Movimiento Continental Bolivariano, Quinta Internacional, juventud del siglo XXI y legados revolucionarios del siglo XX/Excepto la derecha rabiosa todos reconocen de palabra la necesidad del cambio a nivel planetario. Pero las palabras pueden ser engañosas. Por ejemplo: el discurso socialista común enmascara a veces una lucha feroz entre oportunistas y revolucionarios.
Dejemos a los oportunistas y traidores de lado por ahora. Dentro del campo revolucionario hay una saludable diversidad teórica; pero muchas veces no hay equidad bibliográfica para acceder a las diferentes versiones de lo acontecido en el siglo XX.
Los jóvenes revolucionarios buscan en las fuentes clásicas argumentos y experiencias que ayuden a comprender nuevas situaciones y delinear estrategias adecuadas. Pero muchas veces la información que reciben está sesgada por sus expositores.
Por ejemplo: el pensamiento trotskista ha perdido fuerza en el movimiento obrero, su influencia en el mundo campesino y sobre los pueblos originarios es prácticamente nula, pero ejerce determinada influencia en la intelectualidad contestataria latinoamericana e incide en la cosmovisión de muchos jóvenes que buscan fundamentos para su práctica transformadora.
Este reavivamiento del trotskismo intelectual es explicable. Por un lado el colapso de la URSS hizo que la temprana crítica trotskista a su construcción tuviera nuevos oídos receptivos entre los lectores jóvenes. Sin embargo su mensaje, leído en exclusividad, sesga demasiado el análisis.
Por otra parte, el blanduzco discurso socialdemócrata actual y la práctica conciliadora y oportunista de algunos gobiernos “progresistas” arrojan a muchos jóvenes a filas anarquistas o trotskistas, donde encuentran un lenguaje radical.
Desde luego aún dentro del trotskismo hay diversas corrientes, pero predominan en la mayoría de ellas dos ideas peligrosas:
1) un menosprecio a la herencia bolivariana y
2) una condena global a toda la construcción socialista en la URSS desde los años 30, desconociendo las corrientes antagónicas que se sucedieron en su dirección.
El menosprecio hacia Bolívar se basa en los juicios adversos que sobre el Libertador hiciera Marx. Curiosamente el trotskismo, que acusa a otros por creer en la infalibilidad de los dirigentes soviéticos de los años 30, no admite que Marx pueda haberse equivocado en su lectura de los acontecimientos en la lejana Sudamérica del siglo XIX.
En cuanto a la URSS , el colapso de 1990 para el trotskismo fue el cumplimiento de la profecía que hiciera León Trotski en los 30. Esta lectura por lo tanto se saltea los cruciales cambios de timón y la lucha de propuestas que marcaron los 50, los 60 y aún los 70 en la URSS, y que llevaron a su colapso final cuando Gorbáchov reforzó el triunfo de las líneas oportunistas que ya había establecido sutilmente Jruschov en 1956.
El simplismo del pensamiento trotskista, poniendo en una misma bolsa a todos los dirigentes soviéticos después de 1930, hace que hoy se llame “stalinismo” a una serie de procedimientos burocráticos y oportunistas que en realidad fueron implementados por dirigentes soviéticos posteriores a Stalin y que además eran enemigos políticos del famoso georgiano.
Esta condena generalizada implica que se agranden las desviaciones reales de los años treinta, y cuarenta, y que se menosprecien las experiencias positivas, revolucionarias, de aquel inmenso laboratorio social que despertó una inmensa mística y una actitud heroica en decenas de millones de personas, sentimientos masivos que se mantuvieron (pese a los sucesivos retrocesos de la dirección política) al menos hasta los 70. Lo más grave es que se mutila así la posibilidad de discutir temas del siglo XX que tienen indudable vigencia, entre ellos:
1) la “Nueva Política Económica” que adoptó Lenin provisoriamente para los primeros años de convalecencia de Rusia después de la guerra civil;
2) La colectivización en el campo soviético, en los años treinta. sus formas, sus aciertos y sus errores.
3) La propuesta de la Tercera Internacional de construir Frentes Populares antifascistas y frentes de liberación nacional en las colonias y países oprimidos
4) Las formas soviéticas de la dictadura del proletariado, la Legalidad Socialista y el papel del Partido, el Ejército Rojo, los sindicatos y el pueblo organizado y armado
5) El XX Congreso (1956) y los virajes oportunistas que le siguieron; el intento finalmente fallido de restauración de principios desde1964, la debacle final en los ochenta.
La supervivencia del planeta está amenazada y sólo los pueblos del mundo en alianza con un puñado de estados liberados puede salvarlo. Hay temas nuevos, como el recalentamiento global, que sólo permiten salidas revolucionarias.
Sin duda las coordinaciones continentales y mundiales para la resistencia antimperialista y para impedir la guerra entre estados son un aspecto destacable de la coyuntura. Pero la represión en los aeropuertos y en los pasos de frontera de los países sometidos (bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico) dificultan el flujo de denuncias sobre violación de derechos humanos o sobre agresiones imperiales contra los pueblos o contra la Naturaleza. Complican hasta la comunicación entre los pueblos. Por eso la coordinación debe consolidarse primero a nivel de subregiones, entre los destacamentos patrióticos que conocen mejor quién es quién en las tierras vecinas más próximas.
A nivel continental la formación de cuadros dirigentes del movimiento político y social es imprescindible. Esta formación debe abarcar las asignaturas más diversas: desde el aprendizaje de cómo salvaguardar la soberanía alimentaria hasta la lectura crítica, sin prejuicios, de la historia revolucionaria de la humanidad. No puede haber Quinta Internacional sin que se instale un debate abierto, fundamentado, sobre la Tercera. No puede haber un Movimiento Continental Bolivariano sin investigar profundamente los procesos multiculturales que tuvieron su máxima expresión en tiempos de Bolívar cuando todavía ardía la lumbre inolvidable de Haití.