MADRID-. Después de que el consejero de Interior de Lakua anunciara ayer que su Departamento remitirá a la Audiencia Nacional española el atestado sobre la manifestación celebrada el domingo en Donostia, el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha avanzado hoy en RNE que su Ministerio está trabajando con la Abogacía del Estado para actuar contra «todos aquellos que han injuriado o calumniado sin ningún tipo de prueba, siguiendo las mentiras de ETA, a las FSE y han dicho barbaridades como que se torturó a Jon Anza, que se le enterró. Todo eso vamos a llevarlo a los tribunales y quien ha dicho esas cosas que responda ante los tribunales y frente al Estado.
El ministro de Interior ha añadido que «no estoy dispuesto a consentir ni un minuto más ese tipo de acusaciones. La gente tiene derecho a defenderse, a opinar lo que quiera, lo que tú no puedes es salir en unos micrófonos y decir que a Jon Anza le ha detenido tal o cual cuerpo de seguridad del Estado, le ha torturado y le ha enterrado. Eso no puede ser porque es una injuria intolerable para un Estado democrático que actúa siempre de acuerdo con los principios de la ley».
Por ello, ha insistido en que «quien haya dicho esas cosas sin ningún tipo de pruebas siguiendo una campaña mentirosa orquestada por ETA va a tener que responder ante los tribunales, porque el Estado tiene que defender el buen nombre de las FSE. Llevamos mucho tiempo aguantando insultos, calumnias e injurias, y hasta aquí hemos llegado».
El hospital avisó hasta tres veces a Policía y Fiscalía antes de que Jon Anza muriera.
Maite Ubiria: Baiona
La procuradora de Baiona convocaba ayer tarde a los medios de comunicación, en su segunda comparecencia pública relativa al «caso Anza» en el plazo de 72 horas. Esta vez con el motivo mayor de dar cuenta de los resultados preliminares de la autopsia practicada, en la mañana de ayer en Toulouse, al cuerpo del militante vasco.
Sin embargo, la comparecencia daba paso a otros dos anuncios fuertes cuyos motivos reales no eran fáciles de entender. No hasta que ya entrada la noche un comunicado del Hospital Purpan arrojara algo más de luz.
A las 17.30, la procuradora informaba de que los forenses no han hallado en el cuerpo de Jon signos de violencia externa ni hemorragia cerebral y que su muerte se debió a un paro neuro-cardiaco-pulmonar seguido de un colapso polivisceral.
La fiscal se refería también al avanzado grado de descomposición del cadáver para atribuirlo a las «malas condiciones de conservación y al largo periodo en que ha permanecido en la morgue» del Hospital Purpan.
La procuradora Kayanakis explicaba que los resultados definitivos de la autopsia se conocerán la semana próxima, cuando se disponga de los resultados de los análisis biológicos solicitados por los expertos forenses.
Tras dar cuenta de esa información, la procuradora abría finalmente la puerta, si no a una segunda autopsia, tal como demanda la familia, sí al menos a la práctica de «una serie de pruebas o análisis suplementarios y a la verificación del trabajo de los expertos forenses».
Era el primer anuncio inesperado, a la vista de la firmeza expresada el viernes por la fiscal y a la sucesión de trabas con las que se está encontrando la familia Anza, primero para proceder a la simple identificación visual del cadáver, y después para que un médico de su confianza pueda participar en la autopsia.
Ahora sí, paso al juez
El segundo anuncio sorpresivo, todavía de más calado, era el de la cesión por la fiscal del caso Anza a un juez de instrucción.
Pese a las múltiples solicitudes en ese sentido de la familia, Kayanakis se ha negado a ceder a un juez independiente un caso que ha sufrido un giro inesperado para la fiscal de Baiona tras la aparición del cuerpo del militante vasco en la morgue del Hospital Purpan de Toulouse.
¿Qué ha cambiado para que ahora sí deje usted el caso a un juez?, le preguntaba ayer GARA a la fiscal Kayanakis. Y es que el mismo viernes, cuando este medio le preguntaba sobre las responsabilidades a asumir por lo sucedido en el caso, Anne Kayanakis afirmaba con rotundidad que «no encuentro motivo alguno para no seguir al frente de esta investigación, ahora para aclarar las circunstancias en que murió Jon Anza».
Kayanakis no contestó con claridad a la pregunta sobre su repentino cambio de actitud. Se escudó en la «progresiva complejidad del caso», aludiendo a que la autopsia, entre otras diligencias, se puede demorar en el tiempo y obligar a emplear nuevos medios y esfuerzos.
Insistía después Kayanakis en que lo importante ahora es «actuar con diligencia para determinar qué pasó con Jon Anza» entre el 18 de abril, en que llegó a Toulouse, y el 29 de abril en el que fue localizado en muy mal estado de salud en el parque de la avenida Estrasburgo por la Policía Municipal.
Finalmente aludía a la necesidad de «recuperar el crédito» de la institución a la que representa, y de «no dejar sombras de sospecha» en el caso Anza.
Ante el requerimiento de los medios de comunicación, la fiscal Kayanakis afirmaba que estaba ya en marcha la «reconstrucción de los hechos», para saber «en qué eslabón se rompió la cadena» provocando «el fracaso evidente» de la investigación que ella ha dirigido.
Nuevamente, la fiscal volvía a atribuir a una «cadena de errores» que habrían provocado que durante diez meses se guardara el cuerpo de Anza en la morgue del hospital Purpan de Toulouse «sin que las demandas de identificación de nuestra parte, y los trámites del hospital se cruzaran, permitiendo así la identificación».
Se rompió el silencio
Las palabras de Kayanakis te- nían, ya entrada la noche, un efecto bumerán. Efectivamente, había aludido durante su comparecencia de prensa al «gran tamaño» de dicho hospital para situar, una vez más, la sospecha de la culpa sobre el «cortocircuito» producido en la identificación del militante de ETA en una supuesta negligencia de los servicios administrativos del Hospital Purpan.
Sin embargo, en la primera reacción tras las acusaciones larvadas hacia ese servicio, el Hospital Purpan emitía a las 20.30 un comunicado público en el que afirma de manera taxativa que sus responsables comunicaron a la Policía, el 30 de abril de 2009, que la víspera había ingresado en el centro hospitalario occitano una persona de la que se desconocía su identidad.
Habida cuenta del agravamiento del estado del paciente, la dirección del Purpan se puso en contacto con el procurador de Toulouse, el 4 de mayo, para insistir en la dificultad que encontraba para localizar a los allegados de esta persona.
En vista de que esas demandas no daban resultado, el 7 de mayo, el mismo centro sanitario remitió una ficha completa con la descripción de Jon Anza a la oficina encargada de la búsqueda de personas desaparecidas.
La revelación llega cuatro días después de que se conociera que Anza había ingresado el 29 de abril de 2009 en el Purpan y fallecido en el mismo centro hospitalario el 11 de mayo del mismo año sin que los esfuerzos de su familia por encontrarlo, primero, y después las «intensas pesquisas» ‑en palabras de Kayanakis- de la Policía Judicial permitieran localizar al ex preso político vasco.
En apenas tres horas, el anuncio del Purpan provocaba un giro clave en el caso Anza que, dada su magnitud, no podía ser ajeno al conocimiento de la procuradora. A la espera de lo que ocurra en próximas horas, algo está claro: el silencio se ha roto y Kayanakis ha huido del caso.
La Policía de Baiona interrogó el viernes a personal del Purpan
El diario tolosano «ladepeche.fr» informó el pasado sábado de que agentes de la Policía Judicial (PJ) de Baiona habían interrogado a personal del hospital Purpan, entre ellos a un responsable de Enfermería. El mismo medio añadía que, según sus informaciones, la Policía de Toulouse no fue informada en su día por el hospital de que un hombre que no portaba documentación que permitiera identificarlo había muerto el 11 de mayo en sus instalaciones.
Por su parte, «Le Monde» concretó que el hospital de Purpan respondió el 4 de junio a la requisitoria emitida desde Baiona para comprobar si alguna persona que respondiera a las características de Jon Anza había sido ingresado en el centro. Según recoge la versión oficial, la respuesta fue negativa. La mayoría de los medios franceses se preguntan, sin que hasta ahora hayan dado con la respuesta, cómo pudo ocurrir que el cuerpo de una persona fuera «olvidado» en la morgue durante diez meses.
Purpan dispone de 736 camas, por debajo del millar que tiene Cruces y las 1.100 del Hospital Donostia.
GARA
Mutismo tras revelarse que guardias civiles huyeron de Toulouse esos días
El diario tolosano «ladepeche.fr» informó el pasado sábado de que agentes de la Policía Judicial (PJ) de Baiona habían interrogado a personal del hospital Purpan, entre ellos a un responsable de Enfermería. El mismo medio añadía que, según sus informaciones, la Policía de Toulouse no fue informada en su día por el hospital de que un hombre que no portaba documentación que permitiera identificarlo había muerto el 11 de mayo en sus instalaciones.
Por su parte, «Le Monde» concretó que el hospital de Purpan respondió el 4 de junio a la requisitoria emitida desde Baiona para comprobar si alguna persona que respondiera a las características de Jon Anza había sido ingresado en el centro. Según recoge la versión oficial, la respuesta fue negativa. La mayoría de los medios franceses se preguntan, sin que hasta ahora hayan dado con la respuesta, cómo pudo ocurrir que el cuerpo de una persona fuera «olvidado» en la morgue durante diez meses.
Purpan dispone de 736 camas, por debajo del millar que tiene Cruces y las 1.100 del Hospital Donostia. GARA
Para la procuradora Anne Kayanakis, la precipitada marcha de un grupo de guardia civiles de un hotel de Toulouse, abandonando tras de sí dos pistolas, «no guarda objetivamente relación con el caso Anza» y es un incidente que hay que enmarcar «en la presencia constante y normal en suelo francés de agentes españoles especializados en la lucha antiterrorista».
La fiscal ha matizado la fecha dada en su información por el diario «El Mundo» para situar la escapada de los militares españoles en el 20 de mayo de 2009. Los periodistas le han recordado que ella misma lanzó la investigación sobre la desaparición apenas dos días antes de esa fecha. La procuradora, que podría estar viviendo sus últimas horas al frente del «caso Anza», responde que «ese suceso» tuvo lugar cuando el militante donostiarra «llevaba ya unos diez días muerto».
Por ello, no pedirá que se investigue un incidente del cual no tuvo conocimiento hasta el mes pasado, cuando la Policía le preguntó si el suceso era relevante a la vista de la investigación que dirige sobre el «caso Anza», a lo que Kayanakis respondió negativamente.
La huida de los guardias civiles no había trascendido hasta ahora, pero ayer fue revelada en «El Mundo», bajo el título: «Guardias civiles olvidan sus pistolas en Toulouse». Se asegura que en coincidencia temporal con la difusión de la desaparición de Anza, «un grupo de guardias civiles salió de forma precipitada del aparthotel Adagio, en Toulouse, y se dejaron olvidadas dos pistolas debajo del colchón de su habituación».
Siempre según esta fuente, la Guardia Civil no notificó esta aparente fuga precipitada a las autoridades francesas. La fiscal Kayanakis y el comisario Leonard no se enteraron hasta febrero.
La noticia incluye otros aspectos relevantes, como la confirmación de que la Guardia Civil conocía que Anza militaba en ETA al haber hallado sus huellas en el zulo de Senpere, un dato del que dio cuenta la organización armada en su día y que siempre ha sido negado por el ministro de Interior español. Alfredo Pérez Rubalcaba sostiene que hasta que ETA no reconoció su militancia, las FSE no sabían nada.
Pese a la evidente importancia de este episodio ‑que en el menor de los casos confirma que había guardias civiles armados en Toulouse en esos días y que tuvieron que salir rápidamente tras trascender el hecho por un motivo inexplicado‑, el Gobierno español mantuvo ayer su mutismo absoluto. Según algunas fuentes, Rubalcaba ha afirmado en privado que no piensa hacer ningún tipo de declaración sobre el caso de Anza, después de que su tesis se viniera abajo. La práctica totalidad de los medios de comunicación tampoco se hicieron eco del asunto.
«El Mundo» muestra tener muchos datos sobre el incidente, ya que explica que las dos pistolas fueron halladas debajo del colchón por una empleada de la limpieza, y que los guardias civiles ‑su número no se precisa- se habían inscrito en el hotel con su nombre real.
«¿Qué tenéis que esconder?», la gran pregunta en la morgue de Toulouse
Cerca de un centenar de personas recorrieron todavía de noche los más de 300 kilómetros que separan Euskal Herria de Toulouse. Lo hicieron con la esperanza de contribuir a levantar otra oscuridad: la que pesa sobre la desaparición y muerte de Jon Anza. Acudieron con el convencimiento de que sólo la presión popular evitaría que se realizara una autopsia sin la pre- sencia del médico de confianza de la familia. Querían evitar así que se mantuvieran los interrogantes y se cerrara en falso la investigación sobre el cadáver.
Acudieron incluso representantes de movimientos políticos occitanos. Y, por supuesto, miembros conocidos de la izquierda abertzale, como Miren Legorburu y Txomin Ziluaga, ex presos políticos, amigos y personas simplemente solidarias con la situación de la familia.
Como ya había ocurrido el viernes con el intento de ver el cadáver para su identificación, se encontraron primero con que la fiscal de Baiona, Anne Kayanakis, vetaba al médico de confianza y ordenaba iniciar la autopsia. Y así fue. Mientras, en el exterior las decenas de policías apostados se esforzaban en impedir violentamente que los vascos allí congregados accedieran al interior del edificio.
Pese a ello, hubo quienes, ikurriña en mano, consiguieron esquivar el cerco y acceder a su interior. En ese momento, los po- licías recurrieron a los gases lacrimógenos.
La jornada arrancó para muchos a las 4.30 en la Plaza Saint Andre de Baiona. Allí estaba fijada la primera cita para acudir en caravana hasta Toulouse, arropar así a los familiares de Jon Anza y conseguir que en la autopsia también estuviera el médico de confianza. Rápidamente se formó una caravana de decenas de vehículos que pocos minutos antes de las 8.00 llegaba ya al Hospital de Rangueil de Toulouse.
Para entonces, decenas de policías, incluso con perros, se encontraban custodiando el exterior del edificio del servicio anatómico-forense. Se desplegaron dos pancartas, una en euskara y otra en francés, con la leyenda «Jon Anza, egia nahi dugu!», así como decenas de ikurriñas.
La gélida mañana no tardó mucho en calentarse. Una vez que se supo que habían iniciado la autopsia, sólo faltó que una voz gritara «Denok barrura!». Los empujones y los golpes llegaron en cascada, y acto seguido los policías optaron por lanzar gas lacrimógeno a los rostros de quienes exigían la verdad sobre lo ocurrido a Jon Anza.
En segundos se extendieron por todo el recinto las persecuciones y conatos de cargas, dejando en el suelo a más de un vasco, entre ellos una persona con problemas de asma a la que le costaba poder respirar.
Cargas con gas lacrimógeno
Tras la acometida policial se produjeron rifirrafes verbales curiosos y significativos a la vez, con reproches mutuos, en los que por ejemplo los policías acusaban a los vascos de provocar su respuesta. «Violencia es lo que habéis hecho, esconder un cadáver durante diez meses y colaborar en su muerte, ¡asesinos!», les espetaban los manifestantes, mientras que los policías respondían con frases co- mo: «No, no, no, nosotros no tenemos nada que ver con eso».
No tardaron en llegar más y más policías, todos con material antidisturbio, que también tuvieron que trabajar para desbaratar los siguientes intentos de acceder al edificio sanitario.
Una hora después se informaba de que había finalizado la prueba forense. En ella, los forenses de la capital occitana tomaron muestras que ahora tendrán que analizar los labora- torios, mientras que la autopsia de ayer es aún preliminar. Sus resultados pasarán a la fiscal de Baiona, y será ella la que decida cuáles serán los siguientes pasos a realizar. Si descubre indicios de criminalidad, el cuerpo de Anza seguirá sin ser enterrado o incinerado. En caso contrario ‑aunque habrá que esperar a los resultados definitivos, que tardarán semanas- será la familia Anza la que decida qué hacer con su cadáver.
En asamblea se informó a los concentrados sobre la finalización de la autopsia. La denuncia se resumió en dos preguntas: «¿Por qué vetan al médico de confianza?, ¿Qué tenéis que esconder?». Nadie respondía en el hospital. Mientras se elucubraba sobre la posibilidad de que Kayanakis acudiera al mediodía en persona al centro occitano, tanto los vascos como los poli- cías se quedaron apostados ante la morgue. También todos los medios franceses y, después, los españoles ‑quizás tras leer la noticia publicada por «El Mundo»-, que llegaron en cascada durante la.
Se queda allí
Sobre las 12.30, llegaban nuevas noticias, más positivas. El cuerpo de Jon Anza permanecerá allí, y así cabe aún la posibilidad de que la fiscal de Baiona permita que el médico de confianza analice el cadáver. Como la premisa esencial para que la médico de confianza pueda estudiar el cadáver de Jon Anza es que el cuerpo permanezca en el instituto forense, se decidió que así sea. Luego el cuerpo sin vida de Jon Anza será repatriado a Euskal Herria, aunque para ello tendrá que sortear las habituales trabas burocráticas.
Ante la hilera de gendarmes, un «Eusko Gudariak» puño en alto, gritos de «Jon, gudari, gogoan zaitugu» y un irrintzi despidieron al militante fallecido.
No son los once meses, son los once días, editorial de Gara.
Una práctica recurrente para desactivar escándalos es desviar la atención hacia aspectos colaterales del caso. Ese camino parece tomar el tratamiento judicial y mediático del expediente de Jon Anza. Como estaba cantado, sobre todo tras prohibirse al médico de la familia presenciar la autopsia, el análisis forense no de- paró nada extraño: la fiscal Kayanakis se apresuró a destacar que el militante donostiarra murió por un paro cardíaco y fallo multiorgánico, lo cual no deja de ser una obviedad, porque así murieron, entre otros, desde Joxe Arregi hasta Mahmud al Mabhuh, dirigente de Hamás muerto a manos del Mossad en un hotel de Dubai. En paralelo, la fiscal ha estado dirigiendo todo su discurso hacia el incomprensible sinsentido de esos once meses en los que evidentemente el cadáver de Anza estuvo «enterrado», aunque no bajo el suelo, sino en una morgue. Y mientras tanto, Rubalcaba calla después de haber insinuado que estaba vivo y con el dinero.
No cabe duda de que estas pistas se enmarañarán aún más en los próximos días y semanas. Por eso hay que remarcar que la clave del asunto no está en un supuesto ‑aunque ciertamente inexplicable- fallo administrativo de once meses, sino en qué pasó con Jon Anza en esos once días, desde que salió de Baiona hacia Toulouse con un billete de vuelta para dos días después ‑y con una importante visita médica que cumplir en la agenda- hasta que presuntamente apareció moribundo en un parque perdido de Occitania.
A día de hoy, ni siquiera existe un relato oficial de esos once días. Lo conocido no revela un sólo dato que desmonte la convicción asentada en buena parte de la sociedad vasca. Una convicción apuntalada por la constatación de que, tengan o no relación directa con el caso, guardias civiles salieron precipitadamente de un hotel de Toulouse tras estallar el caso. Y la de que la Policía francesa sabía, porque se lo trasladó el hospital, que tenía un hombre fácilmente identificable muriéndose en una habitación.
Fuente: Diario Gara.