En la montaña que descuella sobre Nabatiyeh, la meridional ciudad libanesa, Hezbolá (Partido de Dios), de origen chiita, construye una nueva línea de defensa donde hace más de 40 años la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se enfrentó con Israel.
Por Mona Alami - IPS
Un camino asfaltado que se eleva desde el mar y divide la meridional cadena montañosa de Jabal Safi. Lejos de esta ciudad y en las colinas verdes de Nabi Soujoud aparece de repente una cantera como si cortara la ladera de la montaña y expusiera su grande y arenosa barriga al sol.
Hay cuatro refugios palestinos en un pequeño barranco por donde alguna vez corrió un río.
Los búnkeres, ubicados al norte del río Litani, están ocultos de los 12.000 efectivos de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano (Unifil, por sus siglas en inglés), que están desplegados en la margen sur para controlar el cese de las hostilidades entre este país e Israel.
Los refugios fueron construidos por la OLP cuando la organización comenzó a establecer bases en Líbano tras la guerra de los seis días que enfrentó a árabes e israelíes en 1967.
La presencia de la OLP, legitimada por el acuerdo de El Cairo, permitió que la guerrilla palestina lanzara ataques contra el estado judío desde el territorio libanés hasta la invasión israelí en 1982.
“La OLP construyó búnkeres de entre 10 y 15 metros en las montañas y las equipó con agua corriente y camas”, recordó Kassem Nazr, agricultor local de la aldea slim con tierras cultivables en la zona.
“Los combatientes palestinos detonaron las laderas de la montaña con palos de dinamita que colocaron en pequeños agujeros en la roca. Todavía se pueden ver rastros de ella en la piedra blanca”, añadió.
“Los búnkeres fueron destruidos por el ejército israelí durante la invasión”, indicó Nazr, quien negó los rumores de que Hezbolá estuviera usándolos para preparar otro ataque contra Israel.
El Estado judío se retiró del sur de Líbano en 2000, antes de volver a ocuparlo brevemente en 2006 en lo que se llamó la guerra de los 33 días.
“Este valle sufrió un intenso bombardeo del ejército israelí en los años 70, cuando estaban los combatientes palestinos. Fue en la misma cumbre que Sayyed Hadi Nasrallah, hijo del líder de Hezbolá Sayyed Hassan Nasrallah, fue asesinado en 1997″, recordó Nazr.
“Cuando hablamos de los mártires de Hezbolá, no ignoramos a otros miembros de la resistencia de esta región y a todas las generaciones que rechazaron la ocupación”, declaró Nasrallah en noviembre.
La historia de los palestinos y de los libaneses parece estar interconectada ya sea en el discurso de los líderes del Partido de Dios o en la muerte.
“Hezbolá adoptó algunas de las estrategias militares empleadas por los palestinos, que se dividen en dos escuelas de pensamiento: las que recurren a posiciones fijas, como los búnkeres, o que se basan en guerra de guerrillas. Hezbolá combinó las dos”, señaló Nicholas Blandford, quien ha investigado al Partido de Dios y es corresponsal de Times.
Al igual que los palestinos, Hezbolá se ubicó al norte del río Litani tras ser expulsado del sur por efectivos de Unifil después de la guerra de 2006.
La nueva línea fronteriza se extiende desde la costa meridional del mar Mediterráneo y el valle de Bekaa, al este, interrumpida por la cadena montañosa de Jabal Safi.
En la región, donde la infraestructura suele ser mala, abundan señales reveladoras de la actividad de Hezbolá. Caminos recién asfaltados, que parecen no conducir a ningún lado, atraviesan la ladera de la montaña y a veces penetran en lo profundo del bosque.
Miembros jóvenes de Hezbolá, con vestimenta oscura y barba prolijamente cortada, circulan por la zona mirando con atención a los extraños.
Hezbolá fue acusado en los últimos tiempos de crear una zona chiita que conecta la margen norte del Litani con el valle de Bekaa. Un empresario de la familia Tajedine, que profesa esa corriente islámica, está comprando terrenos de cristianos y de drusos.
En la aldea montañosa de Kotrani se destaca una iglesia, aunque también se construyó una nueva zona al este con flamantes edificios para albergar a la población chiita.
La ubicación de Hezbolá en esta área es el resultado de un cuidadoso cálculo.
“La topografía del norte del Litani es ideal para la guerra de guerrilla por su naturaleza agreste y el relieve del terreno. Cualquier invasión terrestre implicaría significativas pérdidas para los israelíes porque los soldados tendrían que aventurarse a pie por valles y cauces fluviales estacionales y abandonar los tanques que les sirven en ese terreno particular”, señaló Amin Hoteit, ex general libanés y especialista en estrategia militar.
La ubicación del monte Safi y su cercanía a Beirut y a Bekaa también facilitaría los suministros al Partido de Dios.
Para superar los problemas geográficos, Israel tendría que recurrir a la fuerza aérea, lo que supone un riesgo porque se desconoce la capacidad antiaérea de Hezbolá.
La analista y especialista en Hezbolá, Amal Saad Ghorayeb, cree que los misiles antiaéreos y los SAM‑8 tierra-aire, suponen un riesgo para el Estado judío.
“Israel construye un escudo antimisiles, pero eso no pondrá fin a ningún aluvión significativo de cohetes”, explicó.
Ghorayeb no está de acuerdo con Hoteit y cree que de desatarse una guerra no se limitaría al norte del Litani.
“Nasrallah declaró hace poco que en caso de guerra, la resistencia podrá llegar hasta la mezquita de Aqsa”, en Jerusalén, señaló la analista.
La declaración especula con la posibilidad de un acuerdo entre Hamás y Hezbolá para abrir dos frentes, Líbano y Gaza, según Hoteit.
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu dejó bien claro que considera a Hezbolá como “el verdadero ejército libanés, ya no un grupo armado marginal como antes”.
Esa declaración y la adopción de Israel de la doctrina Dahiya en 2006 –que declara que el estado judío recurriría a un uso desproporcionado de la fuerza en caso de un conflicto- no es una buena señal para Líbano ni Israel ni Hezbolá.
El juego de espera entre Israel y Hezbolá ya comenzó. Los dos tienen claro que su futuro está en juego. Pero pequeñas escaramuzas en la atribulada frontera podrían llegar a encenderla de nuevo.