Me refiero a la idea de un nuevo socialismo, diferenciado del llamado “socialismo real” o “socialismo de Estado” en que devinieron los hermosos procesos de orientación socialista iniciados a principio del siglo XX en Europa Oriental y colapsados a finales de los 80 y principio de los 90.
Me refiero a la necesidad de una respuesta revolucionaria superadora del capitalismo y muy particularmente de su decadente era neoliberal, generadora de una crisis sistémica mayor, hasta ahora sin modelo de reemplazo distinto al neo0liberal dentro de ese orden económico, político y social.
Me refiero a la idea, que aunque seriamente abordada y enriquecida desde el marxismo creador –muy especialmente desde el marxismo latino-caribeño- fuera catapultada con escasas definiciones al inicio del presente siglo por el comandante Chávez, como tema a debatir.
Pasada una década, en la que esta idea se proyectó en gran escala, estimulando el debate e impactando movimiento transformadores convertidos en gobiernos con vocación de cambio (Venezuela, Ecuador, Bolivia…), incluidas nuevas reflexiones sobre la revolución cubana (situada ante el dilema derivado de la crisis del estatismo burocrático en crisis: renovación socialista o restauración capitalista), el examen del estado actual del “socialismo del siglo XXI” o “nuevo socialismo”, no solo resulta oportuno sino también necesario para avanzar en todos los órdenes.
Es evidente que la convocatoria al debate sobre el nuevo socialismo desde una plataforma como el proceso bolivariano de Venezuela y desde el influyente liderazgo del comandante Hugo Chávez, no solo ha permitido que muchas ideas ya elaboradas se hayan proyectado en mayor escala, sino que se produzcan nuevos y valiosos aportes sobre tan importante cuestión.
Esto ha ocurrido al compás de la decadencia del capitalismo neoliberal y del auge de la ola de cambio progresista en nuestra región.
La hegemonía neoliberal fue quebrada principalmente por el proceso hacia la revolución en Venezuela y las victorias populares en Ecuador y Bolivia. Pero también ‑aunque con mediatizaciones variadas y con auto-inhibiciones significativas- a través de los triunfos electorales del PT en Brasil, del Frente Amplio en Uruguay, del FSLN en Nicaragua, del FMLN en El Salvador, de Fernando Lugo en Paraguay y de la derrota del menemismo y de la derecha conservadora en Argentina.
Ese contexto –precedido del auge de las luchas sociales antineoliberales, del crecimiento de una parte de la izquierda histórica previamente posicionada como alternativa electoral a la partidocracia tradicional, de la conformación de nuevas izquierdas políticas-sociales y del repunte de movimientos insurgentes como el colombiano y el mexicano- creó un estimulante clima para el avance de las ideas a favor de una sociedad post-neoliberal como entrada a una nueva transición socialista.
En primera fase es evidente que las definiciones y propuestas alternativas crecieron a velocidades y profundidades muy superiores a las ejecuciones gubernamentales en ese tenor.
Las críticas y las protestas frente al neoliberalismo hegemónico y al capitalismo realmente existente, fueron progresiva y aceleradamente acompañadas de propuestas superadoras, fórmulas de transición y definiciones sobre el socialismo que anhelamos, en gran medida superadoras del estatismo burocrático y anti-democrático que colapsó a finales del siglo XX.
Desmonte del modelo neoliberal
En ese orden se fueron elaborando los siguientes ejes programáticos y de acción:
1– Reconstrucción de sujetos sociales y fuerzas político-sociales alternativas, luego del fraccionamiento y la dispersión causada en gran escala por el neoliberalismo. Creación por esa vía de contra-poderes populares con vocación de poder nacional.
2– Desprivatización de lo privatizado, procurando no volver al estatismo centralizado sin control social y arropado por el clientelismo y la corrupción.
3– Reconstrucción de los Estados Nacionales para revertir la re-colonización capitalista, el desmonte de los políticas sociales y la apropiación de las instituciones por el gran capital privado trasnacional y las oligarquías locales. Ampliación de la cobertura social en salud, educación, recreación, soberanía y auto-suficiencia alimentaria y saneamiento ambiental.
4– Reemplazo de las llamadas “áreas de libre comercio” dominadas por EEUU y la Unión Europea por la integración solidaria latino-caribeña, no subordinada a las grandes potencias capitalistas y a sus corporaciones.
5– Modelos productivos en lugar de modelos especulativos y financierizados a favor de los grandes bancos privados.
6– Cultura solidaria destinada a contrarrestar el egoísmo, el individualismo y el “sálvese quien pueda”, que alimentan la delincuencia y la inseguridad ciudadana.
7– Democracia participativa e integral: económica, social, política, de genero, cultural…fundada en una nueva constitución producto de una Constituyente Popular.
8– Soberanía nacional y latino-caribeña, e internacionalismo emancipador.
Ejes de la transición hacia un nuevo socialismo
Ellos han sido formulados en estrecha relación y como continuidad de los cambios pos-neoliberales y concebidos como puntos de arranque y premisas de transformaciones más radicales apoyadas en los siguientes lineamientos:
1‑Socialización progresiva del poder a través de la profundización de la participación y la democracia directa, del control social y ciudadano, del ejercicio del derecho a la revocación de los funcionarios electos, de la reducción de la burocracia. Progresiva extinción del Estado y su remplazo por un sistema autogestionado por los pueblos, hasta crear asociaciones de seres humanos verdaderamente libres.
2-.Socialización paulatina de la propiedad sobre los medios de producción, distribución y servicios, de los ingresos y de los recursos naturales Traspaso, en consecuencia, del producto del trabajo y de todas las riquezas del país y la sociedad a su legítimo dueño: el pueblo. Predominio en perspectiva de la propiedad colectiva y cooperativa, de la autogestión y co-gestión y de la planificación des-centralizada y democrática.
3- Proceso de creación de un economía de equivalencias –no de mercado- basada en el intercambio de valores, medidos por los aportes en trabajo manual e intelectual necesarios y no por la ley de la oferta y la demanda que determina los precios.
4‑Salud, educación, deporte y diversión con cobertura universal y gratuita.
5‑Reducción paulatina de las horas de trabajo y ampliación del tiempo para el desarrollo intelectual, la diversión sana y el deleite espiritual.
6‑Libertad de opción sexual y restablecimiento de los derechos de los seres humanos sobre su cuerpo
7‑Superación del patriarcado.
8‑Desarrollo armónico entre los seres humanos y el resto de la naturaleza. Eliminación de la dinámica productiva generadora de riquezas mediante el empobrecimiento de los seres humanos y la naturaleza toda.
9‑Erradicación del adulto-centrismo.
10-Fin de toda discriminación racial basada en los diferentes fenotipos humanos y de cualquier otra variante de exclusión y trato abusivo.
11-Plena libertad para crear y condiciones para hacerlo libremente.
12-Cultura y relaciones solidarias. Formación dirigida a crear y desarrollar nuevos seres humanos, libres de egoísmo y de toda tendencia a afectar la integridad física y las condiciones de existencia de sus semejantes
13-Integración y cooperación entre los pueblos a nivel continental y mundial. Creación de la Patria Grande liberada y de un mundo justo, libre de explotación, opresión, discriminación y penurias.
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Estos ejes, divididos en estos dos bloques con solución de continuidad, pueden permitir evaluar los avances y los retrasos, los logros y los límites actuales, así como las perspectivas, consolidaciones y riesgos particulares de los diversos procesos nacionales en el contexto de esta nueva ola transformadora continental.
Esa tarea es ardua y no esta contemplada en este artículo, mas bien destinado a estimular al examen detenido y colectivo de los distintos procesos, sus fortalezas y debilidades particulares; algo imprescindible para llevar esa tarea mayor a buen término.
En los casos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Cuba ‑cuyos gestores han proclamado su vocación socialista y sus intenciones de transitar al socialismo- es válido hacer las comparaciones con la anterior hegemonía neo-liberal sino también entre los ejes de la socialización enunciados y los logros alcanzados, así como los retrasos y trabas y las posibilidades de superarlas.
El caso cubano, típica revolución popular bajo los influjos de los procesos socializantes del siglo XX, es inverso a la de los demás países del continente: pues no se trata del paso del capitalismo neoliberal al socialismo, sino de la superación de su devenir estatista y de la consiguiente hipertrofia del poder centralista y burocrático, a la necesaria democratización socialista en todos las vertientes.
En Cuba el problema no es la gran propiedad privada capitalista ya felizmente expropiada, ni las modalidades propias del capitalismo dependiente latino-caribeño, ni la recolonización neoliberal ya rechazadas, sino la falta de socialismo participativo, democrático y autogestionario en el camino hacia él. Por eso merece un tratamiento bien diferenciado.
En los casos de Brasil, Uruguay, Argentina, Nicaragua y El Salvador habría que ver en que medida los cambios realizados ha podido alcanzar las metas referidas en la lucha contra el neo-liberalismo; si ellos tienen o no posibilidades de avanzar en los ejes programáticos alternativos al neoliberalismo, propios de un proceso post-neoliberal, para luego garantizar su continuidad hacia procesos de orientación socialistas. En Chile de un neoliberalismo atenuado y combinado con políticas sociales más avanzadas de la administración de la Bachelet, se volvió al conservadurismo de extrema derecha.
En todos ellos hay que medir el estado de las fuerzas del cambio y de las que se le oponen, la correlación de fuerzas y sus tendencias actuales, las perspectivas de avanzar o no desde las reformas sociales a los cambios revolucionarios.
Medir las condiciones desfavorables o favorables a la profundización y ampliación de las transformaciones necesarias, así como la manera de contrarrestar las corrientes negativas en tiempos prudenciales.
Medir la relación entre las palabras y los hechos, entre neoliberalismo y post-neoliberalismo, entre reformas avanzadas y revolución, entre el capitalismo como realidad y el socialismo como intención, entre proclamas y realidades.
Esto es vital para evitar que a nombre de la revolución solo se hagan reformas, reordenamientos y redistribuciones que no remontan el capitalismo. Que a nombre del socialismo solo se procuren fórmulas parecidas a las que en el pasado implementó la socialdemocracia pro-capitalista y que a nombre del anti-neoliberalismo se implemente un neoliberalismo light y/o combinado con audaces políticas asistencialistas, modernizaciones y mecanismos limitados dirigidos a producir solo efectos pasajeros en la distribución de los ingresos, en el combate a la pobreza y en la democratización política.
Relación entre los cambios y los tiempos
En todos los casos habría que evaluar los tiempos perentorios y los niveles de legitimación dentro ellos en función del desgaste y de los grados de popularidad propios de cada proceso, así como los riegos que asechan para revertirlos.
Es claro que los tiempos y las velocidades de desgaste varían por países y situaciones particulares. Pero es claro también que a la larga se relacionan con la consecuencia o no en la ejecución de las referidas líneas programáticas y de acción y con el cumplimiento o no de las expectativas creadas.
El pasado desastroso a cargo de la derecha ayuda a ganar tiempo y a mantener apoyo de base aun con cambios muy limitados, aun sin abordar el desmonte en profundidad del neoliberalismo y aun dilatando o mediatizando la socialización.
Pero igual una dilación excesiva y una desviación significativa de esas metas se podría traducir a mediano y largo plazo en pérdida de apoyo y en recuperación política de las derechas.
De alguna manera comportamientos insatisfactorios han estado presentes tanto en aquellos procesos con metas limitadas a la búsqueda de modelos diferentes al neoliberal ‑aunque estaría por verse si en perspectivas eso puede ser posible sin ejecutar transformaciones anticapitalistas- y también en el de los gobiernos formalmente comprometidos con vías anti-capitalistas y pro-socialistas.
Unos expresan mas consecuencias que otros en ambas coordenadas de la transformación y en función de esto, de los tiempos, de los niveles de desgastes y de los grados de respaldo de la sociedad, disminuyen o aumentan los riegos de retrocesos y de contrarrevolución.
En esto también influyen las capacidades de las derechas anti-reformas y contra-revolucionarias en cada país, como las características de los liderazgos populares y de las izquierdas.
Pero de todas maneras vale examinar a profundidad en cada caso la situación real y vale alertar sobre los riesgos planteados, puesto que de ninguna manera se dejarían de pagar elevados costos si las expectativas generadas no se traducen en hechos contundentes que las avalen en espacios de tiempo idóneos.
Los pueblos tarde o temprano castigan las inconsecuencias, los estancamientos y las desviaciones.
Las esperas tienen sus límites, más aun cuando en medio de esta crisis sistémica del capitalismo el dilema de nuevo socialismo o barbarie toca con fuerza a las puertas de nuestras sociedades.
Solo profundizando el desmonte del neoliberalismo y acelerando la socialización, si caer – más bien superando siempre- la simple estatización, la fusión partido-estado-organizaciones sociales, la centralización extrema y la democracia estrictamente representativa, puede garantizarse la derrota estratégica de las derechas y el triunfo de las nuevas revoluciones.
Solo avanzando lo mas rápidamente hacia un socialismo participativo, democrático y pluricultural pueden disminuirse e incluso eliminarse los riesgos del retroceso.
Y esto es válido tanto para los países impelidos a superar el neoliberalismo y el capitalismo para avanzar hacia el nuevo socialismo, como en los que el estatismo-burocrático se ha constituido en una traba para socializar y democratizar la sociedad, a la luz de las experiencias históricas del siglo XX y de lo que va del XXI.
En el mediano plazo, o avanzamos hacia las nuevas democracias y los nuevos socialismos o nos exponemos a los nuevos retrocesos políticos planteados en forma amenazante en las agendas de Obama, los poderes imperialistas, las oligarquías y las partidocracias pro-capitalistas.
No hay de otras. Entendámoslo así.
28 de junio 2010, Santo Domingo.