Disconformes de la Revolución que les permitió el elemental derecho humano a nacer, una Revolución con errores que, sin hacer concesiones ideológicas, deben ser subsanados. Nacidos con una serie de derechos básicos que sus padres jamás disfrutaron (logrados a costa de la sangre vertida por los jóvenes de los 60 del siglo pasado) y que para sí quisieran sus coetáneos de Haití, o el Congo. Los que se reúnen en la esquina habanera de 23 y G quieren más. Quieren capitalismo. No consideran que el nivel de bienestar alcanzado en ese Occidente, que ahora se derrumba, se debe a la explotación de los países pobres, algo que no hace Cuba.
Grupos que se auto excluyen por decisión personal, ”contestatarios” cuya contestación consiste en lucir vaqueros rotos, meterse coca de un turista por la nariz y soñar (valga la redundancia) con el sueño americano. Excéntricos por la noche, cobardes por el día, pues donde no hay base ideológica la cobardía estará siempre presente. Cobardes y acomodaticios porque durante el día esconden su “rebeldía” comportándose y vistiendo como (palabras suyas) “gente normal”. Los grupos antisistema occidentales no disimulan, pero esa diferencia no está vinculada a la «libertad» de la que, supuestamente, disfrutan, ya que son constantemente reprimidos, apaleados y encarcelados. Éstos tienen conciencia de clase.
Aretes, muñequeras, camisetas variopintas… El hábito no siempre hace al monje. Los antisistemas de Occidente han sido excluidos de la sociedad capitalista, los habaneros se auto excluyen por esnobismo. El individuo antisistema, está contra el imperialismo porque es imposible alabar a los asesinos de millones de personas en guerras de saqueo. Cada cual que luzca como quiera, esa no es la cuestión, pero por mucho que se pinten el pelo de colores, o se peinen de punta, los “antisistemas” habaneros son, en su inmensa mayoría, los tontos útiles del fascismo.
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