La «crisis perpetua y agónica que gravita sobre Nafarroa Bai» es sustancialmente endógena, aunque tenga un acelerador externo. Podría definirse como una crisis de crecimiento. NaBai tiene una estructura paritaria entre los partidos propia de los primeros pasos de un proyecto incipiente en el que priman la necesidad y la buena voluntad. Pero es una estructura que a estas alturas ya no satisface las legítimas aspiraciones de los partidos que creen haber aportado más a la empresa común. Cuando empezaron todo estaba por construir y ahora hay un suculento pastel que no todos entienden que se está repartiendo de forma justa. Y, además, también están los independientes y la conciencia de que el espíritu de NaBai sobrepasa a la suma matemática de los partidos coaligados.
Y como acelerador exterior de la crisis aparece la idea de que tras el debate de la izquierda abertzale se abre un nuevo escenario que puede cambiar todo los mapas conocidos hasta la fecha. Lo llamativo en esta circunstancia es que la posición de algunos integrantes de NaBai y las preguntas que hacen los medios vayan siempre dirigidas a saber si a la izquierda abertzale se le permitiría sumarse a la coalición. Que se sepa, la izquierda abertzale no ha pedido la entrada a ese club y tampoco parece que ni por peso ni por tradición su intención sea la de hacerlo. Más bien se intuye que tiempos nuevos exigen instrumentos nuevos, sólidos, coherentes y acordados entre todos los dispuestos a hacer una apuesta común.