La larga y tupida guerra mediática contra Venezuela ha entrado en una fase delirante en la que es abismal la distancia entre lo que realmente ocurre en el país y lo que publican los consorcios mediáticos. Quien juzgue a Venezuela únicamente por lo que se publica en ellos llega a la conclusión de que es un Estado “fallido”, donde se justifica cualquier cosa, sea el golpe militar, el magnicidio, una intervención armada extranjera o todos esos “remedios” juntos, precisamente el sentido común que buscan instalar sus editores. Y es que los grandes medios de Estados Unidos, España y otros países del la OTAN, los miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa y las cadenas electrónicas latinoamericanas dibujan una imagen tan distorsionada de la realidad venezolana que nadie desprejuiciado aceptaría que la nación así descrita sea la misma en la que una decena de transnacionales –entre ellas Chevron y Repsol- acaba de invertir ochenta millones de dólares para iniciar operaciones en un sector de la Faja Petrolera del Orinoco, aquella en la que millones históricamente marginados hoy gozan de todos los derechos, donde existe una sólida popularidad de su presidente y confianza en su gobierno, que se expresa en la estabilidad política o en marchas desbordantes como la del 23 de enero. Hace poco el veterano periodista venezolano Eleazar Díaz Rangel se preguntaba de dónde podía haber sacado la revista Newsweek los elementos de información como para vaticinar para este año algo tan descabellado como el derrocamiento del presidente Hugo Chávez por un golpe militar.
Pero la arremetida contra Caracas en el exterior no es sólo mediática, por más importante que sea este componente de la estrategia antivenezolana de Estados Unidos. Es multifacética y contiene planes de inteligencia, subversión y agresión militar en los que participan el Departamento de Estado, el Comando Sur de las fuerzas armadas de ese país, ni qué decir la “comunidad de inteligencia” bajo las órdenes del almirante Dennis Blair, la oligarquía y el gobierno colombianos, más o menos abiertamente los gobiernos y fuerzas políticas de derecha dentro y fuera de América Latina y, por supuesto, la contrarrevolución interna. De todo ello hay sobradas pruebas.
La contrarrevolución interna es muy necesaria para dar la imagen de una sociedad insubordinada y un país ingobernable y realizar labores de espionaje y subversión para los servicios especiales estadounidenses y aliados pero su desgaste y desprestigio forzó a Washington a buscar reclutas entre estudiantes de clase media que han sido entrenados en las técnicas de las revoluciones de colores con fondos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) y de la National Endowment for Democracy, ambas fachadas de la CIA. Pero ya este grupo también ha perdido la fuerza inicial y la multitudinaria marcha de los jóvenes bolivarianos de hace unos días en Caracas desactivó las acciones criminales que había iniciado y no dejó dudas del apoyo al gobierno en ese sector.
Tanto para la revolución como para la contrarrevolución la batalla más importante de este año es la elección legislativa del 26 de septiembre. Pero dentro de la contrarrevolución, que salvo por el odio a Chávez está dividida, hay un pleito feroz por las candidaturas y, sobre todo, no tiene confianza en que pueda impedir a los bolivarianos alzarse con las dos terceras partes de los escaños en la Asamblea Nacional necesarios para mantener el rumbo revolucionario. El dominio electoral del chavismo es lo que invariablemente termina inclinándola al rumbo golpista y a la desesperación. Ello explica los intentos de culpar a Chávez de los problemas con el abasto de agua y electricidad debidos a una de las más grandes sequías desde que se llevan registros, que el gobierno está enfrentando con gran energía y ha colocado a Alí Rodríguez, uno de sus mejores cuadros, para darle solución.
Pero para tener una idea de lo que se prepara contra Venezuela nada más elocuente que recordar el Estimado Nacional de Inteligencia presentado al Congreso de Washington por el almirante Blair: “En Venezuela, Bolivia y Nicaragua líderes populistas… se han unido para rechazar la influencia de Estados Unidos… en la región. El presidente de Venezuela… se ha establecido como uno de los detractores principales a nivel internacional contra Estados Unidos…” Si esto es lo que dicen públicamente…