sin que tu ubicación la conozcan más que un reducidísimo número de personas. Tú sabes absolutamente bien que puedes contar con estas facilidades, que no existe la más remota posibilidad de que por razones de estado o de política vayas a encontrar dificultades o interferencias. Lo más difícil de todo, que fue la desconexión oficial, ha sido logrado, y no sin tener que pagar un determinado precio de calumnias, intrigas, etcétera. ¿Es justo que no saquemos todo el provecho posible de ello? ¿Pudo contar ningún revolucionario con tan ideales condiciones para cumplir su misión histórica en una hora en que esa misión cobra singular relevancia para la humanidad, cuando se entabla la más decisiva y crucial lucha por el triunfo de los pueblos? (…)
(…) ¿Por qué no hacer las cosas bien hechas si tenemos todas las posibilidades para ello? ¿Por qué no nos tomamos el mínimo de tiempo necesario aunque se trabaje con la mayor rapidez? ¿Es que acaso Marx, Engels, Lenin, Bolívar, Martí no tuvieron que someterse a esperas que en ocasiones duraron décadas?
Y en aquellas épocas no existían ni el avión ni el radio ni los demás medios que hoy acortan las distancias y aumentan el rendimiento de cada hora de la vida de un hombre. Nosotros en Méjico, tuvimos que invertir 18 meses antes de regresar aquí. Yo no te planteo una espera de décadas ni de años siquiera, solo de meses, puesto que yo creo que en cuestión de meses, trabajando en la forma que te sugiero, puedes ponerte en marcha en condiciones extraordinariamente más favorables de las que estamos tratando de lograr ahora.
Sé que cumples los treinta y ocho el día 14. ¿Piensas acaso que a esa edad un hombre empieza a ser viejo?
Espero no te produzcan fastidio y preocupación estas líneas. Sé que si las analizas serenamente me darás la razón con la honestidad que te caracteriza. Pero aunque tomes otra decisión absolutamente distinta, no me sentiré por eso defraudado. Te las escribo con entrañable afecto y la más profunda y sincera admiración a tu lúcida y noble inteligencia, tu intachable conducta y tu inquebrantable carácter de revolucionario íntegro, y el hecho de que puedas ver las cosas de otra forma no variará un ápice esos sentimientos ni entibiará lo más mínimo nuestra cooperación.
Ese mismo año el Che regresa a Cuba.
Al cumplirse el primer aniversario del triunfo de la Revolución del Congo, participé en las celebraciones, tuve la posibilidad de conversar con algunos de los compañeros que combatieron junto a él y aproveché la oportunidad para comentarles la publicación de este libro; me preocupaban sus opiniones, pues el Che es crítico, directo, y pretendía que este documento permitiera analizar los errores cometidos para no volver a incurrir en ellos; hace señalamientos específicos a varios dirigentes entre los que destaca el líder congoleño Laurent Kabila, quien hoy es el dirigente máximo de su pueblo.
El contacto con estos hombres me permitió comprobar que recuerdan con respeto y cariño al Che Guevara; la mayoría de ellos eran muy jóvenes en esa época, pero según sus propias palabras no pueden olvidar la imagen de sencillez y modestia que les transmitió el Che al brindarles respeto y ponerse bajo su mando, por lo que están conscientes que las recomendaciones hechas por él siempre serán útiles para la gran tarea que tienen por delante, la de unificar el país y lograr que por primera vez en muchos años sea el pueblo congolés el que disfrute de sus propias riquezas.
Los hombres no mueren cuando son capaces de guiar con su vida y su ejemplo a muchos otros, y estos logran continuar la obra.
NOTA EDITORIAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS CHE GUEVARA
En una carta a su madre —escrita desde México, en octubre de 1956 — , el joven Ernesto Guevara declaraba cómo había decidido «cumplir primero las funciones principales, arremeter contra el orden de cosas, con la adarga al brazo, todo fantasía, y después, si los molinos no me rompieron el coco [la cabeza], escribir.»
Estas líneas, anuncian la consumación definitiva de un cambio en relación con el tiempo anterior, y dan cuenta de un camino de vida en el cual se integran armónicamente la acción y la reflexión, la comprensión y la transformación del mundo.
Che, el revolucionario, no es solo actor, sino también testimoniante de los hechos. El valor de ese testimonio, radica tanto en la importancia de los acontecimientos vividos, como en la lectura analítica de los mismos, que se presenta con el propósito de ofrecer una sistematización con sentido teórico de la práctica, en tanto ejemplo y antecedente —que no receta estricta ni modelo dogmático a seguir— para las nuevas experiencias de liberación.
El primer texto que enlaza de manera directa con aquella declaración, es su conocido Pasajes de la guerra revolucionaria, compendio de una serie de artículos escritos a partir de su vivencia de los dos años de lucha guerrillera en Cuba, publicados originalmente en la revista Verde Olivo.
Una diferencia entre los pasajes de la vivencia guerrillera cubana, y estos otros, escritos a partir de la experiencia congolesa, radica en la posición desde la cual se escribe: en aquellos, desde la victoria; aquí, sin haberla alcanzado.
Sin embargo, precisamente tal distinción, revela una coherencia: aquel compromiso inexcusable con la verdad estricta, considerado por Che característica primera y fundamental de quien escribe la historia, en el prólogo de las crónicas de la guerra cubana. Y además, manifiesta esa condición que debe acompañar al revolucionario, de hacer un análisis con sentido educativo no solo de los triunfos, sino de todas sus acciones.
Hay también, en estas páginas, un análisis más agudo en comparación con sus pasajes cubanos, en correspondencia con la madurez de pensamiento que ha alcanzado el cronista. La narración aquí resulta más crítica —y autocrítica, como siempre fue característico en Che— de los hechos, sin que ello suponga, en ningún momento, pesimismo alguno en relación con el desenlace concluyente de los acontecimientos a favor de la libertad y la justicia.
Esta segunda edición íntegra de los Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo, llega casi una década después que se publicara el texto por primera vez, en 1998 —muchos años después de haber sido escritos, como el propio Che previera. En esta oportunidad, se ha realizado una detenida revisión —a partir de la última versión del original corregido por Che— de los nombres tanto de los combatientes como de los lugares geográficos de la región que sirviera de escenario a lo narrado aquí.
En ambos casos, se han cotejado todas las fuentes disponibles —incluido, cuando ello ha sido posible, un diccionario de swahili. Lo que se presenta, tal como se explica en las notas respectivas, es el resultado final de tal labor, en la cual resultó de inestimable valor el apoyo de dos de los participantes en la gesta: el médico y comandante Oscar Fernández Mell, así como el compañero Marcos A. Herrera Garrido. Deseamos dejar constancia, por ello, de nuestra gratitud por el tiempo que dedicaran a tal propósito.
Se han agregado además, como parte de ese mismo objetivo de lograr una mejor comprensión del texto, un conjunto de notas aclaratorias en relación con determinados hechos, circunstancias, planteamientos o personalidades mencionadas. A diferencia de las realizadas por el propio Che en el original —las cuales aparecen al pie de cada página e indicadas por asteriscos — , estas notas editoriales, han sido numeradas y ubicadas al final del texto.
Asimismo, se incluyen un mapa de la región —imprescindible para lograr una mejor ubicación y conocimiento del lector — , así como facsimilares que coadyuvan en la sustentación de varias notas editoriales. Como anexo, se presentan un listado general de los nombres verdaderos y en swahili de los combatientes cubanos que participaron en esta misión.
La participación de Che en la guerrilla congolesa, resulta —como él mismo lo definiera— el reinicio del ciclo revolucionario y expresión de una práctica internacionalista consecuente con sus tesis liberadoras tercermundistas; en sus propias palabras, era «parte de una idea de lucha que estaba totalmente organizada en mi cerebro.» Es, pues, nueva afirmación —ya en madurez— de esa confluencia entre pensamiento y acción, que se articulan de manera creciente a lo largo de su vida, hasta la gesta boliviana, conformando y dándole esa particular fuerza y sentido a su ejemplo.
Se entrelazan, en estas páginas, la descripción de los hechos vinculados a esta experiencia local, con los análisis desde una perspectiva mundial. Reflexiones sobre la dominación imperialista y la liberación de los pueblos, las cuales resultan continuidad de un pensamiento que comprende desde sus discursos en Ginebra, Naciones Unidas y Argelia, hasta su Mensaje a la Tricontinental; un ideario actuante que tiene como bandera «la causa sagrada de la redención de la humanidad.»
ÍNDICE
Nota editorial
Mapa del recorrido de Che
Prólogo a la primera edición
Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo
Aclaración de algunos términos
Advertencia preliminar
Primer acto
Segundo acto
Primeras impresiones
Primer mes
Muere una esperanza
Una derrota
La estrella fugaz
Vientos del Oeste y brisas del Este
Rompiendo amarras
Sembrando al voleo
Intentando “el seguimiento”
El enfermo se agrava
Tomando el pulso
El principio del fin
Lucha contra el tiempo
Fugas varias
Desastre
La vorágine
Puñaladas traperas
El frente oriental entra en coma
El desplome
Epílogo
Anexo
Listado general de combatientes cubanos en el Congo
Notas
Este libro forma parte del Proyecto Editorial Che Guevara, a través del cual, las editoriales Ocean Press y Ocean Sur y el Centro de Estudios Che Guevara, divulgan la obra del Che.