Los seres humanos intentamos resolver los problemas con ideas, las cuales son abstracciones resultantes de la asociación de fenómenos o hechos distantes en el tiempo y la distancia. Fenómenos o hechos habitualmente obsoletos, porque el mundo cambia a una velocidad impresionante y, además, desfasados de la realidad porque están plagados de dogmatismo, lo cual es la negación de que el universo evoluciona constantemente y que nosotros como parte del mismo estamos en un permanente estado de cambio. Por ello nos equivocamos con suma frecuencia.
Por más de 1.400 años el mundo entero creyó los planteamientos astronómicos de Ptolomeo, según los cuales la Tierra inmóvil era el centro del Universo, y el sol, la luna y los planetas giraban en torno a ella.
El florentino Galileo Galilei al presentar en el año 1611 pruebas objetivas de que la tierra no era el centro de la tierra y además se movía, se enfrentó al poder del dogmatismo de la Iglesia católica que lo juzgó y condenó a prisión domiciliaria hasta su muerte.
Es un ejemplo de la lucha de dos métodos de explicar los fenómenos de la naturaleza. Por un lado tenemos los argumentos basados en la observación de la realidad y la presentación de pruebas para sustentar las afirmaciones y por el otro los argumentos basados en la “autoridad” bien de filósofos o de “expertos”, otorgada por el poder político, económico y/o religioso.
Los análisis de los problemas sociales y políticos generalmente se basan en documentos nada confiables. La Historia es uno de ellos, a pesar de que es ampliamente conocido que es manejada al antojo de sus escritores. Por ejemplo, hay dos versiones de la Revolución Rusa: una escrita por Trostky y la otra por Stalin. Los judíos y los musulmanes dirimen sus controversias, apoyándose en la interpretación de la Biblia y el Corán respectivamente, libros sagrados con múltiples versiones, todas llenas de dogmatismo. Por lo tanto, las conclusiones a que arriban los “expertos”, basados en esas referencias deleznables, están siempre alejadas de la verdad. Sin embargo, en el mundo se manejan como si fueran verdades inconmovibles, a pesar de que la humanidad naufraga en un mar de sangre y miseria, por errores inducidos por el dogmatismo político y religioso de la Historia y los libros sagrados.
El pensamiento de la humanidad conducido por el dogmatismo, es un freno a la comprensión de los problemas sociales y factor limitante al desarrollo individual y colectivo, causal del estancamiento social de los países pobres y de las crisis que periódicamente azotan a los países ricos. El ejemplo más reciente es la crisis mundial que estamos viviendo, que sorprendió tanto a “expertos” economistas y financieros como a los más avezados políticos.
La Historia enseña que las sociedades humanas siempre han estado divididas en clases, con una minoría dueña de las riquezas y la mayoría pobre, y se acepta como una verdad irrefutable, que no puede haber una sociedad de iguales porque el mundo fue hecho así. Planteamiento dogmático que ha permitido la hegemonía política de los ricos, con las secuelas del machismo y la explotación inmisericorde del trabajo humano por sus congéneres, lacras que desaparecerían en una sociedad de iguales, llámese como se llame.
Como contrapartida al dogmatismo tenemos el método científico. Este método aplicado en disciplinas que se fundamentan en conocimientos matemáticos e instrumentos de medición, produce conocimientos que se tienen como ciertos, porque pasan por la prueba de ser reproducibles. Así es en Física, Química, Biología, etc. Sin embargo, el conocimiento generado está sujeto a continua revisión, porque las dudas traen nuevos conocimientos que más pronto que tarde también se harán obsoletos. Por más de dos mil años, la línea recta fue la distancia más corta entre dos puntos, un concepto tenido como axiomático que ahora no existe. Lo que se tenía por línea recta es sólo un segmento de una circunferencia cuyo radio puede ser el infinito. Ese cambio permitió el desarrollo tecnológico aeroespacial.
Mediante la labor de investigación científica cada respuesta a una incógnita genera nuevas incógnitas. Es decir, que la realidad científica está constituida por una secuencia de aproximaciones a la verdad. Todo puede ser o no ser porque el universo evoluciona constantemente.
El científico en su búsqueda de la verdad detiene un proceso fenomenológico en algún instante e invierte una cantidad de tiempo en estudiarlo, por ello cuando cree haber llegado a explicarse ese fenómeno en particular, el mismo ya no existe. La verdad ha perdido su certeza.
Pero… cada vez que se alcanza un peldaño en la larga escalera del conocimiento, muchos científicos, que no deberían ser catalogados como tales, se aferran a él como si fuera una verdad absoluta. Se les sale el dogmático que llevan por dentro, una ambivalencia determinada por las ideas religiosas que sustentan, las cuales chocan con una realidad que no quieren aceptar.
Entre los verdaderos científicos la crítica es bienvenida, porque deja ver los errores y permite la rectificación. Entre los políticos, académicos de ciencias sociales y los religiosos, la crítica es mal vista porque piensan que les hace perder credibilidad y por ello sin proponérselo repiten los errores cometidos.
El comienzo del siglo XX, parecía el siglo de la ruptura de paradigmas dogmáticos. Cuando Einstein hace pública la Teoría de la Relatividad, el salto científico que revolucionó al mundo tecnológico, hacía apenas dos años que el mundo dogmático se había estremecido con la aparición en Rusia de un gobierno revolucionario, que proclamaba la formación de un Estado Socialista bajo la dictadura del proletariado, fundamentado en un análisis de la sociedad rusa, calificado de científico, mediante el marxismo-leninismo.
Parecía que el mundo comenzaba a cambiar. La historia posterior demostró que esos “revolucionarios” eran dogmáticos y sus ideas como las de los “científicos” que no dejan de ser dogmáticos, pasan a la categoría de papel en los botaderos de basura. El daño que esos “revolucionarios” hicieron con su dogmatismo en millones de jóvenes alrededor del mundo, tiene permanencia y efecto en el presente de la humanidad.
El ser humano por naturaleza, no es dogmático, siempre duda y eso le hace investigar y ser creativo para conocer la verdad. Es la educación a la que son sometidos los niños y adolescentes, la que los convierte en seres timoratos y conformistas, que aceptan sin discusión los dogmas como verdades.
El científico es un individuo excepcional que se escapó de las redes del dogmatismo representadas por los vericuetos de la educación formal. Es una persona que ve y encuentra novedades, donde todo el mundo ha visto y no encontrado nada de particular. El científico usa el razonamiento crítico para acercarse a la verdad y lograr transformaciones que hagan la vida agradable a los seres humanos. El científico en la práctica es un revolucionario.
El político revolucionario es un ser antidogmático social, sin entrenamiento científico formal, que cree que el mundo puede ser un sitio donde el ser humano puede vivir en paz, porque los animales de una misma especie no se matan entre sí. Todo lo contrario, son solidarios unos con otros. Esas ideas elementales, lo obligan a ser creativo para proponer cambios en las estructuras sociales que conduzcan hacia ese mundo posible.
En el presente revolucionario de nuestro país, es cotidiano ver en programas de radio y televisión a muchos “expertos” carentes de creatividad con planteamientos dogmáticos que ayudan muy poco a entender el mundo en que vivimos y menos aún a dar pasos efectivos en la solución de los agobiantes problemas de nuestra sociedad. Es lógico que el poder económico y la Iglesia católica tengan sus voceros, para defender el dogmatismo sobre el que han erigido la supremacía que detentan.
Pero es frecuente también oír a diputados de la AN, ministros, gobernadores etc. que se autocalifican de revolucionarios, con planteamientos dogmáticos que son una muestra de su poca comprensión de los problemas sociales actuales y su carencia de creatividad, para aportar ideas que solucionen los problemas que enfrenta la creación del socialismo bolivariano.
De estos dos grupos el segundo representa una verdadera rémora al proceso de desarrollo social, porque desorienta a la masa de venezolanos que buscan ansiosamente el camino revolucionario para resolver sus problemas.