Desde hace años, los medios informativos del Reino borbónico ensalzan los logros del deporte español.”Somos los mejores”, es la consigna. Al parecer, pocos superan a España en fútbol, atletismo ciclismo, baloncesto, balonmano y, si hace falta, incluso al dominó. Si un país denuncia que en España el dopaje es habitual, responderán que se trata de envidia, o echarán mano de la socorrida “leyenda negra”. Eso es lo que venden a un pueblo ensoberbecido por el engaño, que vive apasionadamente… los embustes. A pesar de que existen deportistas honestos en todos los lugares, el dopaje es inherente a un mundo que dejó de ser deportivo‑, salvo honrosas excepciones- para convertirse en otra cosa, y España no iba a ser la excepción.
El ex ciclista Jesús Manzano, ha declarado ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo, en Lausana (Suiza), que en el equipo ciclista al que perteneció, todos se dopaban, porque, o se prestaban a ello, o eran expulsados. Al respecto, apuntó que “era un sistema de dopaje generalizado, organizado (…) en Italia, tuvieron que sacrificar a Iván Basso, en Alemania, a Jan Ullrich, pero nosotros somos un país de charanga”. Manzano ha metido el dedo en la llaga prohibida. El artífice de la maraña fue el doctor Eufemiano Fuentes. Por su centro madrileño (nada secreto) pasaron ‑según el periódico italiano Il Jornalee- futbolistas, tenistas, atletas, y ciclistas. Es difícil no comparar la musculatura del Nadal que lo ganaba todo, con el actual que perdió dos tallas y el número uno.
Al hilo de la cuestión, leí varios comentarios de lectores en el portal digital 20minutos, la mayoría negativos. Expresiones como “muerto de hambre”, “chivato” o “animal maltrecho” eran dirigidas contra el ex ciclista. Curioso: descubren que son objeto de una burla continuada y, sin embargo, se aferran a ella. Esas personas deben ser las mismas que, enajenadas, aplauden la represión generalizada, ignorando que también son, o serán, sus víctimas. Jesús Manzano, ha tenido el valor de denunciar las miserias de lo que llaman deporte, dejando en evidencia a los medios que cantan las excelencias del “milagro deportivo” español, conocedores, en muchos casos, de lo que hay detrás de aquel, una táctica útil para evadir mentes y ocultar la auténtica dimensión del desastre económico que padece el país. Para contar mentiras, sí que son los mejores.