Jesús Eguiguren ha hecho público un documento de «reflexiones y propuestas para la paz y convivencia» en el que propone al PSE salir del inmovilismo actual y aprovechar el momento político para lograr un arreglo de futuro limitado a la legalización de los ilegalizados y a hablar de presos. El lehendakari, Patxi López, por su parte, gestiona el presente con el discurso del pacto PSE-PP que le llevó a Ajuria Enea.
El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, ha agitado las aguas de la política vasca filtrando un documento a medios amigos en vísperas del acto conjunto que mañana celebrarán en Bilbo la iz- quierda abertzale y Eusko Alkartasuna. Y el lehendakari y secretario general del partido, Patxi López, le ha respondido diciendo que son «valoraciones y opiniones personales que aparecen en los periódicos y que no comparto». ¿Contradicción? Probablemente cuestión de ritmos y reparto de papeles.
¿Cuál es realmente la propuesta de Eguiguren que tanto ha soliviantado al PP y hasta el mismísimo ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha calificado de mala idea? Conviene no dejarse arrastrar por los titulares y leer con atención los quince folios de la reflexión del presidente del PSE. En ellos se puede encontrar una diferenciación entre «agenda amplia y agenda limitada» que ayuda a comprender su posición.
Eguiguren recuerda que en la terminología de la resolución de conflictos ‑que reconoce que «hemos tratado de evitar»- una «agenda amplia es aquella que sustenta un proceso de paz donde se aborda desde los cambios políticos a las cuestiones de reinserción, por tanto, implican pacto o acuerdo político. Salvando las distancias, el proceso de paz anterior tenía algo de eso».
Mientras, en la «agenda limitada» «no se abordan cuestiones constitucionales y políticas, sino que la agenda está básicamente limitada a resolver las consecuencias del conflicto que diríamos así, reintegración política de los que están fuera del sistema, reinserción en la sociedad de presos».
Los movimientos que Eguiguren le pide al Gobierno de Lakua y también al PP se circunscriben a esa «agenda limitada», mientras que «el acuerdo político (agenda amplia) para quien no quiera renunciar a él, quedaría en la lejanía, hacia el final de todo». Y para activar la apertura de esa «agenda limitada» las premisas que exige son que «ETA tiene que parar o Batasuna condenar el terrorismo» y «además sin que sea a cambio de ninguna contrapartida política sobre el futuro vasco».
Según pretende Eguiguren, este escenario resultaría incluso ventajoso para el independentismo. Recuerda que «en el anterior proceso, mil veces insistí a Otegi por qué querían el acuerdo consensuado. Que al ser consensuado, lógicamente, aparejaría limitaciones para su proyec- to político. Siempre le decía que cuando avanzase el proceso de paz se darían cuenta que no les interesaba el acuerdo, que lo más rentable para ellos era defender las tesis independentistas y buscar el máximo apoyo para su causa».
En este apartado olvida Eguiguren que la izquierda abertzale no ha pretendido nunca pactar su proyecto político, sino la existencia de unas condiciones de igualdad democrática que posibilitara la materialización de todos los proyectos políticos, incluido el independentista.
Hay que decir también que Eguiguren se muestra dispuesto a que el PSE pierda el gobierno a causa de la legalización de la izquierda abertzale y el consiguiente cambio de correlación de fuerzas.
La filtración de su documento coincidió en el Parlamento de Gasteiz con un pleno de control del Gobierno, donde Joseba Egibar, del PNV, interrogó al lehendakari sobre estas cuestiones, al hilo precisamente de otras declaraciones de Eguiguren. Como dijo el portavoz jeltzale, Patxi López «leyó el catón». Es decir, se mantuvo en las tesis ortodoxas del Pacto PSE-PP. Dijo que las reflexiones de Eguiguren eran «personales» y especificó que no las comparte, añadiendo que ésa era su posición, la del Gobierno de Lakua y la del PSE.
En las propias filas del PSE no se interpreta que las posiciones de Eguiguren y López sean divergentes. Más bien da la impresión de que el lehendakari está hablando del hoy, con una pose de firmeza, y Eguiguren trata de anticiparse y poner al partido en el día de mañana.
El ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, también está en el hoy o quizá en el ayer. Dijo que Eguiguren está «profundamente equivocado». Aunque «suele tener buenas ideas», dijo que «ésta no lo es». Y quiso dejar claro que el Gobierno «no va a ir por donde él dice».
También el PP cumplió con su papel de montar en cólera por lo dicho por Eguiguren, exigiendo su «desautorización expresa» y marcando el territorio a Patxi López.
Entre tanto, el PNV pidió al lehendakari que flexibilice su posición, para «si ETA abandona la lucha armada» permitir «un final dialogado y ordenado». En el último cruce de palabras del parlamentario de EA, Jesús Mari Larrazabal, con Patxi López, también le demandó que «esté a la altura de las circunstancias históricas, que esté a la altura del momento histórico».
Iñaki IRIONDO
El lehendakari, Patxi López, representó ayer el papel de duro, asesorado en ocasiones por Rodolfo Ares, a quien no dudó en alabar en su intervención. El discurso fue coherente con su presente y, por tanto, se supone dirigido a personas que viven el momento, que ni tienen tiempo para repasar las hemerotecas ni interés por buscar en su memoria claves que le puedan ayudar en el futuro. Pero no cabe olvidar que este López es el mismo que el 30 de mayo de 2006 reconoció en una entrevista radiofónica que «la izquierda abertzale es un interlocutor necesario para que se pueda abordar el diálogo multipartio en Euskadi». Algunos incluso nos acordamos del cómo y del porqué de aquella entrevista. No es un reproche, sino una constatación de lo relativo de algunas poses. También al PP se le podría recordar que a los meses del «a por ellos» tras el secuestro y muerte de Miguel Angel Blanco, Aznar hablaba del Movimiento Vasco de Liberación Nacional y sus representantes se sentaron tanto con ETA como con Batasuna. Los discursos sobre puertas cerradas, sobre la no construcción de pistas de aterrizaje, no hacen mella en la izquierda abertzale. Si Patxi López no quiere abrir ninguna puerta, allá él. Repase los acontecimientos meteorológicos de estos días. Las riadas no tocan el timbre.
Ramón SOLA
El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, lleva días pidiendo un esfuerzo a Patxi López para facilitar un proceso de solución. Semanas diciendo que ésta debe gestarse en Euskal Herria. Y años admitiendo que en este país falta un «arreglo» político y democrático. Muchas personas coincidirán con él y le reconocerán muy buenas intenciones. Pero su problema es que no tiene «nada definitivo entre manos».
Estas mismas fueron las palabras que utilizó Eguiguren en octubre para justificar el encarcelamiento de Arnaldo Otegi y sus compañeros decretado por el Ministerio de Interior. Desde entonces han pasado varios meses: los independentistas siguen encerrados entre rejas o amordazados en sus casas, pero su iniciativa ha dado pasos –y no sólo retóricos, sino prácticos como el de mañana– que han hecho que Eguiguren diga públicamente que es hora de mover ficha.
Quizás sea verdad que ni en el conjunto de la izquierda abertzale ni en el PSOE hay algo definitivo. Pero sí se constata quién lleva la iniciativa, que es una gran ventaja en política. Mientras en el independentismo se ha advertido un liderazgo, se ha aprobado una estrategia (‘‘Zutik Euskal Herria’’) y se van dando pasos uno tras otro, en el unionismo el presidente del PSE ni siquiera convence a su secretario general. Todo su debate interno está por hacer. Peor para ellos.