Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam –guerra que los vietnamitas denominaban, de forma más apropiada, la Guerra de Estados Unidos- sobre el terreno. Pero Hollywood ganó la guerra en la pantalla, mostrando una obra maestra tras otra, desde Apocalypsis Now a El Cazador.
Ahora la historia se repite a sí misma como una farsa, ¿y de qué otro modo podría ser?. A todos los efectos, EEUU ha perdido la guerra de Iraq. Pero no crean por ello que el ex secretario adjunto de defensa Paul Wolfowitz va a conseguir un Oscar al Peor Guión, o que al ex secretario de defensa Donald Rumsfeld le van dar un Oscar al Peor Director ni que el ex presidente George W. Bush y toda una variedad de neocons van a subir como productores al podium del Teatro Kodak en Los Angeles para aceptar el Oscar a la Peor Película: la guerra misma.
En lugar de eso tenemos En tierra hostil como la Mejor Película y a Kathryn Bigelow (por otra parte, una estupenda cineasta independiente) como la Mejor Directora. A los propios iraquíes ni siquiera se les permitió una actuación especial como extras en uno de esos cursis números del baile por la noche. En tierra hostil es un mero e imprevisto subproducto (y en última instancia rentable) de una invasión y ocupación que han destruido a una nación y han matado, directa e indirectamente, a cientos de miles de iraquíes que, a diferencia de “nuestros hombres y mujeres de uniforme”, ni siquiera se merecieron una mención de Bigelow en su mayor momento de gloria. El hecho de que En tierra hostil ganara sobre Avatar –la película más elaborada, antibelicista y de mayor recaudación en taquilla de todos los tiempos- dice mucho de los artefactos explosivos improvisados de la supuesta elite “cultural” estadounidense.
La tierra hostil de la coalición
Pero la noche de los Oscar en el Bagdad de la vida real no ha terminado aún, ni mucho menos, alardeando de su propio Avatar frente a tierra hostil en la carrera por la que el ex primer ministro Iyad Allawi, conocido anteriormente en Bagdad como el “Sadam sin mostacho”, se enfrentaba al actual primer ministro Nuri al-Maliki. Ninguno cuenta con el encanto y las habilidades técnicas de Bigelow, pero seguro que ambos saben cómo rodar una escena de guerra.
Tras las elecciones parlamentarias del domingo, Hollywood –es decir, Washington- está apostando por su propio caballo ganador, el ex activo de la Agencia Central de Inteligencia y baazista Allawi, junto a su coalición de más o menos serviciales elementos conocidos como la Lista Nacional Iraquí. Si Allawi gana, estaremos de nuevo en 2004, en los días en que la ocupación iba fenomenal, al menos según la narrativa oficial del Pentágono.
No importa que en 2004 Allawi estuviera también detrás del sangriento ataque contra Faluya, un bastión sunní. En la actualidad, los aliados de Allawi son esencialmente nacionalistas árabes sunníes alineados con esos modelos puristas de la democracia liberal occidental que son Arabia Saudí, Egipto y Jordania. Su hombre del saco es el Irán chií. No es de extrañar que sean los favoritos de Hollywood -¡ay, de Washington!-.
Por otra parte tener a Maliki, un chií del partido Dawa reafirmado en el poder, es una propuesta infinitamente menos atractiva, porque supondría claramente la continuidad de una alianza informal Bagdad-Teherán, para desasosiego también de la Casa de los Saud alineada con Washington. Ni siquiera las arenas de Mesopotamia pueden saber qué va a significar en la práctica la supuesta “retirada” de Iraq de las tropas de Washington; pero no cabe duda de que en verdad supondrá un ascendiente aún mayor de Teherán en Iraq.
Y todo eso sin entrar siquiera a considerar la controvertida cuestión kurda, en torno a la cual cualquier temblor haría detonar la alarma roja de la guerra civil. Es de prever que los kurdos hayan votado por sus propios partidos kurdos. Allawi y sus seguidores sunníes nunca permitirán que los kurdos se apropien de la zona rica en petróleo de Kirkuk, y menos aún que vayan ganando terreno tanto en la provincia de Diyala como en la de Nínive. Puede que los kurdos no estén pensando en el mundo de Maliki, pero los problemas de Maliki son aún más graves en relación a los sunníes en la gran ciudad norteña de Mosul. En lo que a los kurdos se refiere, estaría dispuesto a discutir un acuerdo global, y eso, en sí mismo, no desagradaría precisamente a los sunníes.
La conclusión es que cualquier cosa que suceda durante las próximas semanas –los resultados finales no van a anunciarse hasta el 18 de marzo‑, Allawi no va a conseguir acercarse a la mayoría en el sur chií, y así no va a lograr la fuerza suficiente para poder alcanzar una coalición con Maliki, los kurdos o la Alianza Nacional Iraquí, que agrupa a los partidos religiosos chiíes. El Estado de la Ley de Maliki es anti-baazista hasta los tuétanos. Y la Alianza Nacional Iraquí nunca se alinearía con un ex activo de la CIA anti-chií.
La clave en la Alianza Nacional Iraquí es la facción Sadr. Para conseguir que los sadristas suban a bordo, Maliki tendrá que acelerar el fin de la ocupación. Para los sadristas, eso es sagrado: el fin de la ocupación significa un Iraq sin tropas estadounidenses. Por tanto, uno puede vislumbrar un probable escenario de una gran coalición con Maliki incluyendo a los partidos religiosos chiíes, varios partidos más pequeños, independientes y un acuerdo de trabajo con los kurdos.
¿Y qué tendría que decir de todo esto el Gran Ayatollah Ali Sistani, que tiene su sede en Nayaf, el maryah (fuente de emulación) más influyente y el de mayor autoridad? Dijo que todo el mundo debería votar, pues si no se votaba “se permitiría que algunos consiguieran objetivos ilegítimos”. Incluso en Irán, la mayoría de los chiíes reconocen a Sistani –y no al Líder Supremo de Irán, el Ayatollah Ali Jamenei- como su maryah. Con su comunicado, Sistani no abogó exactamente por Irán. Pero tampoco apoya a Allawi, el ex activo de la CIA.
Otra vez más, el imprevisto resultado final –aunque, en realidad, muy previsible- de la “democracia liberal occidental” de Washington impuesta a punta de pistola será el sectarismo. El espectro de la guerra civil en Iraq seguirá amenazadoramente vivo, para deleite de toda la camarilla dominante de Washington, que estaría encantada de ver un Iraq balcanizado que debilitara tanto a este país como a Irán.
Los sadristas están alarmados ya por el potencial fraude y pucherazo. Allawi, siempre un mal perdedor, está también quejándose y protestando. Pero, en última instancia, parece probable que Maliki y sus colegas se lleven el premio a la Mejor Película y al Mejor Director en la versión real de los Oscar en Bagdad. No estén tan seguros de que no se pongan en camino el próximo año hacia Washington, ay, perdón, Hollywood, para recibir el Oscar a la Mejor Película Extranjera.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Pepe Escobar Asia Times Online