UGT, CCOO y el her­mo­so ver­bo tras­te­jar – Anto­nio Alvarez-Solis

Pue­de decir­se que UGT es des­leal a sus afi­lia­dos? Se pue­de. ¿Pue­de afir­mar­se que Comi­sio­nes Obre­ras ha trai­cio­na­do su ideo­lo­gía de cla­se? Tam­bién se pue­de. Pero los tér­mi­nos «des­leal» y «trai­dor» resul­tan duros para su empleo en el mar­co de esta moder­ni­dad con un len­gua­je maqui­lla­do y don­de el sis­te­ma nos ha con­ven­ci­do de que los tra­ba­ja­do­res somos los auto­res del desas­tre eco­nó­mi­co y social, ya que el sis­te­ma es intrín­se­ca­men­te per­fec­to. Es más, que somos los úni­cos que lle­va­mos cin­tu­rón capaz de ser estre­cha­do por­que los pode­ro­sos se ajus­tan con tiran­tes. Y los tiran­tes per­mi­ten una ele­gan­te elasticidad.

Bus­que­mos, pues, un ver­bo que no ofen­da el buen sen­ti­do y evi­te que nos reclu­ya­mos en la bar­ba­rie del radi­ca­lis­mo con que pre­ten­de des­vir­tuar­se des­de el poder cual­quier movi­mien­to enér­gi­co de las masas. Por ejem­plo, «tras­te­jar». Tras­te­jar tie­ne entre sus sen­ti­dos uno real­men­te her­mo­so para sal­var la urba­ni­dad de estos sin­di­ca­lis­tas que han deci­di­do que ante el urgen­te maza­zo labo­ral del Gobierno Zapa­te­ro hay que hacer una huel­ga den­tro de tres o cua­tro meses. Vea­mos ese sen­ti­do de tras­te­jar: «Huir del ries­go que se pre­su­me pasan­do por algún para­je. Díce­se común­men­te de los deu­do­res que huyen de la vis­ta de sus acree­do­res, por que no les reconvengan».

De qué ries­go huyen UGT y CCOO? Pues de la posi­ble indig­na­ción del Esta­do, que es quien los ali­men­ta y sos­tie­ne, has­ta el pun­to de haber­los con­ver­ti­do en orga­nis­mos de ges­tión empre­sa­rial como el CIO y la AFL nor­te­ame­ri­ca­nos. Por ello pro­cu­ran evi­tar­le pro­ble­mas al Gobierno en un difí­cil equi­li­brio entre ser­vir­le y fin­gir que se le com­ba­te. Las mani­fes­ta­cio­nes que aho­ra se orga­ni­zan refle­jan nor­mal­men­te esa ser­vi­dum­bre sin­di­cal y se nutren fun­da­men­tal­men­te de sin­di­ca­lis­tas del apa­ra­to. Sola­men­te con los trein­ta mil libe­ra­dos que tie­nen ambos sin­di­ca­tos ya se pue­de hacer una mani­fes­ta­ción muy vis­to­sa. ¿Y quié­nes son los deu­do­res que huyen de la vis­ta de sus acree­do­res? Pues los diri­gen­tes de ambas for­ma­cio­nes sin­di­ca­les, que están en deu­da con los para­dos, con los degra­da­dos social­men­te por con­tra­tos indig­nos, con los jóve­nes, con los pen­sio­nis­tas, con las muje­res… Con todo el mun­do al que han pri­va­do de su con­cien­cia de cla­se y, por tan­to, de su capa­ci­dad de defen­sa. UGT ha aca­ba­do con los socia­lis­tas, CCOO con los comu­nis­tas y entre los dos con la ciu­da­da­nía que debe­ría empu­ñar las dis­tin­tas armas para su defen­sa. Ante este pano­ra­ma de un gobierno aba­ti­do por su con­ni­ven­cia con los pode­ro­sos que lo explo­tan, los sin­di­ca­tos esta­ta­les han de aguar­dar tres meses para dar una res­pues­ta. Esto es, han de inten­tar la diso­lu­ción del momen­to ten­so. Una res­pues­ta que, ade­más, podría fijar­se en el 29 de sep­tiem­bre, en que la Con­fe­de­ra­ción Euro­pea de los Sin­di­ca­tos (la CES) se mani­fes­ta­rá con­tra la situa­ción gene­ral de la eco­no­mía, pero no espe­cí­fi­ca­men­te ante lo que en el empleo ocu­rre mons­truo­sa­men­te a los tra­ba­ja­do­res espa­ño­les. Se lle­va­rá a cabo una exhi­bi­ción que difu­mi­na­rá los per­fi­les de las cues­tio­nes con­cre­tas que afec­tan con­cre­ta­men­te a unas socie­da­des determinadas.

Evi­den­te­men­te, el sin­di­ca­lis­mo esta­tal ha deci­di­do decli­nar su res­pon­sa­bi­li­dad social a fin de defen­der su pro­pia super­vi­ven­cia como un apa­ra­to que nece­si­ta el dine­ro públi­co para sos­te­ner el peso de su estruc­tu­ra, ya que la afi­lia­ción es muy baja y tien­de a la dis­mi­nu­ción. Una nota que resul­ta escan­da­lo­sa y que ilu­mi­na este aná­li­sis es el des­tino que se garan­ti­za por par­te de los par­ti­dos domi­nan­tes de la Admi­nis­tra­ción a los diri­gen­tes sin­di­ca­les actua­les cuan­do cesan en sus cargos.

Hay que acep­tar como hecho indis­cu­ti­ble que el sin­di­ca­lis­mo vivo sólo per­vi­ve en reduc­tos nacio­na­lis­tas, nor­mal­men­te muy pró­xi­mos a la calle y nutri­dos por una ideo­lo­gía viva y una asis­ten­cia ciu­da­da­na sus­tan­cial. El hecho de que LAB y ELA en Eus­kal Herria res­pon­dan de inme­dia­to, con su sali­da a la calle, a la inju­ria del Gobierno en lo que res­pec­ta al empleo cons­ti­tu­ye la prue­ba irre­ba­ti­ble que resu­me todo lo que hemos dicho. Los sin­di­ca­tos de este carác­ter acos­tum­bran a enri­que­cer su queha­cer coti­diano en la nego­cia­ción pun­tual con ideo­lo­gías de fon­do que se refie­ren al total cam­bio del mode­lo de socie­dad. Son sin­di­ca­tos reple­tos de volun­tad social, que jamás pier­den de vis­ta que su aná­li­sis de la cri­sis eco­nó­mi­ca y de los reme­dios para afron­tar­la, sobre todo en esta hora, está imbri­ca­do pro­fun­da­men­te con su pro­yec­to nacio­nal. Pos­tu­lar que un sin­di­ca­to nacio­na­lis­ta, esto es, enmar­ca­do en una terri­to­ria­li­dad muy expre­si­va, debe renun­ciar a una visión pro­fun­da de la cues­tión polí­ti­ca en lo que afec­ta al mode­lo social equi­va­le a decla­rar­se como orga­ni­za­ción sin poder ni sen­ti­do alguno. Un sin­di­ca­lis­mo nacio­na­lis­ta no es un sin­di­ca­lis­mo de estric­ta ges­tión, sino que tras­cien­de esta tarea para cons­truir un camino que reme­die la cues­tión de fon­do, que está cla­ra­men­te en el cam­bio del con­cep­to de inver­sión, empleo y con­su­mo según la his­to­ria y el deseo del pue­blo con­cre­to al que sirve.

De no cam­biar el mode­lo de socie­dad que está que­brán­do­se hora a hora en el tiem­po actual, el sin­di­ca­lis­mo enfla­que­ce y aca­ba por morir en una bata­lla don­de son más los quin­ta­co­lum­nis­tas del sis­te­ma, dis­pues­tos a ven­der­se por el sabi­do pla­to de len­te­jas ‑en este caso con tro­pe­zo­nes- que los com­ba­tien­tes por la con­quis­ta de la sobe­ra­nía social obrera.

No se pue­de ser tra­ba­ja­dor y espe­rar bene­fi­cio alguno sóli­do y dura­ble si no se renun­cia a la acep­ta­ción pasi­va de la lla­ma­da eco­no­mía de mer­ca­do; un mer­ca­do que, ade­más, se ha con­ta­mi­na­do con pode­res que no tie­nen ya nada que ver con el dise­ño ver­da­de­ra­men­te libe­ral del mis­mo. El lla­ma­do mer­ca­do cons­ti­tu­ye hoy una orga­ni­za­ción don­de un núme­ro cada vez más men­gua­do de par­ti­ci­pan­tes ‑en rela­ción al volu­men de la glo­ba­li­za­ción- deci­den la for­ma, medios, méto­dos y tiem­po en que la mecá­ni­ca finan­cie­ra y comer­cial ha de fun­cio­nar de acuer­do con una pre­vi­sión pre­via de bene­fi­cios. La libre com­pe­ten­cia se ha redu­ci­do a una limi­ta­da red de mane­jos, tur­bie­da­des y fal­si­fi­ca­cio­nes que tie­ne dos obje­ti­vos cla­ros: la expul­sión del socio más débil y la ocu­pa­ción cre­cien­te de áreas del esta­do a fin de crear con­su­mos pato­ló­gi­cos para la comu­ni­dad social.

Para lograr la sumi­sión del res­to de la ciu­da­da­nía ante una explo­ta­ción de ran­go acre­men­te neo­co­lo­nial, los sin­di­ca­tos han sido trans­for­ma­dos en herra­mien­tas encar­ga­das de encua­drar con­cien­cias y este­ri­li­zar esas con­cien­cias una vez encua­dra­das. Todo esto exi­ge una reac­ti­va­ción de res­pues­tas muy duras en la calle y ante los mar­cos guber­na­men­ta­les. En este sen­ti­do, la inme­dia­tez de la res­pues­ta al agre­sor es fun­da­men­tal para impli­car al grue­so de la ciu­da­da­nía y dar una dimen­sión de efi­ca­cia a lo que se hace, de la mis­ma for­ma que ha de exi­gir­se a esa res­pues­ta sin­di­cal que aña­da a su pro­ce­der una serie de emo­cio­nes que afec­ten ver­da­de­ra­men­te la entra­ña del pue­blo. Emo­cio­nes que cali­fi­ca­mos sin dudar­lo de emo­cio­nes nacionales.

La his­to­ria de que la glo­ba­li­za­ción ha logra­do la inter­cul­tu­ra­li­za­ción cons­ti­tu­ye una de las vile­zas con que ha que­ri­do con­ver­tir­se a cada ciu­da­dano en algo supe­rior a sí mis­mo y a las nece­si­da­des que le ago­bian. Creer que las cul­tu­ras han lle­ga­do a fun­dir­se en un uni­ver­sa­lis­mo ya vigo­ro­so equi­va­le a renun­ciar a una evi­den­cia antro­po­ló­gi­ca: que la cul­tu­ra de cada pue­blo es de evo­lu­ción geo­ló­gi­ca­men­te len­ta y que su com­pe­ne­tra­ción con otras cul­tu­ras se va pro­du­cien­do des­de capas muy super­fi­cia­les que afec­tan a los pro­ce­de­res más epi­dér­mi­cos. Pero está­ba­mos hablan­do de la nece­si­dad de una huel­ga enér­gi­ca, inme­dia­ta y rotun­da de perfiles.

GARA.

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