[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre] El enfrentamiento de EE.UU. con Irán, Rusia y China es lógico en un profundamente irracional sistema económico
El argumento es incontrovertible: El capitalismo, como sistema efectivo de organizar la sociedad y de proveer a las necesidades del ser humano, ha dejado de existir. Billones de dólares para reanimar la economía en Estados Unidos y Europa pueden haber dado un efímero respiro a la clase financiera para que vuelva a girar la ruleta del casino, pero cada día es más evidente que la tentativa de “recuperación” ha venido renqueando hasta pararse. Atascada por niveles sin precedentes de las deudas nacionales y de las familias, la máquina productiva- la economía real- presenta señales de rigor mortis.
Es un colapso que se viene gestando desde hace mucho tiempo. Décadas de crédito fácil han servido hasta la fecha a la clase dirigente- gobiernos, corporaciones, instituciones financieras- para que la mayoría de los trabajadores los financien con la pérdida de su poder adquisitivo, en retroceso desde los años 1970, a favor del enriquecimiento de la oligarquía mediante el recorte de los salarios, una fiscalidad regresiva y la reducción del gasto público. La clase política- tanto liberal como conservadora, de derechas o de izquierdas- ha facilitado este gigantesco proceso de trasvase de riqueza.
Pero, de lo que se trata es de que en la actualidad, objetivamente, el sistema económico se encuentra en las últimas. Y resulta imposible para los considerados líderes políticos pensar en hacer las cosas de otra manera. Están ciegos ideológicamente. Recuerden la arrogante afirmación de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher: “No hay alternativa”. De la misma manera, el presidente estadounidense Barack Obama insiste en entregar miles de millones de dólares más a los bancos y financieros de Wall Street. Pero eso no va a reanimar una economía en la que millones de trabajadores están en paro y han perdido sus hogares o que con salarios de hambre se encuentran endeudados hasta el cuello. El sistema especulativo ha llegado a su final histórico y este punto muerto es la consecuencia de una acusada tendencia relacionada con el declive del capitalismo como forma de producción social ( bajada de salarios y beneficios y la subsiguiente explosión de la especulación financiera y de la deuda).
La extensión de la pobreza y de la miseria humana se ven ahora a gran escala en el denominado mundo desarrollado. Unos 40 millones de estadounidenses, por ejemplo, subsisten hoy gracias a los bonos de comida. La diferencia entre economías “desarrolladas” y “en desarrollo” (en cualquier caso, siempre un mito) se ha desdibujado. Las filas de los pobres de siempre han aumentado con la incorporación de los empleados de cuello blanco y de sus familias en Estados Unidos y Europa. Juntos más que nunca, se encuentran ante las puertas cerradas de los paraísos con riquezas obscenas de las que disfrutan unas minorías en el mundo.
Coyunturas similares ya se habían producido antes, cuando el capitalismo se debatía entre su inexorable tendencia de enriquecer más a los ricos y empobrecer a los más pobres. Inquietamente, la válvula de escape del sistema y de su bancarrota siempre ha sido la guerra. Muerte y destrucción son el último recurso de un sistema que- pese a sí mismo – de forma inevitable polariza la riqueza hasta un grado incontrolable. La primera y segunda guerras mundiales- que en diez años se cobraron las vidas de más 70 millones de personas- fueron su último recurso, efectivo y terrible.
En nuestra época, la guerra da la impresión de haberse iniciado ya. La oligarquía estadounidense y sus aliados de la OTAN están librando una auténtica guerra en el mundo entero: millones de civiles asesinados, desparecidos y encarcelados en Iraq, Afganistán y Pakistán – expansión bélica en Yemen, Somalia y el resto del cuerno de África, militarización de las vías marítimas y de los océanos (véase, Chossudovsky, Globalresearch.ca) y decisión de “seguir adelante” con el establecimiento de bases militares de misiles en todos los continentes (Rozoff, dixit).
Por encima de la pobreza y miseria tradicionales, el mundo contempla otra vuelta histórica a la barbarie. Habida cuenta de la dinámica belicista, el creciente enfrentamiento de EE.UU. con Irán, Rusia y China es algo más que una amenaza nimia. Es el lógico paso siguiente de un profundamente irracional sistema económico.
Pero la historia no es inevitable. No estamos necesariamente programados para repetir sus horrores. La combinación de las comunicaciones globales entre los ciudadanos y la conciencia política y social, pueden bastar para impedir una conflagración mundial y acabar con el desgobierno de la oligarquía. Para ello, se necesita: a) Difundir la idea de que el capitalismo, como sistema de producción, está acabado; y b) Tener confianza en que existe una auténtica alternativa. Esa alternativa es el socialismo (que será objeto de otro artículo). Quienes se sientan escépticos, deberían tener en cuenta la clara opción que Rosa Luxemburg planteó a la humanidad: socialismo o barbarie. Y esto último es lo que ya tenemos.
finian.cunningham@gmail.com
Global Research, 9 de febrero de 2010