Awassa, Etiopía. Salimos de la ruta principal a Awassa, convencimos a los guardias de seguridad y viajamos una milla por terreno desocupado hasta que encontramos lo que pronto será el mayor invernadero de Etiopía. Ubicada bajo un acantilado del valle del Rift, la construcción está lejos de terminarse, pero la estructura de plástico y acero ya se extiende sobre 20 hectáreas* –el tamaño de 20 campos de fútbol-.
El gerente de la finca nos muestra millones de tomates, pimientos y otros vegetales cultivados en filas de 450 metros en condiciones controladas por ordenador. Ingenieros españoles construyen la estructura de acero, tecnología holandesa minimiza el uso de agua de dos perforaciones y 1.000 mujeres recogen y empacan 50 toneladas de alimentos por día.
Dentro de 24 horas se habrán transportado 320 kilómetros a Addis Abeba y se habrán llevado en avión 1.600 kilómetros a los negocios y restaurantes en Dubai, Jiddah y otros sitios de Oriente Próximo.
Etiopía es uno de los países más hambrientos del mundo en el que más de 13 millones de personas necesitan ayuda alimentaria, pero paradójicamente el gobierno ofrece por lo menos 3 millones de hectáreas de su tierra más fértil a países ricos y a algunos de los individuos más adinerados del mundo para que exporten alimentos a sus propias poblaciones.
Las 1.000 hectáreas que contienen los invernaderos de Awassa se han arrendado por 99 años a un empresario multimillonario saudí nacido en Etiopía, Mohammed al-Amoudi, uno de los 50 hombres más ricos del mundo. Su compañía Saudi Star planea gastar hasta 2.000 millones de dólares comprando y cultivando 0,5 millones de hectáreas de terreno en Etiopía en los próximos años. Hasta ahora ha comprado cuatro fincas y ya está cultivando trigo, arroz, vegetales y flores para el mercado saudí. Espera llegar a emplear a más de 10.000 personas.
Pero Etiopía sólo es uno de los 20 o más países africanos en los que tierras se están comprando o arrendando para agricultura intensiva en una inmensa escala en lo que puede ser el mayor cambio en las relaciones de propiedad desde la era colonial.
Fiebre de la tierra
Una investigación del Observer calcula que hasta 50 millones de hectáreas de tierra –un área más del doble del tamaño del Reino Unido– han sido adquiridas en los últimos años o están en proceso de negociación por gobiernos e inversionistas acaudalados que trabajan con subsidios estatales. Los datos utilizados fueron recopilados por Grain, el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y Desarrollo, la Coalición Internacional para el acceso a la tierra (ILC), ActionAid y otros grupos no gubernamentales.
La fiebre de la tierra, que todavía se acelera, ha sido provocada por la escasez mundial de alimentos que siguió a los fuertes aumentos del precio del petróleo en 2008, la creciente escasez de agua y la insistencia de la Unión Europea en que 10% de todo el combustible para el transporte debe provenir de biocombustibles para el año 2015.
En muchas áreas los acuerdos han llevado a desahucios, malestar público y quejas de “apropiación de tierras”.
La experiencia de Nyikaw Ochalla, un anuak indígena de la región Gambella de Etiopía, que ahora vive en Gran Bretaña pero está en contacto regular con agricultores en su región, es típica. Dijo: “Toda la tierra en la región Gambella se uriliza. Cada comunidad posee y cuida su propio territorio y los ríos y tierras de cultivo en su interior. Decir que existe tierra desperdiciada o tierra no utilizada en Gambella es un mito propagado por el gobierno y los inversionistas.
“Las compañías extranjeras llegan en grandes cantidades y privan a la gente de tierra que ha utilizado durante siglos. No hay consultas con la población indígena. Los tratos se cierran en secreto. Lo único que ven las personas del lugar es gente que llega con numerosos tractores para invadir sus tierras.
“Toda la tierra que rodea la aldea de mi familia, Illia, ha sido apropiada y está siendo despejada. Ahora la gente tiene que trabajar para una compañía india. Su tierra ha sido apropiada a la fuerza y no se les dado compensación alguna. La gente no puede creer lo que está sucediendo. Miles de personas resultarán afectadas y van a pasar hambre.”
No se sabe si las adquisiciones mejorarán o empeorarán la seguridad alimentaria en África, o si estimularán conflictos separatistas, pero se espera que un importante informe del Banco Mundial que debe publicarse este mes advierta de los potenciales beneficios y los inmensos peligros que representan para la gente y la naturaleza.
Encabezan la fiebre los agronegocios internacionales, los bancos de inversión, los hedge funds, negociantes en materias primas, fondos de riqueza soberana así como fondos de pensiones, fundaciones e individuos británicos atraídos por parte de la tierra más barata del mundo.
Juntos buscan por doquier en Sudán, Kenia, Nigeria, Tanzania, Malawi, Etiopía, Congo, Zambia, Uganda, Madagascar, Zimbabue, Mali, Sierra Leona, Ghana y otros sitios. Sólo Etiopía ha aprobado 815 proyectos agrícolas financiados por el extranjero desde 2007. La tierra existente que los inversionistas no han podido comprar se está arrendando por 1 dólar la hectárea al año, aproximadamente.
Se piensa que Arabia Saudí, junto con otros Estados de emiratos de Oriente Próximo como Qatar, Kuwait y Abu Dabi, es el mayor comprador. En 2008 el gobierno saudí, que fue uno de los mayores productores de trigo de Oriente Próximo, anunció que iba a reducir su producción interior de cereal en un 12% al año para conservar su agua. Asignó 5.000 millones de dólares para suministrar préstamos a tasas preferenciales a compañías que querían invertir en países con un fuerte potencial agrícola.
Mientras tanto la compañía de inversión saudí Foras, respaldada por el Banco de Desarrollo Islámico y ricos inversionistas saudíes, tiene intenciones de gastar 1.000 millones de dólares dentro de siete años en la compra de tierras y en la producción de siete millones de toneladas de arroz para el mercado saudí. La compañía dice que está investigando la compra de tierras en Mali, Senegal, Sudán y Uganda. Al volverse hacia África para producir sus cultivos básicos, Arabia Saudí no sólo adquiere tierra africana sino que se asegura el equivalente de cientos de millones de galones de agua escasa por año. El agua, dice la ONU, será el recurso determinante de los próximos 100 años.
Inmensos negocios
Desde 2008 inversionistas saudíes han comprado considerablemente en Sudán, Egipto, Etiopía y Kenia. El año pasado los primeros sacos de trigo producido en Etiopía para el mercado saudí fueron presentados por al-Amoudi al rey Abdullah.
Algunos de los negocios africanos en cuestión son de dimensiones exorbitantes: China ha firmado un contrato con la República Democrática del Congo para el cultivo de 2,8 millones de hectáreas de aceite de palma para biocombustibles. Antes que fracasara debido a los disturbios, un negocio propuesto de 1,2 millones de hectáreas entre Madagascar y la compañía surcoreana Daewoo hubiera incluido casi la mitad de la tierra arable del país.
También existe demanda de tierras para producir cultivos para biocombustibles. Compañías europeas de biocombustible han adquirido o solicitado unos 4 millones de hectáreas en África. Esto ha llevado al desplazamiento de gente, ausencia de consultas y compensación, promesas rotas sobre salarios y oportunidades laborales,” dijo Tim Rice, autor de un informe de ActionAid que calcula que la UE tiene que producir cultivos en 17,4 millones de hectáreas, bastante más de mitad el tamaño de Italia, si quiere cumplir con su objetivo de un 10% de biocombustible para 2015.
“La apropiación de tierra para biocombustible en África ya está desplazando a agricultores y la producción de alimentos. La cantidad de gente que pasa hambre aumentará,” dijo. Firmas británicas han obtenido tierras en Angola, Etiopía, Mozambique, Nigeria y Tanzania para cultivar flores y vegetales.
Compañías indias, respaldadas por préstamos gubernamentales, han comprado o arrendado cientos de miles de hectáreas en Etiopía, Kenia, Madagascar, Senegal y Mozambique en las que están cultivando arroz, caña de azúcar, maíz y lentejas para alimentar su mercado interior.
Ningún sitio se deja sin considerar. Sudán, que emerge de una guerra civil y ha estado en gran parte privado de desarrollo durante una generación, es uno de los nuevos puntos de atracción. Compañías surcoreanas compraron el año pasado 0,7 millones de hectáreas del norte de Sudán para cultivar trigo; los Emiratos Árabes Unidos han adquirido 760 millones de hectáreas y Arabia Saudí cerró el mes pasado un acuerdo por 40.000 hectáreas en la provincia Nilo.
El gobierno del sur de Sudán dice que muchas compañías tratan ahora de adquirir tierra. “Hemos recibido muchas solicitudes de numerosos promotores. Hay negociaciones en curso,” dijo Peter Chooli, director de recursos acuáticos e irrigación, en Juba la semana pasada. “Un grupo danés está en negociaciones con el Estado y otro quiere utilizar tierras cerca del Nilo.”
En uno de los negocios más extraordinarios, la firma aventurera neoyorquina de inversiones Jarch Capital, dirigida por el ex comerciante en materias primas Philip Heilberg, ha arrendado 800.000 hectáreas en el sur de Sudán, cerca de Darfur. Heilberg no sólo ha prometido crear puestos de trabajo sino también que reinvertirá un 10% o más de sus ganancias en la comunidad local. Pero ha sido acusado por sudaneses de “apropiarse” de tierras comunales y de dirigir un intento estadounidense de fragmentar Sudán y explotar sus recursos.
Nuevo colonialismo
Devlin Kuyek, un investigador basado en Montreal que trabaja con Grain, dijo que las inversiones en África se ven ahora por numerosos gobiernos como una nueva estrategia de suministros alimentarios. “Los países ricos miran hacia África no sólo para tener un buen rendimiento de capital, sino también como una póliza de seguro. Escasez de alimentos y disturbios en 28 países en 2008, disminución de los suministros de agua, cambio climático y un inmenso aumento de la población se han combinado para hacer que los terrenos sean atractivos. África tiene más tierras y, en comparación con otros continentes, son baratas,” dijo.
“Tierras de cultivo en África subsahariana permiten rendimientos de un 25% y la nueva tecnología puede triplicar las cosechas en plazos muy breves,” dijo Susan Payne, ejecutiva jefe de Emergent Asset Management, un fondo de inversión británico que se propone invertir 50 millones de dólares en tierras africanas que, dijo, están atrayendo a gobiernos, corporaciones, multinacionales y otros inversionistas. “El desarrollo agrícola no es sólo sostenible, es nuestro futuro. Si no ponemos mucho cuidado y atención ahora para aumentar la producción de alimentos en más de un 50% antes de 2050, enfrentaremos serias escaseces de alimentos globalmente,” dijo.
Pero muchos de los negocios son ampliamente condenados por grupos no gubernamentales occidentales y nacionales como “nuevo colonialismo”, que aleja a la gente del campo y sustrae recursos escasos de la gente.
Encontramos a Tegenu Morku, corredor de fincas, en un café al borde de la ruta, mientras iba en camino a la región de Oromia en Etiopía en busca de 500 hectáreas de tierra para un grupo de inversionistas egipcios. Planificaban la cría de ganado, el cultivo de cereales y especias y la exportación de la mayor cantidad posible a Egipto. Tenía que haber agua y esperaba que el precio sea aproximadamente 15 birr (cerca de un dólar) por hectárea al año –menos de un cuarto del coste de terrenos en Egipto y una décima parte del precio de terrenos en Asia.
“La tierra y la mano de obra son baratos y el clima es bueno. Todos – saudíes, turcos, chinos, egipcios – están a la expectativa. A los agricultores no les gusta porque son desplazados, pero pueden encontrar tierras en otro sitio y, además, reciben compensación, equivalente a aproximadamente el valor de las cosechas de 10 años,” dijo.
Hambruna causada por el hombre
Oromia es uno de los centros de la fiebre de la tierra africana. Haile Hirpa, presidente de la asociación de estudios de Oromia, dijo la semana pasada en una carta de protesta al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que India había adquirido 1 millón de hectáreas, Djibouti 1.000 hectáreas, Arabia Saudí 100.000 y que inversionistas egipcios, surcoreanos, chinos, nigerianos y otros árabes estaban todos activos en el Estado.
“Esta es la nueva colonización del Siglo XXI. Los saudíes se benefician con la cosecha de arroz mientras los oromos mueren por una hambruna causada por el hombre, mientras hablamos,” dijo.
El gobierno etíope desmintió que los negocios estén causando hambre y dijo que los negocios con tierras atraen cientos de millones de dólares de inversiones extranjeras y crean decenas de miles de puestos de trabajo. Un portavoz dijo: “Etiopía tiene [75 millones de hectáreas] de tierras fértiles, de las cuales sólo un 15% está actualmente en uso –sobre todo por agricultores de subsistencia-. De la tierra restante, sólo un pequeño porcentaje –3 a 4%- se ofrece a inversionistas extranjeros. A los inversionistas nunca se les da tierra que pertenece a agricultores etíopes. El gobierno también anima a etíopes en la diáspora a invertir en su patria. Contribuyen con tecnología muy necesaria, ofrecen puestos de trabajo y capacitación a los etíopes, operan en áreas donde hay tierras adecuadas y acceso al agua.”
La realidad en el terreno es diferente según Michael Taylor, especialista en International Land Coalition. “Si hay tierra en África que no ha sido plantada, es probablemente por un motivo. Tal vez se utilice para apacentar ganado o se deja deliberadamente sin cultivar para impedir el agotamiento de nutrientes y la erosión. Cualquiera que ha visto esas áreas identificadas como no utilizadas comprende que no hay tierras en Etiopía que no tengan propietarios y usuarios.”
Los expertos en desarrollo están divididos con respecto a los beneficios de los cultivos en gran escala, intensivos. La ecologista india Vandana Shiva dijo en Londres la semana pasada que la agricultura industrial en gran escala no sólo separa a la gente de la tierra sino que también requiere productos químicos, pesticidas, herbicidas, fertilizantes, uso intensivo del agua, y transporte, almacenamiento y distribución a gran escala que en conjunto convierten los paisajes en enormes plantaciones de monocultivo.
“Estamos viendo desposeimiento a una escala masiva. Significa que hay menos alimentos disponibles y que la gente del lugar tendrá menos. Habrá más conflicto e inestabilidad política y las culturas se desarraigarán. Los pequeños agricultores de África son la base de la seguridad alimentaria. La disponibilidad de alimento del planeta disminuirá,” dice. Pero Rodney Cook, director del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola de la ONU ve potenciales beneficios. “Evitaría el término general ‘apropiación de la tierra’. Si se hacen correctamente, esos negocios pueden representar beneficios para todas las partes y serán un instrumento para el desarrollo.”
Lorenzo Cotula, investigador sénior en el Instituto Internacional para el Entorno y el Desarrollo, quien fue coautor de un informe sobre los intercambios de tierras en África con el fondo de la ONU el año pasado, estableció que negocios bien estructurados pueden garantizar empleos, mejores infraestructuras y mejores rendimientos de los cultivos. Pero si se manejan mal podrían causar mucho daño, especialmente si se excluye a la gente del lugar de las decisiones sobre la distribución de la tierra y no se protegen sus derechos sobre la tierra.
El agua también plantea polémica. Funcionarios gubernamentales locales en Etiopía dijeron al Observer que compañías extranjeras que establecieron granjas de cultivo de flores y otras grandes granjas intensivas no pagan por el agua. “Nos gustaría cobrarles, pero los tratos los hace el gobierno central,” dijo uno de ellos. En Awassa, la granja al-Ampuni usa tanta agua al año como 100.000 etíopes.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Fuente: Rebelion