De pronto, el sábado pasado, apareció un coche bomba «listo para explotar» en Nueva York.
Que no «explotó» gracias a la tarea «preventiva» de la inteligencia y el aparato de seguridad USA. Los condimentos de siempre: «Sospechoso» detenido que «confesó» todo, describiendo sus pertenencia a una «red terrorista» de Pakistán. Mapa del «ataque», rastros del origen del «agresor». La consiguiente alerta y advertencia de Obama: «no nos dejaremos aterrorizar». Una operación de manual, descripta casi para cerebros infantiles. Una nueva farsa con el montaje de la «amenaza terrorista». Un nuevo testeo de la reacción emocional estadounidense frente al «terrorismo». Una preparación de «clima», para un nuevo uso de las operaciones «terroristas» como argumentación de nuevos despliegues militares de ocupación. Entre ellos el ataque a Irán, y posiblemente a Siria. NI la CIA ni el FBI descansan. Y el «terrorismo» continúa siendo la variable clave, el justificativo central, el factor integrador, del desenlace de los distintos frentes de conflicto que, por ahora permanecen, en «estado latente». Sólo por ahora.
Por Manuel Freytas (*)
manuefreytas@iarnoticias.com
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De acuerdo con lo que muchos ya llaman la «nueva doctrina Obama» (que en realidad es la vieja doctrina Bush), Washington sigue impulsando sus políticas de posicionamiento militar orientadas a controlar mercados y fuentes de energía y de recursos naturales en Asia, África y América Latina.
En este escenario el «terrorismo», clave en los diferentes procesos que se avecinan, no es un objeto diabólico del fundamentalismo islámico, sino una herramienta de la Guerra Psicológica que la inteligencia estadounidense y europea están utilizando como cortina de humo para encubrir y justificar su accionar en el campo de las operaciones para derrotar a los talibanes en Afganistán, ocupar Pakistán, Sudán y Yemen, justificar acciones militares contra Irán antes de que se convierta en potencia nuclear, y generar un posible segundo 11‑S para distraer la atención de la crisis económica que ya ha derivado (por medio del desempleo) en crisis social tanto en EEUU como en Europa.
Desde el 11‑S, el proceso de «miedo al terrorismo» es alimentado a su vez por las grandes agencias y cadenas internacionales que se encargan de difundir por todo el planeta, y como si fuera una novela de espionaje, versiones, trascendidos, comunicados, cartas, videos con nuevas amenazas, «información secreta» sobre grupos terroristas, pistas «árabes», etc., etc., cuya usina matriz, en la mayoría de los casos, se encuentra en los sótanos de planificación de la CIA o del resto de la estructura de inteligencia norteamericana, o israelí.
Durante ocho años de gestión, Bin Laden y Al Qaeda se convirtieron casi en una «herramienta de Estado» para Bush y los halcones neocon que convirtieron al «terrorismo» ( y a la «guerra contraterrorista») en su principal estrategia de conquista de mercados y de supervivencia en el poder.
En un planeta sin guerras inter-capitalistas, ya casi sin conflictos armados (al margen de Irak, Afganistán y Medio Oriente), la leyenda de Bin Laden y el «terrorismo internacional» sirvió (y sirve) para alimentar y justificar las estrategias expansionistas del Imperio norteamericano, para crear nuevos y potenciales mercados a la trasnacionales capitalistas de EEUU y Europa, y para mantener en funcionamiento a los complejos militares industriales que han encontrado en la «guerra contraterrorista» su nueva tajada ganancial en el negocio armamentista.
Hay suficientes pruebas históricas en la materia: El 11‑S sirvió de justificación para las invasiones de Irak y Afganistán, el 11‑M en España preparó la campaña de reelección de Bush y fue la principal excusa para que EEUU impusiera en la ONU la tesis de «democratización» de Irak legitimando la ocupación militar, el 7‑J en Londres y las sucesivas oleadas de «amenazas» y «alertas rojas» le sirvieron a Washington para instaurar el «terrorismo» como primera hipótesis de conflicto mundial, e imponer a Europa los «planes contraterroristas» hoy institucionalizados a escala global.
Y hay un dato clave: Si se detuviera la industria y el negocio armamentista centralizado alrededor del combate contra el «terrorismo» (alimentado por un presupuesto militar de US$ 740.000 millones) terminaría de colapsar la economía norteamericana que hoy se encuentra en una crisis financiera-recesiva de características inéditas.
En septiembre pasado, Obama, cabizbajo, derrumbado en las encuestas, presionado por amigos y enemigos, con el Imperio colapsando por adentro y por afuera, invocó la frase mágica: «Nunca vacilaremos en la persecución de Al Qaeda».
La idea fue lanzada: Y ahora, como siempre, la CIA y el FBI se ocupan de que la amenaza no decaiga y continúe vigente. El Imperio siempre se renueva. Igual que el «terrorismo».
El «hombre del coche bomba»
El estadounidense de origen paquistaní Faisal Shahzad, acusado de tratar de intentar cometer un atentado «terrorista» con coche bomba en Nueva York el pasado fin de semana, se enfrenta a penas de prisión que podrían alcanzar la cadena perpetua. Se trata de un nuevo show mediático, con los clásicos modus operandi del FBI y de la CIA para mantener vigente la «amenaza terrorista». Obama legitimó la operación
La Fiscalía federal del Distrito Sur de Nueva York detalló a través de un comunicado que dos de los cargos presentados contra el presunto «terrorista» de 30 años, que supuestamente ha «confesado» el intento de explotar un vehículo en plena plaza de Times Square el pasado sábado, implican penas máximas de prisión de por vida.
Esos dos delitos son «el uso de armas de destrucción masiva» y el de cometer «actos de terrorismo más allá de las fronteras nacionales».
Además, se le acusa de «usar un dispositivo destructivo en relación con un delito de violencia», que implica una pena mínima de 30 años para todo aquel al que se le halle culpable, así como de transportar y recibir explosivos, lo que podría condenarle a otros 10 años de prisión.
El quinto delito que se le imputa es el de «dañar y destrozar propiedades por medio de fuego y explosivos», lo que supone una condena mínima de 5 años de prisión y un máximo de 20.
«Quiero agradecer a los estadounidenses que dieron la voz de alarma al observar el sorprendente hecho de que un Nissan Pathfinder estuviera echando humo en el centro de Manhattan la noche del pasado sábado», dijo el fiscal Preet Bharara.
Subrayó en un comunicado que la Fiscalía que dirige «no descansará hasta que el último terrorista sea neutralizado y haya rendido cuentas».
Por su parte, y como lo hacia Bush tras una «amenaza» o acto «terrorista», presidente de EEUU, Barack Obama, aseguró el miercoles que «no nos dejaremos aterrorizar» por atentados como el frustrado en Times Square en Nueva York este fin de semana.
En un discurso a empresarios en Washington, Obama se refirió a la detención del supuesto autor del atentado, Faisal Shahzad, e indicó que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) trata de determinar las posibles conexiones del sospechoso con grupos terroristas.
«Se hará justicia» en este caso, afirmó el presidente, quien subrayó que el caso representa «una advertencia aleccionadora de los tiempos que vivimos».
El ataque, que pudo haber costado centenares de vidas se pudo evitar «gracias a que ciudadanos comunes y corrientes estuvieron vigilantes» y alertaron con rapidez a las fuerzas de seguridad, sostuvo.
Por otra parte, el agente del FBI George Venizelos recordó que su departamento y otros organismo con los que colabora «tienen la responsabilidad primordial de impedir y detener a aquellos que quieren hacernos daño».
«Los agentes que ayudaron a una resolución rápida y segura del incidente de Times Square han de ser elogiados por su diligencia y determinación», apuntó Venizelos, quien aseguró que Shahzad «se enfrenta ahora a la sombría perspectiva de un futuro en la cárcel».
En tanto, el jefe del Departamento de Policía de Nueva York, Raymond Kelly, añadió que «Nueva York respira hoy un poco más tranquila, debido en gran medida a la presteza de los policías y agentes del FBI, así como al personal de aduanas del aeropuerto de JFK».
Shahzad, detenido en ese aeropuerto esta madrugada, compareció hoy ante el juez federal Kevin Nathaniel Fox, de Nueva York, donde la Fiscalía le leyó los cargos, después de haber supuestamente «confesado» que recibió «entrenamiento con explosivos en un campamento de la región paquistaní de Waziristan, feudo de los talibanes.
Según explicó el FBI, Shahzad se ha mostrado «cooperativo» durante los interrogatorios y «ha proporcionado detalles valiosos» sobre su participación en este acto terrorista.
Mientras, en Pakistán se habrían producido varias detenciones de personas vinculadas al sospechoso, que obtuvo la ciudadanía estadounidense en abril de 2009 y en julio de ese año supuestamente viajó durante varias semanas a su país de origen.
Según varios medios estadounidenses, el detenido dijo a los investigadores que actuó en «solitario» y negó cualquier vinculación con grupos extremistas de su país de origen.
En el vehículo que trató de hacer explotar, y que supuestamente (según el paerte oficial) compró por internet por 1.300 dólares, había varias bombonas de gas propano, bidones de gasolina, material pirotécnico y fertilizantes que, de haber explosionado, hubieran causado múltiples heridos y un gran incendio.
El «sospechoso», residente en Bridgeport (Connecticut), supeustamente (según la versión oficial) fue capturado cuando estaba ya sentado en un avión de Emirates Airlines que se dirigía a Dubai y las autoridades «creen» que su destino final era Islamabad, la capital paquistaní.
Según el parte oficial, en el automóvil que utilizó para trasladarse al aeropuerto encontraron una pistola y munición y un mapa, y que su nombre, según señaló el subdirector del FBI, se incluyó poco antes de su detención en una lista de personas que no tienen permitida la entrada a este país.
Para hacerla «completa», al FBI le faltó decir que también el «terrorista» se había olvidado un ejemplar del Corán.
Es el modus operandi que el FBI, la CIA y las agencias estadounidenses vienen realizando para demostrar la supuesta culpabilidad de los «sospechados de terrorismo».
Y este accionar oficial es impune, ya que ningún medio de la prensa internacional analiza ni pone en duda la «versión oficial».
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