Es increíble que tantas personas de izquierdas, inteligentes y honradas, hayan caído en la trampa del «apoyo» a un magistrado fascista.
-Tal como están las cosas, no es tan increíble.
-¿Por qué?
-Porque ser de izquierdas en un mundo de derechas requiere un esfuerzo continuo. No es una mera decisión que se toma en un momento dado, como, pongamos por caso, dejar de fumar…
-Dejar de fumar también requiere un esfuerzo continuo.
-Sí, pero sólo de voluntad: el que quiere dejar de fumar tiene perfectamente claro su objetivo y lo que ha de hacer ‑o dejar de hacer- para conseguirlo, mientras que ser de izquierdas requiere también, y ante todo, un continuo esfuerzo intelectual.
-¿Por qué? El izquierdista también tiene claros sus ideales de justicia, igualdad y libertad, y sabe por qué tipo de sociedad está luchando.
-Sí, pero el camino hacia esa sociedad libre, justa e igualitaria no está trazado de antemano, hay que hacerlo paso a paso; y la justicia, la igualdad y la libertad no pueden ajustarse a modelos preestablecidos e inmutables, como pretenden las religiones y las ideologías.
-¿Y eso qué tiene que ver con apoyar a un juez fascista?
-Tiene que ver con esa y otras muchas contradicciones. El izquierdista inmerso en una sociedad de derechas, o, dicho de otro modo, el socialista que vive en un país capitalista, no sólo tiene que hacer el ímprobo esfuerzo de nadar a contracorriente, sino que además ha de defenderse de una intoxicación constante. Y, lo que es más difícil, ha de luchar contra su propia naturaleza, puesto que ha sido educado en el seno del capitalismo y, por tanto, ha internalizado su lógica perversa. Su conciencia es de izquierdas, pero su inconsciente es de derechas. Sus inclinaciones, sus apetitos y sus prejuicios son los de un burgués, y si no lucha contra ellos de forma continua, deliberada y consciente, es inevitable que incurra en contradicciones de todo tipo.
-¿Por ejemplo?
-El carnivorismo es una aberración ética, dietética, económica, ecológica y sanitaria, y por ende política. Es la perfecta metáfora del capitalismo depredador, despilfarrador y despiadado. ¿Por qué, entonces, hay tan pocos vegetarianos? Porque los hábitos alimentarios están tan arraigados, se consideran tan «naturales», que para muchos es menos traumático incurrir en una contradicción flagrante que renunciar a esos hábitos.
-¿Por eso también hay gente de izquierdas que caza o va a los toros?
-Efectivamente. Disfrutar matando o viendo matar es atroz; pero, como decía Isaac B. Singer, con respecto a los animales todos somos nazis: la razón y la piedad sucumben ante los impulsos sanguinarios de una sociedad depredadora y la ideología que los justifica. Y el culto al deporte agonístico, convertido en el espectáculo de masas por excelencia, responde a las mismas pulsiones agresivas, a la misma violencia social.
-¿Y los abolicionistas? Puestos a no dejar títere con cabeza…
-Al igual que sus antecesores, los que querían prohibir el consumo de bebidas alcohólicas, los abolicionistas actuales confunden la causa con el efecto y la «virtud» con la honradez. Ofuscados por el mito del amor romántico, piensan de forma moralista y adialéctica (como todos en cuanto nos descuidamos). Si carnívoros, cazadores, taurófilos e hinchas pecan por defecto, los abolicionistas lo hacen por exceso. Son bienintencionados puritanos que, al impugnar el patriarcado desde el dogmatismo de una moral idealista, contribuyen a consolidarlo. Como aquellos para combatir el fascismo apoyan a un fascista solapado.
-No veo claro el paralelismo.
-En ambos casos se intenta reducir un problema complejo a una ecuación simple, y por ende falaz. Mis enemigos atacan a X, luego X es mi amigo. La prostitución es una lacra social, luego abolirla es bueno. Y esta lógica simplista es también responsable de la más grave confusión de la izquierda esquizofrénica.
-¿A saber?
-La generalizada idea de que independentismo e internacionalismo son incompatibles. El internacionalismo une a los pueblos, mientras que el independentismo los divide, argumentan algunos, ya sea de forma ingenua o tendenciosa. De forma tan ingenua o tan tendenciosa que olvidan algo tan elemental como que, por definición, el internacionalismo presupone la existencia de los correspondientes nacionalismos a interrelacionar. Entendiendo por nacionalismo, claro está, no la exaltación arrogante de ciertas peculiaridades culturales ni la reivindicación excluyente de privilegios arbitrarios, sino la pura y simple afirmación de la propia soberanía frente a quienes la niegan o la limitan. Y en una época en la que el capitalismo adopta la forma de un imperialismo avasallador que intenta arrebatarles a los pueblos su identidad para poder arrebatarles todo lo demás, la defensa de la soberanía y el derecho de autodeterminación se convierte en un aspecto fundamental de la lucha anticapitalista. Así lo han entendido la mayoría de los cubanos, para quienes «socialismo o muerte» y «patria o muerte» son lemas equivalentes, puesto que tienen muy claro que la defensa de su nación y la defensa de su proceso revolucionario son una misma cosa. Y así lo ha entendido también una buena parte del pueblo vasco, cuya lucha por la independencia se funde y se confunde con la lucha de clases.
-Interesante… Pero ¿no es un tanto paradójico que denuncies la esquizofrenia de ciertos sectores de la izquierda mediante un recurso tan esquizofrénico como un diálogo contigo mismo?
-Desde luego. Pero, como decía Hegel, una paradoja es una verdad cabeza abajo. Y puesto que formamos parte de una sociedad esquizofrénica, hemos de intentar convertir el desgarramiento interno en diálogo clarificador, la contradicción en dialéctica…