Edén en La Haba­na- Juven­tud Rebelde

El arro­yo de Bri­sas de Maria­nao era un lugar per­fec­to. El man­so correr de su cau­ce refle­ja­ba el ver­dor del entorno, favo­re­ci­do por una imper­tur­ba­ble quie­tud y un cli­ma gene­ro­so. Inclu­so, veci­nos ates­ti­guan haber vis­to en la trans­pa­ren­cia de sus aguas algún cama­rón. De segu­ro fue­ron muchos los que no resis­tie­ron la ten­ta­ción de huir del calor sofo­can­te en su peque­ña cuenca.
Pero a par­tir de 1960, con la expan­sión de la ciu­dad más allá de los lími­tes que la ceñían, arri­ba­ron nue­vas fami­lias que se asen­ta­ron en las inme­dia­cio­nes del arro­yue­lo, don­de fábri­cas e ins­ti­tu­cio­nes ver­tían toda cla­se de dese­chos. El entorno pri­vi­le­gia­do del lugar pasó a ser un terreno agre­si­vo, impro­duc­ti­vo y espa­cio pre­di­lec­to para los vectores.

A ini­cios de los años 90 Miguel Ángel Figue­re­do Couce­lo, jun­to a su fami­lia, deci­dió poner la mano en el ara­do y revo­lu­cio­nar el pai­sa­je en bene­fi­cio del vecin­da­rio con un pro­yec­to comu­ni­ta­rio lla­ma­do Visión Edén.

Hacer reali­dad la locura
«He vivi­do aquí des­de niño, y el patio de mi casa colin­da con la zan­ja. En un momen­to ini­cial con mi padre y mis hijos tra­té de recu­pe­rar las áreas, con­tan­do con muy pocos recur­sos», rememora.

Evo­ca la belle­za de un entorno que acom­pa­ñó su niñez, y que se fue opa­can­do con los años por el des­cui­do ins­ti­tu­cio­nal y de la vecin­dad. El arro­yue­lo no solo sufrió into­xi­ca­ción, tam­bién fue defor­ma­do por la mano del hom­bre: «Ori­gi­nal­men­te desem­bo­ca­ba en una lagu­na en las áreas del anti­guo Hipó­dro­mo de Maria­nao, hoy Empre­sa Transim­port. Pero la lagu­ni­ta fue sella­da y el cau­ce del arro­yo des­via­do», cuenta.

Por esos años ya había invo­lu­cio­na­do has­ta con­ver­tir­se en una zan­ja por don­de corrían aguas alba­ña­les y dese­chos de todo tipo. Sin embar­go, el tra­ba­jo per­sis­ten­te hizo mere­ce­dor al pro­yec­to Visión Edén de la dis­tin­ción de patio de refe­ren­cia muni­ci­pal en 1995.

«Sal­var este espa­cio no fue nada fácil. El aban­dono al que fue some­ti­do por tan­tos años lo hizo un sitio pan­ta­no­so, que atraía ratas y cuca­ra­chas e inun­da­ba los patios pró­xi­mos. El terreno era muy agre­si­vo como para poner­lo a pro­du­cir, pero logra­mos cam­biar esa con­di­ción», reco­no­ce Miguel Ángel.

«Aun­que al prin­ci­pio, en 1964, lo con­ce­bi­mos como un tra­ba­jo de mar­ca­do carác­ter fami­liar, en cuan­to comen­za­mos a tener resul­ta­dos serios, a ini­cios de los 90, Agri­cul­tu­ra Urba­na nos apo­yó con semi­llas y pos­tu­ras y lega­li­za­ron los terre­nos en los que tra­ba­já­ba­mos. Ello nos per­mi­tió hacer reali­dad esta “locu­ra”».

En 2001 la Orga­ni­za­ción para la Agri­cul­tu­ra y la Ali­men­ta­ción de la ONU (FAO), pro­pu­so tra­mi­tar ayu­da mate­rial a Edén por el exce­len­te tra­ba­jo desa­rro­lla­do, seña­ló Fran­cis­co Arias Millán, ex repre­sen­tan­te de la orga­ni­za­ción inter­na­cio­nal en Cuba.

«El sopor­te mate­rial que nos brin­dó la FAO nos ayu­dó par­cial­men­te, pero la cla­ve del éxi­to ha sido la unión fami­liar», refie­re Miguel Ángel.

Don­de empie­za la familia
«Ha sido mara­vi­llo­so. Repre­sen­ta un gran bene­fi­cio para noso­tros. Eso era tre­men­do basu­re­ro. Lo mis­mo la bota­ban los veci­nos que orga­nis­mos esta­ta­les, y aun­que lo lim­pia­ron varias veces, al poco tiem­po vol­vía a las mis­mas con­di­cio­nes. Pero el tra­ba­jo de Migue­lín reani­mó el entorno del barrio», dice orgu­llo­so Rafael Para­da Recasens.

La opi­nión del diri­gen­te cede­ris­ta no es la úni­ca que con­ver­ge en des­ta­car lo bene­fi­cio­so del Visión Edén para la barria­da de Los Ánge­les y otras comu­ni­da­des cer­ca­nas, en el plano social, eco­nó­mi­co y medioambiental.

La con­ta­mi­na­ción dañó gra­ve­men­te los sue­los y la fau­na en las inme­dia­cio­nes del arro­yo. Inclu­so ani­ma­les tan habi­tua­les para los haba­ne­ros como la lagar­ti­ja común y la rana toro, des­apa­re­cie­ron de aquel entorno, has­ta que a fines del pasa­do siglo el pro­yec­to «sem­bró» ejem­pla­res de ambas especies.

Lo que ini­cial­men­te fue «un patio muy orga­ni­za­do, pro­duc­ti­vo y lim­pio, pasó a ser uno de los pro­yec­tos comu­ni­ta­rios más intere­san­tes del país, expan­dién­do­se des­de el cora­zón de su comu­ni­dad hacia el res­to de la sociedad.

Actual­men­te los sur­cos de Edén no solo cuen­tan con más de 20 varie­da­des de plan­tas: hor­ta­li­zas, con­di­men­tos, fru­ta­les —entre estas melo­co­tón, cere­za y una peque­ña varie­dad de pera— y medi­ci­na­les, sino que allí desa­rro­llan ade­más la lom­bri­cul­tu­ra y la cría de peces ornamentales.

«Hace años incur­sio­na­mos en la cría de la tila­pia roja israe­lí y ya hemos entre­ga­do más de medio millón de ale­vi­nes. Tene­mos 2 000 metros cua­dra­dos de espe­jo de agua dis­tri­bui­dos en sie­te estan­ques de dife­ren­tes capa­ci­da­des», expli­ca el líder del proyecto.

Agre­ga que muchos niños se inte­gran a las acti­vi­da­des, como a los círcu­los de inte­rés sobre la acui­cul­tu­ra. «Pre­fie­ren estar aquí antes de andar por las calles. Aquí ocu­pan su tiem­po ocio­so, apren­den a amar la natu­ra­le­za y el tra­ba­jo y son par­tí­ci­pes direc­tos de los bene­fi­cios del pro­yec­to», afirma.

Par­te de los fon­dos que recau­da Edén son des­ti­na­dos a orga­ni­zar acti­vi­da­des recrea­ti­vas, cul­tu­ra­les y edu­ca­ti­vas para los niños del barrio y alum­nos de la escue­la espe­cial para tras­tor­nos del com­por­ta­mien­to José Manuel Lazo de la Vega, cer­ca­na a la comu­ni­dad. Coor­di­na­cio­nes de este tipo, comen­ta el direc­tor del cen­tro esco­lar, Manuel Már­quez Igna­cio, resul­tan muy favorables.

«Los víncu­los que nos unen son los mejo­res. El pro­yec­to no solo ha con­tri­bui­do a la edu­ca­ción de los niños. Nos ha ayu­da­do con los arre­glos de la escue­la y ha dona­do más de 12 000 pesos y otros recur­sos mate­ria­les des­de el año 1999 has­ta la fecha», señala.

Igual­men­te Edén ha lle­ga­do, a tra­vés de sus ser­vi­cios y pro­duc­tos, has­ta diver­sas ins­ti­tu­cio­nes como la clí­ni­ca de 100 y 57, en Marianao.

Mer­ce­des Arrie­ra, dele­ga­da muni­ci­pal de Agri­cul­tu­ra Urba­na, reco­no­ce que pro­yec­tos de este tipo enga­la­nan la ciu­dad, pro­te­gen el medio ambien­te y pro­veen a la fami­lia y a la comunidad.

Sobre el desa­rro­llo espe­cí­fi­co de Visión Edén comen­ta que no solo es posi­ti­vo, sino rele­van­te, y por este moti­vo den­tro de poco el Gru­po Nacio­nal de Agri­cul­tu­ra Urba­na le otor­ga­rá el pre­mio Doble Corona.

Los fru­tos del pro­yec­to están entre las razo­nes por las que ocho fami­lias de la vecin­dad, entre las que se cuen­ta la de Julio Jor­ge Rodrí­guez, han repro­du­ci­do la expe­rien­cia en sus patios «para trans­for­mar la socie­dad des­de aquí, don­de empie­za la familia».

Unos metros bien empleados
Actual­men­te el pro­yec­to fami­liar-comu­ni­ta­rio cuen­ta con dos áreas prin­ci­pa­les y pre­pa­ra con­di­cio­nes para fomen­tar la explo­ta­ción de un nue­vo espa­cio, cru­zan­do la calle 114, fren­te a los terre­nos originarios.

El sitio, y en el mar­gen del otro­ra arro­yo, exhi­be una com­ple­ja situa­ción medioam­bien­tal como resul­ta­do de la polu­ción y el aban­dono al que ha sido some­ti­do el entorno. No obs­tan­te, este lugar, colin­dan­te con una escue­la pri­ma­ria, deja­rá de ser un terreno bal­dío para con­ver­tir­se en unos 2 000 metros bien emplea­dos, afir­ma Miguel Ángel.

El plan para el apro­ve­cha­mien­to de la zona, apro­ba­do ya por las auto­ri­da­des corres­pon­dien­tes, pre­ten­de dotar a la comu­ni­dad de un lugar agra­da­ble para el sano espar­ci­mien­to de la fami­lia, don­de jóve­nes, peque­ños y adul­tos pue­dan depar­tir en un con­tex­to en el que las opcio­nes recrea­ti­vas son ínfimas.

La «ter­ce­ra eta­pa» de Edén com­pren­de la pues­ta en fun­cio­na­mien­to de un área des­ti­na­da al tra­ba­jo con niños cie­gos, débi­les visua­les y que pade­cen Sín­dro­me de Down, median­te la equi­no­te­ra­pia. Los niños no ten­drán que ir tan lejos, como a los par­ques Lenin o Almen­da­res para reci­bir el tra­ta­mien­to con los caballos.

La comu­ni­dad tam­bién con­ta­rá con un cam­po de «gol­fi­to», un espa­cio para la mon­ta de ponis y un local techa­do para acti­vi­da­des culturales.

La hue­lla en la gente
La semi­lla de Edén ha via­ja­do por toda la isla, y no es una metá­fo­ra. En varias pro­vin­cias, median­te fun­cio­na­rios de la Agri­cul­tu­ra Urba­na, se han repro­du­ci­do, por ejem­plo, pos­tu­ras de melo­co­tón saca­das del proyecto.

Inclu­so el tes­ti­mo­nio de la ini­cia­ti­va ha lle­ga­do a muchas par­tes del mun­do, nos cuen­ta Miguel Ángel bajan­do el tono de voz, para no pecar de fatuo. «Hace un tiem­po uno de mis her­ma­nos lo lle­vó a Sui­za, y la gen­te que­dó impresionada».

Visión Edén cuen­ta con el reco­no­ci­mien­to de varias ins­ti­tu­cio­nes, por cons­ti­tuir, según Adol­fo Rodrí­guez Nodal, direc­tor del Gru­po Nacio­nal de la Agri­cul­tu­ra Urba­na, un ejem­plo de sis­te­ma­ti­ci­dad, esfuer­zo y amor por la naturaleza.

Los apor­tes a la comu­ni­dad no solo son una reali­dad, sino que se han con­ver­ti­do en el mejor pre­tex­to para reco­no­cer la labor de una fami­lia uni­da y con fe, como dije­ra Miguel Ángel, quien a pesar de ser gra­dua­do en Inge­nie­ría Mecá­ni­ca ha inver­ti­do gran par­te de su vida en des­ci­frar «el meca­nis­mo» del surco.

Algu­nos de los estí­mu­los reci­bi­dos por el pro­yec­to los fir­man el Gru­po Nacio­nal de la Agri­cul­tu­ra Urba­na, la Fun­da­ción Núñez Jimé­nez de la Natu­ra­le­za y el Hom­bre o el Minis­te­rio de Cien­cia, Tec­no­lo­gía y Medio Ambien­te; ade­más, osten­ta la con­di­ción de Refe­ren­cia de la FAO en Latinoamérica.

Migue­lín guar­da de un mano­ta­zo la sar­ta de plie­gos acu­ña­dos, pei­na su pelo neva­do y con­fie­sa baji­to, como quien va a decir mucho.

Fuen­te: http://​www​.juven​tu​dre​bel​de​.cu/​c​u​b​a​/​2​010 – 06-24/e­den-en-la-haba­na/

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