“El riesgo país no es un indicador confiable de la evolución de la inversión y el crecimiento.”
Federico Anzil
El ataque continúa. Las trasnacionales no consiguen aún superar la crisis, mucho menos regresar a los porcentajes de beneficios acostumbrados. Buscan nuevas fuentes de materia prima, energía y mano de obra para sus mercados.
Sus propios medios de información divulgan nuestras reservas petroleras y las califican como “las mayores del planeta”; la orden llega a sus escribas locales quienes no dudan en titular: “Venezuela es en la actualidad el peor país para invertir en todo el mundo”.
Hablan de un indicador que debe alarmarnos porque “se ha duplicado en menos de un lustro”, agregando detalles que los delatan como fieles cumplidores de una orden.
Porque para asegurar que “la devaluación de la moneda es una de sus causas y el más reciente agravante” hay que estar obedeciendo ciegamente, sin tomarse la molestia en consultar libros o portales sobre economía o finanzas. Ahuyentar a los inversionistas es parte de un plan.
Nos presentan entonces al “riesgo país” como “el índice que mide el grado de riesgo que entraña un país para las inversiones extranjeras”. Pero su propia definición no resiste el menor análisis.
Federico Anzil deduce que: “El enfoque ‘riesgo-país’ da por sentado que existe una cartera de proyectos esperando, los cuales se realizarán en el momento que el riesgo disminuya”
Y agrega: “La utilización del riesgo país, como indicador de la evolución de una economía, se basa paradójicamente en los supuestos neoclásicos de perfecta información y movilidad de capitales; el sólo hecho de la existencia de un indicador de riesgo país es la demostración de que estos supuestos no se verifican en la realidad”.
“Si los supuestos neoclásicos fuesen ciertos, no debería existir el riesgo país ya que la perfecta movilidad de capitales e información igualarían la rentabilidad marginal del capital con la tasa internacional de interés; es decir, no existiría el riesgo país ya que las tasas de interés de los diferentes países serían idénticas”.
Ponderaciones subjetivas
El riesgo país es un porcentaje adicional que paga un país por sus bonos, calculado en relación a la tasa que paga el Tesoro de Estados Unidos. Lo consideran como “la diferencia que existe entre el rendimiento de un título público emitido por el gobierno nacional y un título de características similares emitido por el Tesoro de los Estados Unidos”.
Pero hay más de un “riesgo país”, porque al menos cinco instituciones lo calculan, con diferentes resultados, aunque se “contagian” los factores subjetivos.
Moody’s, Standad & Poor’s, J.P. Morgan, Institutional Investor y Euromoney publican regularmente sus cifras sobre “riesgo país” de diferentes naciones.
Lo expresan en cifras enteras donde cada 100 unidades equivalen a una sobretasa del 1%, sobre la tasa de interés de los bonos de Estados Unidos, considerada por ellos como de riesgo cero. O sea: esa noticia publicada esta semana por sus propios medios, donde Obama le solicita a China que devalúe su moneda porque peligra el valor del dólar, es mentira.
Por otra parte, aunque no pretendemos que la economía se base exclusivamente en cifras resultantes de cálculos exactos, tampoco aceptamos como correctos aquellos indicadores donde los factores subjetivos pueden ser fácilmente manipulados por posiciones o presiones políticas, según el deseo o interés de poderosos grupos.
Por ejemplo, los factores que utiliza Euromoney, para sus cálculos de “riesgo país”, le otorgan un 25% al factor político, por encima de los indicadores de mercado y cinco veces aspectos tan importantes, siguiendo sus propias normas económicas, como “acceso a financiamientos” y “acceso a mercado de capitales”.
Más aún, es superior al doble del indicador de deuda y de la propia calificación crediticia, valorada sólo en 10%. Es decir, si mi posición política no es de su agrado, no importa si soy buena paga, ni si tengo décadas cumpliendo fielmente y a tiempo mis compromisos.
Adicionalmente, otro 25% le otorgan al “desempeño económico”, pero éste es medido sólo en términos monetarios financieros. No importa lo que haya “sembrado” con mi dinero ni el desarrollo o sustento que haya alcanzado.
Vaticinios incongruentes
Todos los métodos utilizados para calcular el riesgo país, por las diversas instituciones, tienen los mismos defectos: utilizan variables cuantitativas y cualitativas, con marcada subjetividad y ponderaciones imperfectas.
Pero sirven para asustar a países, pueblos y gobiernos, amenazándolos con eso de “mientras más alta sea la calificación de riesgo país, mayor va a ser el costo de endeudamiento, y mientras mayor sea este costo, menor va a ser la maniobrabilidad de la política económica y mayor el riesgo de incumplimiento, lo que a su vez elevará el mismo riesgo país”.
Para contar con aliados locales, suelen agregar a su amenaza: “habrá un menor flujo de fondos hacia el país y una mayor tasa de interés global. Es decir: no sólo se eleva el costo de endeudamiento del gobierno sino también el del sector privado, con efectos deprimentes sobre la inversión, el crecimiento y el nivel de empleo de los recursos humanos y físicos” y los escribas salen a publicar lo que estás leyendo desde hace varios días.
Pero, donde cumplen sus órdenes, “los mercados bursátiles internacionales siguen a la baja”, aunque insistan en destacar que sólo descenderán los bonos venezolanos y el precio del petróleo.
Manipulaciones mediáticas
Leemos: “el euro pierde su atractivo como moneda de reserva en el mundo”. Sabemos entonces que vendrán a invertir aquí, sin importar lo que publiquen sus propios medios.
Los inversionistas, al momento de realizar sus elecciones de dónde y cómo invertir, buscan maximizar sus ganancias.
Debido a la gran cantidad de información disponible y al costo de obtenerla, a problemas de información imperfecta y asimetrías de información, y principalmente a que no se puede adivinar el futuro, es imposible saber con exactitud cuál es el rendimiento esperado y la desviación estándar de una inversión.
Pero sí saben, aunque manipulen en vía opuesta, que las reservas de petróleo y gas están aquí, esperando a quienes de verdad pueden ser llamados inversionistas.
Experiencias en Latinoamérica
En nuestra Patria grande somos testigos de contradicciones del riesgo país.
Entre 1997 y 2000, el “riesgo país” de Brasil fué mucho mayor que el de Uruguay. Sin embargo, Brasil creció mucho más que Uruguay.
En Argentina amenazaban casi a diario con el riesgo país, pero sus cifras eran mejores o iguales que las de sus vecinos, donde instaban a invertir.
La semana pasada, un grupo de “expertos” se reunieron en Miami para analizar la economía de Latinoamérica. Señalan el gran riesgo que representa el gobierno de Venezuela a la “intervención extranjera en los países latinos”. Aseguran que aquí no se puede invertir por fallas de energía eléctrica y moneda devaluada.
Agregan que “emprendedores venezolanos invierten en Panamá” en “restaurants y transporte”, alejados por el riesgo país.
Incluyen además que “el negocio del oro se va para Colombia” donde “hay menor riesgo”.
Oportunidades en Venezuela
Sus propios economistas se los advierten. Duncan H. Meldrum, quien difícilmente pueda ser “acusado” de socialista, les señala que “el análisis de riesgo-país requiere un amplio y comprensivo conocimiento de la economía internacional y de la macroeconomía, así como de las instituciones sociopolíticas y de la historia del país objeto de estudio”.
¿Tendrán eso claro quienes analizan a Venezuela? ¿Nos conocen realmente los estimadores del riesgo país?.
Entretanto, la Faja Petrolífera del Orinoco se empeña en desmentirlos. Los bloques 4, 5 y 6, del Campo Junín, atrajeron inversiones por varias decenas de miles de millones de dólares, y las licitaciones del Campo Carabobo prometen cifras similares.