Ame­ri­ca­ni­zar a Euro­pa – Agen­cia Boli­va­ria­na de Prensa

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Las medi­das adop­ta­das por los gobier­nos de Gre­cia, Espa­ña, Ale­ma­nia e Ita­lia y las que se anun­cian en Fran­cia y el Rei­no Uni­do cons­ti­tu­yen un paso más en el pro­ce­so de des­man­te­la­mien­to del Esta­do del Bien­es­tar. Al menos en las dos últi­mas déca­das pau­la­ti­na­men­te se ha ido recor­tan­do el gas­to social y en gene­ral la par­ti­ci­pa­ción de los asa­la­ria­dos en la ren­ta nacio­nal. El neo­li­be­ra­lis­mo se ha impues­to como orien­ta­ción gene­ral de los gobier­nos y quie­nes die­ron impul­so al pac­to capi­tal-tra­ba­jo en el pasa­do –social demo­cra­cia y demo­cra­cia cris­tia­na – se han ale­ja­do cada vez más de sus orí­ge­nes has­ta per­der por com­ple­to sus señas de iden­ti­dad en favor del idea­rio libe­ral-con­ser­va­dor. Hoy resul­ta impo­si­ble dis­tin­guir dife­ren­cias sus­tan­ti­vas en los pro­gra­mas de los par­ti­dos mayo­ri­ta­rios. Los gobier­nos, sean del signo que sean, obe­de­cen a orien­ta­cio­nes muy simi­la­res y res­pon­den de la mis­ma for­ma posi­ti­va a las exi­gen­cias del capital.

Sin una opo­si­ción sóli­da, la dere­cha bus­ca cul­mi­nar su obje­ti­vo “ame­ri­ca­ni­zan­do” las rela­cio­nes labo­ra­les y acer­cán­do­se lo más posi­ble al mode­lo esta­dou­ni­den­se de socie­dad. Ni las recu­rren­tes cri­sis que han afec­ta­do al sis­te­ma en las últi­mas déca­das, ni siquie­ra la actual, igual o peor que la gran cri­sis de 1929 pare­cen inquie­tar a una dere­cha que se sien­te due­ña y seño­ra del esce­na­rio polí­ti­co pues tie­ne como opo­nen­tes a sin­di­ca­tos y par­ti­dos obre­ros que ape­nas empie­zan a salir de la con­fu­sión ideo­ló­gi­ca y la inca­pa­ci­dad polí­ti­ca que les ha afec­ta­do en los últi­mos años. Los movi­mien­tos socia­les, por su par­te, no logran supe­rar la eta­pa del tes­ti­mo­nio y la pro­tes­ta para con­ver­tir­se en una fuer­za polí­ti­ca real.

El aban­dono del pro­yec­to refor­mis­ta por par­te de socia­lis­tas y social demó­cra­tas y su con­ver­sión al neo­li­be­ra­lis­mo les divor­cia del movi­mien­to obre­ro y de las capas popu­la­res de la pobla­ción. En su seno sin embar­go exis­ten ten­den­cias que abo­gan por un regre­so a las polí­ti­cas de anta­ño y pro­po­nen alian­zas con las nue­vas fuer­zas socia­les anti­ca­pi­ta­lis­tas y los par­ti­dos de izquier­da para impe­dir el avan­ce de la dere­cha y recu­pe­rar el terreno per­di­do. En Ale­ma­nia se han con­se­gui­do algu­nos avan­ces en esta direc­ción for­ma­li­zan­do alian­zas loca­les entre Die Lin­ke y el SPD aun­que su direc­ción mayo­ri­ta­ria­men­te se opo­ne a este acer­ca­mien­to; en Fran­cia, por el con­tra­rio, socia­lis­tas, comu­nis­tas y anti­ca­pi­ta­lis­tas uni­dos han pro­pi­na­do una aplas­tan­te derro­ta a la dere­cha en las pasa­das elec­cio­nes regio­na­les, una expe­rien­cia exi­to­sa que podría repro­du­cir­se en otros luga­res del con­ti­nen­te. Los par­ti­dos comu­nis­tas con­ser­van pro­ta­go­nis­mo en Fran­cia, Gre­cia y Por­tu­gal al calor de las luchas socia­les. Tras la cri­sis que pro­vo­có el derrum­be del cam­po socia­lis­ta bus­can refor­mu­lar sus pro­gra­mas y sus for­mas de lucha para res­pon­der a las nue­vas reali­da­des. Los movi­mien­tos socia­les, por su par­te pare­cen cada vez más con­cien­tes tan­to de su enor­me capa­ci­dad de con­vo­ca­to­ria como de su debi­li­dad como suje­to político.

El movi­mien­to sin­di­cal, mayo­ri­ta­ria­men­te refor­mis­ta, sufre el impac­to de las trans­for­ma­cio­nes radi­ca­les del capi­ta­lis­mo tar­dío. Los cam­bios en la orga­ni­za­ción del tra­ba­jo y en la estruc­tu­ra de las empre­sas dis­mi­nu­yen enor­me­men­te la afi­lia­ción; las altas tasas de des­em­pleo y la fuga de las empre­sas a otros mer­ca­dos se con­vier­ten en una espa­da de Damo­cles que limi­ta su capa­ci­dad de lucha. Pero su mayor limi­ta­ción nace sin duda de su impo­ten­cia para impo­ner un nue­vo con­tra­to entre capi­tal y tra­ba­jo; en otras pala­bras, las esca­sas pers­pec­ti­vas del refor­mis­mo en una coyun­tu­ra como la actual, con una bur­gue­sía pre­po­ten­te que pro­ce­de sin temor alguno ante unas cla­ses labo­rio­sas, des­con­ten­tas pero des­orien­ta­das y desorganizadas.

En tales cir­cuns­tan­cias es com­pren­si­ble que a pesar de la dimen­sión de la cri­sis no se “refun­de el capi­ta­lis­mo sobre bases éti­cas”. Por el con­tra­rio, se pro­fun­di­za la mis­ma estra­te­gia que lle­vó al caos actual. Por ello, los cen­tros de poder (for­mal y real) no solo man­tie­nen el neo­li­be­ra­lis­mo aun­que agu­di­ce en extre­mos impen­sa­bles las cri­sis perió­di­cas del sis­te­ma sino que se pro­po­nen lle­var aún mas lejos su estra­te­gia eli­mi­nan­do de un tajo con­quis­tas cla­ves del movi­mien­to obre­ro: refor­ma labo­ral, refor­ma de pen­sio­nes, reduc­ción del gas­to social, dis­mi­nu­ción de sala­rios y nue­vas y mayo­res ven­ta­jas al capi­tal. El mode­lo ideal es por supues­to los Esta­dos Uni­dos, el paraí­so del capi­tal sin con­tro­les. En Euro­pa la cla­se domi­nan­te sue­ña con el retorno al capi­ta­lis­mo clá­si­co, a un orden social regi­do por la ley del más fuer­te, al dar­wi­nis­mo social y a la ley de la sel­va. Poco impor­ta que inten­tan­do resu­ci­tar­lo se de vida igual­men­te a las ten­sio­nes que lle­va­ron anta­ño a la gue­rra, al fas­cis­mo y la bar­ba­rie, pero tam­bién a la revolución.

Hoy, se repro­du­cen las gue­rras, por aho­ra en la peri­fe­ria del sis­te­ma pero sin des­car­tar los enfren­ta­mien­tos direc­tos entre las nue­vas y las vie­jas poten­cias capi­ta­lis­tas, y por los mis­mos moti­vos de siem­pre: mate­rias pri­mas, mer­ca­dos, zonas de influen­cia, etc. No es por azar que la estra­te­gia neo­li­be­ral supon­ga una nue­va edi­ción del colo­nia­lis­mo, agu­di­zan­do la depen­den­cia de los paí­ses peri­fé­ri­cos con­de­na­dos a ser sim­ples apén­di­ces meno­res de las eco­no­mías metro­po­li­ta­nas. Tam­po­co lo es que los ideó­lo­gos del engen­dro resu­ci­ten aho­ra la teo­ría del “peli­gro ama­ri­llo” y pro­nos­ti­quen el inevi­ta­ble enfren­ta­mien­to béli­co con Chi­na. En con­se­cuen­cia el mili­ta­ris­mo flo­re­ce con vigor; el mun­do de paz que sobre­ven­dría al triun­fo sobre la URSS nun­ca se hizo reali­dad y, por el con­tra­rio, a los con­flic­tos tra­di­cio­na­les han de agre­gar­se aho­ra otros nue­vos. La bar­ba­rie por su par­te encuen­tra for­mas cada vez más sofis­ti­ca­das; atro­ci­da­des que se creían cosa del pasa­do apa­re­cen a dia­rio en for­ma de masi­vos bom­bar­deos sobre pobla­ción civil, cár­ce­les secre­tas, tor­tu­ras, des­apa­ri­cio­nes, eje­cu­cio­nes extra­ju­di­cia­les, des­pla­za­mien­tos masi­vos de pobla­ción, mise­ria y ham­bre que se agu­di­zan y apa­re­cen inclu­so en el mun­do rico, todo ello en con­tras­te con el aumen­to de rique­za a nive­les nun­ca ima­gi­na­dos. Los cam­pos de con­cen­tra­ción tie­nen su ver­sión moder­na en Guan­tá­na­mo, Abu Graib, Bagram o Gaza. Has­ta el fas­cis­mo calle­je­ro reapa­re­ce con fuer­za social y elec­to­ral sin que fal­ten las bes­tias par­das, mato­nes de cabe­zas rapa­das, estra­fa­la­rios y sinies­tros y sin que parez­ca impor­tar mucho su con­di­ción delic­ti­va y su base social mar­gi­nal. Ya les lle­ga­rá su momen­to de ser úti­les al sis­te­ma. Ya habrá tiem­po de ade­cen­tar­los y poner­los al ser­vi­cio del proyecto.

El des­man­te­la­mien­to del capi­ta­lis­mo y la cons­truc­ción en su lugar de un sis­te­ma esen­cial­men­te dife­ren­te –es decir, la revo­lu­ción social- aún no es el idea­rio de las cla­ses labo­rio­sas ni de las mayo­rías socia­les. Pero en Euro­pa cre­ce sin embar­go el con­ven­ci­mien­to de que el ori­gen de los pro­ble­mas no está en el capi­ta­lis­mo neo­li­be­ral sino en el sis­te­ma mis­mo. El Vie­jo Con­ti­nen­te bulle y la lucha de cla­ses reapa­re­ce. Los tra­ba­ja­do­res se nie­gan a per­der las con­quis­tas socia­les que tan­to han cos­ta­do. Es solo cues­tión de tiem­po que se for­me una fuer­za social trans­for­ma­do­ra. Nadie (fue­ra de la eli­te domi­nan­te) quie­re ver a Euro­pa con­ver­ti­da en una ver­sión de los Esta­dos Uni­dos. Y si como pare­ce, el Esta­do del Bien­es­tar no es posi­ble den­tro del nue­vo capi­ta­lis­mo, gana fuer­za la idea de bus­car alter­na­ti­vas al sis­te­ma. Des­de esta pers­pec­ti­va otro orden social no solo es posi­ble sino que resul­ta cada vez más necesario.

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