La frase está en la base de la crisis económica y a la vez sobrevuela sobre ella. No se trata fundamentalmente de dinero sino de moral. Es una gigantesca crisis moral. Si no tuviéramos miedo al pensamiento diríamos que estamos en presencia de una crisis de carácter metafísico, esto es, una crisis que afecta al significado mismo del hombre. Pero vayamos a la frase.
La leo en un periódico de la mañana: «El ministro de Trabajo admite que el Gobierno tendrá que debatir la conveniencia o no de prorrogar las ayudas de 420 euros a desempleados que hayan agotado todas sus prestaciones». Aclaremos la cifra: se trata de medio millón de parados. Supongo que tras muchos de ellos puede haber una familia. El ministro muestra su dolor al hacer el comentario, pero… «admite que España se encuentra ante la necesidad de implementar medidas de reducción del déficit». Es decir, se trata de arrojar por la borda a una muchedumbre para que navegue la nave «España».
Porque, por deducción elemental, España no es ese medio millón de ciudadanos que perviven miserablemente con menos de quinientos euros mensuales. El lenguaje tiene rango criminal. ¿Cómo se puede hablar con tanto desahogo de la extinción brutal de medio millón de ciudadanos a los que se despoja de toda suerte de personalidad humana? La noticia la da el Sr. Corbacho, ministro de Trabajo y socialista. Sí; hay que evitar el terrorismo. Pero ¿a dónde enviar justamente a los antidisturbios? ¿Quién conspira contra la paz social? ¿Puede ilegalizarse a los poderosos y a su entorno?