El próximo domingo Chile decidirá, en segunda vuelta, la Presidencia de la República entre Sebastián Piñera y Eduardo Frei. El tema, siendo chileno, moviliza fuerzas y recursos internacionales, implica hondo simbolismo y plantea serios asuntos políticos.
Piñera es un multimillonario. Dueño de LAN –la reina de los aires del Perú– y grandes negocios, está entre los tres chilenos más ricos. Es un conocido pinochetista y simboliza la restauración del bloque en el poder que reprimió al pueblo chileno y saqueó sus recursos durante la dictadura. Concentró capital y propiedades como nunca, junto a las transnacionales, impuso las AFP y se sostuvo –durante largo periodo– en un régimen de terror de Estado encabezado por Pinochet.
Este último no fue desalojado del poder. Impuso una transición en la que siguió de Comandante en Jefe de las FFAA, dejó una Constitución candado de su modelo neoliberal, impuso un sistema electoral binominal que marginó a la izquierda comprometida con el cambio, y designó una parte del Senado directamente, para garantizarse impunidad. Luego, se le abrieron procesos por delitos de lesa humanidad y por corrupción (torturas, asesinatos y compra de armas), pero murió de viejo y sin prisión, aunque algunos de sus lugartenientes fueran procesados y condenados.
Piñera es uno de sus herederos. Él compró cuando, bajo Fujimori, Pinochet llamó a los empresarios chilenos a “comprar el Perú, que está barato”, asegurándoles que las FFAA serían su principal seguro de inversión. De allí una de las razones del militarismo chileno aliado al gran capital y, hoy, del expreso apoyo del Gral. Juan Cheyre, ex Cdte. en Jefe del Ejército, a su candidatura.
Piñera promovió las AFP con Boloña (y lo asoció), tiene “LAN ¿Perú?” y varios negocios más. Es uno de los dueños del Perú, como de alguno de “nuestros” prestigiosos intelectuales: Mario Vargas Llosa (y J. Edwards, el chileno).
MVLl, retirado de la política tras su desastre del 90, encabeza la internacional pinochetista en Santiago, con el rechazo de migrantes peruanos. Defiende el fracasado neoliberalismo que concentró la riqueza en pocas manos, abrió enormes brechas sociales y entregó a manos extranjeras los principales recursos naturales y las rentas que generan. Lo apoyan los recursos de Aznar de España, de Uribe de Colombia, el lobby anticubano de Miami, la derecha argentina de Mauricio Macri, es decir, los que están contra la integración por el cambio en AL.
Piñera tuvo 44% de los votos en primera vuelta. Expresa la fuerza que mantiene el pinochetismo, pero también el agotamiento de los gobiernos de la Concertación (alianza de la DC, el PPD y el PS) que se dedicaron a “humanizar” o maquillar el neoliberalismo y lanzaron una candidatura desgastada y expresión de la ausencia de renovación: la de Eduardo Frei, ya ex presidente. Ello generó más descontento y obtuvo apenas 30% de votos.
Surgió un outsider juvenil, Marco Enríquez-Ominami que llegó a un 20% con un mensaje de renovación, pero ambiguo. Y resurgió la izquierda, tras la candidatura de Jorge Arrate, ex PS, que con 6.2% de votos colocó tres diputados comunistas, por primera vez, desde el golpe pinochetista de los 70.
Arrate, colocando condiciones respecto a eliminar el sistema electoral restrictivo a la renovación y la pluralidad y demandándole recuperar soberanía sobre los recursos naturales, ha comprometido el voto por Frei. Enríquez-Ominami ha dicho que no votará por Piñera, pero no se ha plegado a Frei.
Piñera (hoy con 46% de intención de voto, frente a 41% de Frei) sería una restitución del pinochetismo manchado de sangre y corrupción, y acentuaría la prepotencia con el Perú y el expansionismo militarista vinculado al gran capital. ¡Qué pena ver a MVLl tan carente de identidad con el Perú, de brújula, y tan opuesto a la integración latinoamericana! ¡En un momento clave para esta A. Latina que cambia, los chilenos ¿votarán por Chile y AL o por Vargas Llosa y la internacional pinochetista?
La República, 11 de enero de 2010