Notas sobre la revo­lu­ción rusa por A. Gramsci

Otro de los impre­sin­di­bles y otro tex­to de los impre­sin­di­bles, «Notas de la revo­lu­cion rusa» que ofre­ce­mos para su lec­tu­ra y analisis

A. Grams­ci

Notas sobre la revo­lu­ción rusa


Pri­me­ra Edi­ción: En el «Il Gri­do del Popo­lo» el 29 de abril de 1917.
Digi­ta­li­za­ción: Aritz, setiem­bre de 2000.
Edi­ción Digi­tal: Mar­xists Inter­net Archi­ve, 2000.


¿Por qué la Revo­lu­ción rusa es una revo­lu­ción proletaria?

Al leer los perió­di­cos, al leer el con­jun­to de noti­cias que la cen­su­ra ha per­mi­ti­do publi­car, no se entien­de fácil­men­te. Sabe­mos que la revo­lu­ción ha sido hecha por pro­le­ta­rios (obre­ros y sol­da­dos), sabe­mos que exis­te un comi­té de dele­ga­dos obre­ros que con­tro­la la actua­ción de los orga­nis­mos admi­nis­tra­ti­vos que ha sido nece­sa­rio man­te­ner para los asun­tos corrien­tes. Pero ¿bas­ta que una revo­lu­ción haya sido hecha por pro­le­ta­rios para que se tra­te de una revo­lu­ción pro­le­ta­ria? La gue­rra la hacen tam­bién los pro­le­ta­rios, lo que, sin embar­go, no la con­vier­te en un hecho pro­le­ta­rio. Para que sea así es nece­sa­rio que inter­ven­gan otros fac­to­res, fac­to­res de carác­ter espi­ri­tual. Es nece­sa­rio que el hecho revo­lu­cio­na­rio demues­tre ser, ade­más de fenó­meno de poder, fenó­meno de cos­tum­bres, hecho moral. Los perió­di­cos bur­gue­ses han insis­ti­do sobre el fenó­meno de poder; nos han dicho que el poder de la auto­cra­cia ha sido sus­ti­tui­do por otro poder, aún no bien defi­ni­do y que ellos espe­ran sea el poder bur­gués. E inme­dia­ta­men­te han esta­ble­ci­do el para­le­lo: Revo­lu­ción rusa, Revo­lu­ción fran­ce­sa, encon­tran­do que los hecho se pare­cen. Pero lo que se pare­ce es sólo la super­fi­cie de los hechos, así como un acto de vio­len­cia se ase­me­ja a otro del mis­mo tipo y una des­truc­ción es seme­jan­te a otra.

No obs­tan­te, noso­tros esta­mos con­ven­ci­dos de que la Revo­lu­ción rusa es, ade­más de un hecho, un acto pro­le­ta­rio y que debe desem­bo­car natu­ral­men­te en el régi­men socia­lis­ta. Las noti­cias real­men­te con­cre­tas, sus­tan­cia­les, son esca­sas para per­mi­tir una demos­tra­ción exhaus­ti­va. Pero exis­ten cier­tos ele­men­tos que nos per­mi­ten lle­gar a esa conclusión.

La Revo­lu­ción rusa ha igno­ra­do el jaco­bi­nis­mo. La revo­lu­ción ha teni­do que derri­bar a la auto­cra­cia; no ha teni­do que con­quis­tar la mayo­ría con la vio­len­cia. El jaco­bi­nis­mo es fenó­meno pura­men­te bur­gués; carac­te­ri­za a la revo­lu­ción bur­gue­sa de Fran­cia. La bur­gue­sía, cuan­do hizo la revo­lu­ción, no tenía un pro­gra­ma uni­ver­sal; ser­vía intere­ses par­ti­cu­la­res, los de su cla­se, y los ser­vía con la men­ta­li­dad cerra­da y mez­qui­na de cuan­tos siguen fines par­ti­cu­la­res. El hecho vio­len­to de las revo­lu­cio­nes bur­gue­sas es doble­men­te vio­len­to: des­tru­ye el vie­jo orden, impo­ne el nue­vo orden. La bur­gue­sía impo­ne su fuer­za y sus ideas no sólo a la cas­ta ante­rior­men­te domi­nan­te, sino tam­bién al pue­blo al que se dis­po­ne a domi­nar. Es un régi­men auto­ri­ta­rio que sus­ti­tu­ye a otro régi­men autoritario.

La Revo­lu­ción rusa ha des­trui­do al auto­ri­ta­ris­mo y lo ha sus­ti­tui­do por el sufra­gio uni­ver­sal, exten­dién­do­lo tam­bién a las muje­res. Ha sus­ti­tui­do el auto­ri­ta­ris­mo por la liber­tad; la Cons­ti­tu­ción por la voz libre de la con­cien­cia uni­ver­sal. ¿Por qué los revo­lu­cio­na­rios rusos no son jaco­bi­nos, es decir, por qué no han sus­ti­tui­do la dic­ta­du­ra de uno solo por la dic­ta­du­ra de una mino­ria audaz y deci­di­da a todo con tal de hacer triun­far su pro­gra­ma? Por­que per­si­guen un ideal que no pue­de ser el de unos pocos, por­que están segu­ros de que cuan­do inte­rro­guen al pro­le­ta­ria­do, la res­pues­ta es indu­da­ble, está en la con­cien­cia de todos y se trans­for­ma­rá en deci­sión irre­vo­ca­ble ape­nas pue­da expre­sar­se en un ambien­te de liber­tad espi­ri­tual abso­lu­ta, sin que el sufra­gio se vea adul­te­ra­do por la inter­ven­ción de la poli­cia, la ame­na­za de la hor­ca o el exi­lio. El pro­le­ta­ria­do indus­trial está pre­pa­ra­do para el cam­bio inclu­so cul­tu­ral­men­te; el pro­le­ta­ria­do agrí­co­la, que cono­ce las for­mas tra­di­cio­na­les del comu­nis­mo comu­nal, está igual­men­te pre­pa­ra­do para el paso a una nue­va for­ma de socie­dad. Los revo­lu­cio­na­rios socia­lis­tas no pue­den ser jaco­bi­nos; en Rusia tie­nen en la actua­li­dad la úni­ca tarea de con­tro­lar que los orga­nis­mos bur­gue­ses (la Duma, los Zem­ts­vo) no hagan jaco­bi­nis­mo para defor­mar la res­pues­ta del sufra­gio uni­ver­sal y ser­vir­se del hecho vio­len­to para sus intereses.

Los perió­di­cos bur­gue­ses no han dado nin­gu­na impor­tan­cia a este otro hecho: los revo­lu­cio­na­rios rusos han abier­to las cár­ce­les no sólo a los pre­sos polí­ti­cos, sino tam­bién a los con­de­na­dos por deli­tos comu­nes. En una de las cár­ce­les, los reclu­sos comu­nes, ante el anun­cio de que eran libres, con­tes­ta­ron que no se sen­tían con dere­cho a acep­tar la liber­tad por­que debían expiar sus cul­pas. En Ode­sa, se reu­nie­ron en el patio de la cár­cel y volun­ta­ria­men­te jura­ron que se vol­ve­rían hones­tos y vivi­rían de su tra­ba­jo. Esta noti­cia es más impor­tan­te para los fines de la revo­lu­ción que la de la expul­sión del Zar y los gran­des duques. El Zar habría sido expul­sa­do inclu­so por los bur­gue­ses, mien­tras que para éstos los pre­sos comu­nes habían sido siem­pre adver­sa­rios de su orden, los pér­fi­dos enemi­gos de su rique­za, de su tran­qui­li­dad. Su libe­ra­ción tie­ne para noso­tros este sig­ni­fi­ca­do: la revo­lu­ción ha crea­do en Rusia una nue­va for­ma de ser. No sólo ha sus­ti­tui­do poder por poder; ha sus­ti­tui­do hábi­tos por hábi­tos, ha crea­do una nue­va atmós­fe­ra moral, ha ins­tau­ra­do la liber­tad del espí­ri­tu ade­más de la cor­po­ral. Los revo­lu­cio­na­rios no han temi­do poner en la calle a hom­bres mar­ca­dos por la jus­ti­cia bur­gue­sa con el sello infa­me de lo juz­ga­do a prio­ri, cata­lo­ga­dos por la cien­cia bur­gue­sa en diver­sos tipos de la cri­mi­na­li­dad y la delin­cuen­cia. Sólo en una apa­sio­na­da atmós­fe­ra social, cuan­do las cos­tum­bres y la men­ta­li­dad pre­do­mi­nan­te han cam­bia­do, pue­de suce­der algo seme­jan­te. La liber­tad hace libres a los hom­bres, ensan­cha el hori­zon­te moral, hace del peor mal­he­chor bajo el régi­men auto­ri­ta­rio un már­tir del deber, un héroe de la hones­ti­dad. Dicen en un perió­di­co que en cier­ta pri­sión estos mal­he­cho­res han recha­za­do la liber­tad y se han cons­ti­tui­do en sus guar­dia­nes. ¿Por qué no suce­dió esto antes? ¿Por qué las cár­ce­les esta­ban rodea­das de mura­llas y las ven­ta­nas enre­ja­das? Quie­nes fue­ron a poner­les en liber­tad debían ser muy dis­tin­tos de los jue­ces, de los tri­bu­na­les y de los guar­dia­nes de las cár­ce­les, y los mal­he­cho­res debie­ron escu­char pala­bras muy dis­tin­tas a las habi­tua­les cuan­do en sus con­cien­cias se pro­du­jo tal trans­for­ma­ción que se sin­tie­ron tan libres como para pre­fe­rir la segre­ga­ción a la liber­tad, como para impo­ner­se volun­ta­ria­men­te una expia­ción. Debie­ron sen­tir que el mun­do había cam­bia­do, que tam­bién ellos, la esco­ria de la socie­dad, se había trans­for­ma­do en algo, que tam­bién ellos, los segre­ga­dos, tenían volun­tad de opción.

Este es el fenó­meno más gran­dio­so que la ini­cia­ti­va del hom­bre haya pro­du­ci­do. El delin­cuen­te se ha trans­for­ma­do, en la revo­lu­ción rusa, en el hom­bre que Emma­nuel Kant, el teó­ri­co de la moral abso­lu­ta, había anun­cia­do, el hom­bre que dice: la inmen­si­dad del cie­lo fue­ra de mí, el impe­ra­ti­vo de mi con­cien­cia den­tro de mí. Es la libe­ra­ción de los espí­ri­tus, es la ins­tau­ra­ción de una nue­va con­cien­cia moral lo que nos es reve­la­do por estas peque­ñas noti­cias. Es el adve­ni­mien­to de un orden nue­vo, que coin­ci­de con cuan­to nues­tros maes­tros nos habían ense­ña­do. Una vez más la luz vie­ne del Orien­te e irra­dia al vie­jo mun­do Occi­den­tal, el cual, asom­bra­do, no sabe más que opo­ner­le las bana­les y ton­tas bro­mas de sus plumíferos.

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