Más de 90.000 documentos filtrados a una web de investigación, que a su vez los suministró a tres importantes publicaciones (de EEUU, Gran Bretaña y Alemania), vieron la luz el domingo. Más allá de las revelaciones concretas ‑entre ellas la de que los talibán cuentan entre su arsenal con los misiles tierra-aire Stinger que EEUU suministró a los afganos contra los soviéticos‑, el conjunto de las filtraciones dibujan el escenario de una guerra prácticamente perdida.
GARA | WASHINGTON
La filtración de 92.201 documentos secretos sobre la guerra de Afganistán supone un duro golpe para la Administración Obama, además de dejar en evidencia la deriva de una aventura militar que heredó de Bush y que lleva camino de convertirse en una nueva derrota para la primera potencia mundial.
Los documentos confidenciales fueron colgados por la organización Wikileaks en su página web (wikileaks.org) después de que se los facilitara ‑probablemente hace semanas- a «The New York Times», «The Guardian» y «Der Spiegel». Fueron publicados simultáneamente el pasado domingo.
Wikileaks (leaks significa filtración en inglés) es un sitio web de investigación y análisis político, fundado en 2006 por el periodista y activista de internet australiano Julian Assange.
La web se hizo famosa al divulgar en abril un vídeo fechado el 12 de julio de 2007 en el que se ve cómo un helicóptero estadounidense dispara y mata a varios civiles, entre ellos a dos periodistas de la agencia Reuters.
Un soldado estadounidense, Bradley Manning, está detenido en una base norteamericana en Kuwait imputado por violar el reglamento militar después de haber «transferido datos confidenciales a su ordenador» y por infracciones al Código Penal de EEUU, entre ellas «la divulgación de informaciones confidenciales relativas a la defensa nacional». Manning, presentado a su vez como analista de inteligencia, fue acusado por un pirata informático, Adrian Lamo, de presumir que habría descargado 260.000 documentos clasificados que habría enviado a la web Wikileaks.
Los informes secretos publicados el domingo, recogidos entre enero de 2004 y diciembre de 2009, suponen, a juicio del jefe de la sección de Investigación del británico «The Guardian», David Leigh, «lo que podría ser la mayor filtración en la historia de los servicios de inteligencia».
Pero, más allá de lo cuantitativo de la filtración y de los datos sueltos ‑la mayor parte son secretos a voces o versiones interesadas de parte, en este caso de EEUU‑, el conjunto de los documentos dibuja, en palabras otra vez de «The Guardian», «un escenario devastador de una guerra que se encamina hacia la derrota» de EEUU y de sus aliados occidentales.
Desde otro ángulo, «The New York Times» es igualmente devastador al señalar que estos archivos ilustran «con profusión de detalles las razones por las que, después de que EEUU ha gastado cerca de 300.000 millones de dólares en esta guerra, los talibán son más fuertes que nunca desde 2001», fecha del inicio de la invasión del país.
Condena de la Casa Blanca
El asesor de Seguridad del presidente Obama, James Jones, calificó la publicación de esta catarata de documentos como un acto «irresponsable» y susceptible de «poner en peligro» la seguridad de las operaciones y del país. Jones criticó que «Wikileaks no ha hecho el menor esfuerzo por ponerse en contacto previamente con nosotros».
Un funcionario de la Casa Blanca que se resguardó en el anonimato fue más allá al asegurar que Wikileaks «no es una web de información objetiva sino más bien una organización que se opone a la política (sic) americana en Afganistán».
No extraña demasiado la reacción del Gobierno estadounidense. Y es que, como señaló «The New York Times», ninguna de las fuentes que consultó ese diario puso en duda la veracidad de la información.
Tampoco el general Jones lo hizo en su comparecencia. Trató, eso sí, de vincular el contenido de esos informes a la anterior era Bush recordando que cubren el período de enero de 2004 a diciembre de 2009, mes este último en el que el actual presidente, Barack Obama, «anunció una nueva estrategia» para Afganistán.
Irán y Pakistán
Difícil pirueta, cuando estos informes recogen cuestiones que afectan a la actualidad de la guerra, y que en algunos casos han sido profusamente aireadas por la actual Administración. Entre ellas destaca la supuesta y «creciente influencia de Irán» en Afganistán, donde estaría, siempre según estos documentos, apoyando con dinero, armas y entrenamiento a los talibán, sus enemigos históricos.
Los informes confirman lo que es un secreto a voces, el apoyo directo de los servicios secretos paquistaníes (ISI) a la insurgencia talibán. Fue precisamente el ISI el que apoyó el levantamiento de los talibán en 1995 y su conquista del poder en Kabul tras una guerra relámpago que puso en fuga a los «señores de la guerra» afganos.
El asesor de Seguridad de Obama no mencionó a Irán pero se apresuró a anunciar que estas filtraciones «no tendrán repercusión alguna en nuestra relación con Pakistán».
El portavoz del Ministerio paquistaní de Exteriores, Abdul Basit, tildó las informaciones de «retorcidas y cogidas por los pelos» e insistió en que «evidentemente, no tienen nada que ver con la realidad».
Los informes, procedentes casi en su totalidad de la embajada de EEUU en Kabul, dan cuenta de 144 «incidentes» registrados en los que resultaron muertos por fuego ocupante 199 civiles, cifra ésta que, según «The Guardian», «es probable que esté subestimada porque muchos incidentes dudosos se omiten». La mayor parte se relacionan con el nerviosismo de los soldados en los puestos de control, aunque no faltan narraciones como la que detalla la muerte a tiros de un sordomudo cuando intentaba huir de un comando de la CIA que iba a detenerlo.
De igual modo, revelan la existencia de unidades secretas conocidas como Fuerza de Intervención 373, un grupo de operaciones especiales con una lista de personas a capturar «vivas o muertas» y entre las que se encontrarían 70 altos comandantes de la resistencia talibán.
Sus misiones «han aumentado en número bajo la Administración Obama, con un éxito notable», asegura uno de los documentos, que alerta no obstante de las bajas civiles provocadas por estos operativos.
Asimismo, los informes detallan que los talibán han llegado a emplear misiles portátiles infrarrojos modelo Stinger contra aviones de combate, la misma arma que contribuyó a que los muyahidin afganos derrotaran al Ejército Rojo en los ochenta. Paradójicamente, fue EEUU el que suministró con este tipo de misiles a los muyahidin, lo que dio un giro a la guerra y contribuyó a la derrota soviética.
Concretamente, un helicóptero de transporte de tropas CH-47 fue abatido el 30 de mayo de 2007 en la provincia de Helmand por uno de esos misiles . Murieron cinco soldados estadounidenses, un británico y un canadiense. Entonces, un portavoz de la OTAN se limitó a señalar que «no es imposible que el helicóptero haya sido abatido con armas cortas».
«Resistentes y astutos»
En esta línea, los documentos ponen en duda el creciente uso de aviones no tripulados «que se estrellan o chocan entre sí, lo que desemboca en misiones enormemente arriesgadas» para recuperar sus restos antes de que el armamento caiga en manos talibán, y describen a una guerrilla afgana «resistente y astuta», que está desangrando a las fuerzas ocupantes en una guerra de desgaste.
Pese a que, por lo general, los informes no contradicen las versiones oficiales, sí contienen información que revela que la política informativa sobre el conflicto por parte de la Casa Blanca y el Ejército ha alimentado la confusión sobre el desarrollo real de la guerra.
El asesor de Seguridad Nacional para Comunicaciones Estratégicas, Benjamin Rhodes, fue tajante al asegurar que «el presidente [Obama] ha sido muy claro a la hora de hablar al pueblo estadounidense sobre los desafíos a los que nos enfrentamos». «Si permitimos que Afganistán vaya cuesta abajo, volveremos a enfrentarnos de nuevo a amenazas de grupos extremistas como Al-Qaeda», señaló, evocando el fantasma del 11‑S. Del ataque al corazón de EEUU que movió a la primera potencia del Planeta a castigar a Afganistán y a embarcarse en una guerra de 10 años que ya es una pesadilla.
El Gobierno títere afgano ha pedido una investigación sobre la muerte de hasta medio centenar de civiles en un ataque desde helicópteros contra una vivienda en la provincia sureña de Helmand, el pasado viernes.
Wikileaks aseguró que, además de los 92.201 documentos publicados, se ha reservado otros 15.000 a petición de su fuente, aunque anuncia que los publicará tras ocultar datos que puedan ser «perjudiciales».
El fundador de la web Wikileaks defendió la publicación de los miles de documentos confidenciales y recordó que destapan crímenes de guerra cometidos por los ocupantes.
«Corresponde a un tribunal dictaminarlo, pero a primera vista, parece que hay pruebas de crímenes de guerra en estos documentos», señaló Julian Assange, quien recordó que los casos se cuentan por miles.
En su opinión, estas informaciones «permiten comprender lo que ha sido esa guerra en los últimos seis años» y demuestran «que el curso de la guerra tiene que cambiar», señaló en una comparecencia en Londres.
Respecto a la denuncia de EEUU, que apela a cuestiones que amenazarían a su seguridad nacional, Assange señala que «estamos habituados a que cuando denunciamos los abusos intentan desacreditarnos». Sobre la naturaleza de sus fuentes, añade que «no tenemos ninguna razón para dudar de la fiabilidad de estos documentos».
El fundador de la web, que se reclama como «la primera agencia de información del pueblo» y que reivindica que se financia con contribuyentes anónimos, insiste en que «el papel del periodismo es precisamente vigilar a los poderosos». Wikileaks se dio a conocer en 2009 al publicar documentos internos de la multinacional Trafigura, implicada en un vertido criminal en Costa de Marfil. Assange asegura que el sitio funciona a partir de servidores en Suecia y Bélgica, países con legislaciones que defienden la protección de las fuentes. Emplea a media docena de voluntarios a jornada completa y consulta regularmente a expertos.
En mayo pasado, a Assange le confiscaron brevemente el pasaporte en Australia y sus abogados le aconsejaron no viajar a EEUU.