Escribe un prestigioso diario francés que un «presunto militante vasco» cayó el viernes desde lo alto del Arco del Triunfo «cuando se hallaba colgado del monumento en el transcurso de un acto de protesta». Loable ese esfuerzo por no condenar de inicio a una persona, aunque el hecho de ser militante vasco no constituya delito alguno. ¿O sí?
A los detenidos estos últimos días por orden de un juez de la Audiencia Nacional española, entre ellos cuatro abogados vascos, no se les ha concedido la presunción de inocencia justamente porque el hecho de ser militante abertzale y de izquierdas en el Reino de España es constitutivo de delito. La República francesa, con sus defectos, está a años luz de la presunta democracia española.
Y eso que son muchos los defectos de la patria de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Algunos de ellos han salido a relucir en el Arco del Triunfo, donde esos presuntos militantes vascos colgaron una interrogante junto al nombre de Jon Anza. Fue entonces cuando uno de ellos cayó.
Presuntamente cayó. Porque los allí presentes han denunciado que la policía, que dicen que no es tonta, soltó la cuerda. Presuntamente. Y puede fácilmente presumirse que no habrá investigación. Ni presunta investigación como la que se está llevando a cabo en torno a la desaparición y muerte del militante de ETA en Toulouse. La verdad y la justicia raramente van de la mano en cuestiones de Estado.
Porque verdad y justicia son conceptos que un país como Francia, que presume de patria de Derechos Humanos, no duda en pasarse por el arco del triunfo cuando se trata de mantener, con sorprendente ingenuidad, su presunción de inocencia.