Hay quienes dicen que la actuación del juez de la Audiencia Nacional española, Eloy Velasco, al intentar involucrar al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela en una red de apoyo a la organización armada vasca Euskadi Ta Askatasuna (ETA) y a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), obedece a una desmedida apetencia mediática.
Y hasta se ha dicho que uno de sus sueños es emular con la fama de Baltasar Garzón, siempre y cuando no le fuera a salir el fantasma de la prevaricación, que envió a la superestrella de la judicatura ibérica al Tribunal Supremo a rendir cuentas.
Lo cierto es que al incluir una mención a Venezuela en el auto procesal, hecho público el 1ro. de marzo contra seis presuntos miembros de ETA y siete de las FARC, Velasco logró que una buena parte de las agencias internacionales y los medios de su país sindicaran al gobierno de Hugo Chávez como un «aliado del terrorismo», lo cual redundó en una súbita popularidad del magistrado.
No voy a insistir en la clara y rotunda respuesta que dio Caracas a la imputación. Pero vale la pena retomar una de las claves expuestas por el canciller venezolano Nicolás Maduro al repudiar el infundio, cuando declaró que las acusaciones «reflejan la desesperación de la derecha internacional, que pretende desfigurar la realidad de Venezuela para presentarla como una dictadura atroz y terrorista».
Velasco es un hombre con pasado. Ascendió a la plaza de la Audiencia Nacional en junio del 2008 para ocupar una vacante. Provenía de un Juzgado de Madrid. Pero antes, entre 1995 y el 2003, se desempeñó como Director General de Justicia en la Generalitat de la Comunidad Valenciana, al amparo de Eduardo Zaplana, por esa época y por largo tiempo, acólito de José María Aznar en la cúpula del Partido Popular (PP). La elección de Velasco para la Audiencia aconteció cuando la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial era dominada por el Partido Popular.
Su paso por la Generalitat fue descrito por la periodista Regina Laguna, de Levante-El Mercantil Valenciano, con estas palabras: «La Ciudad de la Justicia fue su obra faraónica. Se empeñó en que había que construir un edificio inteligente que albergara todos los juzgados de Valencia entre paredes de cristal. Y lo consiguió, aunque no sea tan inteligente…, como vienen demostrando las múltiples deficiencias estructurales que salen a la luz día a día. Su frase, quien paga manda, hacía eco por los pasillos del Palacio de Justicia, sede del Tribunal Superior, donde ponía contra las cuerdas al estamento judicial, aquel al que había pertenecido y al que volvería ocho años después, pese a que el recibimiento no fuera lo cálido que cabría esperar. Desde esas instancias le recuerdan por haber reducido las plantillas de los juzgados de lo penal. Prepotente y autoritario son adjetivos con los que lo califican».
Estamos, por tanto, ante dos evidencias: Velasco es un hombre de derecha y contó con el aval conservador para acceder a su actual cargo. Por tanto no es extraño que se haga eco de las bajezas con que esos círculos denunciados por Maduro tratan de descalificar el proceso bolivariano.
Pero Velasco es mucho más. Se mantuvo fiel a Zaplana en lo que este, en Valencia, recibió con grandes honores a una delegación conjunta del Gobierno colombiano y de las FARC, en el 2000, que promovían por esos días en Europa un plan de paz para el país sudamericano. La delegación de los insurgentes estuvo encabezada nada menos que por Raúl Reyes, propietario de la famosa computadora portátil de donde se supone que Velasco obtuvo información para sus febriles argumentos judiciales. (Por cierto, el 30 de abril del 2004 «desaparecieron» de la página web de la organización Colombian Peace unas fotos muy simpáticas del encuentro Reyes-Zaplana).
Muchos también se preguntan ahora, dado su cumbilato con Zaplana, qué papel asumió Velasco en la oscura trama que llevó a aquel —y por supuesto, a Aznar y a su ministro del Interior, Ángel Acebes— a incriminar prematuramente a ETA de los atentados del 11 de marzo del 2004, fiasco que le costó las elecciones generales al Partido Popular.
Acerca del auto procesal con el que Velasco pretende enlodar a Venezuela, el analista español, Pedro Honduria, ha concluido: «Lo que hace el señor Velasco es como afirmar que si alguno de los actuales responsables de algún cargo menor del gobierno de España (cualquier subsecretaría de Estado por ahí perdida, por ejemplo) comete un delito de pederastia, o forma parte de una red internacional de blanqueo de capitales o de venta ilegal de armas, esto lleva a concluir que existe cooperación gubernamental española con la pederastia, el blanqueo internacional de capitales o la venta ilegal de armas. Es todo una patraña mediática que probablemente alguien le habrá señalado con el dedo al juez para que la introduzca con pinzas en el auto. La campaña española de acoso y derribo mediático contra Hugo Chávez y su gobierno ya no se limita simplemente a la prensa, ahora también tiene un aliado en la propia Audiencia Nacional española».
De su padrino Zaplana, quien apadrinado a su vez por Aznar se ha hecho de un suculento puesto en Telefónica de un millón de euros al año, el novelista y periodista Manuel Vicent escribió en una estampa insuperable: «Hay que ser muy escurridizo para salir ileso, sin un solo rasguño judicial, de doce querellas, que fueron todas archivadas». Es hora de preguntarse si esa habilidad para la trapisonda tiene en Veslaco a un aventajado discípulo.
Fuente: Diario Granma