Cuando el gobierno no hace ni dice nada durante seis días después de demostrarse que los agentes del Mossad robaron la identidad de seis ciudadanos británicos para asesinar a un comandante de Hamás en Dubai, empieza a parecer como si Israel tuviera razón al pensar que podía salirse con la suya. El ministro de Asuntos Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, pronosticó ayer que el incidente no tendría ningún efecto sobre las relaciones con Gran Bretaña.
La decisión de la noche pasada de llamar al embajador israelí para “compartir información” no cambia esta posición básica. Si Gran Bretaña fuera menos indolente en sus relaciones se daría cuenta de que no le interesa que Israel libre su guerra contra Hamás bajo la bandera británica. Lo que ha ocurrido es una violación de la confianza entre dos naciones ostensiblemente aliadas. El robo de identidades no sólo pone en peligro las vidas de los seis titulares de los pasaportes y las de sus familias sino además, potencialmente, la de cualquier persona con pasaporte británico en el mundo árabe. Frente a un clamor político cada vez mayor, Gordon Brown se ha visto obligado a pedir una investigación completa de los usos fraudulentos de los pasaportes británicos. Todos nosotros, ¡ay!, conocemos la predilección del primer ministro por las investigaciones que fracasan. La Agencia Responsable para el Crimen Organizado (SOCA), capitaneada por sir Ian Andrews, anteriormente en el ministerio de Defensa, trabajará con las autoridades de Dubai.
Dubai ya ha emitido sus propias órdenes de arresto, pero las pruebas que reúna la SOCA, como mínimo, se deberían presentar a Israel con una exigencia de explicaciones. Gran Bretaña no es el único país implicado en este asunto. Dubai cree que 11 agentes con pasaportes europeos participaron en el asesinato. Si Israel desdeña a la SOCA, el asunto deberá llevarse a nivel de la UE. Los agentes del Mossad usan rutinariamente identidades falsas y pasaportes occidentales falsificados, y cada vez que los pillan haciéndolo Israel asegura que no lo volverán a hacer. Se lo aseguró a Gran Bretaña cuando surgió el asunto en 1987. Diez años después dio las mismas garantías a Canadá, después de que agentes del Mossad entraran en Jordania con pasaportes canadienses falsos y fracasaran en un intento de envenenamiento del líder de Hamás Khaled Meshal. Dos agentes israelíes sospechosos fueron encarcelados en Nueva Zelanda por obtener pasaportes en el país ilegalmente. Estas garantías diplomáticas, obviamente, no tienen ningún valor.
La única cosa que dará la próxima vez al Mossad una pausa para reflexionar y discernir un asesinato selectivo es si los políticos expertos les hacen sentir las consecuencias de sus acciones. En todo momento hay una abundancia de herramientas a disposición del reino Unido y la Unión europea, desde los contactos diplomáticos bilaterales hasta acuerdos militares, de armas y de comercio. Londres es un puesto de escucha clave para Oriente Próximo y Gran Bretaña es un interlocutor vital con los palestinos. Existen infinidad de maneras de hacer llegar el mensaje, sin olvidar la cuestión de si se debe cambiar la ley para hacer más difícil para los tribunales británicos emitir órdenes de arresto, bajo el principio de la jurisdicción universal, para los ex ministros israelíes acusados de crímenes de guerra. El misterio sin resolver es por qué Gran Bretaña ha sido tan renuente a tirar de las palancas a su disposición.
Ayer en Israel la operación del Mossad se calificó como un éxito táctico operativo. Hubo alivio porque la persona seleccionada fue la asesinada y porque todos los agentes de de Israel salieron con seguridad. Israel no es el único país que lleva a cabo asesinatos selectivos. Estados Unidos sigue la misma política con aviones teledirigidos contra los talibanes y Al Qaeda en el norte de Waziristan. La carga de hipocresía es velozmente demoledora en aquéllos que condenan los ataques de Israel mientras ejercen la misma política en otros escenarios de guerra. Pero los asesinatos raramente logran el efecto anunciado. Si el propósito aquí era detener las compras de armas de Hamás a Irán en Dubai, esto no impedirá que Teherán suministre armas a través de otro canal y el comandante de Hamás será reemplazado inmediatamente. Este tipo de asesinatos, sin embargo, podría dar a los Estados árabes todavía menos razones de las que ya tienen para normalizar las relaciones con Israel. ¿Es un éxito táctico o un fracaso estratégico?
Traducido por Rebelión