La llegada al Estado español de los primeros siete “disidentes” cubanos acompañados de 35 familiares, cinco por “disidente”, a los que en estos días se sumarán otros 11 “disidentes”, con sus respectivas y numerosas familias, me ha traído a la memoria dos nombres propios: Jorge Castañeda, ex canciller mexicano a las órdenes del ex presidente Vicente Fox, y Pérez Rubalcaba, ministro del Interior del Estado español.
El primero, de la mano de una propuesta; el segundo, asistido por una teoría. Y la propuesta de Castañeda, como la teoría de Rubalcaba, ha vuelto a confirmar su falsedad y fracaso.
Siendo Castañeda canciller mexicano ofreció desde Miami abrir las embajadas mexicanas a los “disidentes” cubanos interesados en disfrutar la democracia y libertad de su país. El aviso, transmitido por Radio Martí, provocó que varios “disidentes” en La Habana estrellaran un autobús contra la puerta de la embajada mexicana decididos a entrar a toda costa y aprovechar la oportunidad brindada. En esos mismos días moría en México la abogada y defensora de los derechos humanos Digna Ochoa que no pudo aprovechar la generosa oferta de su canciller por no contar México con embajadas mexicanas dentro de su territorio.
La muerte de Digna Ochoa, a falta de otros litigios, creó cierto conflicto lingüístico ya que la necesidad de unificar la teoría del suicidio, versión oficial, con la del asesinato de Estado que sugería el sentido común y los dos o tres disparos que le costaron la vida a Digna Ochoa, condujo a la cruda realidad de tener que conjugar como transitivo el verbo suicidar para así resumir que «fue suicidada», innovación lingüística que dejaría ampliamente satisfechas las dos versiones.
Ya anteriormente Digna Ochoa había recibido amenazas de muerte pero, o bien porque le urgía ser suicidada o porque no sintonizaba Radio Martí, terminó por dispararse en las piernas y rematarse en la sien. La otra posibilidad era que, tras volarse la cabeza se entretuviera disparándose las piernas.
Tampoco era la primera vez que el gobierno mexicano se esforzaba en encontrar explicaciones inverosímiles a los asesinatos de políticos, sindicalistas, candidatos a la presidencia y hasta cardenales.
En favor de Castañeda, sin embargo, hay que reconocer que, además de entretenerse en abrir las puertas de sus embajadas a la “disidencia” cubana, se afanaba en aquellos días en organizar en Monterrey la Conferencia Internacional sobre el Financiamiento para el Desarrollo, y denunciar el hambre en el mundo, conferencia que contó con la asistencia de más de 60 jefes de Estado y que obligó a Castañeda a tener que construir un impresionante muro que evitara a tan distinguida asistencia la circundante visión de la miseria, y a retirar de las calles a indigentes y pordioseros hasta que no finalizara tan magno evento.
Al margen de las disculpas que le correspondieran y de que sigan abiertas las embajadas mexicanas para quienes aman la democracia y la libertad, México no parece ser un destino que cuente con muchos adeptos entre la “disidencia” cubana. Supongo que no es fácil ejercer la democracia y la libertad en una sociedad en la que la vida no vale absolutamente nada, sea porque te ametrallan sicarios de civil o te balean sicarios de uniforme, y no hay como abrir un periódico para confirmarlo. Sólo en lo que va de año, y sin contar a quienes mata el hambre, la miseria y otras lacras al uso, han muerto violentamente en México más de mil personas. La última matanza ocurría ayer. Alrededor de veinte jóvenes eran acribillados mientras celebraban una fiesta en un barrio de la ciudad de Torreón (Coahuila) por un “comando fuertemente armado”.
En febrero, en Ciudad Juárez, otros veinte jóvenes eran asesinados en medio de una fiesta por decenas de sicarios que comenzaron a disparar indiscriminadamente con armas de guerra. Otros 14 jóvenes resultaron heridos.
Y recientemente, también en Ciudad Juárez, 19 personas eran asesinadas en un centro de rehabilitación de toxicómanos luego de que 30 sicarios llegaran al lugar en seis camiones y abrieran fuego. En el 2009, en otro centro de rehabilitación y tras un ataque similar, fueron asesinadas 18 personas.
Refiero sólo matanzas a lo grande, de esas que cuentan los muertos por docenas, para no entretenerme en los asesinatos de tres funcionarios del consulado estadounidense en Ciudad Juárez; en el asesinato del cantante Sergio Vega pocas horas después de que el propio cantante desmintiera en los medios su muerte; en el asesinato de Guillermo Ademir, futbolista de los Pumas, que no tuvo la suerte de los también futbolistas, el paraguayo Salvador Cabañas que sobrevivió a un tiro en la cabeza, o del delantero del América Juan Carlos Silva, que resultó herido; en el asesinato en plena campaña electoral del candidato del PRI por Tamaulipas, Rodolfo Torre; en el asesinato en Guerrero de Hernández García, dirigente del Partido de los Trabajadores; en el asesinato del alcalde de Guadalupe y Calvo, Ramón Mendívil, en Chihuahua; en el asesinato en Cuernavaca de Juan Figueroa, hijo del cantante Joan Sebastián Figueroa, dos años después de que le asesinaran a su otro hijo… para sólo citar, en lo que va del año, algunos casos de los que se ocupan los medios por el carácter del crimen y los apellidos del difunto.
Obviamente, al “régimen” cubano le faltan muchos muertos para poder equipararse a la democracia mexicana y, descartado el país centroamericano, el Estado español parece un destino más seguro para los “disidentes” cubanos. Al fin y al cabo, ninguno de ellos va a tener problemas en Madrid siempre y cuando no se tomen en serio sus anhelos de libertad y democracia, lo que tampoco parece muy probable que vaya a suceder.
Por su parte, Pérez Rubalcaba siempre se ha manifestado como un acérrimo discípulo de la teoría del determinismo, que vuelve a poner en evidencia su pobre argumentación ahora que el Estado español se repuebla con “disidentes” cubanos.
Más de una vez ha insistido el ministro del Interior, en referencia al País Vasco, que nadie comienza poniendo bombas, que se empieza quemando autobuses, cajeros, contenedores de basura… por lo que es mejor aplicar la represión preventiva en primera instancia, que esperar a que los violentos alumnos pasen de curso y terminen doctorándose como terroristas.
El problema de su lógica determinista, en la que, inevitablemente, una conducta conduce a la otra, es que carece de cualquier rigor. Y nadie mejor que Rubalcaba, que fue ministro de Educación y Ciencia, como para saberlo.
Entre otras razones porque el cómo se empiece y se termine va a depender del criterio del analista y del punto de partida que se elija para confirmar la consecuencia entre una conducta y otra. Allá donde uno establezca la medida, el punto de partida de lógica tan irracional como la que el ministro hace suya, siempre va a haber otro que corra el nacimiento de la náusea un poco más atrás y lleve sus consecuencias algo más adelante.
De hecho, nadie comienza quemando cajeros. Se comienza siendo cliente de algún banco. Tampoco comienza nadie asaltando una sucursal bancaria. Lo habitual es que se empiece pagando una hipoteca
Pero, además, no es cierto que los pasos que diera ayer un ser humano vayan a determinar, necesariamente, el rumbo que seguirá mañana. Y también Rubalcaba conoce sobrados ejemplos de hasta qué punto se puede romper una inercia y cambiar un destino.
Las cincuenta razones que tenía el Partido Socialista para abandonar la OTAN, un año más tarde se transformaron en cincuenta razones para presidirla. Javier Solana, y es otro caso que el ministro conoce, de joven universitario antimilitarista pasó a convertirse en comandante en jefe militar. El “Compañero Isidoro”, es otro ejemplo, acabó convertido en el “Señor X”. Miles de socialistas que se acostaron republicanos, despertaron monárquicos al día siguiente, y su pretendido socialismo no los ha llevado a dirigir la emancipación de la clase obrera sino a defender los intereses de las multinacionales españolas en su expolio al tercer mundo, a multiplicar los beneficios de los bancos y a secundar las guerras del imperio.
Tampoco sus pasados compromisos con esos cuantos universales valores que nos hacen dignos a los seres humanos han tenido las consecuencias que la lógica del ministro augura en el País Vasco. Extrañamente, cuanto más han enarbolado los gobiernos del Estado español conceptos como la paz, más han desarrollado la industria y el negocio militar; cuanto más han enfatizado la solidaridad como concepto, más trabas y restricciones (“disidentes” cubanos al margen) han impuesto a la emigración; cuanto más han mencionado su pretendida defensa de los derechos humanos, más los han vulnerado dentro y fuera del Estado español.
Nadie mejor que el Partido Socialista Obrero Español para demostrar que se puede comenzar reivindicando la ética como principio, y terminar dando cobertura a una banda criminal, financiada con dinero público y arropada por la más vergonzosa impunidad.
El propio Castañeda demuestra hasta qué punto son erróneas las teorías deterministas de Rubalcaba. Quien fuera militante del Partido Comunista mexicano, lejos de acabar haciendo causa común en la selva Lacandona con el Frente Zapatista, acabó convertido en agente de la CIA; de asesorar en su campaña electoral al izquierdista candidato mexicano Cuauhtémoc Cárdenas, acabó asesorando en los mismos afanes al derechista candidato Vicente Fox y sirviéndole como secretario de Relaciones Exteriores.
Los “disidentes” cubanos también constituyen un ejemplo del escaso rigor que acompaña la teoría determinista de Rubalcaba. Quienes comenzaron volando por los aires aviones cubanos o fueron agentes a sueldo de potencias extranjeras, han acabado convertidos en partisanos, paladines de la libertad, anticastristas o simples “disidentes”.
Y para mayor desmentido a la teoría determinista del ministro español, pocos casos como el del salvadoreño Francisco Chávez Abarca, detenido en Venezuela y extraditado a Cuba en estos días, que tras una dilatada e impune carrera terrorista internacional se convierte para los grandes medios de comunicación en un desaparecido del que se pierde el rastro y la memoria, en una noticia blanqueada. Otro ejemplo más de que se puede ser terrorista, ejercer como tal toda una vida y acabar convertido en un fantasma.