No apo­ya­mos a Gar­zón, sí exi­gi­mos Ver­dad, Jus­ti­cia y Repa­ra­ción – Ando­ni Txas­ko y Alber­to Muñoz, de Lau Hai­ze­ta­ra Gogoan

Las aso­cia­cio­nes de víc­ti­mas de la rebe­lión mili­tar de 1936 y pos­te­rior dic­ta­du­ra hemos sufri­do, duran­te años, las con­se­cuen­cias de una incom­pren­si­ble y ver­gon­zo­sa con­tra­dic­ción en la que se han ins­ta­la­do la mayo­ría de ins­ti­tu­cio­nes, par­ti­dos y sin­di­ca­tos. Mien­tras a día de hoy decla­ran sen­tir res­pe­to y admi­ra­ción por la memo­ria de las víc­ti­mas del fran­quis­mo, mien­tras hoy se mues­tran con­ven­ci­dos de la nece­si­dad de poner fin a déca­das de silen­cio y ocul­ta­ción de la impu­ni­dad de los crí­me­nes come­ti­dos, mien­tras estas últi­mas sema­nas teo­ri­zan sobre los dere­chos de las víc­ti­mas a juz­gar a los ver­du­gos y geno­ci­das fran­quis­tas, estos mis­mos par­ti­dos, sin­di­ca­tos e ins­ti­tu­cio­nes han sido los que duran­te años han impues­to el olvi­do, nos han igno­ra­do y nos han con­de­na­do a la más abso­lu­ta de las soledades.

Sin embar­go, estas con­tra­dic­cio­nes no son fru­to de la casua­li­dad sino con­se­cuen­cia de un cíni­co jue­go de estra­te­gias bien medi­ta­das que tie­nen como obje­ti­vo poder pre­sen­tar­se ante el con­jun­to de la socie­dad como los defen­so­res de la memo­ria de los cien­tos de miles de mili­tan­tes anti­fas­cis­tas, a la vez que pro­te­gen sus intere­ses de poder con­se­gui­dos, pre­ci­sa­men­te, por haber pac­ta­do con los geno­ci­das fran­quis­tas la impo­si­ción del silen­cio y la impu­ni­dad sobre los crí­me­nes por ellos cometidos.

Pac­ta­ron con ellos el man­te­ni­mien­to y la con­ti­nui­dad de toda la estruc­tu­ra del Esta­do, esto es, el Ejér­ci­to, la Poli­cía, la Guar­dia Civil, los jue­ces, el sis­te­ma eco­nó­mi­co… En defi­ni­ti­va, la con­ti­nui­dad de toda la admi­nis­tra­ción fran­quis­ta; y acep­ta­ron la per­ma­nen­cia en pues­tos rele­van­tes de poder a ver­da­de­ros fas­cis­tas dis­fra­za­dos de demó­cra­tas. En la cús­pi­de de toda esta estruc­tu­ra de Esta­do se situó a la monar­quía y a un monar­ca, Juan Car­los I, nom­bra­do por el pro­pio geno­ci­da Fran­cis­co Fran­co como su here­de­ro. Monar­ca que, por cier­to, ejer­ció de jefe del Esta­do fran­quis­ta por dos veces duran­te los años 1974 y 1975, sus­ti­tu­yen­do al dic­ta­dor mien­tras éste esta­ba enfer­mo. Esta es la situa­ción de impo­si­ción e injus­ti­cia que, duran­te 35 años de supues­ta demo­cra­cia y de «esta­do de dere­cho», veni­mos soportando.

Es éste el con­tex­to, y no otro, en el que hay que ana­li­zar el ner­vio­sis­mo de esa izquier­da que negó su memo­ria y ven­dió a sus mili­tan­tes duran­te la tran­si­ción; es en este con­tex­to en el que hay que situar la arro­gan­cia de los here­de­ros del fran­quis­mo, cuan­do exi­gen el res­pe­to a la impu­ni­dad que se les garan­ti­zó. El juez Gar­zón y su auto no cam­bian este contexto.

Ha sido el tra­ba­jo y la acti­vi­dad de las aso­cia­cio­nes las que han pues­to al des­cu­bier­to la gra­ve­dad de toda esta situa­ción de impu­ni­dad. Han sido las pre­sio­nes y las denun­cias rea­li­za­das por las aso­cia­cio­nes las que han obli­ga­do a este juez a no seguir igno­rán­do­las por más tiem­po. Menos aún tras haber pro­ta­go­ni­za­do los pro­ce­sos con­tra los res­pon­sa­bles de las dic­ta­du­ras chi­le­na y argen­ti­na. ¿Cómo es posi­ble encau­sar a Pino­chet e igno­rar las denun­cias sobre los res­pon­sa­bles de la dic­ta­du­ra fran­quis­ta, quie­nes come­tie­ron muchos más crí­me­nes y per­du­ra­ron por mucho más tiem­po en el poder? Pero, a dife­ren­cia de aque­llos casos en que se encau­só a Pino­chet, en el auto emi­ti­do por este juez sobre los crí­me­nes come­ti­dos duran­te la dic­ta­du­ra se ponen unos lími­tes muy cla­ros a la hora de defi­nir las res­pon­sa­bi­li­da­des. Cuan­do se enu­me­ra a los impu­tados, Gar­zón lo hace a sabien­das de que están todos muer­tos y de que, una vez cer­ti­fi­ca­da su defun­ción, el supues­to pro­ce­so al fran­quis­mo cono­ce­rá su defi­ni­ti­vo pun­to final; sin que se hayan inves­ti­ga­do judi­cial­men­te todos los crí­me­nes come­ti­dos, sin que se encau­se a los res­pon­sa­bles aún vivos y sin que se repa­re, en toda su dimen­sión, el daño cau­sa­do. ¿Cómo pue­den que­dar impu­nes minis­tros fran­quis­tas, a día de hoy aún vivos, que fir­ma­ron cin­co penas de muer­te de lucha­do­res anti­fran­quis­tas poco antes de la muer­te del dic­ta­dor? ¿Cómo pue­den librar­se del ban­qui­llo minis­tros que, muer­to ya Fran­co, con­ti­nua­ron las mis­mas prác­ti­cas cri­mi­na­les con actua­cio­nes como la pro­ta­go­ni­za­da en Gas­teiz con­tra la cla­se tra­ba­ja­do­ra el 3 de mar­zo de 1976, así como otras que siguie­ron a ésta en el tiempo?

Pero los actua­les here­de­ros del fran­quis­mo no están dis­pues­tos a acep­tar ni tan siquie­ra eso. Exi­gen silen­cio total, impu­ni­dad abso­lu­ta y res­pe­to sagra­do a la memo­ria de «los caí­dos por Dios, por Espa­ña y por el Gene­ra­lí­si­mo». El error que ha come­ti­do esta vez el juez Gar­zón ha sido el de no haber actua­do al dic­ta­do de las cloa­cas del Esta­do. Por eso le pro­ce­san, no por otra razón.

Gar­zón, ejer­cien­do des­de un tri­bu­nal espe­cial como la Audien­cia Nacio­nal, con­ti­nua­dor de otro fran­quis­ta como era el TOP (Tri­bu­nal de Orden Públi­co), no pue­de ser emble­ma de la defen­sa de los dere­chos huma­nos. Él, que ha sido pues­to en evi­den­cia en dife­ren­tes infor­mes de las Nacio­nes Uni­das por per­mi­tir y ampa­rar la prác­ti­ca de la tor­tu­ra. Lo úni­co que ha per­se­gui­do Gar­zón con este auto es noto­rie­dad y poder lle­gar a pre­si­dir algún tri­bu­nal penal inter­na­cio­nal, esta vez a cos­ta de las víc­ti­mas del fran­quis­mo. Y hay que reco­no­cer que, tris­te­men­te, su manio­bra pue­de salir­le redon­da. Aún pue­de que pase a la his­to­ria como «el defen­sor de las víc­ti­mas del franquismo».

Pero este últi­mo hecho, aun sien­do injus­to y dolo­ro­so, no es lo que más nos impor­ta en estos momen­tos. Lo que nos preo­cu­pa es que el tra­ba­jo que hemos rea­li­za­do has­ta el momen­to para situar el deba­te del jui­cio al fran­quis­mo y sus res­pon­sa­bles en pri­me­ra pla­na de la polí­ti­ca y en los medios de comu­ni­ca­ción no se dila­pi­de en torno a la defen­sa de un auto judi­cial en cuyo con­te­ni­do se aco­tan y limi­tan nues­tros dere­chos a la ver­dad, la jus­ti­cia y la repa­ra­ción. Nues­tra preo­cu­pa­ción se cen­tra en que este deba­te se des­víe hacia la defen­sa de un fun­cio­na­rio fiel del pro­pio Esta­do, que que­ría apun­ta­lar­lo a tra­vés de un auto de nulo recorrido.

Por todo ello, éste es el momen­to para diri­gir nues­tras exi­gen­cias a aque­llos par­ti­dos y sin­di­ca­tos que pac­ta­ron con los fran­quis­tas, duran­te la lla­ma­da «Tran­si­ción», el silen­cio e impu­ni­dad sobre los crí­me­nes come­ti­dos. Debe­mos exi­gir­les que rec­ti­fi­quen su tra­yec­to­ria e imple­men­ten las medi­das polí­ti­cas e ins­ti­tu­cio­na­les nece­sa­rias para:

(1) Que ini­cien una nue­va fase de nego­cia­ción, con todas las per­so­nas y agen­tes socio­po­lí­ti­cos afec­ta­dos por el geno­ci­dio fran­quis­ta, de una nue­va ley de la memoria.

(2) Que pro­ce­dan a la cons­ti­tu­ción de comi­sio­nes de la ver­dad como ins­tru­men­tos pro­pi­cios para la con­se­cu­ción de la ver­dad, la jus­ti­cia y la repa­ra­ción, inclui­das las garan­tías de no repetición.

(3) Que se garan­ti­ce, aten­dien­do a la legis­la­ción inter­na­cio­nal en mate­ria de dere­chos huma­nos, en la cual no son de apli­ca­ción argu­men­tos como la pres­crip­ción o leyes de amnis­tía, el enjui­cia­mien­to his­tó­ri­co y polí­ti­co del fran­quis­mo y sus res­pon­sa­bles por los crí­me­nes y deli­tos de lesa huma­ni­dad y geno­ci­dio cometidos.

Esta actua­ción ser­vi­ría para dar cre­di­bi­li­dad a un Esta­do obli­ga­do a reco­no­cer su acia­ga his­to­ria pasa­da e impul­sar medi­das de jus­ti­cia con todas las per­so­nas repre­sa­lia­das, al tiem­po que ser­vi­ría para habi­li­tar el mar­co idó­neo para la toma de com­pro­mi­sos orien­ta­dos a avan­zar hacia un esce­na­rio de res­pe­to de los dere­chos huma­nos, civi­les y polí­ti­cos. Un esce­na­rio en el que se pue­dan poner en prác­ti­ca todos los pro­yec­tos socio-polí­ti­cos que fue­ron fre­na­dos, por la fuer­za de las armas, aquel 18 de julio del 36.

(*) Fir­man tam­bién este artícu­lo Gotzon Gar­men­dia, Manuel Sainz, Xabier Lasa y Ama­lio García.

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