En la prensa occidental, las noticias sobre Corea del Norte suelen tener un aire surrealista. Pero aquel que creyera haberlo escuchado todo, el día de Navidad de 2009, le trajo una nueva sorpresa. Ese día, quien cruzó la frontera entre China y Corea no fueron los renos de Santa Claus, sino Robert Park, un misionero estadounidense de origen surcoreano.
Park pertenece a una de las muchas organizaciones radicales cristianas de Estados Unidos. Su intención era ‑nada más y nada menos- que entregar una carta a Kim Jong Il, pidiéndole que dimitiese y que cerrase todos los presuntos campos de concentración que ‑según la información que él manejaba- existen en Corea. Park hizo declaraciones antes de partir hacia Corea, diciendo que no quería que el gobierno norteamericano negociase su liberación si era arrestado y que sólo volvería de Corea cuando el último de los “presos políticos” estuviese en libertad. Park tenía clara una idea: iba a Corea a convertirse en un mártir, para así llamar la atención sobre la situación de los derechos humanos en Corea.
Pero Park ‑que hoy, 6 de febrero, está volando hacia Estados Unidos, de nuevo- pronto vio un realidad muy distinta:
“Cuando crucé la frontera, supuse que sería fusilado o encarcelado; eso era lo que la propaganda estadounidense me había enseñado. Pero enseguida cambié de opinión, al ver la actitud con la que los militares me trataban, a pesar de que yo estaba cruzando ilegalmente la frontera. No sólo los militares, sino también todos los que se reunieron conmigo, me trataron con amabilidad, con total respeto por mis derechos humanos. Nunca he visto antes a personas tan generosos como aquellas. Las personas [de Corea] me trataron de manera increiblemente amable y generosa. Y se preocuparon por mi salud más que mis padres. Estoy muy agradecido por ese gran afecto hacia mí.”
Park ha pasado 43 días en Corea del Norte. En el momento en que se coló a través de la frontera norte, Park estaba plenamente convencido de que la situación era tan sumamente grave en Corea que merecía la pena morir o ser encarcelado, con tal de que el mundo dirigiese una mirada recriminatoria hacia Pyongyang. En apenas mes y medio, sin embargo, todas sus sospechas se han desvanecido:
“En Corea se asegura la libertad religiosa, al contrario de lo que dice la propaganda occidental. Yo, que soy un cristiano devoto, tenía entendido que, en la RPD de Corea, la represión impedía pensar ni siquiera en la posibilidad de rezar. Me dí cuenta poco a poco de que estaba equivocado.
Nadie se oponia a que rezase, nadie lo consideraba extraño ni me molestaban mientras lo hacía. Por el contrario, me facilitaron las condiciones para que yo pudiera rezar oraciones todos los días con tranquilidad. Me quedé aún más sorprendido cuando me devolvieron mi Biblia. Este hecho bastó para que yo tuviera la certeza de que en la RPD de Corea se garantiza totalmente la libertad religiosa. Y estuve más convencido cuando participé en la misa de la Iglesia de Pongsu, en la ciudad de Pyongyang. En ella estuvieron presentes el predicador y el pastor. Además, los coros conocían los himnos religiosos. Esto me sorprendió mucho. Lloré emocionado durante el oficio, al saber que en Corea existen cristianos e iglesias como la de Pongsu. Me he informado también de que en varias zonas de la RPD de Corea se hacen predicaciones y los cristianos leen la Biblia.”
Robert Park solicitó dar una rueda de prensa, para explicar lo ocurrido. Durante su declaración, afirmó que “en Corea se asegura plenamente la libertad de la religión y las personas pueden leer y creer todo lo que quieran, en cualquier momento y en cualquier lugar. A través de todo lo que vi y todo lo que escuché, reconocí que me había equivocado respecto a Corea, aunque creo que fui engañado por la demagogia de Occidente.
Si hubiera conocido que la RPD de Corea respeta los derechos humanos, ofrece libertad a todos y que la gente lleva una vida feliz y estable, yo no habría cometido ningún delito. Realmente, me quedé impresionado, perplejo y avergonzado. Los habitantes de aquí me trataron con amor y respetaron mis derechos humanos. Yo pido sinceras disculpas al gobierno de la RPD de Corea por mi conducta ilegal, aunque se debió al desconocimiento de la realidad de Corea.”
El misionero insiste en varias ocasiones el hecho de que ‑por culpa de la prensa occidental- la imagen que tenía de Corea era radicalmente distinta a lo que él pudo ver por sí mismo.
“Yo tenía una vision falsa sobre la RPD de Corea, debido a la demagogia del Occidente, que trata de difundir una imagen negativa. Algunas películas como «Los hijos del pais secreto» y «El tren rumbo a Seul», así como algunas publicaciones occidentales, tratan sobre «actos de violacion de los derechos humanos», «grandes masacres» y «duras sentencias judiciales» contra los cristianos coreanos, etc. que, en realidad, no existen en la RPD de Corea.
Esta desinformacion absurda provocó que yo, como cristiano, tuviese grandes prejuicios contra Corea. Como no sabía qué hacer, me limité a rezar y guardar ayuno. Se puede decir que eso fue precisamente lo que pude intentar primero. Pero, a medida que pasaba el tiempo, leí más noticias y y escuché en programas de televisión que la situacion cada día empeoraba más.
Esas noticias me inquietaban mucho. Y había motivos para ello: si había personas ‑incluyendo cristianos- muriendo de hambre en campos de concentracion, yo debería morir junto con ellos. Yo entendía que si lograba ayudarles, iría al paraíso y en, caso contrario, al infierno. Después de reflexionar, tomé la decision de ir a la RPD de Corea.”
Para Corea del Norte, la presencia de Robert Park en Pyongyang podría haber servido como carta dentro de las negociaciones que se están llevando a cabo durante estos días con Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno norcoreano renunció a cualquier tipo de uso político de este caso, ya que ‑según han hecho público- no ven mala intención en la actitud de Park y sí que ha sido víctima de un engaño.
De todas formas, este caso ilustra la ridícula manipulación a la que se ve sometida la ciudadanía occidental, a la que se ocultan hechos como que en Corea del Norte existe libertad religiosa. Por supuesto, la libertad religiosa es un derecho inalienable del pueblo coreano y no de las jerarquías eclesiásticas. El mercadeo con la fe no existe en el “país de las mañanas calmadas”: toda persona recibe una educación científica y tiene derecho a profesar cualquier religión pero, al mismo tiempo, tiene derecho a que ninguna institución religiosa le moleste ni acose con su propaganda y con visiones sesgadas del mundo o de la sociedad.
La religión está separada del Estado y no enmascara ningún poder fáctico de tipo reaccionario, como sucede en muchos países occidentales o islámicos.
Una importante mayoría de los coreanos se declaran ateos y sólo una minoría es creyente de alguna religión, fundamentalmente el budismo, el chondoísmo, el catolicismo, el cristianismo ortodoxo o el protestantismo.
Para ellos, el gobierno ha reconstruido templos y edita libros religiosos, ya que la mayor parte del patrimonio histórico de las religiones fue destruido durante la Guerra de Corea. El gobierno coreano no reprime la práctica de las religiones, al contrario, es ese mismo gobierno quién lleva desde los años 50 edificando y reconstruyendo templos de diferentes confesiones. Eso sí, ese mismo gobierno asegura que toda persona reciba una educación científica, sin intrusismo idealista.
Eso mismo ha debido de aprender Park, que ha terminado su declaración indicando que “para purgar mi culpa ‑cometida ante el gobierno de la RPD de Corea‑, me esforzare en todo lo posible por dar a conocer lo que he experimentado a quienes ‑como yo- tienen una imagen deformada de Corea. Además, como cristiano, rezaré por la reunificación y la paz en la Península Coreana.”
Lo más probable es que, en cuanto Park aterrice en Estados Unidos, comience una campaña de acoso mediático y el entorno extremista del grupo al que pertenece tratará de presionarle para que se desdiga de su declaración.
Ante estas presiones, Park tendrá que optar entre la firmeza de la experiencia vivida o acomodarse al entorno en el que se encuentra y servir como instrumento de propaganda. En cualquier caso, esta historia desmiente totalmente a la propaganda occidental: un chico ‑víctima de la propaganda- con la firme determinación de no volver de Corea hasta conseguir la libertad religiosa en este país, vuelve un mes y medio después con un cambio radical en su forma de pensar.
Los mass media occidentales argumentarían “es que la propaganda comunista es muy fuerte y lo invade todo”. En mi humilde opinión, nunca ha sido Robert Park tan libre para pensar por sí mismo, como durante los 43 días que pasó en Corea del Norte.
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Juan Nogueira López
Secretario de Comunicaciones
Asociación de Amistad con Corea en el Estado Español