PRT-ERP: Apun­tes de un sue­ño arma­do por Hugo Montero

Una orga­ni­za­ción polí­ti­ca, de iden­ti­dad mar­xis­ta, se pro­pu­so luchar por la revo­lu­ción socia­lis­ta. “A ven­cer o morir por la Argen­ti­na” fue su con­sig­na. Jiro­nes de una his­to­ria, la de miles que eli­gie­ron ser pro­ta­go­nis­tas de su tiem­po. Luis Mat­ti­ni habla de Mario Rober­to San­tu­cho. Opi­nan Eduar­do Angui­ta, Pablo Poz­zi y los rea­li­za­do­res de “Gavio­tas blindadas”.

1. El vien­to cal­ci­nan­te agi­ta­ba ape­nas el caña­ve­ral. Fue un segun­do. Dos silue­tas invi­si­bles, un rumor. Des­pués, nada. Para cuan­do los mato­nes de los Frías Sil­va vol­vie­ron a bus­car con la vis­ta movi­mien­tos sos­pe­cho­sos, sólo el soni­do de los gri­llos se dis­tin­guía en la plan­ta­ción. Por las dudas, se man­tu­vie­ron aler­tas, al menos has­ta que el rumor de la movi­li­za­ción de cañe­ros avan­zan­do del lado opues­to del inge­nio, los obli­gó a aban­do­nar su posi­ción. Ya venían… Pan­za aba­jo, pro­te­gi­dos por la espe­su­ra, las dos silue­tas invi­si­bles mur­mu­ra­ban. Ya lle­gan, es aho­ra, dijo uno. El otro no dudó, pren­dió la molo­tov y, en dos movi­mien­tos, se paró y la lan­zó con pre­ci­sión con­tra el pues­to de la guar­dia. El fue­go, en la malo­ja rese­ca, explo­tó. Y comen­zó a ganar el caña­ve­ral. Aho­ra sin cui­da­dos, Robi y el Negri­to aban­do­na­ron su refu­gio para salir corrien­do hacia la tran­que­ra. Atrás, las len­guas de fue­go inva­dían el inge­nio San José. Atrás, los mato­nes de los Frías Sil­va se dis­per­sa­ban con­fu­sa­men­te ante el ata­que por la reta­guar­dia. La mul­ti­tud de cañe­ros apro­ve­chó el esta­lli­do del fue­go para avan­zar y ocu­par con fie­re­za el inge­nio. En un rato, las silue­tas invi­si­bles se suma­ban al gru­po que toma­ba el impe­rio de los Frías Silva.

Anto­nio Enri­que del Car­men Fer­nán­dez se lla­ma­ba una de las dos silue­tas sigi­lo­sas que esa tar­de incen­dia­ron el caña­ve­ral. El Negri­to, le decían, y des­de los ocho años se había incor­po­ra­do a la zafra, dejan­do el cole­gio en segun­do gra­do. Hijo úni­co de doña Lucía, sir­vien­ta de los patro­nes, el Negri­to había sido tam­bién lim­pia­bo­tas y, cuan­do podía, entre­na­ba para boxea­dor. Para sus com­pa­ñe­ros del inge­nio San José, fue con los años eri­gién­do­se en una refe­ren­cia de lucha duran­te la olea­da de huel­gas en la indus­tria azu­ca­re­ra, a prin­ci­pios de los sesen­ta, en Tucu­mán. Escu­cha­ba, en silen­cio y con res­pe­to, el rela­to de los vie­jos cañe­ros que en los cua­ren­ta habían pro­ta­go­ni­za­do una huel­ga gran­de que duró 45 días por el cie­rre de unos seis inge­nios, con poli­cía, ejér­ci­to y muer­tos inclui­dos. Muchos años des­pués, cuan­do ya había apren­di­do a leer y escri­bir, el Negri­to se encar­ga­ría de poner sobre papel los deta­lles del régi­men de explo­ta­ción extre­ma al que eran some­ti­dos: “Esto es lo que recor­da­ba la gen­te vie­ja: decían que se los tra­ta­ba como ani­ma­les, y que no los ampa­ra­ba nin­gu­na ley de tra­ba­jo; decían que en la fábri­ca se tra­ba­ja­ba 16 horas por día; recor­da­ban que en un tiem­po les daban de comer en batio­nes que tenían en la fábri­ca. Esto lo hacían para ganar más tiem­po en la pro­duc­ción, decían que había que andar más rápi­do, tam­bién lle­ga­ron a usar el láti­go. (…) En el cer­co el tra­ba­jo es más duro y sacri­fi­ca­do. ¿Por qué? Por­que los obre­ros tenían que levan­tar­se más tem­prano para ir al sur­co a las dos o tres de la mañana”.

“Tam­bién decían que cuan­do un com­pa­ñe­ro que­ría que sus hijos apren­dan a leer, los patro­nes tra­ta­ban de des­mo­ra­li­zar­los, que no pier­dan el tiem­po, cómo lo iban a estar man­te­nien­do, que lo lle­ven a tra­ba­jar con ellos al cer­co; le decían los patro­nes: ¿aca­so vos no te has cria­do tra­ba­jan­do? El día de maña­na se cría y se te man­da a mudar a Bue­nos Aires. ¿Qué reme­dias? Algu­nos les con­tes­ta­ban que ya que ellos no habían teni­do esa suer­te de apren­der a leer que la ten­gan sus hijos para que el día de maña­na sepan defen­der­se. Esto no le gus­ta­ba a los patro­nes”, con­ta­ba el Negrito.

Tam­bién escu­cha­ba el Negri­to el rela­to de los zafre­ros cuan­do se refe­rían al “Fami­liar”. En ese momen­to, baja­ban la voz, cuchi­chea­ban casi el acuer­do entre aquel mons­truo que se apa­re­cía por las noches y los patro­nes, que lo con­tra­ta­ban para sacar­se de enci­ma labu­ran­tes rebel­des: “Los patro­nes tenían un poder muy gran­de, un con­tra­to con el ‘Fami­liar’ que era hijo del Dia­blo, lo que pasa­ba era que cuan­do un obre­ro que­ría orga­ni­zar algo con el con­jun­to para pro­tes­tar por las injus­ti­cias, decían que la patro­nal lo hacía citar a una hora deter­mi­na­da de la noche y los patro­nes aga­rra­ban, lo mata­ban y des­pués la res­pues­ta que le daban a la gen­te, le decían que el ‘Fami­liar’ lo había lle­va­do por­que había pro­tes­ta­do y le fal­tó el res­pe­to al patrón. De esa mane­ra con­se­guían que la gen­te no se orga­ni­za­ra y que ten­ga un páni­co espan­to­so. Com­pa­ñe­ros, les acla­ro que la gen­te toda­vía es cre­yen­te en estas cosas, en el asun­to de bru­jos y de demo­nios, en la zona mon­ta­ño­sa. Todo esto les debe dar una idea que no era fácil orga­ni­zar a los compañeros”.

No era nada fácil, pero el atra­so en los pagos y el cie­rre de inge­nios en 1961 fue encen­dien­do los áni­mos. En ese año, en el inge­nio San José, se pro­du­ce la pri­me­ra ocu­pa­ción de fábri­ca con toma de rehén: el admi­nis­tra­dor, “que era audaz y qui­so hacer­se el malo”, cuen­ta el Negri­to. “Le expli­ca­ron los com­pa­ñe­ros que se ter­mi­na­ron las épo­cas del ’Fami­liar’ y que está­ba­mos dis­pues­tos a todo si no paga­ban. San José salió al otro día en el dia­rio con letras gran­des”. El con­flic­to fue un triun­fo para los obre­ros, la patro­nal reco­no­ció los días de huel­ga, pagó suel­dos atra­sa­dos y se com­pro­me­tió a no tomar repre­sa­lias con­tra los huel­guis­tas. Por enton­ces, la pre­sión de los tra­ba­ja­do­res ter­mi­nó por recu­pe­rar la Fede­ra­ción Obre­ra Tucu­ma­na de la Indus­tria del Azú­car (FOTIA), don­de se impu­so una direc­ción com­ba­ti­va. Des­de la FOTIA se fue radi­ca­li­zan­do el plan de lucha, con Lean­dro Fote como el diri­gen­te más des­ta­ca­do de la nue­va con­duc­ción. En una de aque­llas reunio­nes en el sin­di­ca­to, el Negri­to, aho­ra secre­ta­rio adjun­to del inge­nio San José, sepa­ró a Fote y lo enfren­tó con sus dudas y los rumo­res que la gen­te con­ta­ba sobre su mili­tan­cia: “Nos apar­ta­mos con Lean­dro y yo le pre­gun­to si era ver­dad que era comu­nis­ta; se sor­pren­dió, titu­beó un poco y me dijo que no. ¿Y cómo la gen­te dice que vos sos comu­nis­ta? Y enton­ces le agre­gué si por­que lo habían meti­do pre­so, y le dije, bueno, que­da­te tran­qui­lo ya veo que me tenés des­con­fian­za; no ten­gas mie­do, pre­sen­ta­me esa gen­te y que me expli­que la polí­ti­ca y el sin­di­ca­lis­mo por­que yo no sé ni mier­da, her­mano. Des­pués me dice: Sí, te voy a presentar”.

2. La tor­men­ta se aso­ma, ame­na­zan­te, y poten­cia la infi­ni­ta sen­sa­ción de peque­ñez del bote a medio camino, en mitad del río. Las islas Lechi­gua­nas, al nor­te del Del­ta del Para­ná, toda­vía no dejan ver sus bor­des por la bru­ma espe­sa, y el bote se bam­bo­lea peli­gro­sa­men­te. A bor­do, un hom­bre con­sul­ta sus notas, mitad ansio­so y mitad sereno por lle­gar a des­tino. ¿Sabe Ben­ja­mín a quién trans­por­ta en su bote rum­bo a las islas esa madru­ga­da? ¿Sabe algo de ese hom­bre que con­sul­ta sus notas con los pri­me­ros rayos de luz, ves­ti­do humil­de­men­te, moro­cho, silen­cio­so? ¿Sabe Ben­ja­mín que será un revo­lu­cio­na­rio res­pe­ta­do y admi­ra­do, segui­do y per­se­gui­do, des­apa­re­ci­do y demo­ni­za­do, y olvi­da­do por la noche de los tiempos?

Sabe, eso sí, que su pasa­je­ro for­ma par­te de la direc­ción de un joven par­ti­do, que lo espe­ra una impor­tan­te reu­nión (el V Con­gre­so, sabe) a rea­li­zar­se en el ran­chi­to de un vie­jo anar­quis­ta, un ermi­ta­ño, úni­co habi­tan­te de las Lechiguanas.

No sabe que su pasa­je­ro, ape­nas unos meses atrás en el tiem­po, en la sole­dad de su cel­da, escri­bió: “Una tarde,/ rodea­do de la ver­de cla­ri­dad de tu paisaje,/ atra­ve­sa­da mi del­ga­da corteza/​por el estri­den­te desa­fío de tu líder,/ for­ta­le­ci­do en mi entrega/​ante la abne­ga­da pre­sen­cia de mis hermanos/​heroi­cos par­tí­ci­pes de tu sufrimiento,/ con mi roja savia/​calen­tán­do­se en el apre­ta­do brazo/​del infor­me coloso/​que te cal­ci­na y te fecunda,/ des­cu­brí mis entrañas,/ supe que tu rebel­día me pertenece,/ apren­dí que mis fibras/​‑como el esti­ra­do cue­ro de tu voz-/ sólo se satis­fa­cen y trascienden/​con el rít­mi­co golpear/​que en el nom­bre del futuro/​recla­ma la lucha por tu libe­ra­ción”.

3. El cli­ma seguía cal­dea­do en Tucu­mán y cre­cía la resis­ten­cia ante nue­vos des­pi­dos en los inge­nios. Al mis­mo tiem­po, se mul­ti­pli­ca­ba la influen­cia de la FOTIA entre los tra­ba­ja­do­res. Cada toma de fábri­ca, cada movi­li­za­ción, cada paro, inte­gra­ba tam­bién el pro­ble­ma de la auto­de­fen­sa ante la repre­sión que con­vo­ca­ba la patro­nal. “Les acla­ro que la gen­te lle­va­ba pie­dras y palos, mache­tes y cuchi­llos de pelar caña. Toma­mos la fábri­ca, la patro­nal al prin­ci­pio nos apun­ta y al ver que toda la gen­te avan­za­ba y que los sol­da­dos y la poli­cía no que­rían tirar, tam­bién se cagaron de mie­do, subie­ron a los autos y se fue­ron”, recuer­da el Negrito.

Entre aque­lla mul­ti­tud de cañe­ros, la figu­ra de un moro­cho san­tia­gue­ño de voz tenue y nariz agui­le­ña no lla­ma­ba la aten­ción. Tra­ba­ja­ba, des­de hacía algún tiem­po, en la con­ta­du­ría del sin­di­ca­to del San José y cono­cía a todos los diri­gen­tes de la FOTIA. Era uno más en las tomas y en las huel­gas, pero se dis­tin­guía del res­to cuan­do había que enfren­tar a los mato­nes de la patro­nal. Deci­di­do, iba al fren­te en las accio­nes de sabo­ta­je. Apor­ta­ba pro­pues­tas, guar­da­ba silen­cio para escu­char a los obre­ros de la zafra, habla­ba en voz baja, pero con una fir­me­za poco habi­tual. Con los días de con­flic­to, acom­pa­ña­ba al Negri­to Fer­nán­dez a todos lados, y la gen­te lo escu­cha­ba. Traía siem­pre con­si­go el perió­di­co Nor­te Revo­lu­cio­na­rio, y en la inti­mi­dad reco­no­cía su per­te­nen­cia al Fren­te Revo­lu­cio­na­rio Indo­ame­ri­cano Popu­lar (FRIP), con cier­ta pre­sen­cia en San­tia­go del Este­ro, Cha­co, Sal­ta y Tucumán.

Se lla­ma­ba Mario Rober­to San­tu­cho, o Robi a secas. Por enton­ces, el FRIP había cerra­do un acuer­do con el gru­po trots­kis­ta Pala­bra Obre­ra para con­for­mar el Par­ti­do Revo­lu­cio­na­rio de los Tra­ba­ja­do­res (PRT). Robi y otros com­pa­ñe­ros del PRT se ocu­pa­ron de ins­ta­lar una escue­la en el sin­di­ca­to para los hijos de los obre­ros, con lo cual estre­cha­ron rela­cio­nes con las fami­lias y no había bau­tis­mo, casa­mien­to o cum­plea­ños al que no fue­ran invi­ta­dos por la gen­te de la zona. Tam­bién apor­ta­ron sus cono­ci­mien­tos para alfa­be­ti­zar a varios diri­gen­tes de la FOTIA, y el Negri­to Fer­nán­dez fue uno de los pri­me­ros en apren­der a leer y escri­bir en esos cur­sos que daba San­tu­cho en el sindicato.

A bor­do de una moto­ne­ta des­gas­ta­da o en colec­ti­vo, bajo el sol cal­ci­nan­te, Robi y el Negri­to reco­rrían dia­ria­men­te los inge­nios para inten­tar uni­fi­car la lucha. Apa­re­cían por todos lados: “Con res­pec­to a los que nos dije­ron que somos comu­nis­tas, les pre­gun­ta­mos si ellos que­rían algu­na vez tener todas las como­di­da­des, tra­ba­jar, que se los res­pe­te como hom­bres, que se les pague al día y que pue­dan man­dar a sus hijos a las escue­las o a la Uni­ver­si­dad como man­dan a sus hijos los patro­nes, y les pre­gun­ta­mos si ellos esta­ban de acuer­do con lo que diji­mos y nos con­tes­ta­ron que sí. Enton­ces apro­ve­cha­mos y les diji­mos: si pien­san así tam­bién es que son comu­nis­tas. Algu­na gen­te nos dice que si somos comu­nis­tas no les intere­sa­ba, que digan lo que quie­ran pero peor es ser ven­de obre­ro y alcahue­te o poli­cía; noso­tros diji­mos que pre­fe­ría­mos que nos digan comu­nis­tas pero menos capi­ta­lis­tas chu­pa­san­gre”, ano­ta­ba des­pués el Negri­to, inte­gra­do ya a la vida par­ti­da­ria del PRT por medio de la influen­cia deci­si­va de Santucho.

En una car­ta diri­gi­da a su her­mano Julio, Robi reco­no­ce­ría los avan­ces de su joven par­ti­do y, tam­bién, el desa­rro­llo de su pro­pia con­cien­cia polí­ti­ca a par­tir de la inter­ven­ción en el con­flic­to azu­ca­re­ro: “Nues­tro tra­ba­jo entre los obre­ros en fábri­cas, barrios, obra­jes, ase­rra­de­ros, y entre los agri­cul­to­res, nos va obli­gan­do a con­sul­tar la teo­ría, lo que dice la filo­so­fía sobre el hom­bre, sobre la ena­je­na­ción, sobre las limi­ta­cio­nes del hom­bre y los cami­nos sobre su libe­ra­ción, y así vien­do la reali­dad, con­ver­san­do sobre ella, inter­cam­bian­do expe­rien­cias entre todos los com­pa­ñe­ros, (…) vamos com­pren­dien­do el camino por el que encon­tra­re­mos la sali­da. Ese camino sabe­mos que es la revolución”.

“Des­de que noso­tros está­ba­mos en el Sin­di­ca­to se tomó 16 veces la fábri­ca, en todo eso anda­ba San­tu­cho, la gen­te lo apre­cia­ba mucho, y decía que no intere­sa­ba cómo pen­sa­ba él, si era comu­nis­ta pero venía a luchar por noso­tros. Ya se deben ima­gi­nar cómo nos ponía­mos con­ten­tos. Fue así que lo hicie­ron hablar en asam­blea varias veces. Les acla­ro que cuan­do había muchos paros la gen­te decía que sería lin­do dejar un jor­nal todos los meses para com­prar armas por­que con hon­das ya no hacía­mos nada…”, comen­ta­ría el Negrito.

Des­de enton­ces, para San­tu­cho el papel del pro­le­ta­ria­do azu­ca­re­ro en la lucha sería el de van­guar­dia de la cla­se obre­ra, cada vez mejor orga­ni­za­do y con mayor con­cien­cia. Sin embar­go, los cañe­ros pade­ce­rían un gol­pe devas­ta­dor con la dic­ta­du­ra de Onga­nía: el cie­rre de once inge­nios, que supo­nía la des­truc­ción de la eco­no­mía pro­vin­cial. La ola de pro­tes­tas se hizo incon­te­ni­ble. El 12 de enero de 1967 será una fecha cla­ve para la his­to­ria de San­tu­cho y del PRT, el día en que que­da­rá más cla­ra que nun­ca la nece­si­dad de supe­rar la lucha rei­vin­di­ca­ti­va por la polí­ti­ca y asu­mir, de una vez por todas, que la revo­lu­ción no podía dejar de con­tar con una res­pues­ta arma­da ante las fuer­zas de la repre­sión. Ese día, como par­te del Plan de Lucha Azu­ca­re­ro Nacio­nal, la FOTIA con­vo­có a una mul­ti­tu­di­na­ria mar­cha en Bella Vis­ta. El enfren­ta­mien­to fue inevi­ta­ble. Los obre­ros, con hon­das y molo­tovs, cho­ca­ron con fuer­zas poli­cia­les des­bor­da­das por la mul­ti­tud. En pleno retro­ce­so, la poli­cía dis­pa­ró balas de plo­mo con­tra la mani­fes­ta­ción y ase­si­nó a Hil­da Gue­rre­ro de Moli­na. “Al día siguien­te, en el Inge­nio San José, el ambien­te entre los obre­ros es de satis­fac­ción por la enér­gi­ca acti­tud asu­mi­da y plan­tean reite­ra­da­men­te a los mili­tan­tes del par­ti­do que hay que armar­se, con­se­guir ame­tra­lla­do­ras e ir a la lucha a muer­te con­tra la dic­ta­du­ra. Esta con­clu­sión se esta­ba gene­ra­li­zan­do a esta altu­ra entre los tra­ba­ja­do­res azu­ca­re­ros y amplios sec­to­res de la van­guar­dia obre­ra de todo el país”, expli­ca­rá San­tu­cho más tarde.

Y el PRT no hará oídos sor­dos al recla­mo de los obre­ros tucumanos…

(La nota com­ple­ta en la edi­ción grá­fi­ca de Sudestada)


Entre­vis­ta con el his­to­ria­dor Pablo Poz­zi

«El PRT-ERP puso sobre la mesa el tema del poder»

«Fue una orga­ni­za­ción que plan­teó la com­bi­na­ción de múl­ti­ples for­mas de lucha para la toma del poder ‑entre las cua­les, la lucha arma­da era fun­da­men­tal- diri­gi­das por un par­ti­do mar­xis­ta-leni­nis­ta que crea­ría un ejér­ci­to popu­lar. El PRT-ERP fue una expe­rien­cia excep­cio­nal de desa­fío al capi­ta­lis­mo en la Argen­ti­na”, escri­bió el his­to­ria­dor y docen­te Pablo Poz­zi, en su exhaus­ti­va inves­ti­ga­ción Por las sen­das argen­ti­nas… PRT-ERP: La gue­rri­lla mar­xis­ta. Cri­ti­ca­do y elo­gia­do, el tra­ba­jo de Poz­zi cuen­ta con la vir­tud de rom­per con varios de los luga­res comu­nes que se han impues­to sobre la expe­rien­cia gue­rri­lle­ra en Argentina.

¿Qué ele­men­tos des­ta­ca­rías de tu inves­ti­ga­ción sobre el PRT-ERP?

Si ten­go que res­ca­tar algo de mi inves­ti­ga­ción, con todas las limi­ta­cio­nes que pue­de tener, es que todo el mun­do habla de la gue­rri­lla pero muy pocos inves­ti­gan. La inten­ción es plan­tear la dis­cu­sión des­de otro lado: bas­ta de impre­sio­nis­mo, bas­ta de tes­ti­mo­nios… ¿Sabés qué? Datos, algo más cien­tí­fi­co. Y la segun­da cues­tión, que es más impor­tan­te: lo que yo des­cu­brí sobre la gue­rri­lla impli­ca que tene­mos que repen­sar la his­to­ria argen­ti­na. Que la socie­dad argen­ti­na no es como pen­sá­ba­mos que era y que el pro­ce­so de poli­ti­za­ción de la gen­te dice muchí­si­mas más cosas de las que noso­tros pen­sa­mos. Por ejem­plo, encuen­tro que un mon­tón de gue­rri­lle­ros pro­vie­nen de pue­blos chi­cos. Encuen­tro que el PRT-ERP incor­po­ra muchí­si­ma gen­te que vie­ne de fami­lia pero­nis­ta, que la estruc­tu­ra social del PRT-ERP repro­du­ce en gran medi­da la estruc­tu­ra demo­grá­fi­ca nacio­nal. O sea, que el PRT-ERP es nacio­nal no por­que ten­ga gen­te en La Quia­ca, sino por­que deri­va gen­te de todos los sec­to­res socia­les en pro­por­cio­nes simi­la­res a la demo­gra­fía his­tó­ri­ca del país. Esto impli­ca algo impor­tan­te: sig­ni­fi­ca que reclu­ta mili­tan­tes entre pero­nis­tas, radi­ca­les cató­li­cos, etc. ¿No era que el mar­xis­mo era extran­je­ri­zan­te? ¿Cómo es que estos tipos, que ade­más de ser muy anti­pe­ro­nis­tas, eran muy abier­ta­men­te mar­xis­tas, logra­ron seme­jan­te inser­ción? ¿Qué pasó para que a muchos de estos mili­tan­tes que pro­ve­nían de esos orí­ge­nes no les fue­ra con­tra­dic­to­rio su peronismo-catolicismo-marxismo?

El PRT-ERP hizo algo impor­tan­te: una rup­tu­ra con con­ti­nui­dad, don­de no era con­tra­dic­to­rio que el padre Nelio Roug­gier de Cór­do­ba fue­ra del ERP. O que los obre­ros pero­nis­tas de la sec­cio­nal Clo­do­mi­ra de ferro­via­rios fue­ran del ERP. ¿Cómo pue­de ser eso? Mi hipó­te­sis en ese sen­ti­do es que la visión del mar­xis­mo que mane­ja­ba el PRT era poco orto­do­xa; era diná­mi­ca, viva, intere­san­te, abre­va­ba de diver­sas corrien­tes. Eso fue fun­da­men­tal y correc­to cien­tí­fi­ca­men­te, pero en el caso de nues­tra cul­tu­ra es algo muy extra­ño. Por eso logra desa­rro­llar­se tan­to, sobre todo entre los obre­ros indus­tria­les y par­ti­cu­lar­men­te en el inte­rior, en una for­ma mucho más impor­tan­te que Mon­to­ne­ros, lejos…

(La entre­vis­ta com­ple­ta en la edi­ción grá­fi­ca de Sudestada)


Entre­vis­ta con Luis Mattini

«San­tu­cho con­fia­ba en que la prác­ti­ca cura­ba todo»

«Esa ambi­va­len­cia entre pro­fun­di­dad y fuga en su mira­da, me des­con­cer­ta­ba. Nun­ca pude deter­mi­nar si era una mani­fes­ta­ción de timi­dez o una incons­cien­te toma de dis­tan­cia con el inter­lo­cu­tor. Qui­zás ambas cosas. Por­que la timi­dez se eclip­sa­ba con su envi­dia­ble segu­ri­dad, expre­sa­da en todos los casos con extre­ma sen­ci­llez. (…) San­tu­cho per­sua­día, con­ven­cía. Pero no con­ven­cía por­que era el que más sabía ‑si de cono­ci­mien­tos adqui­ri­dos se tratase‑, con­ven­cía por­que era el que más creía”, seña­la Luis Mat­ti­ni en su libro Los perros. Des­pués de com­par­tir duran­te varios años la expe­rien­cia de la direc­ción polí­ti­ca del PRT-ERP, Mat­ti­ni fue desig­na­do para ocu­par la secre­ta­ría gene­ral del par­ti­do des­pués de la caí­da en com­ba­te de Mario Rober­to San­tu­cho, en julio de 1976. Más allá de los tiem­pos que siguie­ron, la divi­sión y extin­ción del PRT como orga­ni­za­ción y de los varios deba­tes (no siem­pre muy fra­ter­nos que diga­mos) que sigue pro­ta­go­ni­zan­do con otros ex mili­tan­tes; la pala­bra de Mat­ti­ni nos per­mi­te hoy acer­car­nos un poco a uno de los per­so­na­jes rele­van­tes del siglo pasa­do en Argentina.

¿Qué ele­men­tos hay que tener en cuen­ta para com­pren­der la ascen­den­cia de San­tu­cho en el PRT-ERP?

Yo sen­tía esa influen­cia. Era una atrac­ción que sen­tías por un tipo que ves que tie­ne algo. Pero a mí me resul­ta­ba un poco más fácil sepa­rar las cosas: no era el más valien­te, por­que había muchos tan valien­tes como él; y tam­po­co era un gran ora­dor, por cir­cuns­tan­cias de la vida y por­que no eran muchos los bue­nos ora­do­res del par­ti­do. Lo que quie­ro decir es que no era más que el común de los cua­dros que tenía el PRT en ese momen­to, en algu­nos aspec­tos des­co­lla­ba más uno que otro pero en ese nivel era muy pare­jo todo. Enton­ces qué que­da… Creo que San­tu­cho tenía una cosa que tie­ne que ver más con el deseo que con la per­cep­ción de con­cien­cia. Tie­ne que ver con un tipo que está abso­lu­ta­men­te con­ven­ci­do que el camino es ése, y tie­ne una enor­me capa­ci­dad de per­sua­sión sobre los demás. No demos­tra­ba dudas, a dife­ren­cia de los demás que sí las tenía­mos. Enton­ces vos zan­ja­bas las dudas con él. Era una refe­ren­cia, alguien que tenía una per­cep­ción sobre la vida de las per­so­nas que ser­vía como guía, y ese es el fenó­meno de los líde­res, que no se pue­de des­cri­bir con pala­bras. Pero el efec­to existía.

San­tu­cho era indis­cu­ti­ble. A nadie se le podía ocu­rrir dudar de su lide­raz­go. Vos podías dis­cu­tir con él un mon­tón de aspec­tos par­cia­les, me acuer­do que dis­cu­tía­mos mucho el tema sin­di­cal, pero el lide­raz­go no. Esa cosa que el tipo tenía que lo hacía un líder, un líder extra­ño inclu­so, por­que no tenía un dis­cur­so muy poten­te. Un ele­men­to que a mí me pare­ce muy fuer­te es que era un tipo que lo que decía, lo hacía. Y en aque­llos años, cuan­do había muchos char­la­ta­nes, San­tu­cho siem­pre se ponía ade­lan­te para hacer cual­quier cosa que se vota­ra. Tan­to es así, que cuan­do se desa­rro­lló el PRT tuvi­mos que tomar medi­das orgá­ni­cas para fre­nar­lo, por­que se ano­ta­ba en todas. Esa fue una pro­pues­ta mía des­pués que cayó pre­so, por­que era una bar­ba­ri­dad arries­gar a un diri­gen­te de ese tipo en ope­ra­cio­nes que podían hacer otros cua­dros. Y se votó que no par­ti­ci­pa­ra en nin­gu­na ope­ra­ción mili­tar en las ciu­da­des, has­ta que no se afir­ma­ra la gue­rri­lla en el mon­te, por lo menos. Pero lo tenía­mos que atar. Y él votó en con­tra de esa medi­da, pero se la ganamos.

¿San­tu­cho era con­cien­te de esa influen­cia?

Era con­cien­te y tenía muy asi­mi­la­do el papel que juga­ba. Él sabía que juga­ba un papel deter­mi­nan­te y eso hacía que con­tro­la­ra su con­duc­ta. Por­que al ser el refe­ren­te, des­pués se trans­for­ma­ba en un mode­lo para la mili­tan­cia. Una cosa que me lla­ma­ba la aten­ción era su extre­mo cui­da­do, no se le esca­pa­ba deta­lle, y eso para mí fue una auto­cons­truc­ción for­mi­da­ble, por­que des­pués su her­mano me con­tó que Robi era un tipo muy dis­traí­do, de esos que se emba­lan y se olvi­dan de lo que pasa alre­de­dor. Eso lo corri­gió con fuer­za de volun­tad, por eso cada vez se auto­cons­truía más. Lo mis­mo ante una situa­ción gra­ve, no per­día nun­ca la sere­ni­dad ni la tran­qui­li­dad. Lo logra­ba mejor que nadie, por eso ante la deses­pe­ra­ción del res­to uno siem­pre iba a encon­trar al tipo tranquilo.

¿Cómo era su víncu­lo coti­diano con los mili­tan­tes?

Acá habría que sepa­rar dos pla­nos: uno que tie­ne que ver con las inquie­tu­des en común de las per­so­nas, don­de vos dis­fru­tás de las mis­mas cosas. Yo, por ejem­plo, con un tipo como el Grin­go Men­na me sen­tía como con un com­pa­ñe­ro del cole­gio, por los códi­gos que había. Lo mis­mo me pasa­ba con Beni­to Urtea­ga. Con Robi eso era más difí­cil, él tenía otros pará­me­tros más nor­te­ños, tenía otros rit­mos, y ade­más no tenía­mos los mis­mos gus­tos. Por eso digo que no tuve una amis­tad con él. Pero sí una rela­ción polí­ti­ca orgá­ni­ca, por­que él tenía algo muy mar­ca­do: con­fia­ba en que la prác­ti­ca cura­ba todo. Pri­me­ro, con­fia­ba que las per­so­nas cam­bian, que se van hacien­do, que no nacen de una deter­mi­na­da mane­ra. Una for­ma de pen­sar mate­ria­lis­ta, bien mar­xis­ta, diga­mos. Y por eso insis­tía tan­to con la prác­ti­ca de masas. Y al mis­mo tiem­po, era intran­si­gen­te, muy rigu­ro­so. No era con­tem­po­ri­za­dor. Él mar­ca­ba la cosa, cuan­do que­da­ba cla­ro si había un error por negli­gen­cia o era inevi­ta­ble, enton­ces sí des­pués y a par­tir de ahí te levan­ta­ba y te recu­pe­ra­ba. Lo que no admi­tía era el doble dis­cur­so, o la jus­ti­fi­ca­ción. Y en eso tenía una fuer­te intui­ción cuan­do alguien esta­ba bicicleteando…

Sudes­ta­da

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