El TAV es un atropello en toda regla en su conjunto, pero en Nafarroa se convierte además en el símbolo de la deteriorada situación política en el herrialde. El mismo Gobierno Sanz que lanza a diario alarmistas mensajes de que no hay dinero para algo tan básico y universal como la sanidad, se muestra encantado a la vez en vaciar las arcas para un macroproyecto de necesidad más que dudosa y que beneficiaría sólo a unos pocos. Sin embargo, las cuentas son claras: el consejero Alberto Catalán confirma que la Hacienda navarra asumirá al menos 60 millones de euros para acelerar la parte del TAV que corresponde a Madrid, y su compañera María Kutz admite al mismo tiempo que el bloqueo de las cuentas de Osasunbidea se ha superado con un «parche» de tres millones de euros. O sea, veinte veces menos.
Sin embargo, el Gobierno y su entorno propagandístico buscan vender la sanidad como un pozo sin fondo y el TAV, por contra, como una necesidad acuciante. Y lo están logrando. Grupos como Nafarroa Bai e IUN, que ponen el grito en el cielo con lo de Osasunbidea, han minimizado hasta ahora el derroche del TAV o incluso han instado a cerrar el convenio.
Así, no es raro que Miguel Sanz ‑hombre dado a arrebatos como todo el mundo sabe- ya amenace veladamente con adelantos electorales. Y quizás ni siquiera sea, como matizó ayer, por lo del tren… sino por facilitar a UPN otros cuatro años tan cómodos de gobierno.