Los emergentes sociales y sindicales del brutal ajuste fiscal en Grecia, exigido por el capitalismo usurario para «refinanciar» la deuda griega, además de proyectarse a otros países, como España y Portugal, ya se presenta como la mecha de una crisis generalizada que amenaza con implosionar las bases económicas, políticas y monetarias de la Unión Europea.
La crisis financiera que ya golpea a los Estados (y que se expande por toda la eurozona) ha derivado en «crisis social» por medio de tres actores centrales: La baja de salarios como producto de los ajustes, la baja de la capacidad de consumo, el trabajo en negro y el desempleo, que afecta principalmente a los sectores más pobres y vulnerables de la sociedad europea occidental, y que tambien se extiende como reguero de pólvora por los ex países soviéticos de Europa del Este.
A este escenario, según un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), se agrega otro dato central: El 60% de la población laboral europea trabaja concontratos de trabajos precarios y sin prestaciones sociales.
Esta situación ‑según los especialistas- va a derivar en un situación en la que ese sector, sin cobertura ni protección legal, será despedido en masa, cuando la crisis y los ajustes se profundicen y las empresas decidan «achicar costos laborales» para preservar su rentabilidad.
En este escenario, Grecia y España, seguidos de Portugal, coinciden todos los analistas, ya se han convertido en mecha de un potencial colapso económico financiero en cadena que podría, como emergente principal, desencadenar un proceso de estallidos sociales y de crisis política en toda la eurozona.
El reconocimiento de la profundidad de la crisis por los propios líderes y autoridades monetarias, acompañado de anuncios de más ajustes salvajes, se convierte en la antesala natural de más explosiones sociales y conflictos sindicales contagiándose por toda la eurozona.
Un primer nivel de respuesta a «los ajustes salvajes» está conformado por las huelgas y protestas sociales violentas que amenazan con extenderse de Grecia a España, y desde allí a todos los países de la región puestos en la mira de los recortes de salarios y reducción de beneficios sociales como Portugal, Reino Unido e Italia, entre los más próximos.
Un segundo nivel de respuesta, todavía potencial, pero proyectado como emergente, es un proceso de «crisis de «gobernabilidad«política que va sobrevenir como emergente inexorable de las protestas sociales contra los gobiernos y la clase política.
La crisis de «gobernabilidad»
Ya en junio del año pasado, en un escenario marcado por la crisis financiera recesiva y el desempleo masivo que se contagiba aceleradamente tanto por las economías centrales del euro como por los países del Este, la Unión Europea celebró sus comicios con un récord de abstención donde la derecha y las tendencias xenófobas (expresada por los partidos «anti-inmigrantes») barrieron con la debilitada y decadente izquierda europea.
Los resultados ratificaron la encuesta del Eurobarómetro (sondeos de opinión pública), difundida por el Parlamento Europeo antes de los comicios, que revelaba que la confianza en las instituciones de la UE se desplomaba con la crisis financiera recesiva que ya se expandía como un virus tanto por las potencias centrales como por la periferia subdesarrollada de la Europa continental.
El malestar social ‑señalaba la medición- se reflejaba en el marcado deterioro de confianza que venían sufriendo las instituciones comunitarias, como la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el Banco Central Europeo, (BCE).
Este fenómeno emergente de la falta de credibilidad en el gobierno y en las instituciones fue recreado nuevamente en Grecia donde las huelgas y protestas sociales fueron una contundente muestra de rechazo, no solamente contra el ajuste sino contra la clase política identificada como «entreguista y corrupta».
Los medios y analistas del sistema no solo emparentaron la crisis griega con la de Argentina en 2001, sino que también asociaron las protestas sociales y las huelgas con el proceso de rechazo a los políticos simbolizado en el «Cacerolazo» argentino que planteaba el que «se vayan todos».
La abstención masiva en las elecciones de la UE, sólo fue una señal que hoy se agrega a los efectos de la «crisis económica»(producida por el colapso financiero con las deudas públicas ), y a los de la «crisis social» (producida por las huelgas y estallidos sociales contra el ajuste).
A los que se agrega un tercer actor: El «colapso psicosocial«reflejado en las tendencia creciente del escepticismo generalizado sobre las instituciones del sistema.
La realidad de la información indica que en la eurocrisis el rechazo sindical y social a los ajustes va acompañado de unaprofundización del rechazo a los gobiernos y al sistema político.
Ya hay un temor generalizado entre los líderes políticos, los analistas y los medios de comunicación del sistema a un estallido social y sindical generalizado por toda la eurozona que derive finalmente en una crisis de gobernabilidad y en un pedido de «que se vayan todos» en contra de los políticos.
La crisis de la «democracia»
En este escenario dominado por el rechazo social a los ajustes y al sistema político ¿Qué pasaría con el sistema capitalista gobernado por la «democracia» si las mayorías dejaran de votar, o votaran en blanco, en las elecciones periódicas para elegir autoridades?.
¿Qué puede pasar si las mayorías europeas que pagan los platos rotos de la crisis (además de quebrar la «gobernabilidad» con las huelgas y conflictos sociales) se negasen a legitimar a los gobiernos «democráticos» en las urnas?.
¿Cómo hará el eje dominante EEUU-Europa para conservar la hegemonía mundial (del sistema capitalista imperial) si en sus propias metrópolis comienza a colapsar, además de los Estados y las empresas, el sistema que sostiene la credibilidad pública en las instituciones del control político y social?
Como primer efecto, las instituciones jurídicas y políticas de la UE quedarían «deslegitimadas» y el sistema establecido de «gobernabilidad» (y de dominio político y social) basado en la«democracia representativa» se derrumbaría a escala regional.
En consecuencia, los gobiernos se verían obligados (para mantener el dominio) a recurrir al uso de la fuerza militar para preservar el «orden» político y social que le garantice el funcionamiento en «paz» de sus empresas y bancos.
La dinámica de este proceso de falta de credibilidad en los políticos y en las instituciones detonado por la eurocrisis también se verifica en los conatos de «ingobernabilidad» que producen las reacciones (conflictos y estallidos sociales y sindicales) como respuesta a los despidos a los ajustes salvajes exigidos por el capitalismo usurario.
La bomba social
Con Estados quebrados por la crisis fiscal, con una recuperación todavía débil de la recesión (con países que siguen desacelerados), mercados financieros volátiles (vuelta a la desconfianza del sube y baja), contracción del crédito orientado a la producción, consumo social sin recuperación, bajas de recaudación y subas siderales del déficit, desempleo masivo y ajustes salariales en ascenso la«bomba social» (emergente de la crisis y de los ajustes) ya asoma como el desenlace más lógico en la eurozona.
El sistema de gobernabilidad político y económico de la eurozonahoy se encuentran en riesgo de disolución a raíz de la «crisis financiera» que derivó primero en «crisis recesiva», luego en«crisis fiscal» de los Estados, y que ahora se convirtió en «crisis social» de la mano de los ajustes, los despidos laborales y el achicamiento del consumo popular.
Esta dialéctica de acción-reacción es lo que define, en forma totalizada, un fenómeno que excede la denominación reduccionisa de «crisis económica» con el que los analistas del sistema califican el actual colapso económico europeo.
El capitalismo europeo no está en «crisis económica», sino en «crisis total», y al final del proceso, si quiere supervivir como bloque, deberá echar mano a lo único que puede preservar su dominio: La represión militar.
La dinámica histórica de la crisis y los ajustes pulverizan la columna vertebral del sistema (consumo, voto y credibilidad social) y obligará al poder central europeo a cambiar la estrategia para mantener el dominio y reciclar un nuevo proceso de control político y social.
Esa es la lectura inmediata que surge del proceso europeo con Estados quebrados y ajustes salvajes, que profundiza el desempleo en masa y la crisis de credibilidad social en los políticos y las instituciones.
Manuel Freytas (IAR Noticias)