Los super­vi­vien­tes de una de las fami­lias masa­cra­das en Afga­nis­tán ame­na­zan con con­ver­tir­se en sui­ci­das-bom­ba, por Jero­me Starkey

Los fami­lia­res super­vi­vien­tes de las per­so­nas que murie­ron ase­si­na­das en un des­gra­cia­do ata­que per­pe­tra­do por la noche en una zona situa­da al este de Afga­nis­tán, han recha­za­do el “dine­ro san­grien­to” que el gobierno que­ría entre­gar­les como indem­ni­za­ción y han decla­ra­do que lle­va­rán a cabo ata­ques sui­ci­das si no se lle­va ante la jus­ti­cia a los auto­res de la masacre.

El 12 de febre­ro, un gru­po de pis­to­le­ros no iden­ti­fi­ca­dos ase­si­na­ron a tiros a dos muje­res emba­ra­za­das, una mucha­cha, un poli­cía y su her­mano. Ade­más, en el ata­que con­tra el pue­blo de Kha­ta­ba, en la pro­vin­cia de Pak­tia, se lle­va­ron arres­ta­dos a ocho hom­bres. Todos ellos fue­ron libe­ra­dos más tarde.

Haji Sharabuddin at his son grave

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Haji Sha­ra­bud­din en la tum­ba de su hijo (Foto: The Times)

Nadie se ha res­pon­sa­bi­li­za­do de los ase­si­na­tos. Un ofi­cial esta­dou­ni­den­se en Kabul se negó a iden­ti­fi­car a las fuer­zas impli­ca­das, excu­sán­do­se en “altos intere­ses estra­té­gi­cos y de segu­ri­dad nacionales”.

Las Nacio­nes Uni­das cri­ti­ca­ron en el pasa­do a las agen­cias de inte­li­gen­cia en Afga­nis­tán por uti­li­zar gru­pos para­mi­li­ta­res para lle­var a cabo “ase­si­na­tos extra­ju­di­cia­les”. Si la fuer­za estu­vie­ra con­tro­la­da por la CIA o por el ser­vi­cio de inte­li­gen­cia interno de Afga­nis­tán, esta­ría exen­ta de las nue­vas direc­tri­ces que la OTAN ha dise­ña­do para limi­tar los ata­ques noc­tur­nos, direc­tri­ces que entra­ron en vigor el 23 de enero.

Los ancia­nos del lugar entre­ga­ron 2.000 dóla­res de indem­ni­za­ción al cabe­za de fami­lia, Haji Sha­bud­din por cada una de las cin­co víc­ti­mas, una vez que las pro­tes­tas para­li­za­ron Gar­dez, la capi­tal de Pak­tia. “No quie­ro dine­ro. Quie­ro jus­ti­cia”, decla­ró. “Era toda nues­tra fami­lia, nada nos impor­tan ya nues­tras vidas. Lle­va­re­mos a cabo ata­ques sui­ci­das y toda la pro­vin­cia nos apoyará”.

La OTAN había pro­cla­ma­do que la fuer­za que lle­vó a cabo el asal­to había encon­tra­do los cuer­pos de las muje­res “ata­dos, amor­da­za­dos y ase­si­na­dos”. Dijo tam­bién en su decla­ra­ción ini­cial: “Se mató a varios insur­gen­tes que pro­vo­ca­ron un tiro­teo con las fuer­zas conjuntas”.

Una inves­ti­ga­ción de The Times en el lugar de los hechos y en sus alre­de­do­res pudo ave­ri­guar que esas decla­ra­cio­nes eran fal­sas. Aun­que no se pudo com­pro­bar de for­ma inde­pen­dien­te las afir­ma­cio­nes de la fami­lia de que por su par­te no había media­do dis­pa­ro alguno, nin­guno de los muer­tos per­te­ne­cía a la insur­gen­cia. Los parien­tes dicen que las muje­res murie­ron duran­te el ata­que, no antes.

Los ofi­cia­les de la OTAN fue­ron más lejos aún y ayer dije­ron [14 de mar­zo] a los perio­dis­tas en Kabul que las muje­res habían sido víc­ti­mas de un ase­si­na­to “por honor”. Sin embar­go, no supie­ron expli­car por qué los cuer­pos se habían guar­da­do duran­te la noche en la casa, en con­tra de la cos­tum­bre islá­mi­ca, ni por qué la fami­lia había invi­ta­do a vein­ti­cin­co per­so­nas para cele­brar esa mis­ma tar­de que se iba a poner nom­bre a un recién naci­do. La OTAN nie­ga esas acu­sa­cio­nes de encubrimiento.

Hubo en docu­men­to sin fecha que The Times pudo ver en el que las fuer­zas esta­dou­ni­den­ses se habían pre­sen­ta­do ante el Coman­dan­te Dawood, el poli­cía muer­to, ala­bán­do­le por su tra­ba­jo y “dedi­ca­ción y dis­po­si­ción para ser­vir al pue­blo de Afga­nis­tán”. En él se decía que su tra­ba­jo “ayu­da­ría a ase­gu­rar la esta­bi­li­dad del país duran­te muchos años”.

El her­mano del coman­dan­te Dawood, Saran­wal Zahir, era fis­cal de dis­tri­to en Ahma­da­bad, tam­bién en la zona de Pak­tia. Las dos muje­res casa­das esta­ban emba­ra­za­das de cua­tro y cin­co meses. La mucha­cha, Gula­lai, se había com­pro­me­ti­do y pro­yec­ta­ba casar­se este verano.

“Antes, cuan­do escu­cha­ba infor­ma­cio­nes sobre ata­ques de esta cla­se y los ancia­nos decían que las tro­pas extran­je­ras sólo habían veni­do para colo­ni­zar Afga­nis­tán, yo les decía que esta­ban aquí para ayu­dar­nos”, dijo Sayed Moham­med Mal, el vice­can­ci­ller de la Uni­ver­si­dad de Gar­dez, cuyo hijo, Man­sur, era el novio de Gula­lai. “Pero cuan­do lo he vivi­do en mi pro­pia fami­lia, he com­pren­di­do lo equi­vo­ca­do que esta­ba. Aho­ra acep­to las cosas que la gen­te me cuen­ta. Odio a las fuer­zas extran­je­ras. Odio al gobierno”.

Las auto­ri­da­des afga­nas insis­ten en que el ata­que fue un error. Nin­gu­na de las per­so­nas con­tac­ta­das por The Times dijo que la fami­lia tuvie­ra vin­cu­la­cio­nes con los talibanes.

“Mi padre era ami­go de los esta­dou­ni­den­ses pero ellos le mata­ron”, dijo el hijo del Coman­dan­te Dawood, Abdul Gha­far, mien­tras sos­te­nía una mano­sea­da foto­gra­fía en la que se veía al poli­cía con tres sol­da­dos esta­dou­ni­den­ses. Uno de los esta­dou­ni­den­ses tenía pues­to el bra­zo alre­de­dor de los hom­bros del Sr. Dawood. “Ellos mata­ron a m padre. Y yo quie­ro matar­les a ellos. Quie­ro lle­var a los ase­si­nos ante la justicia”.

La fami­lia sos­pe­cha que un espía pue­de haber cau­sa­do deli­be­ra­da­men­te el ata­que con fal­sa infor­ma­ción y los fami­lia­res han ape­la­do al Pre­si­den­te Kar­zai para que se lo entregue.

“Si el gobierno no nos da al espía, lle­va­re­mos un sagra­do Corán ante el pala­cio pre­si­den­cial y le pre­gun­ta­re­mos por qué no nos ayu­da y por qué per­mi­te que los esta­dou­ni­den­ses lle­ven a cabo esas ope­ra­cio­nes”, dijo Bibi Sabs­pa­rie, la madre del Sr. Dawood. Haji Sha­ra­bud­din, su mari­do, dijo que que­ría al espía col­ga­do y quemado.

“Los extran­je­ros están siem­pre hablan­do de dere­chos huma­nos. Pero no les impor­tan nada esos dere­chos”, dijo Moham­med Tahir, el padre de Gula­lai. “Vie­nen a ense­ñar­nos dere­chos huma­nos y lue­go van y matan a un mon­tón de civi­les. No están aquí para aca­bar con el terro­ris­mo. Ellos son los terroristas”.

Moham­mad Sabir, a cuya mujer, Bibi Shi­rin, mata­ron, pro­me­tió ven­gar­se: “Si los esta­dou­ni­den­ses no nos dan al espía, coge­re­mos a sie­te esta­dou­ni­den­ses y les mataremos”.

La fami­lia cuen­ta sie­te víc­ti­mas, no cin­co, por­que las dos muje­res esta­ban embarazadas.

Afghan women killed in the NATO raid

De izquier­da a dere­cha: 1) Bibi Saleha, de 37 años, tenía once hijos; 2) La otra víc­ti­ma, Gula­lai, de 18 años, aca­ba­ba de com­pro­me­ter­se; 3) Bibi Shi­rin y su hija Tama­na. (Las caras de las muje­res apa­re­cen difu­mi­na­das a peti­ción de sus fami­lias) (Fotos: The Times)

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