Nadie duda que el control y la manipulación de los medios sea uno de los recursos más importantes de que se sirve el poder real de los Estados Unidos para imponer su hegemonía y dominación.
Con una portentosa maquinaria en manos de menos de una decena de mega corporaciones que literalmente poseen y controlan los grandes medios de información que le sirven para influir en las mentes y las acciones de las personas a nombre de la libertad de prensa y de conciencia, la propaganda imperial presume de ser portadora de la verdadera y única objetividad periodística.
En un interesante artículo publicado por el periodista y escritor estadounidense Glenn Greenwald en el sitio Salon.com, con titulo “The NYT´s View of Journalistic Objectivity” (Cómo ve el New York Times la objetividad periodística), se aprecia cuanto fariseísmo hay en tal aserto, a la luz del caso de Sami al-Hajj, camarógrafo de la cadena televisiva Al Jazeera apresado a fines del 2001 por las fuerzas ocupantes en Irak, torturado en Bagram y enviado a Guantánamo donde permaneció siete años hasta ser excarcelado en 2008, cual si nada hubiera ocurrido.
En el centro de torturas que Estados Unidos opera en la base militar que ilegalmente mantiene hace más de cien años en territorio cubano, el gobierno de Estados Unidos tuvo prisionero a Sami al-Hajj, sin jamás formular cargos en su contra, y le sometió a extensos e intensos interrogatorios que nada tenían que ver con actividades terroristas o algo parecido ya que solo parecía ser de interés para sus captores obtener información acerca del modus operandi de la cadena televisiva Al Jazeera.
Lo insólito de este apresamiento por siete años, seguido por una excarcelación sin cargos, es que ello fue prácticamente ignorado por los medios de Estados Unidos, tan obsesionados y críticos de cualquier arresto, por breve que sea, de un periodista en Corea del Norte o Irán.
Greenwald se refiere a un artículo reciente del New York Times, firmado por el reportero de ese periódico Brian Stelter, en el que se brindan detalles sobre el apresamiento de al-Hajj, de cómo fue torturado y los traumas físicos y psicológicos que le ocasionaron sus captores. Apunta en él algunos aspectos verdaderamente reveladores
Señala que, luego de los ataques del 11 de septiembre, nada ha dañado tanto la percepción de Estados Unidos entre los televidentes de Al Jazeera en el mundo árabe como la serie en seis partes realizada por Sani al-Hajj, “no siempre con objetividad periodística acerca del trato recibido en la prisión de Guantánamo”, tras su excarcelación.
Critica el NYT que, en una entrevista concedida por el Editor en Jefe de Al Jazeera, éste se refiriera a Sani al-Hajj y otros detenidos como “algunas de la víctimas de las atrocidades cometidas por la ex-administración de Estados Unidos contra los derechos humanos.”
Es increíble –escribe Greenwald- que el NYT considere que la calificación de la conducta del gobierno de Bush por el dirigente de Al Jazeera, en lo que concierne a al-Hajj y a otros detenidos, se aparta de los preceptos de la “objetividad periodística”. Y pregunta: ¿cómo pueden ser definidas de otra forma la detención ilegal, la tortura brutal, la muerte de numerosos prisioneros, las acciones contra medios de prensa hostiles y la renuncia explícita a las convenciones de Ginebra? Violar la “objetividad periodística” no deriva de calificar a esta conducta como lo que es, sino de negarlo usando eufemismos como hace el NYT .
Greenwald aporta datos que demuestran cuan reiteradamente el NYT ha denunciado “atrocidades contra los derechos humanos” en otros países. Somalia, Haití, Kosovo, Perú, Bosnia, Serbia y Sri Lanka han sido blancos de estas acusaciones en las páginas del NYT y, sin embargo, ahora ese diario afirma que hacerlo respecto a Estados Unidos es faltar a la objetividad periodística.
El periódico que acusa a Al Jazeera de faltar a la “objetividad periodística”, prohíbe explícitamente el uso en sus páginas de la palabra “tortura” al referirse a acciones estadounidenses. Cuando se usa el término “técnicas de interrogatorio perfeccionadas” en lugar de “torturas”, como hace el NYT, se violan los derechos humanos porque se cambia la percepción de la realidad, apunta Greenwald.
Opina el periodista que las prácticas del NYT, por diseño o por efecto, crean la falsa impresión de que la tortura y los abusos de los derechos humanos son imputables a otros gobiernos, pero nunca al gobierno estadounidense. ¿Quién en verdad falta a la objetividad?
El autor cita a un portavoz del Pentágono que dijo, acerca del caso, que los periodistas no son blancos de sus fuerzas armadas, pero no hay categoría especial alguna que les brinde inmunidad “si son capturados en actividades sospechosas de estar relacionadas con el terrorismo”.
Según el articulista, los norteamericanos creen que la diferencia entre su percepción y la de los musulmanes reside en que ellos son racionales, informados, libres y avanzados, en tanto los musulmanes y árabes son irracionales, primitivos, conspiradores y desinformados. Sin embargo, el caso de al-Hajj muestra que lo cierto es lo contrario. La captura del periodista musulmán por Estados Unidos fue ampliamente divulgada en el mundo musulmán, mientras que los norteamericanos han estado ignorantes del asunto durante siete años.
Greenwald recuerda que el apresamiento de una periodista de Estados Unidos en Irán durante tres meses fue mencionado más de dos mil doscientas veces en el NYT, cuando el caso de al-Hajj solo mereció una breve referencia a una nota de Al Jazeera en más de 6 años.
Extraño concepto de la objetividad periodística el adoptado por el NYT”, dice Greenwald. Enero de 2010.