La lar­ga ago­nía del impe­ria­lis­mo por Teo­do­ro Santana

La sus­ti­tu­ción del feu­da­lis­mo por el capi­ta­lis­mo fue un lar­go pro­ce­so his­tó­ri­co, lleno de avan­ces y retro­ce­sos, de revo­lu­cio­nes y con­tra­rre­vo­lu­cio­nes, en una pro­lon­ga­da bata­lla de siglos. Al fin y al cabo, todo nue­vo sis­te­ma social nace entre los dolo­res de un crí­ti­co par­to, en una feroz lucha entre la vie­ja socie­dad que se resis­te a des­apa­re­cer y la nue­va que aún no ter­mi­na de impo­ner­se del todo.

De la mis­ma for­ma, el paso del capi­ta­lis­mo al socia­lis­mo es un pro­ce­so com­ple­jo, con alti­ba­jos y difi­cul­ta­des. Pero, a la vez, es una tarea his­tó­ri­ca a la orden del día des­de que el capi­ta­lis­mo se con­vir­tió en sis­te­ma uni­ver­sal y entró en su fase pos­tre­ra, el impe­ria­lis­mo, tal y como se cons­ta­tó des­de 1917. Como revo­lu­cio­na­rios, nues­tro deber inex­cu­sa­ble es tra­tar de que el alum­bra­mien­to de la nue­va socie­dad se pro­lon­gue lo menos posi­ble, hacien­do más cor­ta la era de la explo­ta­ción y del sufri­mien­to humanos.

Sin embar­go, nues­tras vidas son rela­ti­va­men­te cor­tas. Y muchas veces las inmen­sas difi­cul­ta­des, la terri­ble des­igual­dad de fuer­zas, la huma­na impa­cien­cia y has­ta la deses­pe­ra­ción, nos lle­van a per­der de vis­ta la ten­den­cia gene­ral, los gran­des cam­bios que anun­cian el final del capi­ta­lis­mo imperialista.

Una mira­da obje­ti­va al mun­do actual nos reve­la que la pri­me­ra gran poten­cia impe­ria­lis­ta, Esta­dos Uni­dos, pre­sen­ta ya cla­ros sín­to­mas de deca­den­cia y de pér­di­da de influen­cia. Esta super­po­ten­cia comien­za el siglo XXI atra­pa­da en las gue­rras de Afga­nis­tán e Irak, un autén­ti­co ato­lla­de­ro de solu­ción prác­ti­ca­men­te impo­si­ble. Y la rece­sión eco­nó­mi­ca inter­na­cio­nal es, para la inmen­sa mayo­ría de los paí­ses y pue­blos del mun­do, la “rece­sión de EEUU”.

Los pro­pios impe­ria­lis­tas nor­te­ame­ri­ca­nos son cons­cien­tes de esto. De hecho, el Comi­té Nacio­nal de Inte­li­gen­cia esta­dou­ni­den­se publi­có hace poco un infor­me de eva­lua­ción estra­té­gi­ca seña­lan­do que “EEUU verá debi­li­ta­do en gran medi­da su pre­do­mi­nio mun­dial antes de 2025. En el cam­po de las fuer­zas arma­das, en el que aho­ra goza de supe­rio­ri­dad, verá tam­bién dis­mi­nuir su importancia.”

Esto no quie­re decir que Esta­dos Uni­dos no vaya a seguir sien­do, duran­te un lar­go perío­do de tiem­po, la mayor poten­cia mun­dial en todos los terre­nos. Pero el peso que repre­sen­ta la eco­no­mía nor­te­ame­ri­ca­na en el volu­men total de la eco­no­mía mun­dial se está redu­cien­do pro­gre­si­va­men­te, a la vez que el dólar tie­ne cada vez más pro­ble­mas para man­te­ner su hege­mo­nía. Y esto con­lle­va, a su vez, al debi­li­ta­mien­to de la influen­cia de EEUU en los asun­tos mundiales.

Por otra par­te, está modi­fi­cán­do­se la corre­la­ción de fuer­zas entre los paí­ses ricos y los paí­ses pobres. Duran­te mucho tiem­po las poten­cias impe­ria­lis­tas (EEUU, Euro­pa, Japón, Cana­dá…) han domi­na­do de for­ma abso­lu­ta en el orden polí­ti­co y eco­nó­mi­co del planeta.

Sin embar­go, en los últi­mos años, y fru­to pre­ci­sa­men­te de la glo­ba­li­za­ción eco­nó­mi­ca del impe­ria­lis­mo, unos cuan­tos paí­ses en vías de desa­rro­llo tra­tan de esta­ble­cer polí­ti­cas de regu­la­ción eco­nó­mi­ca que no copian mecá­ni­ca­men­te el mode­lo eco­nó­mi­co de los paí­ses impe­ria­lis­tas occi­den­ta­les. Se tra­ta de una trein­te­na de “paí­ses emer­gen­tes”, enca­be­za­dos por Chi­na, India y Bra­sil, que han logra­do desa­rro­llar su eco­no­mía a rit­mo rela­ti­va­men­te acelerado.

Los “paí­ses emer­gen­tes” han acor­ta­do las dife­ren­cias con el pode­río eco­nó­mi­co de los paí­ses impe­ria­lis­tas has­ta el pun­to de que, en los últi­mos diez años, su desa­rro­llo eco­nó­mi­co supera en más del doble al de los paí­ses capi­ta­lis­tas indus­tria­li­za­dos. Y ello en ple­na cri­sis finan­cie­ra global.

Estos paí­ses toman cada vez mayor con­cien­cia de su pro­pia poten­cia­li­dad y de la impor­tan­cia de su uni­dad para for­ta­le­cer­se. Asis­ti­mos así al sur­gi­mien­to de dis­tin­tas orga­ni­za­cio­nes regio­na­les, que jue­gan un papel cada vez más impor­tan­te en la esce­na mun­dial y aumen­tan la capa­ci­dad de man­te­ner cier­ta inde­pen­den­cia fren­te a las poten­cias imperialistas.

Estos cam­bios en la corre­la­ción de fuer­zas a esca­la inter­na­cio­nal ‑ámbi­to en el que unos pocos paí­ses impe­ria­lis­tas habían hecho y des­he­cho has­ta aho­ra a su anto­jo- ha pro­vo­ca­do que cada vez sean más los que exi­gen refor­mas. Y la rece­sión impe­ria­lis­ta ha impul­sa­do la sus­ti­tu­ción del G‑7 y del G‑8 por el G‑20.

A pesar de que toda­vía el pode­río eco­nó­mi­co de los paí­ses en vías de desa­rro­llo es infe­rior al de las poten­cias impe­ria­lis­tas, la com­pa­ra­ción de fuer­zas entre unos y otros está expe­ri­men­tan­do un cam­bio cua­li­ta­ti­vo a lar­go plazo.

De hecho, la mag­ni­tud de la con­fron­ta­ción entre fuer­zas impe­ria­lis­tas y fuer­zas anti­im­pe­ria­lis­tas ha subi­do a una esca­la nun­ca vis­ta. Las con­tra­dic­cio­nes entre los paí­ses en vías de desa­rro­llo y los paí­ses impe­ria­lis­tas por man­te­ner o refor­mar el actual orden polí­ti­co y eco­nó­mi­co se han con­ver­ti­do en las prin­ci­pa­les del mun­do con­tem­po­rá­neo. El recien­te enfren­ta­mien­to en la cum­bre del cli­ma en Copenha­gue es una cla­ra mani­fes­ta­ción de esta lucha.

Des­de lue­go, EEUU y las demás poten­cias impe­ria­lis­tas segui­rán recu­rrien­do a todos los medios, inclui­dos los finan­cie­ros y los mili­ta­res, para impe­dir el ascen­so de nue­vos paí­ses emer­gen­tes y tra­tar de man­te­ner su domi­nio. Pero una cosa es lo que quie­ran, y otra es lo que puedan.

Dice una mal­di­ción chi­na “oja­lá vivas tiem­pos intere­san­tes”. Para las muje­res y los hom­bres del futu­ro, sin duda, estos serán los tiem­pos que mar­ca­rán en sus libros de his­to­ria el ini­cio del final del capi­ta­lis­mo y del impe­ria­lis­mo. Para noso­tros, que los vivi­mos y los sufri­mos como pro­le­ta­rios, no tie­nen nada de míti­cos o “intere­san­tes”.

Pero siem­pre tene­mos la opción de pade­cer­los resig­na­dos, como meros obje­tos zaran­dea­dos por el tem­po­ral de la his­to­ria, o vivir­los como suje­tos y pro­ta­go­nis­tas de esta colo­sal lucha entre el pasa­do y el futu­ro de la humanidad.

prc­ca­na­rias

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