Socialmente en decadencia, políticamente vaciado de pensamiento estratégico, económicamente agotado y en crisis, el sistema capitalista (léase el «mundo único») continúa pateando sus conflictos para adelante en total control de los procesos mundiales y sin un enemigo estratégico que le ponga piedras en el camino.
Por Manuel Freytas (*)
manuelfreytas@iarnoticias.com
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Ese es el punto inicial para comprender porqué la profunda crisis que hoy afecta a la economía global capitalista (que ya tocó el estadio social con la desocupación) viene siendo «manejada» desde los bancos centrales y los grandes centros de decisión de EEUU y las metrópolis imperiales de Europa.
La receta: Inyectar enormes masas de dinero público (billonarios fondos estatales) para rescatar de la quiebra al sistema capitalista privado (dueño del Estado) y recrear nuevas «burbujas» (negocios en la crisis) mediante emisiones de endeudamiento público que ponen a funcionar a full la maquinaria de especulación financiera en los mercados internacionales (la tajada mayor de rentabilidad del capitalismo transnacionalizado).
La contradicción: Si bien los «rescates estatales» reactivaron la capitalización y las ganancias de los grandes bancos y empresas (los pulpos del capitalismo trasnacional) cotizantes en Wall Street y en los centros financieros mundiales, se mostraron impotentes para recuperar las dos piedras fundamentales de la economía real capitalista: El consumo y el empleo.
El resumen: El sistema (los centros de decisión imperial) recuperó la dinámica rentable de la «economía de papel» (el modelo financiero que estalló con la crisis subprime), pero los subsidios y rescates estatales (así lo demuestran claramente EEUU y la UE, las dos economías centrales) no pudieron restablecer el funcionamiento pleno de la «economía real» que ha transitado (desde el año pasado) de la crisis financiera, la crisis recesiva a la crisis social, cuyo primer estadio se verifica con el desempleo y la suba de las estadísticas de la pobreza y el hambre (que hoy ya se registran claramente en EEUU y las potencias europeas).
El dictamen (de los expertos y organismos del sistema como Krugman, Stiglitz, FMI, BCE, G‑7, etc): Si los bancos centrales y la Reserva Federal levantan los subsidios estatales no solamente se puede desplomar el crecimiento récord de los mercados bursátiles (bolsas), sino que también se puede revertir el «crecimiento débil» que los gobiernos esgrimen para fundamentar que la economía global está «saliendo de la recesión».
El dilema: A) Si los bancos terminan con los «rescates estatales» (la piedra basal de la nueva «burbuja») se corre el riesgo (casi seguro) de una recaída de la crisis financiera con un impacto negativo en el proceso de recuperación de la economía real. B) Si, por el contrario, continúan con el drenaje de fondos públicos para salvar al capitalismo privado, se corre el riesgo (casi seguro) del estallido de una crisis de endeudamiento de los gobiernos (tanto centrales como emergentes y subdesarrollados) que puede convertir a los bonos públicos en sucedáneos de las hipotecas subprime y de los bonos «tóxicos» (que encendieron la mecha de la crisis).
Dicho de otra manera: La crisis financiera-recesiva (con epicentro USA-UE) hundió a las empresas y bancos capitalistas privados, pero un potencial colapso con el endeudamiento público (insolvencia de pago) puede hundir a los Estados capitalistas en una quiebra generalizada a nivel planetario.
Ambas alternativas (sostener o levantar los «estímulos» estatales): Potencian la posibilidad de un rebrote de la crisis financiera (por endeudamiento estatal sin respaldo), una recaída de la crisis recesiva, (por impacto desacelerador en el consumo y en la producción) y una profundización de la crisis social (por impacto de una mayor desocupación y baja del consumo).
El emergente: Huelgas y conflictos sociales (con epicentro exportado desde las potencias centrales) estallando por los cuatro puntos cardinales del planeta y poniendo en riesgo la «gobernabilidad» del sistema capitalista, no ya por medio de una crisis controlable por medios políticos y económicos, sino por medio de una crisis solamente controlable por la represión militar. O sea, la antesala del Apocalipsis social.
La receta intermedia: Una «tercera opción» que distienda la crisis social y prolongue el desenlace, la propuesta de cobrar impuesto a la «renta financiera» (por la que el Estado haga pagar la «burbuja» y la reactivación de la economía real al capitalismo privado) es un mito que ya fue prácticamente cajoneado y desestimado en la última cumbre del G‑20. ¿Cómo puede pensarse que el capitalismo se va a boicotear a sí mismo cobrando impuesto a la especulación financiera, su principal tasa de rentabilidad?.
En síntesis: Fuera de la discusión de mantener o levantar los estímulos estatales (pagados por el conjunto de la sociedad) en los grandes centros del poder imperial no se barajan otras alternativas para manejar y controlar la crisis que avanza aceleradamente hacia lo social.
En el tablero estratégico: Es como jugar a la ruleta rusa con tres balas en el tambor. La combinación del cóctel guerra (intercapitalista) energética ‑crisis económica-crisis social va hacia un desenlace inevitable que el sistema ‑sin enemigo estratégico- pudo hasta ahora retrasar y patear para adelante.
¿Se suicida esta vez el capitalismo?
Apueste y pierda.