El once de junio de 1980 desapareció Joxe Miel Etxeberria Alvarez, Naparra. El Batallón Vasco Español (BVE) se atribuyó el secuestro y posterior asesinato del joven militante vasco. Su cuerpo aún sigue en paradero desconocido y, treinta años después, se ignoran las circunstancias de su muerte, sus autores materiales y los responsables políticos que la ordenaron. Al día de hoy continúa el significativo silencio oficial sobre uno de los más sangrantes episodios de guerra sucia que nuestro pueblo ha padecido.
Las noticias que llegan sobre el Plan de Convivencia Democrática y Deslegitimación de la Violencia que el Gobierno vasco quiere imponer en las aulas señalan la posibilidad de introducir entre los testimonios de las víctimas las de los afectados por la violencia de grupos como el BVE, los GAL y similares. Estamos convencidos de que los familiares de Joxe Miel no podrán acudir como testigos para contar su relato. Como tampoco podrán ofrecer su aportación los allegados de otros desaparecidos como Pertur o Popo Larre, ni tampoco otras víctimas de la violencia del Estado, algunas de las cuales están en la mente de todos los vascos.
Del dolor causado por el comportamiento de las autoridades francesas y los jueces españoles negándose a investigar seriamente el caso. De la angustia constante, permanente, al no recibir ninguna información al respecto. De la amargura por el silencio y el desprecio de las autoridades vascas y españolas ante un caso tan grave como la desaparición de una persona. Y también les intentarían comunicar los sueños de un joven que como otros muchos de su época agitada creía en la revolución social y en la participación del pueblo directamente en ella mediante la organización asamblearia. Un joven que tuvo que exiliarse para mantener sus ideas y militancia y fue siempre fiel a sus ideales de socialismo libertario.
Sin embargo, pensamos que sus familiares no comulgarían con este tipo de proyectos emanados de un poder sectario y obsesionado. En el contexto político actual, llevar un conflicto no resuelto al corazón del sistema educativo no dará más resultado que perturbar las relaciones internas existentes en el marco de esa comunidad, al ideologizar los contenidos educativos y enfrentar con ello a las familias y los alumnos. La verdadera pedagogía liberadora llegará cuando nuestro pueblo alcance la paz a través del reconocimiento de sus derechos y de la instauración de una democracia real. En la construcción de esa paz deberían centrar sus esfuerzos los políticos las organizaciones sociales y el propio sistema educativo.
Si de pedagogía y educación hablamos, hemos recibido recientemente unas lecciones insuperables. La plataforma creada para averiguar lo sucedido con Jon Anza nos ha demostrado lo que significa enseñar y educar mediante la decisión, la lucha y la intervención permanente y creativa. Ella nos ha mostrado la verdad de una realidad social que se pretendía ocultar y las miserias de unos estados que tratan de encubrir sus acciones y aventar sus responsabilidades. Del Non dago Jon? se ha pasado a otras preguntas igualmente comprometidas. No dudamos de que habrá en un futuro respuestas a estos nuevos interrogantes y la verdad se abrirá paso. Y eso servirá de ayuda a otros casos similares, como el de Joxe Miel. Por eso les agradecemos su aportación al conocimiento de la verdad de los desaparecidos. Porque esa verdad es revolucionaria. Lo atestiguan las declaraciones suscritas por un parlamentario socialista a la petición de investigación del caso Jon Anza. Para él esa investigación «supone lisa y llanamente la deslegitimación de las instituciones judiciales y con ellas la del propio Estado de derecho…». Intentar, por lo tanto, conocer la verdad en el Estado español implica para el poder la necesidad de mantener la mentira como principio permanente. Ningún estado que se precie puede sostenerse sobre este presupuesto. Por ello la lucha por la verdad en los casos de Joxe Miel, Jon Anza y otros muchos resulta un deber de justicia, una contribución a la construcción de la memoria histórica y un arma para edificar unas instituciones y una democracia nueva para Euskal Herria.
(Dedicado a Celes, Eneko y Patxi, allí donde nos estés observando).