La crisis entre España y Venezuela suscitada por la Audiencia Nacional española ha dado lugar a diversas interpretaciones. Quien señale como un factor de agitación la siniestra mano del PP, no se equivoca. Esta derecha, marcada por el estigma de una dictadura a la que heredó, es rabiosamente reaccionaria. No se puede esperar otra cosa de un partido que mantiene como Presidente honorífico a un personaje como Fraga, responsable impune del asesinato de numerosos trabajadores vascos en 1976. O que sigue venerando a un personaje tan ruin como Aznar, criminal de guerra y corresponsable de incontables crímenes en Irak.
El PP –es sobradamente conocido- denigra ostentosamente el Proceso Revolucionario de Venezuela. Sólo por intereses crematísticos soporta los acuerdos comerciales con un gobierno al que aborrece y al que quiere remover. Ya lo intentó durante el fracasado golpe de Estado de Pedro Carmona en 2002. Y lo va a seguir intentando. En la cultura política de España la tolerancia es flor muy escasa: “quien es diverso, es contrario”. Un Estado que se consolidó expulsando judíos, árabes, moriscos, gitanos….no puede tolerar la existencia de lo distinto o diferente. Esa malformación genética de España, por desgracia, no es trauma exclusivo de la derecha. El Gobierno del PSOE aborrece a Hugo Chávez y al proceso bolivariano tanto como el PP, sólo que guarda un poquito mejor las formas. Baste recordar la actitud del Presidente Zapatero ante el exabrupto de Juan Borbón y la posterior defensa de Aznar frente a las acusaciones de Caracas. O la lluvia de continuas descalificaciones que esparce El País ‑herramienta comunicativa del PSOE- contra el proceso venezolano y su Gobierno.
En la gestación y gestión del actual conflicto –no lo ignoremos- tiene mucho que ver el PSOE. Durante los primeros días, se manejó la hipótesis de que el Gobierno de España estaba operativizando la estrategia norteamericana de acoso a Venezuela. Suposición muy acertada. La servidumbre al imperio yanki es uno de los rasgos que ha caracterizado a los gobiernos españoles, sean del color que sean; parece como si su fortaleza dependiera del reconocimiento que le concede la Administración norteamericana. Así actuó el Dictador y así acostumbra a actuar el PSOE. La política antisandinista de Reagan tuvo en este partido un aliado incondicional. Lo mismo que ahora con Venezuela, los socialistas españoles deslegitimaron sin descanso al Gobierno de Managua; durante diez años, se encargaron de atizar la guerra mediática y económica mientras Washington asumía el peso de la militar. En 1989, cuando el imperio promovió la candidatura de Violeta Chamorro, Felipe González le deparó en Madrid una acogida excepcional para que incrementase en Nicaragua su crédito electoral. En 1984, y siguiendo las indicaciones norteamericanas, el PSOE restableció relaciones con el gobierno guatemalteco sin que éste hubiera dado la menor satisfacción por la quema de la Embajada española; había que apuntalar a los gobiernos centroamericanos implicados en la contrainsurgencia. Durante la Guerra del Golfo, en 1991, el ejército yanki tuvo en España una base estratégica. Con la autorización de los pretendidos socialistas, salían cada noche los bombarderos que destruían Irak. En Afganistán se repite la colaboración española con las guerras yankis. Si el PSOE ha hecho de la colaboración con Norteamérica en la lucha contra pueblos soberanos una de sus estrategias fundamentales ¿por qué no lo va a hacer ahora contra Venezuela? Una vez más, confía medrar a la sombra del imperio.
Otro de los objetivos prioritarios del PSOE es la liquidación del independentismo vasco; obsesión que le trae a mal andar ya que el tiempo corre en su contra. En esta batalla, utiliza la manida doctrina antiterrorista para condicionar las relaciones diplomáticas: criminaliza la solidaridad internacionalista, encarcela a los vascos que la promueven y presiona a otros Gobiernos. Según Zapatero, “los terroristas tienen que saber que no están seguros en ningún lugar del mundo”; el “imperio en el que no se ponía el sol” sigue vivo. No hace mucho, reconoció el Ministro de Interior español que todos los contactos diplomáticos con países “amigos” incluyen un apartado sobre ETA y los vascos. Pero ¿qué hacer con los gobiernos que no prestan la colaboración que exigen los españoles? Nada mejor que forzar una crisis con el convencimiento de que, a las buenas o las malas, hasta esos Gobiernos poco afectos se verán obligados a colaborar. Así ocurrió con Francia. La creación de los GAL en la década de los 80 tenía una doble finalidad: perseguir a los refugiados vascos y, sobre todo, forzar a Francia para que los persiguiera. En buena media, y como reconoce el sicario Amedo, aquel objetivo se consiguió: “Francia se hizo menos permeable”. La actual presión contra Venezuela y Cuba no es armada sino judicial, pero está instigada por el PSOE con el mismo objetivo: violentar a otros Estados soberanos para que cambien una actitud que la Metrópoli no tolera. Lo ha reconocido sin ambigüedades Pérez Rubalcaba, el Ministro de Interior español: “Hay que impedir que lo que haya se reproduzca o mantenga; lo que me interesa es que si allí hay algún tipo de situación favorable, se acabe con ella”. Imperialismo español en estado puro y refinado cinismo del PSOE.
Fuente: Rebelion